El día amanece espectacular: estamos teniendo una suerte increíble con la climatología, porque ya llevamos unos días y no nos ha llovido ningún día.
Para desplazarnos al Castillo de Blarney, de nuevo lo hacemos en autobús de línea, así que nos dirigimos hacia St. Patrick Street, en un paseíto.
Una vez en el recinto nos encontramos con los restos de lo que fue el castillo. Este castillo fue mandado construir en el siglo XIII, destruido en 1446 y mandado reconstruir por Dermont MacCarthy.

En la actualidad está parcialmente destruido, y sólo queda la torre del homenaje y algunas habitaciones. Se puede visitar la mazmorra, para hacerte una idea de lo “bien” que vivían los prisioneros. También se pasan por algunas habitaciones sin cubierta, …
Poco a poco se va llegando a lo alto de la torre del Homenaje, donde se encuentra la Piedra de Blarney o Piedra de la Elocuencia, que es uno de los motivos por los que mucha gente se desplaza hasta aquí, porque quien bese esta piedra obtendrá el don de la elocuencia, el don de la palabra.
La leyenda se remonta a finales del siglo XVI, cuando el señor del castillo, Cormac McCarth, usó su proverbial dominio del idioma para engañar una y otra vez a los emisarios de Isabel I que le requerían que entregara el castillo, manifestando su lealtad incondicional a la Corona inglesa y su disposición a aceptar todas sus peticiones sin nunca llegar a cumplirlas.
La Piedra de la Elocuencia está bajo las almenas y, claro, que no todo iba a ser tan fácil como dar un beso a una piedra. Para poder besarla hay que tumbarse de espaldas y sacar medio cuerpo fuera de la torre, a 27 metros de altura y aunque hay dos personas para sujetarte… Por cierto, que para que quede constancia de le has dado un beso como Dios manda, expiden el correspondiente certificado y te entregan la fotografía que lo acredita (que, por supuesto, no entra en el precio de la entrada).

Como nosotros ya tenemos bastante “rollo”, no nos hace falta besarla, nos conformamos con la recompensa del paisaje que se ve desde aquí arriba.

Pero no es la única leyenda que tiene esta piedra. Parece que la piedra de la elocuencia formaba a su vez parte de otra piedra conocida como Piedra de Scone o Piedra del Destino. Esta piedra formaba parte del acto de coronación de los reyes escoceses durante la Edad Media. Los escoceses se rebelaron contra el dominio inglés. Los irlandeses prestaron su ayuda a los escoceses en una lucha que desembocó en la independencia de Escocia. Como muestra de agradecimiento, el rey Roberto I de Escocia, más conocido como Robert The Bruce, el auténtico Braveheart, regaló la piedra a los irlandeses.
Una vez abajo, es el momento de dar un paseo por los estupendos jardines. Nos dirigirnos hacia una zona conocida como Rock Close, un sector en el que se mezcla la naturaleza y el arte, de forma que es difícil muchas veces qué es natural y qué es producto de la mano del hombre.


En los jardines, preciosos, hay varias rutas que llevan hasta Blarney House, que es la más elegante de las grandes mansiones de Irlanda.


Comemos en un pub, mientras esperamos el autobús para regresar.
Una vez en Cork, nos desplazamos a la Catedral de St Fin Barre, la catedral protestante, porque no tenemos que olvidar que en Cork también hay una catedral católica, la de Santa María.
La Catedral de St Fin Barre es de estilo neogótico francés. Es un edificio espectacular y se encuentra en el lugar del antiguo poblado monacal de St. Finbar, del que no han quedado restos. La verdad es que, desde la Edad Media, este ha sido un lugar destinado al culto, este edificio fue construido entre 1865 y 1870 y fue consagrada en 1870.
Como todo edificio que se precie tiene su leyenda o sus leyendas. Como cualquier habitante de la ciudad, lo primero que hacemos es buscar el Ángel dorado de la Resurrección, una pequeña figura situado sobre el techo del altar, que representa un ser alado tocando una flauta o trompeta. Se dice que el día que la escultura se caiga de la catedral será el anticipo al fin del mundo y de toda la humanidad. Y este es uno de los responsables de la catedral cuiden de que se encuentre en buen estado de conservación y de que todos los que viven en Cork dirijan su miranda hacia él para ver si continúa en su lugar.

Pero por si fuera poco una leyenda, aquí hay otra: cuando comience el Apocalipsis, el ángel dorado empezará a tocar la trompeta. Durante los trabajos de reconstrucción de 1999, esta trompeta fue robada, y causó gran revuelo entre los habitantes de la ciudad: ¿Cómo iban a conocer cuando se acercaba el final del mundo? Por suerte, fue recuperada rápidamente y la población pudo descansar.
Es un edificio imponente, con tres torres de aguja, la central de más de 80 metros de altura.
En la fachada principal, alrededor del rosetón están representados los símbolos de los cuatro Evangelistas. Las gárgolas situadas sobre la puerta principal representan el triunfo de las virtudes del alma cristiana.


En los tímpanos de las puertas se representan, en la Puerta Central, La Resurrección y el Juicio Final. En las laterales, en una la Expulsión del Paraíso, Adán y Eva trabajando con su familia y el Sacrificio de Caín y Abel, y en la otra la Construcción del Templo de Salomón, el Sacrificio de Noé y el Sacrificio de Isaac por Abraham.


En el interior, destacan las vidrieras y el púlpito con las imágenes de los cuatro evangelistas y San Pablo talladas.


Al subir las escaleras hacia el altar hay un mosaico que muestra tres parábolas de Jesús: en un extremo aparece la Parábola del Sembrador y en el otro la Parábola del Buen Pastor. En la zona central aparecen los 7 sacramentos: el más importante es el Sacramento de la Eucaristía que aparece representado por la figura de un Pelícano en el centro del mosaico.



Ya teníamos decidido no visitar la Cork City Gaol, porque, la verdad es que no nos apetece mucho visitar cárceles, por muy famosas que sean.
Decidimos atravesar el río, donde está el barrio de Shandon, con sus galerías de arte, sus tiendas de antigüedades y sus cafés entre callejuelas, lleno de encanto. Este siempre ha sido un barrio de gente trabajadora.
Pasamos por delante del Cork Butter Exchange que recuerda que hubo momentos en los que el comercio de mantequilla era la principal fuente de riqueza de la zona.
Nuestro objetivo es St. Anne’s Church, la Iglesia de Santa Ana, que también se le llama "la Mentirosa de las cuatro caras", porque antiguamente, los cuatro relojes de su torre marcaban horas distintas. Lo cierto es que lo que realmente nos interesa es el campanario, subir a lo alto para disfrutar de la vista, y, sobre todo, tocar las campanas, en la primera planta. Todo el mundo puede tocar, pero más vale hacerlo bien, porque se escuchan en toda la ciudad.

Regresamos a nuestro hotel, despidiéndonos de Cork, que tan bien nos ha acogido.