
Como todas las madrugadas, la grabación del muecín nos despierta a las 5 y media de la mañana, hora local, con su flamenco jondo islámico.
Aguantamos un poco, pero a las 6 y cuarto no podemos más y nos vamos a la seguridad y comodidad de ... la cafetería.
Sin embargo, hoy domingo, es un día especial: el mercado dominical de Erriadh.
A lo largo de toda la carretera que atraviesa el pueblo, desde la entrada hasta la salida, montones de vehículos comienzan a instalar puestos, ...
... y a descargar mercancías o a abrir las puertas traseras de las cajas de carga de las rancheras, desbordadas de zanahorias, frutas, dátiles, especias, ovejas, patatas, cachivaches, coles, gallinas, mantas, ...
Volvemos a desayunar al hotel, agua de café con pastas y huevo duro, montamos la maleta, y regresamos al mercado, que es más interesante.
Un par de kilómetros de punta a punta, y gente venida y viniendo de los alrededores, a comprar en las secciones de productos del hipermercado dominical.
Cacharra, ropa, segunda mano, gallinas, patos, conejos, verduras, frutas, alfombras, sábanas y mantas, cerámica y utensilios, ferretería.
El ajetreo es encantador, puro comercio ancestral donde se busca, se mira, se pregunta, se habla, se toca, se sirve, se paga, y se cambia.
La gente agarra pollos por las patas, bolsas de colores y manojos de alimentos; conversa, negocia, comprar y vende.
Detrás de los puestos, las tiendas abiertas, la carnicería, la droguería, la ferretería, la cafetería, la librería, la herrería, la carpintería, la pastelería, la farmacia, la panadería.
Es un día señalado el domingo de mercado en Erriadh y nuestra vuelta a la civilización.
Despedida de todos y último taxi, el número 17 al aeropuerto de Zarzis.

Aguantamos un poco, pero a las 6 y cuarto no podemos más y nos vamos a la seguridad y comodidad de ... la cafetería.

Sin embargo, hoy domingo, es un día especial: el mercado dominical de Erriadh.

A lo largo de toda la carretera que atraviesa el pueblo, desde la entrada hasta la salida, montones de vehículos comienzan a instalar puestos, ...

... y a descargar mercancías o a abrir las puertas traseras de las cajas de carga de las rancheras, desbordadas de zanahorias, frutas, dátiles, especias, ovejas, patatas, cachivaches, coles, gallinas, mantas, ...

Volvemos a desayunar al hotel, agua de café con pastas y huevo duro, montamos la maleta, y regresamos al mercado, que es más interesante.

Un par de kilómetros de punta a punta, y gente venida y viniendo de los alrededores, a comprar en las secciones de productos del hipermercado dominical.

Cacharra, ropa, segunda mano, gallinas, patos, conejos, verduras, frutas, alfombras, sábanas y mantas, cerámica y utensilios, ferretería.

El ajetreo es encantador, puro comercio ancestral donde se busca, se mira, se pregunta, se habla, se toca, se sirve, se paga, y se cambia.

La gente agarra pollos por las patas, bolsas de colores y manojos de alimentos; conversa, negocia, comprar y vende.

Detrás de los puestos, las tiendas abiertas, la carnicería, la droguería, la ferretería, la cafetería, la librería, la herrería, la carpintería, la pastelería, la farmacia, la panadería.

Es un día señalado el domingo de mercado en Erriadh y nuestra vuelta a la civilización.

Despedida de todos y último taxi, el número 17 al aeropuerto de Zarzis.
