Nuestro segundo día en Dublín empieza con un super Irish breakfast “a la carta”, porque si dices que no te gustan las “beans” te ponen más bacon o más huevo: ideal.
Nos dirigimos hacia O’Connell Street a través de Talbot Street y N Earl St, donde nos encontramos con la estatua de James Joyce, autor de “Ulysses”, que está considerada como la mejor obra en lengua inglesa del siglo XX y que, sinceramente, no llegué ni a la página 100 (y con mucho esfuerzo).

Y llegamos a O’Connell St., la calle más imponente y ajetreada de la capital, gracias a la gran cantidad de comercios, bancos, teatros y cines que existen.
Justo enfrente nos encontramos con uno de los símbolos del Dublín moderno: la Spire Of Dublín, una impresionante columna de acero de más de 120 metros de altura. Su construcción concluyó en 2003, en el lugar en el que se encontraba el Nelson´s Pillar, que fue destruido en un atentado del IRA. Su costo superó lo esperado, pero es muy querido por los dublineses y admirado por los visitantes, por lo que parece que ha merecido la pena el desembolso.

Un poco más adelante está el monumento a Daniel O’Connell, el “Libertador” de Irlanda, fue la figura política más importante en la Irlanda de la primera mitad del siglo XIX. Era muy crítico con las ideas que implicaban una insurrección violenta de Irlanda, llegó a decir que la libertad de la isla no valía el derramamiento de una sola gota de sangre. En una placa se pueden leer todas sus victorias. Es uno de los puntos de encuentro preferidos por los dublineses, ya que mientras esperan pueden contar los agujeros que produjeron las balas de la rebelión de 1916 y los enfrentamientos de 1922 en sus figuras aladas, que representan las supuestas virtudes de O´Connell: patriotismo, valor, fidelidad y elocuencia. En resumen, que es como la Puerta de El Corte Inglés de la Plaça Catalunya para los que vivimos en Barcelona.

Más adelante está el edificio más famoso de Dublín y de toda Irlanda, la General Post Office (GPO), donde los rebeldes de 1916 establecieron su cuartel general. Aquí se proclamó la República de Irlanda. Es obra del arquitecto Francis Johnston. Lo que más llama la atención es su pórtico, con seis enormes columnas dóricas sosteniéndolo.

Al llegar al río Liffey nos dirigimos hacia el Ha’penny Bridge para atravesarlo: ya se ha convertido en uno de nuestros lugares favoritos de Dublín.
Son las 9:00 de un domingo y Temple Bar no es, ni por asomo, el lugar lleno de vida de ayer por la tarde: las calles están vacías, las persianas de los locales bajadas…
Lo primero que hacemos es pasar por la Oficina de Información turística y reservar plaza para un tour del día siguiente.
Al llegar a Dame Street nos encontramos con el imponente edificio del Ayuntamiento y, un poco más allá, la entrada al Castillo de Dublín, pero esos no son ahora nuestro destino.
Seguimos hasta St. Patrick Street y allí visitamos la Catedral de San Patricio, una de las dos catedrales que tiene la ciudad, y que, curiosamente no es la sede del obispado, aunque sea la Catedral Nacional de Irlanda. Ocupa los terrenos en los que, según la tradición, alrededor del año 450 San Patricio bautizó a unos cuantos nativos sumergiéndoles en las aguas de un pozo. Debido a esta relación con el Santo, el lugar ha albergado un templo desde el siglo V. Los normandos construyeron una iglesia de piedra en el año 1191 que fue reconstruida a principios del s. XIII, que es la base del edificio actual Tras el incendio que tuvo lugar en 1370 se reconstruyó la torre occidental y, en 1749 se añadió la aguja. Después de diversos ataques y devastaciones de las tropas de Cromwell, alrededor de 1650, cuando fue utilizada como establo, la catedral fue restaurada con la financiación de Sr. William Guiness, el “cervecero de Dublín” y del que ya hemos hablado y seguro que volveremos a hablar.

