Etosha, que significa el gran lugar blanco, es quizás el parque más importante de Namibia, y uno de los más importantes de todo el sur de África. Su principal característica es una inmensa llanura blanca, restos de un lago primitivo ahora seco, que durante unos días al año vuelve a tener agua gracias a las lluvias y se llena de flamencos y pelícanos. Sin embargo, la mayoría de los que visitan Etosha lo hacen en época seca, cuando el antiguo lago (la Etosha Pan) está seco y polvoriento pero es más fácil disfrutar de la abundante fauna del parque. La otra característica importante de este sitio es que es uno de los pocos donde no tienes casi que buscar a los animales, porque ellos vienen a ti: el parque está lleno de charcas, bien naturales o bien artificiales, donde los animales acuden a beber durante los meses más secos del año. Esto hace que los avistamientos sean muy sencillos, y muy fructíferos: podrás ver todo tipo de herbívoros, incluidos los altamente amenazados rinocerontes negros (Etosha es uno de los mejores lugares de África para verlos en libertad), y también depredadores como leones, leopardos, guepardos y hienas, aunque estos últimos son más difíciles de ver y requieren un poco más de esfuerzo.
Dado que está prohibido conducir por el parque entre el anochecer y el amanecer, es muy recomendable quedarse a dormir dentro del parque para poder aprovechar esos ratos en los que es más fácil encontrar depredadores. Hay varias opciones para dormir dentro del parque, tanto en lodge como en camping. Si alguna vez habéis mirado un mapa del parque, habréis visto la inmensa Pan dominando la parte este, y una zona de tamaño similar hacia el oeste. Tradicionalmente, y debido a que la mayoría de los alojamientos están en la zona sur de la Pan, la parte este ha sido la más visitada, y la oeste tenía el acceso restringido a aquellos que se alojaran en el Dolomite Camp (que no es camping sino lodge, y bastante caro). Pero hace un par de años se inauguró el Olifantsrus Camp, exclusivamente para campistas, y se abrió el acceso por la zona oeste (y la entrada por Galton Gate) a todo el mundo. En total hay cuatro sitios para acampar dentro del parque: Olifantsrus, Okakuejo, Halali y Namutoni, todos con su propia charca iluminada para poder disfrutar de los animales después del anochecer de forma segura.
Etosha oeste
Recorrer Etosha es sencillo: coges un mapa (los venden en la entrada, pero os vale el que viene en las guías, o podéis descargaros los de su web, muy completa) y decides dónde quieres ir. Los caminos son de grava pero están en buenas condiciones, se puede recorrer en 2x4 tranquilamente. Puedes ir de una charca a otra o elegir una y quedarte ahí todo el día viendo pasar a los bichos. Lo único que tienes que tener en cuenta es el límite de velocidad de 60 km/h en todo el parque y planear bien las distancias para llegar a tu camping antes de que anochezca.
Nosotros teníamos reservada esa primera noche en Olifantsrus, ya que queríamos recorrer el parque de oeste a este, así que dejamos atrás Otjitotongwe, hicimos una breve parada técnica en Kamanjab para arreglar el segundo pinchazo, y pusimos rumbo a la Galton Gate (a media hora de Kamanjab). En la entrada hay un control de pasaportes y ahí pagas las tasas del parque: al igual que en Sesriem, N$80 por persona y N$10 por el coche al día. Como teníamos reservadas 3 noches en el parque, pagamos N$990 en total para los 4. Pusimos rumbo a Olifantsrus pasando por Dolomite, y en ese rato vimos cebras de montaña y cebras comunes (la parte oeste de Etosha es el único sitio del mundo donde puedes ver las dos), kudus, orix, jirafas, springbok, impalas de cara negra, avestruces, facóqueros… y nuestros primeros elefantes, en la charca a los pies del Dolomite Lodge:
Cebras de montaña
Kudus y orix
Jirafa
Cebras comunes
Muchos elefantes
