Nos hemos levantado a las 4:30 como campeones. En el Hanok se está a gustísimo, y fuera hace -6 grados. El coche está completamente helado. Ha costado quitar el hielo del cristal Dios y ayuda, echando agua y dándole al limpia y a todo lo que hubiera calefactable en el coche.
Hemos salido finalmente para Seúl a las 5:30, y en tres horas hemos llegado. Esta vez no me la han jugado los peajes: hemos conseguido pagar con efectivo sin tener que llamar a nadie. Lo que está claro es que las tarjetas extranjeras no sirven para pagar el peaje. Hemos llegado a las 8:30 a Seúl con no menos frío que al amanecer. Nos despedimos del Hyundai, de los 15756 radares por los que hemos pasado, de las zonas escolares con radares de 30, de los cambios de carril con colores, de los semáforos eternos y traicioneros en los que, aunque estén rojos, puedes pasar porque sino te pitan, y sobre todo de los peajes incomprensibles. Conducir por Corea es más que factible, pero se necesita al menos un grado 1 de Dalai Lama.
De Gimpo hemos cogido el metro hasta el alojamiento en el que nos quedamos los primeros días. En el alojamiento nos han dejado dejar las mochilas al llegar antes de las 10 y nos hemos puesto en marcha.
Andando hemos ido a ver dos palacios. Cerca del ayuntamiento está el Palacio Deoksugung y, cerquita, en la zona de embajadas, el Palacio Gyeonghui. Los dos palacios, si bien son bonitos, tampoco son nada del otro mundo comparado con lo visto anteriormente. Tienen un paseo agradable, pero se ven rápido al ser bastante pequeños. Del último palacio, andando, hemos llegado a al mercado de Yeongcheon.
Es un mercado tradicional pequeño donde venden todo lo típico junto con sitios para comer. Hemos probado una variante de los pretzels alemanes que se han puesto de moda y nos hemos metido a comer en un cuchitril importante. Hemos pedido un jajangmyeon, a años luz del que comimos en Gyeongju, y lo que yo creí que iba a ser cerdo agridulce ha terminado siendo gambas rebozadas en salsa modo infierno.
Del mercado hemos pillado el metro para ir a una tienda de cosméticos, deseo expreso de Belén para su disfrute: "Amore". Me ha tenido una hora y media en la tienda. Todo sea dicho que la tienda está chula porque tiene servicio de análisis de la piel con IA y luego un robot te hace la base, el pintalabios y una movida que llaman "esencia". Hay bastantes cosas para entretenerte mientras tu pareja sale loca con las cremas. Al final tienen una sección donde la gente se maquilla y hacen cursos de maquillaje con su stand fotográfico posterior. Vaya mundo tienen montado en torno a la cosmética. Tambien hay sección masculina con maquillaje incluido.
De la tienda de cosmética, cogiendo la línea verde, hemos llegado en 30 minutos y tras 15 paradas a Hongdae, una zona universitaria de Seúl con una calle peatonal con ambientazo. En esta calle tienes para gastarte el dinero en mil tonterías entretenidísimas, así como en comida callejera.
Hemos hecho todo lo que se podía hacer y con lo que salen locos los coreanos, nos ha faltado jugar al pingpong. Hemos probado dulces, sacado foto en el fotomatón, jugado al Mario Kart y nos hemos metido en un edificio típico de karaokes. Lo de los karaokes les flipa. Pagas como 8 € por media hora con una sala solo para ti, con vistas a la calle principal. Menos mal que tenían canciones en inglés porque si no hubiera sido un drama. Nos hemos cantado las Spice Girls, Queen y Scorpions, con vistas a Hongdae, aquí la vergüeza hay que abandonarla porque todo el mundo desde la calle mira hacia el edificio del karaoke. Una vez vences la vergüenza, te vienes arriba. Ya de noche nos hemos metido a cenar barbacoa coreana al final de la calle. Las barbacoas de Jeju eran diferentes, la carne más tierna. Esta, aun así, está también tremenda y el camarero majo.
Volviendo de cenar, calle arriba de noche, se ve más ambiente que por la tarde. Lo mejor es que se juntan grupillos a cantar o a bailar. Hemos visto un concierto de dos chicas que bailaban K-pop y de otra chica que lo cantaba. Lo del K-pop te puede sonar a música basura, pero si te metes en el mundillo, es la caña: lo viven a muerte y les encanta. Las dos chavalas bailando y había gente grabándolas con cámaras profesionales. Nivelón.
De Hongdae hemos vuelto a nuestro alojamiento a dejar cosas y descansar un rato para volver a dar un paseo por la noche por Myeongdong. Tiendas, tiendas y tiendas. Hasta me he comprado un abrigo de borreguito que lleva el 90 % de los coreanos, por 20 euros.
Uno podría estar paseando por Myeongdong toda la noche, pero hay que ponerle fin. Se nos han hecho casi las doce y volvemos al alojamiento destrozados. Mientras las pantallas led de Myendong muestran los fuegos artificiales que salen al final del vídeo. Hoy caemos rendidos.