El desierto líbico, el desierto egipcio del Sahara
El porqué de ir al desierto?, el porqué de este destino?.
Mil y una razones, las que queráis, lo sabéis, para ir a Egipto no hace falta motivos concretos, lo he dicho más de una vez, pienso que es regresar al origen, y para nosotros cualquier escusa nos vale.
Pero porque transcurrir por el desierto Líbico, por uno de los lugares menos conocidos del mundo, hoy en día. ? Quizá un coctel de argumentos ¿
Alejandro estuvo allí, en el oráculo de Amón, en Siwa, que dio nombre a Alejandría, una de las joyas de la Mediterránea, en sus desiertos terminaron sus días ejércitos enteros como el de Cambises, antes de todo esto, sus habitantes vieron transformarse su vergel, su mundo, en un gran desierto, en un gran camino de mercaderes, soldados, peregrinos y aventureros. Los mismos que junto con sus hermanos de la África central forjarían una civilización, crearían Egipto.
La Mar, el Desierto, ¿Antagónicos? Para nosotros la misma imagen extrema de lo que amamos, la vida. Nos acercamos con cautela, los acariciamos, los respetamos, en ellos compartimos silencios, risas y miedos, y quizás lejos de ellos, un día moriremos con ellos.
No lo notas, te va calando como la fina lluvia del norte, sin saberlo, se te acumula en tu interior, se te empapa por la piel, por tus ojos, arraiga en un rincón de tu celebro, y solo al final lo sabes, tu corazón te lo cuenta.
Un viaje al Magreb en la juventud, lecturas e historias contadas en la niñez por mi madre, experiencias en Jordania, en Wadi Rum, en el Mar Muerto, en Palestina, aproximaciones a la Tierra Roja a Desheret en el Valle de los Monos, en el oasis de Kharga, en el valle de los colores, en la gran pradera del Ta-sejet-aat, también a la Set-Maat y a la Set-heferu, como no a Abedyu o la actual El Kad.
Al final se vuelve adicción, lo deseas, de día quieres contemplar su limpia y ocre arena, su deslumbrante rojo, su terrible negro o su cautivador blanco, todos sus matices. De noche sueñas con las brasas, con el silencio, con su cielo repleto de estrellas, sueñas con el ruido de espadas, las armas de los antiguos Tehenu o de los Mashauash. Confundes sentimientos: Deseas, la soledad, la camarería y el compañerismo, la precariedad del equipaje. Temes, el abrasante calor, las agujas de la arena en la tempestad (el diabólico Simún). Te temes a ti mismo.
Pero dos razones nos bastarían: Poder ver a Sotis (Sirio) en el horizonte tal como lo hicieran desde la protohistoria hasta la dominación romana, después de dos meses de eclipse, advirtiendo de la crecida y sentir en la piel los vientos etesios, esos que
empujan las barcas en el Nilo, pero que en el desierto, arrullan y atemperan tu cuerpo.
Desierto Líbico: Siwa
Las etapas de un diario, al relatarlas, pasan a ser, etapas de vida. Este es nuestro caso, al releerlas nos damos cuenta que forman parte de nuestra vida, en cierta manera te desprendes y compartes algo vivido y significativo.
La experiencia del desierto deja huella, ya lo he contado en otras ocasiones: el desierto atrapa, lo temes, lo pruebas, lo respetas y lo amas.
El desierto líbico es carismático, se aleja del tópico, de lo cinematográfico o de lo uniforme, en él, el viajero encontrara vegetación, grandiosos y extensos pedregales, campos de basalto, grandes dunas como un mar, fósiles, riscos y barrancos nunca vistos, cuevas, perfiles volcánicos, graníticos o simplemente calcáreos de lo que fue mar en su día, hace millones de años y como no formaciones geológicas de formas caprichosas formadas por la erosión de vientos y lluvias torrenciales.
El viajero entenderá de su significado cuando vea esa inmensidad, sus noches de cielos estelados y también cuando trate con sus moradores, si, porque el desierto también esta lleno de vida.
Este diario, en esta ocasión, os relatara nuestro pasar por algunos de los oasis de esta parte del Sahara, nuestro viaje hasta alcanzarlos, nuestros descubrimientos de salinas o lagos salados, de fuentes termales, de templos, de necrópolis, de mezquitas, de aldeas y de gentes excepcionales.
Siwa
Aislado en el corazón del desierto occidental de Egipto, dentro de este pequeño paraíso, fuera de la vista, excepto para aquellos que lo buscan intencionadamente, una cultura distintiva se ha conservado y ofrece a los viajeros, una rica y única experiencia.
Llamada antaño: Seknt-am (tierra de palmeras) es el oasis mas alejado a occidente del Nilo, situado tan solo a 40 kilómetros de la frontera con Libia, es uno de los mas grandes del actual Egipto, pues en realidad no fue hasta 1819 en que fue anexionado al actual mapa político del país.
El impresionante palmeral del oasis de Siwa
Lugar habitado desde antiguo, los bereberes o imazighen, (en realidad la variante que habita aquí se denomina siwi), son la etnia predominante, con su propia lengua: el siwi o tasiwit, en realidad es en Siwa el lugar mas oriental donde aun podemos oír esta habla.
A pesar de su aparente aislamiento, en sus caminos y callejuelas podemos ver la huella de la cercana Libia, tanto en el acento de su habla como en el vestir de los varones ( chilabas blancas con una chaqueta oscura encima ), también la huella del islam mas conservador en las abaias y nicabs de sus mujeres, la huella de la globalidad en sus parabólicas, en la música y en los jeans de su juventud.
Los árabes cuando ocuparon estos oasis en el siglo XVII, los llamaron: Wahat o al-Wahat (desiertos occidentales) palabra derivada de Ouah (que en copto, quiere decir “tierras cultivadas en el desierto”
La antigua Siwi, la ciudad de sal y barro