Nuestra aventura islandesa en 11 días con nuestro hijo de 5,5 años, dando la vuelta en sentido horario en autocaravana en agosto. Autor:SalodariFecha creación:⭐ Puntos: 4.9 (47 Votos)
El norte de la isla nos sigue descubriendo lugares impactantes; en esta primera jornada vamos desde Kolugljúfur hasta la segunda ciudad más importante de Islandia, haciendo varias paradas en el parque de Blöndúos y en la piscina de Varmahlíð.
En algún punto que no puedo recordar encontramos la soledad más absoluta.
Después del traqueteo por la pesadísima 59, enlazamos con la 68 y bordeamos la costa de Hrútafjörður; en el sur por fin se convierte en la N1. Después de Laugarbakki, antes del desvío a la 715, ya está señalizado a la derecha el cañón de Kolugljúfur, con un cartel de letras rojas en amarillo, indicando 6 km; en la entrada un cartel muestra un mapa de la zona, con las visitas del cañón de Kolu y las caídas de agua de Kolufossar señaladas. Una sorpresita, no sabíamos que había cataratas aquí. ¡La 715 vuelve a ser de grava! Son pocos kilómetros, afortunadamente. Ya hoy hemos cumplido con el traqueteo (desde Kirkjufell casi 3 horas y 200 km).
Antes de bajar al cañón, comemos aprovechando el buen tiempo y el cielo despejado, el calorcito... Nos sacamos nuestra sopa y nuestros sandwiches vegetales y nos tiramos en el césped del mismo aparcamiento –apenas hay gente y la que llega no nos molesta- a disfrutar de este rato en familia bajo el sol (y bajo los nubarrones que están ahí también).
Tras cruzar el puente hay dos formas de bajar por las escaleras que forman las piedras: a la izquierda se va a las caídas de agua. Puedes acercarte cuanto quieras, con precaución.
A la derecha se va a la parte superior del cañón, que tiene una formación rocosa en el centro que me recordó a la Eyjan de Ásbyrgi, a pequeña escala, claro. Se puede bajar un poco en esta parte de arriba; del peligro nos separa unas pequeñas estacas con una cuerda que nos alertan de que no se puede pasar.
De repente se puso a llover como si no hubiera un mañana, el cielo azul se escondió, pero allí seguimos haciendo fotos y disfrutando de Kolugljúfur. ¡No habíamos venido tan lejos para asustarnos con la lluvia!
A las vacas y a los caballos que dormían la siesta a la salida del cañón tampoco les importaba la lluvia, que desapareció como por arte de magia al volver a la N1.
Por aquí podríamos haber subido por la 711, a la altura del lago Vesturhöpsvatn, hacia el este de la península de Vatnsnes, camino a Hvítserkur, la roca con forma de rinoceronte, y al hostel Osar para ver focas… unos 37 kilómetros por una carretera de tres cifras , pero sopesamos qué hacer... Nuestra noche teníamos que hacerla irremediablemente en Akureyri para no acumular retrasos, es bastante trayecto, entrar y salir hasta Osar nos llevaría bastante... Lo dejamos atrás. Nos empezaba a extrañar la paciencia que estaba teniendo don terremoto con tantos kilómetros de carretera.
Ahora nos quedaban unas horas hasta llegar a Akureyri y haríamos algunas paradas. La primera fue en Blönduós, donde nos llegó de nuevo el 3G que perdimos en Snaefellsnes ayer; en la calle Hunabraut hay un parque infantil chulísimo junto a la iglesia, con una cama para saltar enorme, columpios, rampa de skate y una tirolina. Aparcamos en el parking de la piscina (C/Melabraut), que tenía una pinta...
