DIARIO DE EGIPTO
Víctor Moriche
1 al 15 de Septiembre del 2009
DIA 1
Paseo por el aeropuerto de Barajas, facturo mi equipaje sin problemas, sin llegar al límite del peso que tanto me preocupaba el último mes. Un mes lleno de ansias de salir hacia Egipto, visitando foros, leyendo del país, y preguntándome si sería buena idea hacer solo un viaje de tantos días. Pero desde pequeño quise ver las Pirámides y conocer la tierra de probablemente la civilización extinta más misteriosa que ha pisado el planeta junto a los atlantes.
Atravieso el control y poco después embarco. A la puerta se agrupan las parejas ilusionadas con un viaje a un destino maravilloso, viaje en el tiempo recorriendo milenios, un viaje de ensueño. No veo a ningún viajero que vaya solo, a simple vista soy el único que lo hace, tan sólo acompañado de mi libreta y el portátil. Un grupo de jóvenes chicas, y una pareja y su amiga rompen la dictadura de los pares. No preveo foto para estos momentos, el nerviosismo y el desconcierto me tienen en un cierto suspense, nunca he viajado solo tan lejos. Un grupo de viajeros consigue sacarme una sonrisa y me relaja, su alegría es contagiosa, han comenzado su fiesta antes de volar, se hacen fotos, ríen, ellos ya están en el aire.
Ya dentro del avión algunos pasajeros despliegan sus guías y libros recomendados para visitar Egipto. Hace muchos días que yo ya leí mi guía. Tanta información sobre el país de las Pirámides el último mes me ha saturado y embotado la mente. El piloto interrumpe mis pensamientos en árabe, no entiendo una palabra, pero me abrocho el cinturón. Como decía, de toda la información que leí, sólo me quedó clara una cosa: no beber agua que no sea embotellada, toda la demás he preferido olvidarla porque demasiados datos distorsionan la percepción de la realidad, voy a Egipto a descubrir el lugar, no ha subrayar la guía del Lonely Planet.
Estamos en el aire. Siempre tengo la horrible sensación de que el avión no acaba de despegar, que no termina de realizar la ascensión y asentarse en el aire, algo que pensé tendría superado tras volar a New York hace 4 años. Pero no, esta montaña rusa está a miles de metros del suelo, rodeada de nubes, concretamente a 4172 metros y subiendo y bajando sin cesar. Tan arriba todo cambia, las pulsaciones también.
A 10760 metros como carne estofada, ensalada, y un pastel de chocolate acompañado por una taza de café. En poco menos de 2 horas, trámite de visado y pasaporte. Todo son incógnitas, son momentos de reflexión, para mi siempre lo son realmente. Me pregunto cómo he llegado hasta aquí, y en qué momento de los que me esperan volveré a encontrarme. Nos creemos de sobra conocidos por nosotros mismos, nuestra conciencia y nuestros órganos. Yo jamás he sido tan pretencioso como para decir que me conozco. Lo cotidiano delimita nuestra existencia, pero al exponernos a la novedad, a un espacio desconocido, y al despojarnos de los anclajes de nuestra cultura, sólo somos invitados desconocidos al baile de máscaras de la humanidad. Es bueno saberse perdido tantas veces como reconocido, y que quepa la posibilidad de encontrarse una parte de uno mismo sin saber muy bien dónde y en qué instante sucederá. Por el momento estoy volando por los aires, y eso me llena de energía y de una maravillosa incertidumbre. Todo lo desconocido es enriquecedor. El conocimiento amputa las alas de la inquietud y la incertidumbre, restando encanto a cualquier experiencia, cuanto más se conoce, menos matices quedan por descubrir y más se tiende a pensar que no hay más lecturas de la realidad que la nuestra. Yo no voy a “conocer” sino a descubrir, porque conozco mi destino, pero jamás pude intuirlo como ahora, y menos aún sentirlo como lo haré.
