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Monreale es un municipio de algo menos de 30.000 habitantes, a 2 km de Palermo. Su visita es obligatoria en un viaje a Sicilia porque conserva una maravillosa catedral, contemporánea de la de Palermo y una de las joyas normandas.
Cuando hablé de la catedral de Palermo, ya comenté que en aquel tiempo había una gran la rivalidad entre el rey Guillermo II y el arzobispo (de Palermo) Gualtiero, los dos personajes más importantes del Reino.
El arzobispo promovió la construcción de la catedral de Palermo. En ese momento el rey Guillermo II, alentado por el Papa Lucio III, que mal veía la influencia del arzobispo Gualtiero, fue promotor de la construcción de una nueva Catedral en Monreale, un lugar que su abuelo, el rey Rogelio II, ya había elegido como segunda residencia real.
La construcción de la Catedral de Monreale terminó cuatro años más tarde de la Catedral de Palermo, en el año 1189. Ambas están dedicadas a la Virgen María.
Exteriormente tiene el mismo esquema constructivo que la Catedral de Cefalù. La fachada está enmarcada entre dos torres. En este caso, sin embargo, solo la torre sur queda intacta. El tercer cuerpo de la torre norte fue derruido por un rayo en 1807 y su campanario reinstalado sin reconstruir la parte dañada. Esta diferencia entre las torres no resta belleza al conjunto.
De nuevo al igual que en Cefalù, entre las torres de la fachada hay un pórtico de tres arcos que se añadió en el siglo XVIII. Se ve algo distinto al resto de la catedral, en estilo y materiales, pero no queda mal.
La fachada puede observarse perfectamente porque se abre a una plaza.
Vale la pena ir dando la vuelta y observarla desde todos los ángulos y, sobre todo, detenerse a ver los tres preciosos ábsides. Si exteriormente la catedral es bastante austera (excepto el portal y un reloj en un lateral de la torre norte), los ábsides tienen preciosas decoraciones de arte fatimí.
La fachada sur de la Catedral puede verse desde el Claustro Benedictino (Claustro de Santa Maria la Nuova). En el espacio entre la torre sur y el transepto se ven las dos estructuras exteriores de las únicas dos capillas laterales de la Catedral: la Capilla de San Castrense (Patrono de Monreale), también llamada Capilla de la Eucaristía, y la Capilla de San Benito, antiguo lugar de sepultura de los frailes benedictinos.
Lo más espectacular de la catedral está en su interior. Si entramos y nos quedamos centrados, mirando al frente, por toda la nave central, nos quedaremos admirados. Columnas de mármol sustentan arcos decorados con mosaicos.
Los mosaicos de la Catedral reproducen escenas del Viejo y del Nuevo Testamento. Datan de entre finales del siglo XII y principios del XIII y los hicieron artistas locales y venecianos.
En la pared sur hay escenas del Génesis, del Diluvio universal con el Arca de Noé y del Nuevo Testamento. En la pared de la nave lateral se ven los comienzos de la predicación de Jesús.
En el interior del transepto norte (de pago) hay un altar-reliquiario dedicado a San Luis de Francia que, en un principio, estuvo sepultado en esta Catedral. Es importante fijarse en los preciosos mosaicos del suelo.
Al fondo está la Capilla del Crucifijo con un altar barroco. En la semi-cúpula del ábside hay un mosaico que representa San Pablo (una figura enorme) y una Cruz colgada de tamaño natural. Tengo la impresión de que la cruz tapa demasiado el mosaico. Los demás mosaicos, en este sector del transepto, relatan la Pasión de Cristo.
En el transepto sur están las tumbas reales de Guillermo I y de Guillermo II. Desde allí se accede al Museo Diocesano y a la sacristía. En el ábside se encuentra la barroca Capilla de la Virgen y sobre ella se ve el mosaico de San Pedro, tan enorme como el San Pablo de antes.
Los otros mosaicos de esta zona narran la vida pública de Jesús y su predicación.
No podemos acercarnos al presbiterio ni al ábside. Se tiene que ver desde lejos. Pero esos mosaicos son espectaculares. Vemos en el ábside una representación de la Virgen a la cual está consagrada la iglesia y en la semicúpula el mosaico más famoso de todos, el del Cristo Pantocrátor. Nos sonará. Es el mismo que hemos visto en otras construcciones de la misma época. Se trata de aquellos tipos de obras que parecen seguirnos con la mirada vayamos donde vayamos.
El Claustro Benedictino de Monreale (de pago y con entrada independiente de la catedral) es una estructura de planta cuadrada (47 metros de lado) enteramente rodeada por un pórtico de 104 arcos apuntados (26 por cada lado). El exterior de los arcos está decorado por unos mosaicos de piedra negra de volcán sobre piedra ocre caliza, el mismo tipo de decoración presente en los ábsides de la Catedral de Monreale y en otros monumentos árabe-normandos de Palermo. Vale la pena detenernos a ver los bonitos capiteles.
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