Ruta senderista PR1 LGA, Percurso dos Sete Vales Suspensos (recorrido por los siete valles suspendidos), cerca de Carvoeiro.
No era en ese momento ni así como teníamos previsto hacer esta caminata, pero algunos pequeños inconvenientes que surgieron sobre la marcha lo dispusieron de esa forma, con lo cual el bocata que tendríamos que haber tomado allí, nos vimos obligados a adelantarlo a los alrededores de Monchique, como ya he comentado en la etapa anterior.
Situación de Praia da Marinha en el mapa del Algarve.
Desde Monchique fuimos directamente hacia uno de los puntos de comienzo (o fin, ya que es lineal) de esta ruta senderista, la más famosa del Algarve y una de las más conocidas en Portugal. Para empezar a caminar, preferimos Praia da Marinha, puesto que nos habían comentado que es la zona más bonita y atractiva del sendero, con lo cual no queríamos perdérnoslo por si no la hacíamos completa de ida y vuelta, como así sucedió.
Nos costó un buen rato conseguir una plaza de aparcamiento, dado que la tarde era muy calurosa y había una gran cantidad de gente en las playas. Con un poco de paciencia, lo logramos. Enseguida vimos unas vallas de madera y unas pasarelas. Junto a ellas, un panel informativo con datos de la ruta.
En total, pone que son 5.668 metros desde Praia de Vale de Centeanes hasta Praia da Marinha, lo cual supone un trayecto total de 11,4 kilómetros y unas seis horas de caminata, cuyo nivel de dificultad puede calificarse como medio, con un desnivel acumulado casi inapreciable, aunque sí que hay subidas bajadas, y escaleras si se quiere visitar las playas. Y, en cuanto a bonito, el punto que más me lo pareció fue el del Arco doble que hay cerca de Praia Marinha, a poco de comenzar allí la ruta. Si no se quiere caminar mucho, será el mejor punto inicial.
En cuanto empezamos a caminar comenzamos a vislumbrar bajo nuestros pies las formas caprichosas de las rocas que surgen del mar, punteando los bellos acantilados de esta zona del Algarve. Y es que de eso va esta ruta, de contemplar espectaculares panorámicas de la costa, descubriendo playas recónditas (y no tanto), cuevas, arenales, calas…
Para ello, existen pasarelas y vallas de madera, si bien en ocasiones solamente se cuenta con senderos de tierra, multitud de ellos que se entrecruzan, acercándose algunos hacia los abismos, invitando a los más osados a asomarse al vacío. Desde luego hay que tener prudencia y no arriesgar, pero con sentido común se pueden contemplar muy bellas perspectivas sin riesgo alguno.
Los acantilados que perfilan la costa han sido esculpidos por la acción erosiva del agua durante cientos de años, proporcionando una orografía única y sumamente bella, con unos colores rojizos que rivalizan con los azules del cielo y los turquesas del mar. Sin embargo, aquella tarde la calima había hecho acto de presencia y el cielo estaba un poco blanquecino y el mar no tan brillante como en Ponta da Piedade. En cualquier caso, las vistas eran espléndidas
.Pasamos por varios miradores preparados y otros naturales, sobre los precipicios, y pudimos ver la gran cantidad de barquitos y kayaks que realizaban las excursiones para ver la línea costera y las cuevas desde el mar. Al día siguiente, teníamos previsto hacerla nosotros en lancha.
También muy bonita nos pareció la Praia da Corredoura, prolegómeno del famosísimo Algar (cueva) de Benagil, seguramente la imagen más fotografiada del Algarve, si bien desde su interior, en la misma playa, que solo es accesible nadando o en kayak. Hay un mirador para verlo desde arriba, pero las vallas no permitían ver el fondo, aunque no faltaban quienes se acercaban al vacío para sacar la imagen. Yo no me atreví a tanto.
La Praia da Benagil hay que pasarla sí o sí, ya que el sendero baja hasta ella y vuelve a subir después. Desde el pequeño puerto parten muchas de las excursiones a que me he referido anteriormente. Esa tarde en concreto estaban a tope.
Llegamos a Praia do Carvalho, bastante peculiar, ya que el acceso solo puede realizarse por un estrecho túnel con escaleras excavado en la roca. Una vez en la playa, se pueden contemplar varias cuevas muy curiosas. Merece la pena detenerse en este punto.
En cualquier caso, no hay que confundir las playas con las cuevas, que pueden llamarse del mismo modo, pero encontrarse en sitios diferentes. Y, de todas formas, ni siquiera mirando los mapas estoy muy segura de los sitios, así que espero que me perdonéis si he puesto algún nombre mal.
Seguimos hasta unos miradores que hay cerca de la Praia do Vale Espinhaço, desde donde se descubre el Farol (faro) de Alfanzina. Y ya no continuamos más. Aunque pensé en contratar un taxi que nos devolviera al punto de partida, al final no lo hice porque no sabíamos cuánto tiempo nos podía llevar y hasta dónde llegaríamos. Además, como habíamos comenzado muy tarde, no nos daba tiempo de hacer la ruta entera y, por si fuera poco, el calor empezaba a resultar insufrible. Recordar que, aunque no falta la vegetación, apenas hay sombras en en los senderos y es preciso llevar protección solar. gorra o sombrero y agua.
Así que dimos la vuelta y volvimos al aparcamiento, donde tomamos un riquísimo y fresquito zumo natural de las naranjas del Algarve, que habíamos visto por todas partes y que están realmente buenas. El último día paramos en un puesto junto a la carretera y compramos un saco de cinco kilos.
Muy fotogénica esta ruta, aunque lo que se contempla no deja de ser siempre lo mismo o parecido, acantilados y la línea costera, esculpida con formas muy bellas. Otra cosa sería aprovechar para bajar y darse un chapuzón en alguna de las playas que van surgiendo de paso. No hubiera estado mal, aunque no era el plan ese día.
Ya cayendo la tarde, nos dirigimos a la cercana población de Carvoeiro, donde teníamos alojamiento para pasar esa noche.