Por fin llego a Egipto sin ningún problema y en 4 horas. Rápidamente pido el visado, y recibo el cambio en libras egipcias, recojo el equipaje, charla con el guía camino al hotel, se llama Ash. El hotel es el Sheraton Dreams, apartado del mundo, primer cambio. Está a 1 hora del centro, a 30 minutos de las Pirámides, y a 45 minutos del aeropuerto. Sólo hay tiempo para desembolsar más dinero, contratar excursiones, e ir a dormir, porque son las 23 30 de la noche.
DIA 2
El hotel es enorme, está prácticamente vacío, las habitaciones tienen una terracita que
da a una piscina, los techos son altísimos. Desayuno copioso en el buffet.
Se hospedan unas monjas asiáticas cuya nacionalidad no logro identificar, tal vez chinos.
Una de las monjas me mira e inclina su cabeza, la respondo inclinando la mía.
Antes de las primeras visitas necesito otro café. Pensando que es una hora menos
he atrasado el reloj y me he despertado a las 5 30 de la mañana.
Resulta que es la misma hora que en España.
Recorremos la carretera con destino al centro de la ciudad y pronto comprobamos
el contraste entre el lujoso hotel y los edificios a medio construir, escombros y
basura agolpada a ambos lados de la carretera. El tráfico es terrorífico, no veo señales,
ni carriles, ni semáforos, el claxon se escucha sin descanso,
los cairotas lo pulsan instintivamente.
Las visitas son un verdadero desastre, impensable. No es más que reflejo del guía
que nos acompaña: Ahmed, que de inmediato sube el camino hasta la Mezquita de
Alabastro casi corriendo, sin dejarnos tiempo de contemplarla por fuera y hacer alguna foto.
Tampoco podemos ver realmente la Ciudadela de Saladino, de inmediato
entramos en la Mezquita. Soy incapaz de escuchar nada de lo que dice,
habla mecánicamente, como un robot, todo lo dice de carrerilla, sin atractivo alguno,
si le gusta lo que hace lo disimule magníficamente, le quita encanto a cualquier visita.
Me evado y contemplo el interior de la mezquita, las cúpulas, el increíble techo,
el espacio central vacío destinado a la oración. Son muchas las diferencias con
los edificios sagrados cristianos. En a mezquita hay un gran espacio para rezar,
acción que se lleva a cabo apuntando a una dirección concreta y pegado al suelo,
cuerpo a tierra. En una Iglesia cristiana no hay más que ídolos, representaciones,
todo es más perpendicular, rígido, son edificios llenos de objetos, de opulencia,
aunque sea pictóricamente o de manera icónica.
Dos mundos diferentes, casi opuestos diría yo.
Rápidamente vamos al Museo Egipcio, no se pueden realizar fotos. 1 hora y media,
nuevo desastre de visita relámpago.
Explicaciones sin mucho criterio, y fascinación ante el tesoro de Tutankamón.
Congelo en mi retina los ojos de la máscara mortuoria, frente a ella,
varios minutos ante la vitrina que contiene la réplica de su cabeza, trato de eternizar
sus ojos en los míos, ninguna cámara puede captar el matiz de las emociones
que me recorre el cuerpo. Le tengo, le vi. Realmente todas las figuras parecen
observar desde más allá de los milenios en que fueron creadas.
Se experimenta un embrujo perturbador, a pesar de los turistas que se pasean en tirantes,
comiendo manzanas a mitad de mañana en pleno mes de Ramadán, desubicación general
y falta de respeto; no paran de soltar carcajadas y hacerse gracias unos a otros.
En fin, el humano perdido entre dioses, lógico abismo de incomprensión que
torna el aire de las estancias en atmósfera inarmónica. Pero estoy en El Cairo.,
y he visto la figura de piedra caliza pintada del escriba sentado, la estatua
tremenda de Kefrén, las mesas donde se preparaban los cuerpos para ser momificados,
el matrimonio noble Rahotep y Nofret que se conservan de manera impecable,
a pesar de tener nada menos que 4.600 años. La pequeña figura del alcalde,
estatua de madera articulada muy detallada. Colosos de representaciones de animales,
tumbas, orfebrería,etc, no puedo pedir más. Con el tiempo comprenderé que a pesar del guía
he podido ver más de lo que creo. Aunque es preciso y justo mencionar que el museo está increíblemente descuidado y en muy mal estado.
