Último día de nuestro primer backpacking. Hoy toca regresar al parque nacional y caminar hasta el punto donde dejamos el coche. Me despierto una hora más tarde que de costumbre; no hay prisa. Nos esperan poco más de 12,5 kilómetros, casi todo llano o en suave descenso.
Bajo al río para despejarme. El agua helada me sacude de golpe la modorra. Una rana, que parece dueña del lugar, decide saludarme desde la orilla. Mientras la observo, percibo un movimiento más allá: dos ciervos avanzan ladera arriba con esa elegancia silenciosa que solo ellos tienen. Cuando mi sobrino se incorpora, vamos juntos a por la bolsa de comida para desayunar. Tras ello, toca el ya mecánico ritual de desmontar el campamento.
Bajo al río para despejarme. El agua helada me sacude de golpe la modorra. Una rana, que parece dueña del lugar, decide saludarme desde la orilla. Mientras la observo, percibo un movimiento más allá: dos ciervos avanzan ladera arriba con esa elegancia silenciosa que solo ellos tienen. Cuando mi sobrino se incorpora, vamos juntos a por la bolsa de comida para desayunar. Tras ello, toca el ya mecánico ritual de desmontar el campamento.


Poco después de las 8:30 nos ponemos en marcha. No llevamos ni un kilómetro cuando nos espera la primera tarea del día: volver a cruzar Buffalo Creek. ¡Alegría matutina! Tras rodear una zona pantanosa, nos topamos con una señal medio caída que marca la entrada a Yellowstone National Park. Y casi sin darnos tiempo a celebrarlo, a unos metros sobre el sendero encontramos un mierdón XL de oso, humeante, acompañado de una micción reciente. No hay duda: ha pasado hace muy poco. Y más claro aún: sigue la misma ruta que nosotros, porque las huellas lo delatan.


Justo aquí comienza el único tramo de subida que nos queda en esta aventura. Al coronar la loma nos desviamos unos metros para contemplar las vistas. Espectaculares, amplias, de esas que te obligan a respirar hondo.

Lo que viene después es un regalo para los sentidos: sendero ancho y en buen estado, el valle abriéndose ante nosotros, un derroche de flores y verde por todas partes. Esto es vida. A los cinco kilómetros hacemos una parada para comernos una chocolatina mientras admiramos el valle, con Buffalo Creek ahora serpenteando muy abajo. Poco después entramos en una franja más boscosa y nos alejamos definitivamente de Buffalo Creek, avanzando por la altiplanicie hacia el valle de Slough Creek.





Caminamos por aquella inmensidad de praderas, descendiendo de forma lenta y constante. Por primera vez desde el primer día vemos a otras personas: un abuelo con su nieto. El hombre lleva un pedazo de revólver cruzado en el pecho; aquí no se andan con tonterías. Nos cuenta que van rumbo a la Patrol Cabin de Buffalo y que después seguirán hacia el norte, quizá hasta Boulder Pass. Buena ruta. Nos advierte también de que tengamos cuidado: más adelante hay bisontes en el sendero y ellos han tenido que rodearlos.
La advertencia se cumple al pie de la letra. Primero aparece un bisonte, luego otro, y luego otro más. Intentamos bordearlos campo a través, pensando que eran solo algunos dispersos, pero resultó ser una enorme manada ocupando buena parte del camino. Terminamos metiéndonos por una ladera boscosa a la derecha, bordeándolos bien bordeados. Tanto que luego nos costó un rato encontrar de nuevo el sendero.
La advertencia se cumple al pie de la letra. Primero aparece un bisonte, luego otro, y luego otro más. Intentamos bordearlos campo a través, pensando que eran solo algunos dispersos, pero resultó ser una enorme manada ocupando buena parte del camino. Terminamos metiéndonos por una ladera boscosa a la derecha, bordeándolos bien bordeados. Tanto que luego nos costó un rato encontrar de nuevo el sendero.


Una vez recuperada la traza, alcanzamos sin dificultad la parte alta de la loma que debíamos descender. Desde allí se abre ante nosotros Slough Creek Valley, majestuoso desde la altura. La bajada es pronunciada, pero entretenida: un par de águilas sobrevolando el valle, unos turistas a caballo y una especie de carrera contrarreloj con un bisonte que avanzaba en nuestra dirección por abajo. Por suerte, llegamos antes que él a la parte baja.


Seguimos descendiendo por una zona más rocosa hasta alcanzar el nivel del río Slough Creek. Desde allí el sendero se vuelve casi horizontal, atravesando amplias praderas que nos conducen hasta Slough Creek Campground, el mismo lugar donde pasamos las dos primeras noches del viaje. Cruzamos el río una vez más, y ya por la pista de tierra avanzamos hasta el coche.



