Viernes, 27 de enero de 2023
Descendí por el lado contrario del acceso principal a las ruinas romanas, después de un excelente desayuno en el hotel, siguiendo la valla metálica con concertina. Y lo que se representaba en la explanada de la estación de autobuses cuando ya estaba llegando, predijo lo que era más predecible en viernes y un guardia aburrido al lado de una garita me confirmó lo que ya estaba bastante claro viendo que ahí no había ningún tipo de movimiento. Hoy es festivo y no saldrían autobuses hacia Ammán. ¡A por la segunda opción! Me coloqué en la carretera principal que atravesaba la ciudad, hoy muchísimo más tranquila, preparado para coger un taxi o hacer dedo. No me dio tiempo a alzar la mano que dos oportunistas en coches diferentes se ofrecían a llevarme a Ammán por un precio un poco más barato que lo haría un taxi oficial. 10J, Acepto la propuesta de uno de ellos, el otro, algo enfadado, por haber llegado unos segundos más tarde que el otro, había perdido la oportunidad de sacarse un extra en festivo y no creo que tuviera otra oportunidad hasta el próximo viernes. No había muchos turistas, y los que había tenían su propio transporte.
Sobre las doce llegué a la avenida más dinámica y comercial del centro de Ammán, que homenajeaba a quien lideró la Rebelión Árabe acompañado por el mítico Thomas Edward Lawrence: King Faysal Sq. Junto a un paso ancho y corto, abarrotado de sillas y mesas pertenecientes a un establecimiento de jugos naturales, donde la fruta estaba expuesta como si se tratara de una frutería, estaba la entrada del hotel Mamaya en una lateral que reservé por booking para mis últimos cuatro días en Jordania. El joven adolescente que estaba en recepción me atendió desganado, quien me dijo que hasta las dos de la tarde no podría hacer la entrada. Dejé la mochila y me fui a visitar la estación de tren de Ammán, no sin antes tomar un delicioso zumo de naranja por 1J que me supo a gloria. Creo que si hubiera estado cuatro días más en Ammán habría acabado probando todos los zumos que ofrecían, que no eran pocos. Había una variedad amplísima.

El conductor de Uber no conocía exactamente la ubicación de la estación de tren que acabó definitivamente pasando con la guerra de Siria, el único tramo que permanecía activo comercialmente acabó también pereciendo: Ammán- Damasco. Me dejo a cien metros de su ubicación. 3, 43J la carrera.

El ferrocarril del Hiyaz era una línea de tren de vía estrecha que unía Damasco con Medina en la época perteneciente al Imperio Otomano que su pretensión última era unirla con la Meca, pero todo proyecto acabó desvaneciéndose para los turcos cuando los árabes acabaron rebelándose y dinamitando tramos de esta vía que acabo en desuso menos algún tramo.

Desde los muros exteriores se podían ver hangares y vagones de madera con las típicas ventanas que se abrían en horizontal, que cuando quedaban abiertas uno temía sacar la cabeza y quedar guillotinado. También vi una locomotora de vapor que parecía restaurada y debía funcionar. De hecho, se organizaban viajes lúdicos para los turistas durante unos kilómetros por 6J. Pero era viernes y el día festivo era sagrado para los musulmanes y la terminal estaba cerrada para visitantes. Intenté convencer con mímica al guardia que custodiaba el recinto con poco éxito. Al final, después de mirar los bonitos murales pintados en los muros del lado contrario de la calle, me fui andando hasta el centro. Pasando por un mercadillo itinerante que estaba bastante concurrido.


A las 16h comí otra vez, y no fue la última vez, en el popular restaurante Hashem con excelente comida a precios magníficos. Luego me fui al hotel. La habitación era básica y correcta, lo peor llegó cuando fui a los baños compartidos y me dieron ganas de salir corriendo de aquí. Una piara de cerdos lo hubieran dejado menos sucio. Una montaña de bolsitas usadas de jabón amontonadas, un retrete con las huellas del delito y todo encharcado. Menos mal, que los culpables marcharon al día siguiente y me quedé solo en la planta. Y los baños, después de limpiarlos el servicio de limpieza, dejaron de ser un sitio inhóspito. 60J por cuatro noches. Lo mejor del establecimiento era su ubicación.
Las últimas horas las dediqué a vagabundear por las calles de la ciudad, acercándome a la calle Rainbow, después de superar una interminable escalera que atajaba las enrevesadas calles ascendentes hasta esa área. No parecía el lugar de moda que tantas reseñas favorables tenía en artículos y guías, más bien era un lugar apático y decadente, donde los camareros con rostros aburridos esperaban en la entrada de los restaurantes a que apareciera un cliente. Pensé que sería por ser festivo, pero un ammaní me comentó que su época gloriosa había pasado; que, aunque fácilmente habría otros días mejor ambiente, tampoco esperase nada del otro mundo. No sé si exageraba él o los que habían escrito sobre esta calle, definitivamente me llevé la percepción que tal vez la habían sobrevalorado.
Otro de los problemas que tenía el alojamiento era que la habitación daba a la calle principal, con lo cual no podía librarme del ruido incluso cerrando las ventanas. Sin embargo, como acaba la jornada cansado, poco impedimento era para que cogiera el sueño.