Estuvimos un buen rato allí mientras nos tomábamos el café de las 18.00. Dudamos si entrar a la piscina, pero conducir después cansados hasta la capital del norte nos echó para atrás. Preferimos avanzar un poquitín hasta Varmahlíð; llevábamos anotada la poza de Fosslaug, pero creo que hoy, después de tantos kilómetros, nuestro niño se merecía ser el protagonista, por lo que nos fuimos hasta la calle Nordurbrún y allí tuvimos nuestra primera experiencia en una piscina islandesa. A la entrada, donde se paga (900 isk; no nos cobraron por el niño y no sería la única vez), suele haber un espacio para dejar los zapatos. Por todo el recinto se va descalzo; los vestuarios están separados por sexo. Suele haber taquillas o estanterías para dejar la ropa. Una vez en la zona de duchas y desnudos, se asea uno (hay jabón allí), insistiendo en las zonas que marca el cartel, te pones el bañador y sales al exterior como puedas, porque el contraste de temperatura se nota. Hay también estanterías metálicas en las que dejar las toallas y champú para cuando vuelvas de la piscina. La gente solía ir descalza, nosotros siempre usamos zapatillas, primer indicio claro que denotaba que no éramos de allí. La foto está tomada de www.sundlaugar.is
Estuvimos casi solos, creo que éramos 4 personas. La piscina infantil tenía el agua calentita y un tobogán que desgastó nuestro hijo. La de natación sí tenía el agua fría. Y los jacuzzi, que estaban a kilómetros de la infantil, a unos 40 grados. ¡Qué dolorcito llegar hasta ellos y salir otra vez! Pero impagable estar dentro. En la planta baja había también una sauna.
Después de ducharnos de nuevo y quedarnos medios alelados por el relax, no hicimos caso al parque infantil que está al lado ni a nuestras ganas de quedarnos en alguno de los dos campings que había en el pueblo. Solo nos separaba una hora de Akureyri.
El paisaje no deja de sorprenderte aquí nunca; sigue habiendo gargantas y grietas en la montaña. A unos 30 km de Akureyri se va intentando poner el sol, sin lograrlo del todo (esta foto se hizo a las 21.55). Es maravilloso el contraste de color según cómo esté cielo.
A las 23.00 por fin llegamos al camping de Hrafnagil; hay varios en Akureyri; este nos quedaba cerca de la casa de la navidad para mañana, día en el que no teníamos nada especial para don terremoto, así que, aunque reacios, decidimos ir a ver la casa de papá noel en agosto.
Seguimos nuestra aventura por el norte; después de disfrutar como niños en la tienda-museo de la navidad en Akureyri, por fin nos encontramos con una de las grandes de Islandia, Godafoss, y entendemos por qué se llamó a Mývatn el "lago de las moscas enanas".
DÍA 4. Comprobado. Me despierto a las 3.15 de la madrugada y es de día. Vuelta a la cama con el antifaz. A las 5.15 hay un sol radiante. Desayunamos en las mesitas de fuera aprovechando la buena temperatura, 15 grados. Pagamos en el edificio anexo de la piscina, donde había duchas disponibles para los campistas.
He de reconocer que la Jólagarðurinn nos gustó, no un poco, muchísimo. El exterior es bastante atrayente para los niños, con sus bastones de caramelo, juegos de madera, casitas diminutas…
Pero por dentro... hay pequeñas joyas y obritas de arte casi en cualquier rincón... Dijimos (y nos dijimos) muchas mentiras sobre que nada de aquello se vendía. Al final cumplimos comprando chuches y algunas figuritas.
Bordeamos el sur del fiordo Eyjafjörður. Vimos de pasada la calle principal de la ciudad, vaciamos las aguas negras en la gasolinera de Olís y le dimos un repaso a la AC, junto al puerto.
Y seguimos hacia Godafoss, que está a unos 50 km. Pasado el cruce de la N1 con la 841 y la 842, una señal indica que nos queda un kilómetro para conocer una de las cascadas más famosas de Islandia. Es una visita de la que disfrutamos con tranquilidad, nos llevó unas dos horas, porque se puede ver desde distintas perspectivas: desde la derecha nos podemos acercar al borde y alejarnos por un sendero hacia el puente que conecta las dos orillas; desde la izquierda podemos bajar, pero también verla desde el mirador superior.
Primero aparcamos a la derecha en un terreno de arena y roca volcánica; la zona está en obras, puede ser que estén construyendo un mirador. El camino de frente nos lleva a la cascada directo.
No hay vallas, la exposición es total y cada uno decide cuánto se quiere acercar al borde, aunque no es peligroso para un niño (siempre pegado a uno de nosotros).
Hay un saliente de roca (a la derecha de la foto) en el centro en el que, como los demás, nos subimos para tener la sensación de estar más cerca y solitarios ante la brutalidad de agua que cae sobre las paredes de piedra.
A la entrada del aparcamiento hay un merendero, desde donde sale un camino que señala baños a 700 metros; el mismo lleva también al puente que permite cruzar al otro lado (se llega también desde la carretera). Nosotros lo seguimos y tras pasar la zona acordonada que preserva la vegetación, desde una pequeña loma a la derecha empezamos a tener unas vistas más completas de Godafoss.