Soltar la mochila fue una bendición. Abrimos un Gatorade bien merecido. Eran la una de la tarde y habíamos completado nuestra vuelta de algo más de 70 kms. Aquí el enlace a la ruta A continuación os dejo un video de la ruta mochilera.
El campamento que teníamos reservado para esa noche era Canyon, así que pusimos rumbo directo allí. Después de varios días aislados, llegar a aquella zona —que parecía un pequeño pueblo— fue un cambio brusco: gente por todas partes, coches, bullicio… otra realidad. Fuimos primero a la oficina para recoger el número de nuestra parcela y, para nuestra sorpresa, resultó ser perfecta: situada en una esquina apartada, rodeada de pinos, con su mesa, anillo de fuego y a poca distancia de los baños. Y no unas simples letrinas, no: baños de verdad, que aquel día nos parecieron casi un lujo.
Montamos la tienda y devoramos unas latas que nos supieron a gloria después de tantos días tirando de comida deshidratada. El siguiente paso estaba clarísimo: ducha caliente. Sí, Canyon tiene duchas incluidas en el precio de la parcela, así que allá que fuimos, enseñamos la reserva y nos dedicamos a desprendernos de la roña acumulada. Salir de allí limpios fue casi una experiencia espiritual.
Después de las duchas tocaba seguir con la puesta a punto, así que nos fuimos directos a lavar la ropa. En el mismo edificio había lavadoras y secadoras, de modo que llenamos varias máquinas y aprovechamos la espera para afeitarme, cargar la powerbank en uno de los enchufes y, cómo no, meternos entre pecho y espalda un helado hipercalórico de 500 kcal. Brutal.
Como aún no eran ni las seis de la tarde, cogimos el coche y nos fuimos al Gran Cañón del Yellowstone para recorrer el North Rim Trail. Prácticamente lo hicimos entero, metiéndonos otros 8 kilómetros de caminata. Dejamos el coche junto al acceso de Brink of Lower Falls y fuimos caminando hasta Inspiration Point.
— Lookout Point: muy buen sitio para ver las Lower Falls.
— Red Rock Point: demasiada bajada para una vista algo tapada por los árboles.
— Grand View: sin más.
— Inspiration Point: bien para ver el cañón.
A pesar del gentío al inicio del recorrido, desde Grand View hasta Inspiration Point apenas nos cruzamos con un par de personas… y sí, una liebre que pasó como un rayo delante de nosotros. Volvimos a toda pastilla.
Montamos la tienda y devoramos unas latas que nos supieron a gloria después de tantos días tirando de comida deshidratada. El siguiente paso estaba clarísimo: ducha caliente. Sí, Canyon tiene duchas incluidas en el precio de la parcela, así que allá que fuimos, enseñamos la reserva y nos dedicamos a desprendernos de la roña acumulada. Salir de allí limpios fue casi una experiencia espiritual.
Después de las duchas tocaba seguir con la puesta a punto, así que nos fuimos directos a lavar la ropa. En el mismo edificio había lavadoras y secadoras, de modo que llenamos varias máquinas y aprovechamos la espera para afeitarme, cargar la powerbank en uno de los enchufes y, cómo no, meternos entre pecho y espalda un helado hipercalórico de 500 kcal. Brutal.
Como aún no eran ni las seis de la tarde, cogimos el coche y nos fuimos al Gran Cañón del Yellowstone para recorrer el North Rim Trail. Prácticamente lo hicimos entero, metiéndonos otros 8 kilómetros de caminata. Dejamos el coche junto al acceso de Brink of Lower Falls y fuimos caminando hasta Inspiration Point.
— Lookout Point: muy buen sitio para ver las Lower Falls.
— Red Rock Point: demasiada bajada para una vista algo tapada por los árboles.
— Grand View: sin más.
— Inspiration Point: bien para ver el cañón.
A pesar del gentío al inicio del recorrido, desde Grand View hasta Inspiration Point apenas nos cruzamos con un par de personas… y sí, una liebre que pasó como un rayo delante de nosotros. Volvimos a toda pastilla.







Seguíamos con energía, así que condujimos hasta Brink of Upper Falls. Por el camino vimos otro oso negro cimarrón. En el mirador, lo que más impresiona es estar tan cerca del agua: la fuerza con la que baja el río es descomunal. La cascada en sí, aunque estás justo encima, no se ve especialmente bien.


Y como ya eran más de las ocho y estábamos cerca de Hayden Valley, nos lanzamos a dar una vuelta por si asomaba algún animal. Recorriendo el valle despacio, vimos mucha gente parada en los apeaderos. En uno de ellos parecía haber movimiento, así que paramos también. Nos contaron que, muy a lo lejos, había una grizzly con un osezno, y en la loma izquierda, una manada de lobos. Cuando decían “muy lejos”, no exageraban: con mis prismáticos pude distinguir más o menos a la osa y al osezno, pero los lobos eran invisibles para mí. Una empresa de avistamientos tenía un telescopio y decía que por ahí se les veía algo. Ni intenté hacer fotos con el 400 mm; entre la distancia y la poca luz, habría sido tiempo perdido.
Avanzamos un poco más por el valle y pudimos ver nuestros primeros elks, algo alejados pero visibles a simple vista. Con el sol escondiéndose tras las colinas, emprendimos el regreso al campamento.
Avanzamos un poco más por el valle y pudimos ver nuestros primeros elks, algo alejados pero visibles a simple vista. Con el sol escondiéndose tras las colinas, emprendimos el regreso al campamento.

Ya en nuestra parcela, encendimos una buena fogata —habíamos comprado una caja de leña— y “asamos” unos marshmallows, tan típicos de los americanos. Sinceramente, nada del otro mundo, pero la experiencia tenía su encanto. Terminamos de cenar cerca de las diez de la noche, todo un récord para nosotros.
