Después fuimos en metro hasta Trocadero para tener la mejor vista del ícono de la ciudad, la Torre Eiffel. La idea era quedarnos hasta que la iluminaran pero hacia tanto frio en ese lugar y nosotras veníamos de una noche de avión no muy descansadas, que nos volvimos al departamento bastante antes que se apagara la luz del sol.

La anécdota del día fue que para entrar al edificio había que marcar una clave que permitía abrir la puerta de calle, pusimos la clave y nada, lo volvimos a hacer y no se abría, después de varios intentos y ya medio desesperadas, vemos que se acerca desde dentro del edificio una persona de seguridad, le explicamos nuestro problema, el pobre hombre mira la llave que teníamos en la mano, nos mira a nosotras y sin mover ni un músculo de su cara nos dice: Sras, esta llave es del edificio que está ahí al lado. En nuestro terrible cansancio y despiste total, nos habíamos equivocado de edificio, en nuestro descargo, en esa calle todos los edificios eran iguales, nuestro único error fue no mirar el número.
Por el cambio de horario o la impaciencia, vaya uno a saber, nos despertamos antes del amanecer, desayunamos y decidimos que, en lugar de tomar el metro para ir al primer destino que teníamos programado, Place des Vogues, saldríamos temprano para ir caminando. Un largo camino, pero fue hermoso disfrutar de las calles de Paris casi sin gente ni tráfico.

De Place des Vogues, un rincón encantador de Paris que no todos van a conocer, fuimos a la Isla Saint Louis, cruzamos por uno de sus puentes con una vista preciosa de Notre Dam,

Al cruzar entramos en la famosa Librería Shakespeare & Company antigua, repletísima de libros de todo tipo, una verdadera delicia de lugar


de ahí hasta los Jardines de Luxemburgo donde almorzamos y descansamos un poquito. Un lugar enorme con sillas para descansar con fuentes y hasta palacio, en verano imagino que debe congregar una buena cantidad de personas.