Volvemos al coche y paramos en el otro aparcamiento (hay un grill de sopas y más adelante un restaurante), el de la izquierda, que es mucho mayor y nos lleva al otro lado de la cascada.
En un primer momento bajamos a la orilla más cercana al parking y al puente para ver un salto de agua muy caudaloso. Esta parte es más entretenida, porque en algunos puntos podemos desarrollar la rutina de ver la temperatura del agua, tirar piedras, "¿me puedo mojar los pies?"...
Luego seguimos de frente y bajamos unos escalones que nos acercan a la orilla.
La roca de enfrente muestra las estrías de piedra que tanto me gustan, bendito capricho de la naturaleza.
Por último, subimos hacia el mirador que permite ver Godafoss más redondeada y, a nuestro juicio, desde una perspectiva más completa. Es la vista que más nos gusta.
Comemos en el mismo aparcamiento y a las 16.00 vamos hacia Mývatn.
EL LAGO MYVATN
Los pseudocráteres de Skútustaðagígar
Por la 848, la siguiente parada es en el sureste del lago Myvatn, el lago de las moscas enanas. Muchos viajeros comentan la presencia de estos bichitos, molestos en ocasiones. Por precaución, llevamos unos gorros caseros con una tela de rejilla cosida. Seguro que ni los usamos-pensamos. Pero nada más abrir la puerta de la AC y poner un pie en el suelo, se me mete uno en un ojo. ¡No pudo darle tiempo!
La AC estaba sucia de las mosquitas que se habían ido encontrando en su camino y murieron en su vuelo. Las siguientes fotos muestran el grado de "invasión" que había ese día. Así que, pasando vergüenza, nos encasquetamos los gorritos y nos dirigimos hacia el lago. La gente nos miraba como si fuéramos marcianos, pero fuimos tranquilos durante la visita y no haciendo aspavientos continuos para espantar las moscas enanas y molestosas de la cara.
Dejada la AC en el aparcamiento enfrente del Hotel Sel, una vez pasado el Hotel Gigur, caminamos hacia el lago donde está este cartel explicativo; hay dos posibles senderos, uno alrededor del lago y otro paseando entre los distintos pseudocráteres, llamados así porque de estos volcanes nunca salió lava.
Atravesando la verja llegamos hasta ellos, aunque también puede entrarse por la parte más cercana al Hotel Sel.
Suele haber unas escalerillas o escalones que te permiten verlos desde arriba.
Son formaciones muy curiosas con el bonito fondo del lago y algunas granjas, incluso caballos en una de las orillas pegada a la carretera.
La península boscosa de Höfdi
De vuelta a la AC, condujimos pocos kilómetros hasta la península de Höfdi. Nos llamaron la atención cuando vimos fotos desde casa, así que les dimos una oportunidad.
Antes de llegar a Höfdi, paramos en un apartadero desde el que se ven ya las formaciones, llamadas aquí "stripar", con el cabo boscoso enfrente.
El cartel indica que hay un sendero de 500 m. Las vistas nos parecen preciosas, el día ayuda con ese sol radiante.
Seguimos hasta la península. En el aparcamiento hay una caseta con baños y un mapa del lago y sus visitas más importantes, así como de los campings que hay en la zona.
El paseíto por dentro es sencillo y agradable. Hay varios carteles indicativos, pero todos conducen al mismo sitio. Nosotros seguimos de frente por el principal hasta un cartel que señala "propiedad privada" y giramos a la izquierda, atravesando una pequeña zona con flores.
Ya estamos en la otra orilla del lago, la que veíamos antes desde los “stripar”. Las mosquitas nos vuelven a invadir, por lo que gorro al canto otra vez.
En el siguiente desvío está el mirador que nos deja la imagen más repetida de los “klasar”. Nos ha valido la pena la breve parada aquí.
Las formaciones de lava de Dimmuborgir
Bordeando el lago por el este y siguiendo la 848 llegamos a Dimmoburgir. Se ve una mayor preparación turística (tienda, baños por 200 isk...). Las vistas hacia el lago nos hacen girarnos más de una vez. Son las 20.30.
A la entrada hay unos carteles con los Yule lads, los troles islandeses a los que vamos buscando por todo el camino (imaginación infantil). Hay una cueva y también agujeros en el suelo por el que, supuestamente, nos están vigilando ... Otros carteles explican las distintas rutas que se pueden seguir. Al principio el sendero es compartido por todas ellas, luego se dividen, tras pasar la cueva del trol y varios arcos de piedra con agujeros en el centro. Luego ya se separan las diferentes rutas: la amarilla y la blanca son las más cortas (unos 20 minutos); la roja lleva a la famosa Kirkjan (2 km, una hora y cuarto); la azul está señalizada como “difficult path”. Otro sendero lleva hasta el volcán negro de Hverfjall y a la grieta de Stóragjá en 6 km.
