Después de almorzar en Sofía, fuimos a visitar la Iglesia de Boyana y el Museo Nacional de Historia, para lo cual tuvimos que trasladarnos a las afueras. El perfil en Google Maps es el siguiente:

Iglesia de Boyana.
La Iglesia de Boyana se encuentra a unos nueve kilómetros del centro de la capital, al pie del macizo montañoso de Vithosa. Se puede ir perfectamente en transporte público. Catalogada como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde 1979, se la considera una de las visitas imprescindibles en Bulgaria. Está ubicada en un parque que cuenta con árboles notables por su porte, algunos enormes. Se trata de un edificio con dos plantas y tres alas. La más antigua consta de un ábside con bóveda de crucería y fue construida a finales del siglo X o principios del siglo XI. En el siglo XIII, durante el II Imperio Búlgaro, se añadió el ala central, mientras que el ala oeste data de mediados del siglo XIX. Desde el exterior, se aprecian bastante bien las distintas fases.

Conviene reservar previamente, ya que se accede por turnos, con un máximo de ocho personas, que pueden permanecer no más de 10 minutos en el interior. Lo mejor de la iglesia son sus fantásticos frescos, realizados en el siglo XIII sobre otros más antiguos, y que suponen los ejemplos más completos y mejor conservados de su época en la Europa oriental. En total, suman 89 escenas con 249 figuras humanas. Se desconoce el autor, aunque se supone que pertenecía a la escuela de Tarnovo. La iglesia cuenta, además, con otros frescos más recientes, de los siglos XIV. XVI y XVII, así como de 1832. Fueron restaurados en diversas etapas durante el siglo XX.

Las pinturas son todas impresionantes, pero las que más me gustaron fueron una escena en un barco y otra que representa al zar Cosntantino y a la zarina Irina con la iglesia en sus manos (preciosa, me encantaron los vestidos y las caras de los personajes). En el interior no se puede hacer fotos, pero una amiga me ha pasado dos que conserva.


Museo Nacional de Historia de Bulgaria.
Está situado muy cerca de la Iglesia de Boyana, a unos siete kilómetros del centro de la capital, en el entorno de la Montaña Vithosa. Es el mayor museo búlgaro y desde el año 2000 ocupa la que fue residencia del presidente Todor Zhikov durante la etapa soviética.


El edificio cuenta con varios jardines, está restaurado y presenta un aspecto imponente, sobre todo la escalera principal y la sala más grande, con una enorme lámpara en medio de un impresionante techo de madera labrada.


De los más de 650.000 objetos que reúne el museo, solo se exhiben unos 10.000. Se articula en tres plantas y está ordenado cronológicamente. La planta baja está dedicada a tienda, guardarropa, servicios y exposiciones temporales. La planta primera es la más interesante, pues abarca la mayor parte de la historia búlgara, desde la prehistoria hasta el fin de la dominación otomana, pasando por los periodos tracio, griego, romano, bizantino y búlgaro medieval.


Las amenas explicaciones de la guía nos ayudaron a entender el gran valor de algunas de las piezas expuestas, sin las cuales la visita sin duda nos hubiera resultado menos entretenida. Entre lo más destacado se puede mencionar una escultura de la Madre Tierra de unos 6.500 años de antigüedad, el Tesoro Tracio de Panagyurishte, del siglo III a.C. y un Fresco del Juicio Final del siglo XV.

La segunda planta está dedicada a la historia búlgara desde 1878, tras la liberación de la dominación turca. Ya sin la ayuda de la guía, confieso que a esta parte no le presté demasiada atención. Sin embargo, sí pasé un buen rato en la planta baja, contemplando una pequeña muestra sobre la evolución de la indumentaria de hombres y mujeres a lo largo del tiempo. Me encantó, al recordarme a mi infancia, cuando hacía una colección de pegatinas de vestidos femeninos desde la prehistoria. Creo recordar que se obtenían al comprar unos chicles. Todavía debo tener el álbum guardado en alguna parte. Lástima los reflejos de los cristales que han estropeado las fotos.