La verdad es que el exterior es un poco “soso”, pero el interior merece la pena visitarlo. La iglesia está llena de estatuas y de monumentos fúnebres, como la del escritor Jonathan Swift, autor de Los viajes de Gulliver, que fue deán de la catedral, y la de su compañera de siempre, Esther Johnson. En el salón del coro se encuentran banderas y armas de la orden de St. Patrick, fundada en 1783 (Caballeros de San Patricio). En la puerta hacia la sala capitular, la “Puerta de la Capitulo”, en la que, a través de un agujero, se estrecharon las manos “amigablemente”, pero sin mirarse a la cara, los Condes de Osmond y de Kildare. Las vidrieras son espectaculares y relatan la vida de San Patricio.


Hace un día espectacular y, como “allá donde fueres haz lo que vieres”, nos sentamos en un banco del St. Patrick’s Park, a ver cómo acuden los pajarillos y los dublineses a tomar el sol.
Bordeando la verja del St. Patrick’s Park llegamos a la St. Marsh’s Library, la primera biblioteca pública de Irlanda, con una importante colección de obras antiguas y con unas estanterías de roble impresionantes (lástima que no se puedan hacer fotos).
Deshacemos nuestros pasos y regresamos a Dame St., donde se encuentra la otra catedral de la ciudad, la Christchurch Cathedral. Fue construida en 1172 por Strongbow, noble anglonormando que invadió Irlanda en 1170 y que está enterrado en su interior, en el lugar donde se alzaba la antigua catedral de madera vikinga. No podemos visitarla por la hora (nuestro reloj interior todavía no se ha hecho a la idea de que no estamos en España).: ya volveremos al final del viaje.

Por cierto, desde la entrada principal de la catedral, un puente conduce a Dublinia, una exposición o parque temático que hace revivir el Dublín medieval.
Aunque no tenemos mucha hambre, decidimos buscar un lugar para comer, porque ya es demasiado tarde para un lugar como Dublín. Casi enfrente del Ayuntamiento encontramos Eddie Rocket's, una cadena de comida rápida, pero que hacen unas ensaladas riquísimas y de lo más completo y a la que recurrimos más de una vez en este viaje.
Es el momento de visitar el Castillo de Dublín, que durante mucho tiempo se ha visto como el símbolo del dominio inglés sobre Irlanda. Desde sus inicios ha sigo el lugar de asentamiento de los vikingos, fortaleza militar, residencia real, sede del Tribunal de Justicia Irlandés, y sede de la Administración Inglesa en Irlanda.

El 16 de enero de 1922, el último virrey de Irlanda entregó el castillo de Dublín a Michael Collins y al gobierno del recién independizado estado irlandés. El fin de la presencia británica se produjo a raíz del Levantamiento de Pascua de 1916 y la Guerra de Independencia de Irlanda. Actualmente, es utilizado como lugar para la celebración de las recepciones de Estado.
El castillo se empezó a construir a principios del siglo XIII, pero no es un edificio uniforme, sino que consta de varias partes, cada una de distintas épocas. En 1684 un gran incendio causó graves daños a gran parte del castillo, pero, a pesar de la magnitud del incendio, partes de las estructuras medievales y vikingas han sobrevivido y se pueden visitar.
Tras este incendio, las obras de reconstrucción a finales del siglo XVII y XVIII transformaron el castillo de un bastión medieval a un palacio georgiano. El nuevo edificio incluía un conjunto de grandes salones de recepción conocidos como Apartamentos de Estado, donde estaban las habitaciones del virrey y sus invitados. A principios del siglo XIX, se añadió la Capilla Real en el Patio Inferior del Castillo. Bajo del castillo, en la cripta, se ven los antiguos cimientos de la torre del polvorín normanda, que se apoyaban en las murallas que rodeaban una fortaleza vikinga levantada tres siglos antes. También se ven fragmentos de la antigua muralla de la ciudad y del foso.
La visita al castillo puede hacerse con una audioguía, pero lo mejor es seguir una visita guiada que es muy interesante.
Accedemos al patio del castillo a través de la puerta que hay junto a la Bedford Tower, de donde desparecieron las joyas de la Corona a principios de siglo XX. La entrada al patio del castillo que está junto a esta torre está rematada por una estatua de la justicia, que siempre ha sido objeto de mofa, ya que está colocada de espaldas a la ciudad, lo que se interpretó como señal de la mala justicia impartida por los británicos. Además, no tiene los ojos vendados: vamos, que aquí la Justicia no es ciega.