Paramos un segundo en el Dolomite Lodge pensando que igual podríamos comer ahí pero tienes que dejar el coche en una especie de parking y ellos te recogen y te suben al lodge, que está construido en lo alto de una elevación del terreno. Llegamos a la conclusión de que no les iba a hacer mucha gracia que montáramos el chiringuito para comer en el parking así que nos contentamos con una cocacola fría (bendita nevera) y seguimos nuestro camino hasta Olifansrus. Algunas de las charcas que aparecen en el mapa estaban secas y no había animales. A las 14:30 llegamos a Olifantsrus, y nos dijeron que en ese momento había varios elefantes bebiendo en su charca. Cometimos el grave error de no ir a verlos en ese momento, porque teníamos mucha hambre y sólo queríamos comer, pero cuando más tarde nos acercamos a la charca y vimos cómo era el mirador nos dimos cuenta de que ver elefantes allí debe ser todo un espectáculo. Pensamos que igual estarían allí cuando termináramos de comer… pero no fue así, ya que los vimos marcharse mientras comíamos. Comimos en una zona de picnic que tiene el camping para gente que no duerme allí porque era donde había más sombra, incluso mesas y sillas. También nos acercamos a ver la pequeña sala-exposición sobre la historia del lugar: antes de ser camping, Olifantsrus era una charca más del parque, pero su historia es muy triste. A principios de los 80, tras una sequía larga y especialmente dura, se tomó la decisión de eliminar cierto número de animales para proteger al resto, ya que la sequía se juntó con una migración masiva de elefantes que venían de Damaralan y Kaokoland escapando de la caza furtiva. Entre la sequía y el exceso de elefantes, la pérdida de vegetación podía llegar a ser catastrófica para la biodiversidad del parque, de forma que se mataron más de 2000 cebras y 525 elefantes para intentar salvar al resto. La operación se hizo en dos etapas, una en 1983 y otra en 1985. Las matanzas se hicieron de forma organizada: se seleccionaba una manada y se eliminaba por completo (adultos, ancianos y bebés) de la forma más rápida y humana posible, y posteriormente los cuerpos se troceaban en un matadero construido para ello donde hoy en día se encuentra el camping. Todavía se pueden ver las estructuras metálicas blancas y las cadenas con las que se colgaban los cuerpos. Todas las partes del animal se aprovechaban para una cosa u otra, con el propósito de que no hubiera desechos. El camping se ha construido como una especie de “tributo” a estos animales, y la exposición te explica la historia del lugar. Hay incluso una foto de un pequeño feto de elefante en la palma de una mano… Es duro de ver pero merece la pena saber dónde estás.
Después de comer decidimos ir a ver las charcas cercanas que habíamos visto por la mañana, y además de ver alguna jirafa más, tuvimos la gran suerte de ver un rino negro solitario bebiendo en una de ellas. En esa charca vimos también nuestros primeros chacales, pero el rino lo eclipsaba todo!
Alrededores de Olifantsrus
El día había sido bastante fructífero, casi no habíamos visto gente (algo que cambiaría en la parte este del parque) y todavía nos quedaba la oportunidad de ver algo más en el waterhole del camping. Esta charca es muy curiosa, ya que han construido un mirador circular a dos alturas bastante ingenioso: se accede a él por una plataforma elevada que atraviesa la valla de seguridad del camping, y el piso de arriba tiene ventanas abiertas a la charca, mientras que el piso de abajo está al nivel del agua y protegido con cristales, de forma que puedes ver a los animales bebiendo a escasos metros de ti. Por eso decía que ver elefantes o depredadores tiene que ser especialmente impactante! Las charcas de los campings están iluminadas con luz infra-roja que no molesta a los animales pero que ilumina lo suficiente para que tú puedas sentarte ahí de noche durante horas y disfrutar del espectáculo.
