sábado 31 de agosto
ASILAH
El día amanece brumoso y con una agradable temperatura.
Desayunamos despacio en la cafetería bajo nuestro apartamento y andamos otra vez hacia la acogedora, tranquila y festiva Asilah, buscando el Océano.
Empezamos visitando el Puerto Pesquero. Pequeño, recogido, silencioso puerto de Asilah a donde llegan los peces que nos comemos los turistas.


Y paseamos por la playa solitaria y salvaje bañada por las inquietas olas del Océano. Debajo de las viejas Murallas. Debajo de la blanca Medina.
La mañana sigue húmeda, gris y etérea. Tan solo las sillas de plástico de colores tienen un aspecto terrenal.El ambiente nos encanta y disfrutamos de unos buenos momentos de paz cósmica frente al Océano solitario con intenso olor de algas.



Volvemos a las calls blancas de la Medina para disfrutar de los coloridos murales que llenan muchas de sus paredes.




Son el resultado del Festival de Arte que se celebra en agosto y durante el cual los artistas invitados renuevan todos los años las expresivas pinturas que decoran las calles de Asilah.
Y se pasa volando la mañana descubriendo y fotografiando los preciosos rincones.
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Salimos fuera de la muralla por la puerta oeste. Allí todo es un poco más caótico, más cotidiano y más lleno de gente y de vehículo. Las tiendas ofrecen productos de utilidad diaria, de vida corriente.
Pegados a la muralla muchos restaurantes de pescado tienen ya a punto sus parrillas y ofrecen apetitosas tentaciones a los paseantes.
Aquí nos comemos otro abundante y delicioso plato de pescado. En una tranquila terraza viendo pasar muchas familias marroquíes de vacaciones.
La tarde de Asilah da para una corta siesta en el apartamento y otro buen paseo por las preciosas calles del Sur de la Medina.
Contemplando preciosos rincones blancos y azules. Descubriendo y comprando las perfectas y eternas artesanías de Marruecos que, nos tranquiliza comprobar, conservan toda su esencia y maestría.
Ya vamos cargados de bolsas, de muchísimas fotos y con cantidad de imágenes para recordar.


Al final de la tarde salimos de la Medina y nos vamos a la popular playa del Sur. Playa con poca arena, muchos barros y grandes piedras que los vecinos del Océano pisan con habilidad.
Equilibrios y juegos de mar y tierra. Un concepto de playa tan distinta de las nuestras que nos tiene fascinados durante el largo rato que pasamos en el pequeño café tomando unos deliciosos zumos.



Contemplamos el fantástico desparrame hasta que la luz se debilita.
Y el día acaba con el sol escondido tras la densa bruma. Sin más color que la infinita gama de grises oceánicos.
Cenamos en el Paseo Marítimo. Crepes y pasteles marroquíes con dulce te a la menta.
Y ya sabemos con seguridad que la paz y belleza que nos ha regalado la pequeña Asilah nos acompañará para siempre.