La visita es interesante, los castillos negros, como también se les suele llamar, son curiosos, hay arcos, formas de chimeneas... Desde este se ve el volcán Hverfjall.
Encontramos unas visitantes algo desorientadas.
Entre tanta foto y buscar a los troles, se nos pasa el desvío a la Kirkjan, la formación rocosa más conocida de las que hay aquí. Nos consolamos pensando que en sur hay otra Kirkjan, en Reynisfjara. Pero nos fastidia haber interpretado mal un cartelito. Seguro que el trol lo cambió- nos dijo don terremoto. Seguro.
Son casi las 22.00 cuando salimos de Dimmuborgir, parece que hoy vamos a llegar al camping a una hora decente. De los que hay en la zona de Myvatn, elegimos el Vogar, que está en la misma 848 junto al Daddi´s Pizza, una vez pasado Hverfjall y la entrada hacia Grjótagjá. Este nos resultó el más caro de todo el viaje y el que menos nos gustó. Es la primera vez que el agua de la ducha nos olió mal, el famoso olor a huevos duros en mal estado. Le eché la culpa al señor que se duchó antes que nosotros …hasta que caí en la cuenta.
Nuestra penúltima jornada en el norte la dedicamos a ver la famosa cueva de Grótagjá, la espectacular zona geotermal de Hverir a los pies de la montaña Namafjall, Detifoss desde la orilla oeste (carretera 862) y la grieta de Storagjá. Terminamos el día en Húsavík y su concurrida piscina.
El día amanece frío, 8 grados marca el termómetro cuando salimos. Retrocedemos por la 848 para ver el volcán negro de Hverfjall. A la izquierda empieza a verse el humo que sale de la tierra de las fumarolas de Hverir.
A continuación y justo antes del camping Vogar vamos a la famosa cueva de Grótagjá. La entrada no está señalizada. Hay un cartel azul que indica “Birkilan” y una valla que corta el camino, pero que abrimos sin dificultad. Llegamos a un aparcamiento, con un cartel que explica que antes la cueva se usaba como baño termal, pero que debido a la erupción de Krafla entre 1975-1984, la temperatura subió hasta los 60 grados; en la actualidad está entre los 43-46 y toda responsabilidad de estar allí es del visitante.
A la derecha está la entrada más concurrida para las pocas personas que estamos allí. La bajada se hace por las mismas rocas encajonadas, parece peligroso, pero con cuidado se llega bien abajo. Además, nos ayudamos unos a otros, la solidaridad ante un posible peligro activa a la gente. Dentro hace calorcito y los colores de la piedra y del agua tan azul nos dejan embobados durante un rato.
Mientras papá se entretiene con su cámara, nosotros salimos para que puedan entrar otras personas, porque el espacio no da para mucho. Caminamos por el senderillo marcado a la derecha, que lleva a la parte superior, subimos una escalera de madera con 4 peldaños para pasar una alambrada, donde el suelo está resquebrajado y deja a la luz unas grietas similares a las que veremos por la tarde en Stóragjá. Hay una buena panorámica de la zona humeante de alrededor.
De vuelta al parking, caminamos hacia a la izquierda un poco y encontramos otra abertura a la gruta; es menor y se nota mucho más el calorcito.
Bajamos y encontramos a unos jóvenes desayunando dentro, que se levantan y se van. Estamos en la continuación de la cueva, que desde esta parte nos gusta más.
Empieza a lloviznar mientras seguimos por la 860 hacia la N1 para ir a la zona geotermal de Hverir; el humo que sale de algunos puntos de la tierra y el famoso olor maloliente nos van guiando. Antes de llegar, nos encontramos una pequeña sorpresa, un lago de un azul imposible, en un ambiente algo industrial, rodeado de fumarolas y tuberías, que deducimos, aprovechan y reparten el calor por el resto de la isla.
En Google maps viene señalizado como “lago azul”. Un cartel señala que la temperatura alcanza los 100 grados; en el extremo más cercano a las tuberías sale un fuerte chorro de agua y de humo.
Siguiendo por la misma carretera, a la derecha subimos a un mirador que nos deja una imagen completa del lago y su entorno.