Frase lapidaria del guia que recuerdo:
-(por si queriamos ver la sala de las momias) "¿Habeis visto una momia? Pues asi son todas,
no hace falta que entreis."
Visitamos a continuación el barrio copto, sin respiro vemos la Iglesia de San Sergio
(escondite de la familia sagrada durante 3 años) y la Iglesia Colgante.
El guía y su perorata no mitigan el cansancio, lo acrecienta. Sin apenas espacio y tiempo
para hacer alguna foto, nos lleva a comer a un restaurante donde nos sirven comida occidental,
nada típico, mala comida, bebidas aparte. Yo no bebo nada porque de mi, ese guía no obtendrá ninguna comisión en ningún lugar.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
De regreso, me cambio y me relajo en la piscina. Inciso:
*** Imagen borrada de Tinypic ***
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Posteriormente Ash, el representante en El Cairo se ofrece para llevarnos por la noche
a la ciudad y ver lo que generalmente no se puede por las visitas.
*** Imagen borrada de Tinypic ***[/URL]
La noche es sorprendente. La ciudad no duerme, en el mes de Ramadán
está más viva que nunca. Recorremos la zona de Piramids, bulliciosa zona
donde se escuchan las oraciones provenientes de los altavoces de las mezquitas,
que se cuentan por miles por todo El Cairo. Los cairotas cruzan la carretera
por cualquier lugar, no he visto ni un solo semáforo. Es milagroso que no veamos
ningún accidente. Todos los comercios abiertos y son las 22 de la noche,
charlamos con Ash, Arturo y Ana, la pareja de recién casados que hacen el mismo
viaje que yo y con quienes comparto hotel y excursiones.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Llegamos a una especie de aparcamiento, en realidad una calle normal,
pero con dos jóvenes aparcando el coche a todo el mundo, y cruzamos
la calle como cualquier cairota, esquivando a los coches o parándolos
para no ser atropellados. Recorremos una larga calle del barrio islámico,
pasamos cerca de Khan Al Khalili, pero lo dejamos para la visita de mañana.
Llegamos a una Iglesia para ver a los Derviches, pero son las 22 30 de la noche
y hay cola desde las 19 para verlos. Aún así, y dado que yo le pregunté por ellos a Ash,
se empeña en entrar y hace todo lo posible para que podamos pasar a verlos.
Sale sudando de entre la gente agolpada a la puerta, y diciéndonos que lo intentó
pero que podemos ir a otro lugar a verlos. Nos lleva al galope y conseguimos
ver precisamente al grupo que Ash quería enseñarme.
Entusiasmado me comenta la suerte que he tenido.
Impresionante el baile que presencio. La danza y la oración, el éxtasis, los coros, los ritmos,
las miles de vueltas sin apenas descanso, los trajes, el efecto visual, asisto estupefacto
a este baile originario de Egipto, aunque los turcos afirman ser ellos quienes lo
practicaron por primera vez. No es cierto, como me comenta Ash,
es un baile originario de Egipto que se ha convertido en una experiencia totalmente
espiritual, mística para quien la realiza.
Tras los Derviches, recorremos una vieja y larga calle hasta una plaza donde
suelen realizarse conciertos. Durante el recorrido dejamos a la derecha talleres,
bares, librerías, carpinterías, todo el mundo bebe té, café, y fuma sheesha.
En la plaza actúa una cantante famosa en los 90, la escuchamos y tomamos té.
Estoy encantado con el ritmo, la batería, el bajo, y el té con menta me sienta de maravilla.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Tras el concierto, de camino al hotel, cenamos en un restaurante conocido, el Felfela.
Seis horas después regresamos agotados al hotel. Maravillosa experiencia moverse por
El Cairo sin orden ni programa. Gracias a la noche, el desastre de las visitas de por la mañana
pasa desapercibido. Gracias a Ash, el representante, estoy encantado de conocerte, Cairo.
Voy a la cama a las 2:40 de la madrugada, a las 7 me espera el desayuno, y el conjunto
monumental de Gizeh. Con el mismo guía de esta mañana.
