Día 5: Las últimas horas en Bruselas. ✏️ Diarios de Viajes de BelgicaAmanece con lluvia. Bajamos para tomar el desayuno, que aquí es bastante más de sencillo que el del hotel de Brujas, y miramos la predicción meteorológica para las próximas horas. Parece que va a llover un poco hasta las 10, pero nos da igual, y...Diario: Otoño en Flandes⭐ Puntos: 5 (12 Votos) Etapas: 9 Localización: BelgicaAmanece con lluvia. Bajamos para tomar el desayuno, que aquí es bastante más de sencillo que el del hotel de Brujas, y miramos la predicción meteorológica para las próximas horas. Parece que va a llover un poco hasta las 10, pero nos da igual, y salimos para aprovechar las horas que nos quedan. En la calle donde está el Museo del Cómic, a menos de 5 minutos del hostel, vemos unas escaleras que conducen a la parte superior de la ciudad, donde está la Catedral de Bruselas. La catedral es de estilo gótico brabantino y tiene dos torres frontales. Es grande y está bien ubicada, en la parte superrior de un parque en el que hay algunas tumbonas para descansar. Está rodeada de edificios más modernos, así que el paisaje aquí vuelve a ser el de los contrastes. Más adelante, en la calle que llega hacia el Mont des Arts, encontramos la Galería Ravenstein, de estilo racionalista, con el techo de la entrada decorado con las constelaciones y los signos del zodiaco. El interior conecta esta calle con la superior, igual que la estación central. Creo que se puede atravesar este barrio del centro de Bruselas casi en línea recta si se entra y se sale a través de sus edificios. Subiendo la calle, nos encontramos con la Cinematek, a la que entramos para ojear algunos folletos. Está justo al lado del centro de arte BOZAR. Todo este barrio está dedicado a las artes de cualquier disciplina. Pasamos al lado de la chocolatería Laurent Gerbaud, donde todo tiene una pinta exquisita (y seguro que el precio también lo es). Hemos llegado a la parte superior del Mont des Arts, al que no nos cansamos de venir. Pasamos por delante del MIM, que ocupa el edificio de los antiguos almacenes Old England, para verlo de día. Nos sentamos en una terraza con vistas que nos gusta mucho, la de Château Moderne, iluminada por bombillas de colores, y con vistas al centro. La cafetería no es demasiado cara y el interior es bastante original. Aquí, hacemos una pausa necesaria para despedirnos de Bruselas y tomar unas cuantas fotos a la luz del día desde el mejor mirador de la ciudad. Todo este conjunto se diseñó para la Exposición Universal de 1910, y se reformo más tarde, en los 50. Hay un reloj enorme que emite música cuando toca las horas, como pasaba en el Belfort de Brujas, pero al estilo Mont des Arts: discreto y moderno. La arquitectura que se puede ver aquí es de ese tipo agradable y neutro, que no molesta a la vista y que no compite en importancia con los palacios y edificios más antiguos y ornamentados, y que mal interpretada, es la que da lugar a las construcciones actuales, anodinas y sin personalidad (pero que no molestan a nadie) que tenemos hoy en día en nuestras ciudades. Volvemos al centro. Las tiendas de souvenirs que hay repartidas por las calles que rodean la Grand Place son auténticas instituciones del mal gusto. He visto tiendas de souvenirs muy feas en muchas ciudades, pero diría que las de Bruselas se llevan la palma. Los Manneken abarrotan los escaparates, transformados, como símbolo del kitsch, en toda la utilería que se pueda imaginar. Creo que el premio al mal gusto se lo lleva el sacacorchos, del que casi me llevo uno para regalar. También hay imanes (tres pares a 10), tazas feas, camisetas feas, y tabaco, solo a 1€ más que en España. Aterrizamos en Grecia desde el surrealismo. Acabamos de encontrar una calle en la que todos los restaurantes son griegos. Se llama Rue du Marché aux Fromages, y los restaurantes de la calle tienen nombres de barrios de Atenas o de islas griegas. Más adelante, vemos que el recorrido avanza por Europa, con restaurantes de comida italiana, e incluso algún libanés. También está el Petit Delirium. Si se quiere comer algo parecido a la comida griega, esta calle podría ser un buen sitio al que venir. O puede que no. Damos un paseo por las calles de los alrededores. Encontramos el restaurante Minet Frere, que ocupa el local de una antgua librería, y que tiene un mural de los más bonitos de la ciudad en uno de los lados de la fachada. También hemos ido encontrando algunos murales más, como el de Le Passage y el de Le Jeune Albert, que son de mis preferidos. Vamos a ir a comer a un restaurante al que tengo muchas ganas de ir. Se llama Le Cercle des Voyageurs y tiene una librería de viajes es una de sus salas. Lo encontramos muy cerca del Manneken, aunque parece no llamar demasiado la atención, porque la terraza está vacía. La calle es muy céntrica pero está poco transitada. Nos abre la puerta uno de los camareros y nos hace pasar a una sala que nos deja boquiabiertas: techos altos con molduras, en los que hay representados mapas antigos del mundo, grandes ventanales, y una pared cubierta de maletas antiguas, de arriba hasta casi la línea de las mesas, donde hay toda una fila de libros que se pueden coger. Pedimos dos hamburguesas con patatas, un carbonades flamandes con patatas y una ensalada. Todo esto y las bebidas por 59€ entre 3 personas. Repasamos la cuenta porque no nos cuadra, pero está bien contado. Imposible de superar. Además, todo está buenísimo y hay opciones vegetarianas en los entrantes y en los principales. Es el mejor restaurante en el que he comido en Bélgica, y el más barato. Para acabarlo de redondear, voy a la sala contigua, en la que tienen unas estanterías de madera llenas de libros de viajes que se pueden leer en unas butacas, que más bien parecen tronos acolchados, al final de la sala, al lado de los ventanales. Es uno de esos establecimientos que no deberían cerrar nunca. Ha sido una gran despedida culinaria de Bruselas, y nos toca ir hacia el hostel para recoger la maleta. Esta vez, vamos por las calles de la izquierda del recorrido y nos encontramos con el Boulevard Anspach, que es una calle peatonal, ajardinada y muy animada. Justo después, aparece la place de Brouckère, en la que destacan el Hotel Metropole, el edificio del casino, y una línea de casas que están siendo reconstruídas. Se han apuntalado las fachadas y se ha vaciado toda la parte trasera. Si se puede, se debería hacer siempre esto. Recogemos la maleta y un café a 1€, y volvemos hacia la estación. Llegamos al aeropuerto en 15 minutos. Me voy contenta porque le he dado a Bruselas la oportunidad que creo que se merece, más allá de los calificativos de feo y bonito. Vine buscando paisajes otoñales y me voy con muchas cosas más y con mucho chocolate. Índice del Diario: Otoño en Flandes
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