Hverir es la zona geotermal de fumarolas y solfaratas a los pies de la montaña Namafjall. Nos llama la atención que de una guagua bajan los turistas con patucos tipo quirófano en los pies; cuando acabamos la visita y nos miramos las suelas entendemos por qué . No deja de lloviznar en todo el rato, y el frío y el viento se dejan notar bastante.
Con respecto al mal olor es imposible no percibirlo, pero no nos desagrada tanto como habíamos leído; por momentos nos huele a tabasco, a pólvora… incluso a comida. ¡Y eso que habíamos desayunado hacía poco!
La visita se puede hacer libremente en el sentido que quieras; nosotros nos asomamos a un mirador de madera y ya nos quedamos helados ante lo que vemos; hay tal cantidad de colores rojizos, crema, naranjas, verdes… incluso a veces parecen ser fluorescentes.
Luego seguimos hacia la derecha paseando entre las distintas fisuras que dejan escapar humo con distinta intensidad, observando los agujeros en el suelo, cómo hierve el lodo y forma burbujas que intentamos atrapar con la cámara…
La visita no implica riesgos siempre que se respeten los límites de las estacas. Todo un espectáculo que parece ser de otro mundo.
Namafjall es mi segundo flechazo en Islandia, después de Hellnar en la península de Snaefellsnes. Se puede subir hasta la cima por la izquierda, el camino parece bastante empinado, pero la gente lo recomienda mucho para tener una visión de conjunto.
Preferimos seguir haciendo fotos y disfrutando de este regalo de la naturaleza que nos impacta a cada paso. Acabamos atravesando una fumarola enorme. La sensación allí es estar ante un paisaje imposible, de Marte, como han comentado algunos viajeros.
Nada más salir a la carretera está el desvío a Krafla, pero no nos damos cuenta y nos lo pasamos. Ya que vamos por la N1, decidimos seguir hasta el desvío a la 862 que lleva a Detifoss, que está a unos 24 km., y ver Krafla, el cráter Stora-Viti y Leinrhnjukur por la tarde. Así es el destino, uno planifica y sobre la marcha cambian los planes. Ya nunca los veríamos, pero a cambio pudimos ver la famosa cascada por las dos orillas. En principio casi habíamos descartado ir desde la oeste, ya que después subir con coche normal (y más con la AC) por la 862 hasta Vesturdalur y seguir hacia el norte no lo contemplábamos, porque a pesar de no estar considerada “F”, algunos compañeros del foro esos mismos días habían desaconsejado transitar por ella, dado el mal estado. Así pudimos comprobar por nosotros mismos desde dónde es mejor, uno de los debates más concurridos cuando uno prepara un viaje a la isla.
Jökulsárgjlúfur está en la parte norte del P.N de Vatnajökull; acoge la serie de cascadas de Selfoss, Dettifoss, Hafragilsfoss and Réttarfoss, la de las formaciones rocosas de Vesturdalur y los acantilados de Ásbirgy.
En el aparcamiento hay varios senderos señalizados que llevan a Detifoss. El camino es arenoso, a veces resbaladizo, pero sin peligro, con grandes bloques de piedra en algunas zonas antes de llegar a la de la cascada.
Primero vamos a la parte en la que el río Jökulsa viene aparentemente tranquilo antes de precipitarse de forma descomunal, con Selfoss como telón de fondo; a continuación, a la derecha, justo enfrente del torrente de agua. No deja de lloviznar y el agua que choca abajo y vuelve a subir nos llega por igual; hacia la izquierda apenas podemos ver el agua siguiendo el curso del cañón. La ropa impermeable cumple su función, de lo contrario hubiéramos estado empapados hace mucho.
Impresiona el caudal de entre 200 y 500 metros cúbicos de agua (según la estación) que caen por minuto, que dejan casi invisibles a los visitantes que están el orilla este, a la que se llega por la carretera 864. Son 100 metros de ancho y 45 de caída.
Hay unas escaleras de metal, construidas encima de otras antiguas hechas de piedra y madera, por las que nos acercamos un poco más a la caída de agua. También hay un mirador en la parte superior en el que nos llega un fuego cruzado de agua, la lluvia va hacia la derecha y el agua que rebota a la izquierda. Este es uno de los inconvenientes que suelen señalarse de verla desde la orilla oeste.
Por último, caminamos hacia Selfoss, a unos 600 m, una bonita estampa que ofrece el cañón, la cascada cada vez más redondeada cuanto más nos acercamos.