Olifantsrus waterhole
Cuando volvimos al camping nos acercamos por fin a la charca con idea de disfrutar del atardecer allí. Vimos que había varias cebras y algunos orix bebiendo, pero nuestra gran sorpresa fue ver una cebra tumbada en el borde de la charca, metida en el barro, intentando levantarse pero sin conseguirlo. No sabíamos muy bien si estaba enferma o si estaba simplemente atascada en el barro. Era bastante agobiante ver cómo la pobre intentaba levantarse y no podía. Según iba cayendo el sol, las otras cebras y los orix se marcharon, pero la pobre cebra seguía allí enterrada. Vimos varios cheetahs a lo lejos (muy lejos, con prismáticos) y un par de chacales que se acercaron a beber. Se había hecho completamente de noche, y de repente vimos un coche que se acercaba hacia la charca. Tenía que ser alguien del parque, porque para llegar a esa charca hay que atravesar la valla de seguridad del camping. El coche aparcó junto a la charca y se bajaron varias personas con linternas. Nos picaba tanto la curiosidad que nos quedamos ahí embobados observando la escena, aunque sabíamos que teníamos que ir a ducharnos y preparar la cena. Los 4 hombres que se habían bajado del coche se acercaron a la cebra y entre todos, con barro hasta las rodillas, intentaron ayudarla a levantarse, pero ni con esas. La pobre no tenía ya fuerzas. Con mucho esfuerzo, haciendo palanca con palos, y hasta tirando de ella del rabo y de las patas, consiguieron sacarla fuera del barro, a la orilla, pero seguía tumbada sin levantarse. Viendo que poco más podían hacer, se volvieron a meter en el coche y se fueron, dejando al pobre bicho tumbado. Ahora dependía de ella, pero al menos le habían dado una oportunidad. Nos fuimos a duchar (creo que quizás esa noche no tuvimos agua caliente porque se nos hizo tarde con la cebra y ya no quedaba…) y a una cena rápida para volver rápidamente a ver qué pasaba con la cebra. Cuando volvimos seguía viva pero se veía que no iba a aguantar mucho. Tenía espasmos y relinchaba de dolor, o de angustia, o de ambos. Los chacales se acercaban pero como con miedo, y se daban la vuelta. Estuvimos ahí un buen rato, en parte sufriendo por la pobre cebra y en parte esperando a ver si aparecían leones. Suena duro, pero esa es la vida allí, y como visitantes fugaces que éramos, ver una escena de caza (aunque no era realmente caza…) es lo máximo a lo que podíamos aspirar. Claro que era mejor que la pobre se muriera sola antes… Se oían hienas a lo lejos, y yo dije que si venían y se la comían viva me iba a dormir porque no quería verlo. En fin, estuvimos un buen rato, pero allí no venía nadie, la cebra seguía agonizando, y yo cada vez lo pasaba peor, así que finalmente nos fuimos a la cama. Mis amigos se quedaron un rato más y al día siguiente me contaron que la pobre cebra al final se murió sola y que no vieron a ningún otro bicho acercarse.
A la mañana siguiente el camping abría sus puertas a las 6:15 y queríamos aprovechar al máximo y salir lo antes posible, así que habíamos preparado el termo con agua caliente la noche anterior para salir pitando y desayunar en la primera charca que nos gustara. Pero antes de salir nos acercamos a la charca una vez más. La cebra estaba allí, donde la habían dejado la noche anterior, ya muerta y todavía entera. No se habían acercado aún los carroñeros, pero quien pasara por el mirador de Olifantsrus ese día seguramente pudo “disfrutar” de cómo esa pobre cebra sirvió de alimento a otros animales…
Salimos del camping a las 6:20 y nos dirigimos hacia el este. La primera charca que nos encontramos en el camino era Tobiroen, y a primera vista parecía vacía pero luego vimos que había un precioso león macho tumbado tranquilamente. El primer león del viaje!! Estábamos muy contentos de haber madrugado tanto. Estuvo un rato ahí tumbado y finalmente se puso de pie y empezó a caminar, y nosotros a seguirle. Debía haber ido a beber a la charca después de una cacería matutina, porque todavía tenía restos de sangre. Llegó a acercarse bastante al coche, y en un momento dado se abalanzó contra un termitero como abrazándolo, algo que creo que hacen para rascarse:
El primer león del día
Todavía no lo sabíamos, pero este iba a ser un día muy leonino Dejamos atrás a nuestro primer gatito, y un poco más adelante, en Sonderkop, tuvimos la suerte de ver una manada de unos 10 ó 12 leones. Los dos machos ya habían comido, pero las hembras estaban todavía devorando algo que con ayuda de los prismático vimos que tenía cuernos, quizás un orix? Estaban muy lejos para verlo bien pero alguna foto sí sacamos:
Más leones!
No nos lo podíamos creer. Definitivamente, quien quiera ver leones tiene que madrugar! Seguimos avanzando por la única carretera que hay, camino de Okakuejo, donde queríamos parar a comer. Parecía que la parte oeste del parque había sido muy fructífera, y estábamos deseando ver qué nos deparaba la parte este.