Nuestra última jornada en Malta estuvo totalmente condicionada por la reserva que teníamos para el Hipogeo de Hal Saflieni a las tres de la tarde. Escogí ese horario porque, según el programa primitivo, nos habría permitido hacer las visitas de grupo de la mañana y, luego, ir por nuestra cuenta por la tarde. Con el cambio de planes, la visita nos quedó en la peor hora. De haberlo sabido, hubiera elegido un pase por la mañana temprano. En fin, imprevistos hay en todos los viajes. Así que a lo hecho, pecho.
Había muchos lugares que podíamos visitar por la mañana, pero siempre muy pendientes de las conexiones de los autobuses para llegar al hipogeo a tiempo. Desde el hotel, resultaba fácil llegar a Mdina, así que decidimos volver allí, pues nos habían faltado cosas por ver. Pero eso ya lo he contado.
Desde Rabat, tomamos un autobús (no recuerdo el número) hasta La Valeta, que era el lugar en donde teníamos que coger el siguiente bus para ir a Paola, donde está el Hipogeo. Almorzamos en una terraza de la calle de la República: pulpo, ensalada y una pizza enorme. Pudimos habernos ahorrado la ensalada –luego nos sobró- porque el pulpo venía con la misma ensalada. Para beber, cervezas locales, una con limón. Total: 37 euros.
Luego, dimos un pequeño paseo para despedirnos de una ciudad que nos había gustado mucho, pese al gentío que hay siempre yendo de un lado a otro por sus empinadas calles.
Hipogeo de Hal Saflieni.
Llegamos a Paola con media hora de margen y nos bajamos en la parada de bus que se llama “hipogeo”. Intentamos dar un paseo por la ciudad, que conocimos un poco el día que estuvimos en los Templos de Tarxien. Entre el calor y las obras, se nos quitaron las ganas y fuimos al Hipogeo. Desde el exterior, apenas llama la atención. Nos atendieron perfectamente y pudimos sentarnos un rato en la zona de recepción, donde hay información variada. Entretanto, aparecieron varias personas preguntando por los pases y les dijeron que las primeras reservas disponibles eran para julio: estábamos a mediados de mayo.
Y eso sucede porque, para su conservación, solo se permite el acceso de un máximo de 80 personas al día, repartidas en ocho turnos de 10 visitantes cada hora, entre las 09:00 y las 16:00. La reserva se realiza online. El precio es de 35 euros, los adultos; 20 euros, los jóvenes y mayores; y 5 euros, los niños de 6 a 11 años. No se permite entrar a menores de esa edad. Creo que existe la posibilidad de comprar entradas vacantes en La Valeta –no sé con cuánta antelación-, pero en este caso el precio sube a 50 euros . Antes de entrar, te dan unas sencillas instrucciones y te entregan una llave para que deposites tus pertenencias en una taquilla. Está prohibido tomar cualquier tipo de imágenes o filmar y, para asegurarse, no puedes llevar ningún objeto encima, ni bolsos, ni móvil… Nada. Te entregan una audioguía en tu idioma. Funciona muy bien y salta sola según vas caminando, no hay que pulsar ningún botón. En todo momento, te acompaña un guía.
Foto de un panel informativo sobre el Hipogeo tomada en el Museo Nacional de Arqueología de La Valeta.
Al principio, ponen un documental sobre la historia de este lugar, que fue descubierto por casualidad en 1902 bajo unas casas mientras se realizaban obras en unas cañerías. Se supone que se concibió como santuario o templo para convertirse después en una necrópolis a juzgar por el gran número de esqueletos humanos hallados allí. Se trata del único complejo subterráneo que existe en el mundo con esta antigüedad. Los restos más antiguos datan del año 4000 a.C, y los más modernos del 2500 a.C. Está compuesto por un conjunto de galerías, túneles y pequeñas salas conectadas entre sí, repartidas en tres niveles y con una superficie total de unos 500 m2.
Foto de la maqueta del Hipogeo tomada en el Museo Nacional de Arqueología de La Valeta.
El primer nivel se encuentra a 10 metros de profundidad; luego, se recorren los otros dos sucesivamente y se visitan diversas estancias. En la Sala Principal, con pinturas en ocre rojo, se encontraron amuletos, abalorios, cerámica y la estatuilla de la Venus Durmiente que tanto me gustó cuando la vi en el Museo Nacional de Arqueología de La Valeta. También vimos la Sala Decorada, totalmente circular, el Pozo de las Serpientes, la Sala del Oráculo y el Sancta Santorum, ya en el tercer nivel.
Fotografías del folleto-guía que entregan en el Hipogeo.
En fin, una auténtica maravilla, difícil de describir. Hay que estar allí, recorrerlo y sentirlo. Imprescindible para los amantes de la arqueología y la paleontología. La entrada puede parecer cara (en nuestro caso fueron 20 euros), pero tanto lo que ves como su significado compensa con creces, al menos en mi opinión. Mi amiga estuvo de acuerdo. Es posible ver fotos y reportajes en internet, pero no es lo mismo.
Al salir, caminando por Paola en busca de la parada del autobús, me sorprendió una bonita imagen con la cúpula de la Iglesia Parroquial de Cristo Rey de fondo. Me pareció un pequeño resumen de la estampa típica de los pueblos de Malta: cúpulas enormes de iglesias flanqueadas por calles con casas de dos plantas y paredes ocres con balcones de madera pintados de todos los colores.
Naxxar.
Llegamos a La Valeta y cogimos el autobús hacia nuestro hotel, pero antes queríamos parar en Naxxar para ver el Palacio Parissio, para el que nuestra guía nos había dado un pase. La jugada nos salió mal porque encontramos un atasco terrible por el camino, tardamos muchísimo y cuando llegamos al palacio ya no nos dejaron entrar.
Calles de Naxxar. Arriba, a la izquierda, la fachada del Palacio Parissio.
Lo que sí vimos fue la Iglesia de la Natividad, que se encuentra casi enfrente. La fachada de la iglesia se hizo nueva en 1910, pero conservó la cúpula de 1630.
Vimos una puerta abierta y pasamos. El interior fue pintado y decorado a lo largo del siglo XX. Se estaban llevando a cabo obras de restauración.
Y allí puede decirse que se acabó nuestro viaje por Malta, ya que al día siguiente salimos temprano en avión hacia España.