Víctor Moriche
1 al 15 de Septiembre del 2009
DIA 1
Paseo por el aeropuerto de Barajas, facturo mi equipaje sin problemas, sin llegar al límite del peso que tanto me preocupaba el último mes. Un mes lleno de ansias de salir hacia Egipto, visitando foros, leyendo del país, y preguntándome si sería buena idea hacer solo un viaje de tantos días. Pero desde pequeño quise ver las Pirámides y conocer la tierra de probablemente la civilización extinta más misteriosa que ha pisado el planeta junto a los atlantes.
Atravieso el control y poco después embarco. A la puerta se agrupan las parejas ilusionadas con un viaje a un destino maravilloso, viaje en el tiempo recorriendo milenios, un viaje de ensueño. No veo a ningún viajero que vaya solo, a simple vista soy el único que lo hace, tan sólo acompañado de mi libreta y el portátil. Un grupo de jóvenes chicas, y una pareja y su amiga rompen la dictadura de los pares. No preveo foto para estos momentos, el nerviosismo y el desconcierto me tienen en un cierto suspense, nunca he viajado solo tan lejos. Un grupo de viajeros consigue sacarme una sonrisa y me relaja, su alegría es contagiosa, han comenzado su fiesta antes de volar, se hacen fotos, ríen, ellos ya están en el aire.
Ya dentro del avión algunos pasajeros despliegan sus guías y libros recomendados para visitar Egipto. Hace muchos días que yo ya leí mi guía. Tanta información sobre el país de las Pirámides el último mes me ha saturado y embotado la mente. El piloto interrumpe mis pensamientos en árabe, no entiendo una palabra, pero me abrocho el cinturón. Como decía, de toda la información que leí, sólo me quedó clara una cosa: no beber agua que no sea embotellada, toda la demás he preferido olvidarla porque demasiados datos distorsionan la percepción de la realidad, voy a Egipto a descubrir el lugar, no ha subrayar la guía del Lonely Planet.
Estamos en el aire. Siempre tengo la horrible sensación de que el avión no acaba de despegar, que no termina de realizar la ascensión y asentarse en el aire, algo que pensé tendría superado tras volar a New York hace 4 años. Pero no, esta montaña rusa está a miles de metros del suelo, rodeada de nubes, concretamente a 4172 metros y subiendo y bajando sin cesar. Tan arriba todo cambia, las pulsaciones también.
A 10760 metros como carne estofada, ensalada, y un pastel de chocolate acompañado por una taza de café. En poco menos de 2 horas, trámite de visado y pasaporte. Todo son incógnitas, son momentos de reflexión, para mi siempre lo son realmente. Me pregunto cómo he llegado hasta aquí, y en qué momento de los que me esperan volveré a encontrarme. Nos creemos de sobra conocidos por nosotros mismos, nuestra conciencia y nuestros órganos. Yo jamás he sido tan pretencioso como para decir que me conozco. Lo cotidiano delimita nuestra existencia, pero al exponernos a la novedad, a un espacio desconocido, y al despojarnos de los anclajes de nuestra cultura, sólo somos invitados desconocidos al baile de máscaras de la humanidad. Es bueno saberse perdido tantas veces como reconocido, y que quepa la posibilidad de encontrarse una parte de uno mismo sin saber muy bien dónde y en qué instante sucederá. Por el momento estoy volando por los aires, y eso me llena de energía y de una maravillosa incertidumbre. Todo lo desconocido es enriquecedor. El conocimiento amputa las alas de la inquietud y la incertidumbre, restando encanto a cualquier experiencia, cuanto más se conoce, menos matices quedan por descubrir y más se tiende a pensar que no hay más lecturas de la realidad que la nuestra. Yo no voy a “conocer” sino a descubrir, porque conozco mi destino, pero jamás pude intuirlo como ahora, y menos aún sentirlo como lo haré.
