Burgas.
Desde Kazamlak (etapa anterior), nos aguardaba un largo recorrido hasta Burgas, una de las localidades turísticas búlgaras más importantes de la costa del Mar Negro. Una vez que dejamos atrás la Cordillera de los Balcanes, el paisaje se volvió más anodino, aunque el trayecto tampoco resultó demasiado pesado al hacerse por autovía, con un poco de charloteo y otro poco de móvil.
Nos alojamos en el Hotel Avenue Burgas de Luxe, que me pareció el típico hotel para ejecutivos. Fue el que menos me gustó de los cuatro en que estuvimos. La idea inicial era pasar parte de la tarde en la playa, pero la tormenta que había empezado en Kazamlak seguía muy activa y nos fastidió el plan. Cenamos una ensalada con una fortísima crema agría y pepino (no es que estuviera mala, pero me sentó como un tiro), filetes de caballa con tomate y patatas y fruta variada.
Por lo demás, Burgas no me dijo nada. Es verdad que estuvo lloviendo buena parte de la tarde, pero me pareció la típica localidad costera que vive por y para la playa; y eso, para mí, no tiene demasiado interés en un viaje de este tipo. Ni siquiera hice fotos, lo que ya es decir... .
Nesebar.
Las tormentas del día antes habían pasado a la historia y por la mañana el sol lucía en su plenitud. Iba a hacer calor, bastante calor. El programa de esta jornada comprendía visitar el pueblo de Nesébar y, por la tarde, trasladarnos a Plovdiv, donde nos alojaríamos las siguientes dos noches. En total, 311 kilómetros, con el siguiente perfil en Google Maps.
Nesebar.
Desde Burgas a Nesebar solo hay 35 kilómetros, que recorrimos en una media hora, contemplando una parte de la costa del Mar Negro, con sus bloques de apartamentos turísticos acechando en la distancia. Y, también, algunos bloques en medio de la nada pero relativamente cerca del mar que fenecieron por alguna crisis inmobiliaria, quizás tras la pandemia. En fin, nada nuevo bajo el sol.
La actual población de Nesebar tiene dos partes muy diferentes: la moderna, que se desarrolló en el siglo XX como centro vacacional y que carece de interés para el visitante no playero, y el casco histórico, situado en una pequeña península artificial (antes era una isla) a la que se accede por una pasarela asfaltada sobre una lengua de tierra de unos 400 metros de longitud –un istmo, en realidad-, en la cual dan la bienvenida la réplica de uno de los molinos de madera tradicionales y una escultura moderna dedicada a San Nicolás.
El casco antiguo de Nesebar fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1983, considerando su arquitectura tradicional de casas de madera y su conjunto de iglesias que representan algunos de los mejores ejemplos de arte búlgaro y bizantino. Hay que recorrerlo a pie, ya que en el interior solo pueden circular los vehículos autorizados, normalmente de servicios y residentes. Y menos mal, porque había mucha gente, quizás el lugar donde vi más turismo en Bulgaria junto con el Monasterio de Rila.
Nesebar fue fundada por los tracios en el II milenio a.C. Posteriormente, ya convertida en colonia griega con el nombre de Mesambria, pasó a ser un importante centro comercial que acuñaba su propia moneda en el siglo V a.C. De este periodo se conservan –malamente- la acrópolis, un templo dedicado a Apolo y un muro que fue parte de la fortificación. En el año 71 a.C. cayó en poder de los romanos y a partir del siglo V se convirtió en un baluarte bizantino. Durante los siglos siguientes, fue objeto de disputa entre búlgaros y bizantinos hasta que la ciudad fue conquistada por los otomanos en 1453. Tras la Guerra Ruso-Turca, formó parte de la provincia autónoma de Rumelia Oriental, que se uniría definitivamente a Bulgaria en 1885.
Nuestra visita guiada por los lugares más importantes comenzó junto a las antiguas murallas de la fortificada Mesambria, de las que queda muy poco en pie, y la mayor parte, restaurado con mejor o peor fortuna. Nada más cruzar un arco, llegamos al Museo Arqueológico, que entramos a visitar y que merece un comentario aparte.
Museo Arqueológico.
Consta de dos plantas y varias salas donde se exhiben objetos de diversas épocas de la ciudad, siendo las más antiguas los restos de unas anclas que datan del siglo XII al IX a.C.
Se exponen también un buen surtido de piezas tracias y griegas, incluyendo cerámica, monedas, joyas, relieves votivos de mármol, estelas funerarias, pequeñas esculturas, ajuares funerarios…
También se pueden ver diversos objetos de las épocas romana y bizantina (vasijas, monedas, inscripciones y relieves funerarios).
En el sótano, se exhibe una importante colección de iconos religiosos, la mayoría procedentes de las iglesias de la ciudad, y que abarcan los siglos XV a XIX.
Este museo me pareció muy interesante, en especial la parte de los tracios y de los iconos, sobre todo con las explicaciones que recibimos por parte de la guía local, que ayudaron a poner lo que veíamos en su contexto y eso que, lo confieso, no soy alguien que presta una atención continua y escrupulosa en las visitas guiadas.
Tras recorrer una parte del casco antiguo y visitar los exteriores de las iglesias más destacadas, tuvimos tres horas de tiempo libre, que cada cual ocupó en lo que le apeteció: hacer compras, ver los frescos de las iglesias, tomar un baño en las playas… Como, en principio, el baño no me llamaba demasiado pese al calor, me dediqué a conocer la ciudad con un poco más de detalle, siguiendo un útil mapa que me dieron en la Oficina de Turismo.
Las calles con sus casas tradicionales de piedra revestidas de madera.
Particularmente, la arquitectura de Nesebar no me gustó tanto como preveía a juzgar por los comentarios que había leído. Quizás influyó la afluencia masiva de gente o el gran número de puestos y tenderetes que abarrotaban sus calles y que casi ocultaban las tradicionales casas de piedra recubiertas de madera. O tal vez fuese su color, muy oscuro, marrón o incluso negro, lo que no me convenció del todo, pese a las plantas y flores que adornaban algunos ventanales.
Esquivando un sinfín de puestos y vendedores de todo tipo de cosas, di un buen paseo por el centro. No es muy grande, así que se puede recorrer sin problemas en una horita.
También llegué a los miradores que se asoman a la parte nueva de la ciudad, con sus extensas playas y edificios hoteleros de una zona que se llama Slanchev Bryag, Sunny Beach en inglés, Costa del Sol, en español. Sobran los comentarios
A continuación, estuve recorriendo las iglesias de Nesebar, pero son tantas e interesantes que prefiero dejar esa segunda parte del paseo para la siguiente etapa y no hacer esta interminable.