El recorrido por el castillo se centra en la visita a las Salas de Estado o Apartamentos de Estado, del siglo XVIII, que aún se utilizan como residencia de los dignatarios extranjeros en sus visitas oficiales.
La visita se inicia en el Rellano de las Hachas de Guerra, que toma su nombre de las hachas de guerra con las que la guardia real protegía la entrada del salón del trono. Sobre el dintel de la puerta central se encuentra el arpa, símbolo del gobierno irlandés. Los dos colores presidenciales son el oro y el azul. Esto explica el motivo de la presencia de oro en los escudos de armas que se exhiben en las paredes del rellano. Los escudos representan a los presidentes de la República.

Por un pasillo neoclásico se accede a una serie de salones privados. Tiene vistas al patio. Conduce también a la Cámara del Consejo Privado, donde los virreyes juraban su cargo y donde en 1922 se entregó el Castillo a Michael Collins y el nuevo gobierno del Estado Libre de Irlanda.

Cuando vi este pasillo tuve la sensación de que ya lo había visto antes, cosa imposible porque era la primera vez que estaba en Dublín…
Se sigue por la Sala James Connolly que, en 1915, esta sala, junto con el resto de los apartamentos estatales, se convirtió en un hospital de la Cruz Roja para los soldados heridos en la Primera Guerra Mundial. Al fondo de la sala se pueden ver dos placas conmemorando a James Connolly, una en inglés y la otra en gaélico.
Destaca el Salón de Estado, que fue reconstruido tras el incendio de 1941. Los grandes espejos, las columnas y las consolas fueron salvados del fuego. Fue utilizado principalmente por las esposas de los virreyes como sala de estar y para celebrar audiencias con los cortesanos irlandeses. También, durante los bailes, en los siglos XVIII y XIX, este salón era usado por las jóvenes debutantes para descansar.

El Salón del Trono era una sala donde los soberanos ingleses solían dar audiencia a sus invitados oficiales. Aquí se celebraban también las ceremonias de investidura de los nuevos virreyes. Durante las fiestas estacionales el virrey recibía a las debutantes.
Encima del baldaquino del trono se ven la corona de Inglaterra, así como un león y un unicornio. El león simboliza Inglaterra y el unicornio Escocia. Cada animal tiene entre sus patas el arpa irlandesa. El trono se hizo para la visita a Irlanda del rey Jorge IV, en 1821. El último monarca inglés que lo utilizó antes de la independencia irlandesa fue Jorge V, en 1911.

La lámpara es impresionante. Fue construida en 1836 para conmemorar el Tratado de la Unión de 1801 entre Inglaterra e Irlanda. Es de bronce y muestra una corona de flores en su parte inferior compuesta por rosas, cardos y tréboles (la rosa representa a Inglaterra, el cardo es la flor nacional de Escocia y el trébol representa a Irlanda)
Y aquí volvió otro flash a mi memoria. Creo que ya sé de qué conozco este lugar. A nuestro regreso a Barcelona he buscado la serie Los Tudor y “bingo”: el Vaticano estaba grabado en este castillo. Por cierto, como la serie ya tiene unos cuantos años, es muy recomendable.
Pasamos al Hall o Salón de San Patricio que es la sala ceremonial más importante de Irlanda. Fue utilizada por los caballeros de la Orden de San Patricio, fundada por Jorge III en 1783. Actualmente es donde se celebra la ceremonia de investidura de los Presidentes de la República, banquetes oficiales, … Los estandartes de algunas familias de la Orden adornan las paredes de la estancia.
En el techo hay tres pinturas que narran los acontecimientos importantes de la Historia de Irlanda. La primera pintura, representa a San Patricio encendiendo el fuego de Pascua sobre la colina de Slane y simboliza la llegada del cristianismo a Irlanda. La del centro, es una recreación mitológica de la coronación de Jorge III. El rey aparece rodeado por Britania e Hibernia (es el nombre en latín de la isla de Irlanda). La tercera representa la sumisión de los jefes irlandeses frente a Enrique II de Inglaterra en 1171.