Por fin llego a Egipto sin ningún problema y en 4 horas. Rápidamente pido el visado, y recibo el cambio en libras egipcias, recojo el equipaje, charla con el guía camino al hotel, se llama Ash. El hotel es el Sheraton Dreams, apartado del mundo, primer cambio. Está a 1 hora del centro, a 30 minutos de las Pirámides, y a 45 minutos del aeropuerto. Sólo hay tiempo para desembolsar más dinero, contratar excursiones, e ir a dormir, porque son las 23 30 de la noche.
DIA 2
El hotel es enorme, está prácticamente vacío, las habitaciones tienen una terracita que
da a una piscina, los techos son altísimos. Desayuno copioso en el buffet.
Se hospedan unas monjas asiáticas cuya nacionalidad no logro identificar, tal vez chinos.
Una de las monjas me mira e inclina su cabeza, la respondo inclinando la mía.
Antes de las primeras visitas necesito otro café. Pensando que es una hora menos
he atrasado el reloj y me he despertado a las 5 30 de la mañana.
Resulta que es la misma hora que en España.
Recorremos la carretera con destino al centro de la ciudad y pronto comprobamos
el contraste entre el lujoso hotel y los edificios a medio construir, escombros y
basura agolpada a ambos lados de la carretera. El tráfico es terrorífico, no veo señales,
ni carriles, ni semáforos, el claxon se escucha sin descanso,
los cairotas lo pulsan instintivamente.
Las visitas son un verdadero desastre, impensable. No es más que reflejo del guía
que nos acompaña: Ahmed, que de inmediato sube el camino hasta la Mezquita de
Alabastro casi corriendo, sin dejarnos tiempo de contemplarla por fuera y hacer alguna foto.
Tampoco podemos ver realmente la Ciudadela de Saladino, de inmediato
entramos en la Mezquita. Soy incapaz de escuchar nada de lo que dice,
habla mecánicamente, como un robot, todo lo dice de carrerilla, sin atractivo alguno,
si le gusta lo que hace lo disimule magníficamente, le quita encanto a cualquier visita.
Me evado y contemplo el interior de la mezquita, las cúpulas, el increíble techo,
el espacio central vacío destinado a la oración. Son muchas las diferencias con
los edificios sagrados cristianos. En a mezquita hay un gran espacio para rezar,
acción que se lleva a cabo apuntando a una dirección concreta y pegado al suelo,
cuerpo a tierra. En una Iglesia cristiana no hay más que ídolos, representaciones,
todo es más perpendicular, rígido, son edificios llenos de objetos, de opulencia,
aunque sea pictóricamente o de manera icónica.
Dos mundos diferentes, casi opuestos diría yo.
Rápidamente vamos al Museo Egipcio, no se pueden realizar fotos. 1 hora y media,
nuevo desastre de visita relámpago.
Explicaciones sin mucho criterio, y fascinación ante el tesoro de Tutankamón.
Congelo en mi retina los ojos de la máscara mortuoria, frente a ella,
varios minutos ante la vitrina que contiene la réplica de su cabeza, trato de eternizar
sus ojos en los míos, ninguna cámara puede captar el matiz de las emociones
que me recorre el cuerpo. Le tengo, le vi. Realmente todas las figuras parecen
observar desde más allá de los milenios en que fueron creadas.
Se experimenta un embrujo perturbador, a pesar de los turistas que se pasean en tirantes,
comiendo manzanas a mitad de mañana en pleno mes de Ramadán, desubicación general
y falta de respeto; no paran de soltar carcajadas y hacerse gracias unos a otros.
En fin, el humano perdido entre dioses, lógico abismo de incomprensión que
torna el aire de las estancias en atmósfera inarmónica. Pero estoy en El Cairo.,
y he visto la figura de piedra caliza pintada del escriba sentado, la estatua
tremenda de Kefrén, las mesas donde se preparaban los cuerpos para ser momificados,
el matrimonio noble Rahotep y Nofret que se conservan de manera impecable,
a pesar de tener nada menos que 4.600 años. La pequeña figura del alcalde,
estatua de madera articulada muy detallada. Colosos de representaciones de animales,
tumbas, orfebrería,etc, no puedo pedir más. Con el tiempo comprenderé que a pesar del guía
he podido ver más de lo que creo. Aunque es preciso y justo mencionar que el museo está increíblemente descuidado y en muy mal estado.