Vemos algunas “playas” en la parte inferior. No parece haber tal cantidad de agua como la que se derrama en la cascada.
Después de unas dos horas, salimos recorriendo el camino de vuelta hacia Krafla; no ha dejado de llover y empieza a bajar la niebla. En el desvío de la 863 vemos el famoso lavamanos con la ducha, funcionando en su soledad.
Pasamos la central eléctrica de Kröflustöð y nos dirigimos hacia Leinrhnjukur; llueve a mares, por lo que en el mismo aparcamiento paramos a tomar café y a descansar un poco, recordando el dicho islandés de que si hay mal tiempo, solo tienes que esperar un poco.
El poco que esperamos no fue suficiente; a pesar de que había algunas personas entrando, desistimos, la niebla apenas dejaba ver nada. Lo mismo ocurrió con el cráter Stora-Viti. Subimos para ver si adivinábamos algo debajo de la niebla, pero fue imposible. Otra visita pendiente.
La grieta Stóragjá es nuestra siguiente parada, por lo que volvemos a la zona de la que partimos esta mañana. Es muy fácil pasarse la entrada; desde la N1, pasando estas señales está justo cogiendo el desvío a la derecha, sin entrar en la 848.
Hay un pequeño aparcamiento de piedra; de frente se ven los distintos senderos que se pueden hacer desde aquí, entre ellos a Grótagjá (2 km) o a Dimmuborgir (7 km). Según vamos caminando se ven grietas a la derecha, que separan grandes bloques de piedra.
Justo al llegar hay una escalera con una barandilla para bajar y luego una estrecha senda de tierra que está algo embarrada tras la lluvia.
Otra fisura entre las piedras inclinadas deja ver un agua de similar azul a la de Grótagjá, aunque la entrada es muy estrecha. Hay una cuerda y una cadena para el que quiera animarse.
Volver de nuevo al punto de partida de esta mañana no tuvo otra razón que enlazar con la 87 para hacer noche en Húsavík. La gente suele recomendar subir al norte solo para hacer el avistamiento de ballenas, que no era nuestro caso. Pero nos venía bien para al día siguiente entrar en el P.N. de Jökulsagljúfur desde el norte.
Así que hacia las 19.00 cogimos la 87 que al poco nos sorprendió con una grava que ya echábamos de menos y algunos socavones, además de una pendiente del 14% en algunos tramos.
La piscina de Húsavík (Laugarbrekka 2) estaba llena de la gente del pueblo. Las piscinas suelen ser en la isla el punto de reunión, incluso en invierno. Nos llamó mucho la atención que los hombres estaban en jacuzzi grande y las mujeres en la piscina infantil con los niños, salvo alguna excepción. El cante que dimos al salir lo notamos enseguida con todos las miradas sobre nosotros, supongo que por el pelo y la piel morenos, en contraste con ellos, aparte de por las zapatillas y por llevar toalla. La piscina es amplia, exterior, tiene una grande de natación con un tobogán y el agua algo fría, la infantil con un tobogán más pequeño y el agua caliente, un jacuzzi a 38 y otro a 41, además de una poza de agua fría, a 4,5 grados. Allí es cultura y hasta algunos niños pequeños se metían en ella. Eran preciosos, tan rubitos y blanquitos, parecían querubines; pero también tenían sus malas ideas y les echaban el agua helada con un vasito a otros o a sus padres. A los más pequeños se los llevaban ya después de la ducha con el pijama puesto. La foto está tomada de www.myvisitnorthiceland.is
Así acabamos otra jornada en Islandia, dormimos en el camping del pueblo, que está nada más salir de la piscina a mano derecha, uno de los que más nos gustó. Tiene un pequeño parque infantil que estaba medio embarrado y mojado por la lluvia, pero ¿quién dijo inconvenientes? Ni que no se pudiera usar un tobogán aunque se me moje el culo-pensó don terremoto.
Aprovechamos para poner la lavadora (de pago en una cajita metálica) mientras cenamos; tendimos la ropa en el mismo cuarto donde había un calefactor, pero estaba medio mojada al día siguiente, por lo que inventamos el sistema de tender dentro de la AC. Durante la noche el viento y la lluvia no nos dieron respiro. Los primeros pensamientos negativos empezaron a aparecer con miedo a que se nos fastidiara lo que quedaba por llegar.
Muchas gracias! Es espectacular. Ve ahorrando y revisa el foro, hay cosas que han cambiado, como los parking, que son todos ahora de pago (o casi).
Un abrazo.
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