En el exterior se encuentra la Capilla Real fue construida en 1814, en estilo neogótico, en el lugar ocupado por una antigua iglesia. El interior es impresionante, con bóvedas de abanico, de arista y bustos de estuco representando a Moisés, la Fe, la Esperanza y la Caridad. En la girola hay unas vidrieras que representan a Caín y Pilatos, así como a los cuatro evangelistas. Sobre la galería de roble y por encima de las vidrieras de la nave, figuran los escudos de armas de los representantes de la justicia y de la corona inglesa.


Desde los jardines se contempla The Record Tower, la única torre medieval que queda en todo Dublín.

Hace un día fantástico y de buenas ganas me tiraba en el césped a tomar el sol, pero es el momento de tomar decisiones: el tiempo se nos echa encima y hay prioridades. Además, o nos espabilamos o no llegamos a tiempo a nuestro próximo destino…
Seguimos por Dame Street para enlazar con St. James St. Aquí se encuentra la St. James Gate Brewery la industria más querida por los irlandeses. Si por este nombre no os suena, solo decir que es la fábrica de la cerveza negra Guinness.
Como la fábrica sigue en funcionamiento, no se puede visitar y por eso se ha construido el Guinnes Storehouses (la entrada está en St. James's Gate), una exposición que recoge sus más de 250 años de historia. Por los pelos podemos unirnos al último grupo de visita del día. Tras pagar la entrada, nos adentramos en el mundo de la cebada tostada, del lúpulo, etc. Es un edificio que, al parecer, tiene forma de pinta, y a lo largo de sus cinco plantas, se hace un recorrido por el pasado, presente y futuro de la bebida, su relación con Irlanda, su publicidad, ... Todo parece indicar que el color tostado de la cerveza no se debe al agua del río Leffey, porque como no dejan de repetir una y otra vez a lo largo de todo el recorrido, el agua que se utiliza proviene de los “cristalinos” manantiales de Wicklow. La quinta planta es un espacio reservado a exposiciones de arte moderno y por encima se encuentra el Sky Bar, con su planta circular y sus vistas de Dublín. Consejo: si accedéis en el último grupo como nosotros, no demoréis la visita a la planta donde se disfruta de la degustación de la pinta que incluye el precio de la entrada, porque 15 minutos antes de la hora de cierre, ya no las sirven…
Por cierto, el emblema de la marca Guinness es el arpa, el emblema nacional de Irlanda, la que aparece en las monedas de euro, en el pasaporte, … El diseño proviene del arpa de Brian Boru del siglo XV, un símbolo que refleja la cultura y las artes irlandesas, que ya vimos en el Trinity College. Parece que fue Guinness quien utilizó el arpa primero. En la década de 1860, la stout, la cerveza negra de Guinness estaba disponible en todo el mundo y la familia Guinness buscaba un símbolo que identificara a Guinness como producto irlandés y el arpa fue reconocida como el símbolo que buscaban. Cuando se creó el Estado Libre Irlandés en 1922, el gobierno irlandés que también quería utilizar el arpa como símbolo, tuvo que colocar su arpa mirando hacia otro lado, porque Guinness ya había registrado su marca con el arpa mirando hacia el lado correcto.
El día ha sido ajetreado, y ya no tenemos tiempo de visitar Kilmainham Gaol, la antigua cárcel donde tuvieron lugar las ejecuciones de los líderes de la revuelta de 1916 y donde se rodaron escenas de la película En el nombre del Padre[i], impresionante. La verdad es que tampoco teníamos un gran interés en visitarla, por lo que lo dejamos pendiente hasta el final del viaje, a nuestro regreso a Dublín, y ya veremos qué hacemos.
Regresamos a nuestro alojamiento dando un paseo y, ya que no ha sido posible tomarnos una Guinness en la visita, decidimos descansar en Knighsbridge Bar, tomándonos una pinta y escuchando música, antes de pasar por el super a comprarnos la cena.