Frase lapidaria del guia que recuerdo:
-(por si queriamos ver la sala de las momias) "¿Habeis visto una momia? Pues asi son todas,
no hace falta que entreis."

Visitamos a continuación el barrio copto, sin respiro vemos la Iglesia de San Sergio
(escondite de la familia sagrada durante 3 años) y la Iglesia Colgante.
El guía y su perorata no mitigan el cansancio, lo acrecienta. Sin apenas espacio y tiempo
para hacer alguna foto, nos lleva a comer a un restaurante donde nos sirven comida occidental,
nada típico, mala comida, bebidas aparte. Yo no bebo nada porque de mi, ese guía no obtendrá ninguna comisión en ningún lugar.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
De regreso, me cambio y me relajo en la piscina. Inciso:
*** Imagen borrada de Tinypic ***
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Posteriormente Ash, el representante en El Cairo se ofrece para llevarnos por la noche
a la ciudad y ver lo que generalmente no se puede por las visitas.
*** Imagen borrada de Tinypic ***[/URL]
La noche es sorprendente. La ciudad no duerme, en el mes de Ramadán
está más viva que nunca. Recorremos la zona de Piramids, bulliciosa zona
donde se escuchan las oraciones provenientes de los altavoces de las mezquitas,
que se cuentan por miles por todo El Cairo. Los cairotas cruzan la carretera
por cualquier lugar, no he visto ni un solo semáforo. Es milagroso que no veamos
ningún accidente. Todos los comercios abiertos y son las 22 de la noche,
charlamos con Ash, Arturo y Ana, la pareja de recién casados que hacen el mismo
viaje que yo y con quienes comparto hotel y excursiones.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Llegamos a una especie de aparcamiento, en realidad una calle normal,
pero con dos jóvenes aparcando el coche a todo el mundo, y cruzamos
la calle como cualquier cairota, esquivando a los coches o parándolos
para no ser atropellados. Recorremos una larga calle del barrio islámico,
pasamos cerca de Khan Al Khalili, pero lo dejamos para la visita de mañana.
Llegamos a una Iglesia para ver a los Derviches, pero son las 22 30 de la noche
y hay cola desde las 19 para verlos. Aún así, y dado que yo le pregunté por ellos a Ash,
se empeña en entrar y hace todo lo posible para que podamos pasar a verlos.
Sale sudando de entre la gente agolpada a la puerta, y diciéndonos que lo intentó
pero que podemos ir a otro lugar a verlos. Nos lleva al galope y conseguimos
ver precisamente al grupo que Ash quería enseñarme.
Entusiasmado me comenta la suerte que he tenido.
Impresionante el baile que presencio. La danza y la oración, el éxtasis, los coros, los ritmos,
las miles de vueltas sin apenas descanso, los trajes, el efecto visual, asisto estupefacto
a este baile originario de Egipto, aunque los turcos afirman ser ellos quienes lo
practicaron por primera vez. No es cierto, como me comenta Ash,
es un baile originario de Egipto que se ha convertido en una experiencia totalmente
espiritual, mística para quien la realiza.
Tras los Derviches, recorremos una vieja y larga calle hasta una plaza donde
suelen realizarse conciertos. Durante el recorrido dejamos a la derecha talleres,
bares, librerías, carpinterías, todo el mundo bebe té, café, y fuma sheesha.
En la plaza actúa una cantante famosa en los 90, la escuchamos y tomamos té.
Estoy encantado con el ritmo, la batería, el bajo, y el té con menta me sienta de maravilla.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Tras el concierto, de camino al hotel, cenamos en un restaurante conocido, el Felfela.
Seis horas después regresamos agotados al hotel. Maravillosa experiencia moverse por
El Cairo sin orden ni programa. Gracias a la noche, el desastre de las visitas de por la mañana
pasa desapercibido. Gracias a Ash, el representante, estoy encantado de conocerte, Cairo.
Voy a la cama a las 2:40 de la madrugada, a las 7 me espera el desayuno, y el conjunto
monumental de Gizeh. Con el mismo guía de esta mañana.