Wat Arun, el Templo del Amanecer.
A continuación, fuimos caminando (apenas diez minutos) hacia Chang Pier, un muelle donde paran los barcos. Utilizamos nuestro abono para todo el día de Blue Flag para ir a Wat Arun, que se encuentra en la orilla contraria. Era la parada siguiente y tardamos muy poco. Su aspecto desde el agua me pareció tan espléndido como el que había visto por la noche, pero muy diferente. Estaba a rebosar de gente.


La entrada nos costó 100 baht e incluía una botella de agua. El llamado templo del amanecer es otro de los que se consideran indispensables en Bangkok. Aunque eso va en gustos, realmente me pareció espectacular. Imposible captar una panorámica que lo represente bien.

La torre central (prang) es de estilo jemer, mide 77 metros de altura y representa el Monte Neru de la cosmología hindú. Está rodeada por cuatro torres similares pero más pequeñas, una en cada esquina, dedicadas al dios del viento Phra Phai. Aunque el templo se fundó en 1656, la torre se construyó en 1768 y se amplió a lo largo del siglo XIX. El conjunto está decorado con conchas marinas y trozos de porcelana que habían servido de lastre para los barcos que iban desde China a Bangkok. En la base de las torres hay figuras chinas de soldados y animales.




A través de unos escalones muy empinados, se puede subir a una terraza desde la cual se le da toda la vuelta. Antes se permitía subir hasta la segunda terraza, sobre la cual, en cada esquina hay una estatua del dios hindú Indra cabalgando sobre Erawan, su elefante blanco de siete trompas. Ahora ese paso está cortado.



También llama la atención la gran cantidad de personas, jóvenes en su mayoría, que se hacen fotos ataviados con los trajes tradicionales tailandeses, incluyendo unas preciosas sombrillas. Estos atavíos se pueden alquilar in situ.


La Sala de Ordenación está junto a las torres y en su interior se encuentra la estatua del Buda Niramitr, diseñada por el rey Rama II.

Bangkok desde el río, de día
Después, seguimos aprovechando el bono diario para disfrutar de las vistas de Bangkok desde el barco, en esta ocasión de día.


Resulta muy entretenido contemplar la mezcla de rascacielos con los tejados tradicionales tailandeses y las estupas de los templos, sobre todo disfrutando de una temperatura alta pero comedida, no tan agobiante como la de otras épocas.



Skytrain.
Más tarde, tomamos el skytrain en la estación de Saphan Taksin y, haciendo trasbordo en la de Siam, seguimos hasta Victory Monument, para ir a nuestro hotel. Nos costó 40 tahbs. Las vistas son buenas desde el tren, pero las fotos salen mal por los puntitos que sombrean los cristales. Aún no era hora punta y fuimos bien. Nos llamó la atención las colas escrupulosas que se forman a cada lado para acceder a los vagones. Cuando mi amiga y yo intentamos hacer lo propio, varias señoras nos empujaron amablemente hacia el centro, cediéndonos el paso con una sonrisa. Son muy majos. Por algo se conoce a Tailandia como el país de las sonrisas.



Ya solo quedaba darse un buen masaje tailandés, otro imprescindible. Hay locales por todas partes, con diferentes precios y modalidades para que cada cual escoja lo que prefiera. Yo me decanté por uno de una hora y cuerpo completo, con aceite y aromas. Estuvo muy bien. Pero eso ya no se cuenta, se experimenta
