![]() ![]() 24 días por libre: Sudáfrica, Namibia, Botswana, Zambia y Zimbabue ✏️ Blogs de Africa Sur
Diario de nuestro viaje de 24 días, totalmente por libre, por el sur de África, concretamente por Sudáfrica, Namibia, Botsuana, Zambia y Zimbabue.Autor: Wanderlustig Fecha creación: ⭐ Puntos: 5 (10 Votos) Índice del Diario: 24 días por libre: Sudáfrica, Namibia, Botswana, Zambia y Zimbabue
01: 24 DÍAS POR LIBRE; SUDÁFRICA, NAMIBIA, BOTSWANA, ZAMBIA Y ZIMBABWE
02: ASPECTOS LOGÍSTICOS PARA VIAJAR POR EL ÁFRICA AUSTRAL
03: ETAPA 1 - 17 ABR/JUEVES – SALIENDO DE CASA
04: ETAPA 2-18 ABR/VIERNES – SEGUNDO VUELO Y ETAPA CONDUCIENDO
05: ETAPA 3 -19 ABRIL/SÁBADO – DESCUBRIENDO DIAMANTES
06: ETAPA 4 - 20 ABRIL/DOMINGO – UNAS CATARATAS INAGOTABLES
07: ETAPA 5 - 21 ABRIL/LUNES – GRAN CAÑÓN DEL RIO FISH
08: ETAPA 6 - 22 ABRIL/MARTES – UN PUEBLO FANTASMA JUNTO AL ATLÁNTICO SUR
09: ETAPA 7 - 23 ABRIL/MIÉRCOLES – LA FOTO MÁS DESEADA DE NAMIBIA
10: ETAPA 8 - 24 ABRIL/JUEVES – VOLVEMOS AL ATLÁNTICO
11: ETAPA 9 - 25 ABRIL/VIERNES – LEONES MARINOS Y LA COSTA DEL ESQUELETO
12: ETAPA 10 - 26 ABRIL/SÁBADO – DEL ZEILA A SWAKOPMUND Y UNA MARATÓN
13: ETAPA 11 - 27 ABRIL/DOMINGO – LLEGAMOS A LA CAPITAL
14: ETAPA 12 - 28 ABRIL/LUNES – WINDHOEK: UNA CIUDAD AGRADABLE Y SEGURA
15: ETAPA 13 - 29 ABRIL/MARTES – ENTRE HIMBAS Y HEREROS
16: ETAPA 14 - 30 ABRIL/MIÉRCOLES – ETHOSA VS KRUGER: NO HAY COMPARACIÓN
17: ETAPA 15 - 1º DE MAYO/JUEVES – DEL METEORITO HOBA A LA SEGUNDA CIUDAD
18: ETAPA 16 - 2 DE MAYO/VIERNES – ENTRAMOS EN BOTSWANA
19: ETAPA 17 -3 DE MAYO/SÁBADO – EXCURSIÓN A ZAMBIA, ZIMBABWE Y AL “HUMO QUE TRUENA&
20: ETAPA 18 - 4 DE MAYO/DOMINGO – LAS CATARATAS VICTORIA DESDE ZAMBIA
21: ETAPA 19 - 5 DE MAYO/LUNES – NATA, GWETA Y MAÚN
22: ETAPA 20 - 6 DE MAYO/MARTES – NI MOKORO, NI DELTA, NI NADA DE NADA.
23: ETAPA 21 - 7 DE MAYO/MIÉRCOLES – ISLA KUBU: TODA UNA AVENTURA
24: ETAPA 22 - 8 DE MAYO/JUEVES – REINGRESAMOS A SUDÁFRICA
25: ETAPA 23 - 9 DE MAYO/VIERNES – VOLANDO A CASA
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Etapas 4 a 6, total 25
Salidos del “finger” vimos que este aeropuerto es muy grande y de aspecto moderno, habiéndose convertido por los muchos vuelos a Europa de esta aerolínea, en otro “hub” internacional, pero en este caso no con Asia, sino con África.
Siguiendo los carteles llegamos a la zona de control de seguridad para el siguiente vuelo, y allí se nos cayó el alma a los pies. Cientos y cientos de pasajeros se arracimaban en los zig-zags típicos para llegar a los escáneres de turno. Vimos tanta gente que preguntamos al personal si no perderíamos el vuelo siguiente, afirmándonos que no, que teníamos tiempo. Después de casi media hora recorriendo aquellas calles de vallas, llegamos a los escáneres y vimos que solo había 2 puertas abiertas, y lo peor, la gente no guardaba orden alguno, y, además, las cajas de plástico para nuestras pertenencias había que ir a buscarlas “por ahí”, porque no había personal del aeropuerto encargado de ello. Bueno, confiscadas 3 bandejas no-se-donde, nos encaminamos hacia una de las cintas, donde los pasajeros constituíamos una auténtica “melée” de rubgy. Al final conseguimos dejar las cosas en las bandejas y ¡sorpresa! fuera zapatos (de todo tipo), obligándonos a estar descalzos en un suelo realmente asqueroso, Por fortuna, pasábamos rápidos, pues el personal de seguridad parecía estar allí solo para cubrir el expediente, pues no controlaban el contenido de las bandejas ni a los que cruzábamos bajo el arco (no pitaba nadie), así que en pocos minutos estábamos “al otro lado” recomponiendo nuestro vestuario y calzándonos. En las pantallas ya estaba anunciado nuestro siguiente vuelo, el ET809 a Johannesburgo, con salida prevista a las 0845 y embarque a las 0800. No tuvimos suerte con la puerta del nuevo embarque, debiendo recorrer casi todo el aeropuerto pues resultó ser una de las últimas antes de la nada. Así que, con cierta prisa, paso por los aseos, rellenado de las botellas de agua en las fuentes (solo funcionaba una de cada tres) llegamos a la puerta, siendo ya más de las siete y media. Por el camino pudimos entretenernos unos minutos en los bien dotados comercios y tiendas libres de impuestos, donde comprobamos que los precios eran mucho más elevados que los de Barajas (que ya es decir). ![]() Con puntualidad, abrieron la puerta de embarque para que subiéramos, también por finger, a un Airbús A350, más veterano que el americano que nos había traído desde España, con algunos huecos (no muchos) entre sus asientos, pasando a ocupar nuestros 23A y 23B (aunque ponía esos números, realmente era la tercera fila de clase turista). Hace muchos años que, si podemos reservar asientos, lo hacemos siempre en las primeras filas, pues (escrito con todo cariño y respeto) los pasajeros que prefieren las últimas filas de las aeronaves gustan de quitarse los zapatos a las primeras de cambio, se explayan en sus asientos aun a costa del vecino y terminan por tirarse al suelo a dormir sin más (aunque ocupen zonas comunes como pasillos, salidas de emergencia, etc.). No es que delante la gente sea diferente, pero parece que se controla algo más en favor de hacer cómodas tantas horas de convivencia en tan reducidos espacios. Al poco nos dieron otra comida, igualmente poco apetecible, pero que tomamos con la mejor actitud pues no sabíamos si tendríamos tiempo, hasta la noche, de hacer otra colación una vez en nuestro destino. El avión no iba tan limpio como el otro y ya he indicado que era bastante más viejo, pero entre un juego y un sueño (no había oferta en español en las pantallas y en todo caso, eran pocas las películas disponibles y menos los juegos) pasamos las cinco horas que nos separaban de nuestro destino, llegando con más o menos puntualidad a JNB. Pero ya sabemos que una cosa es aterrizar y otra, salir del avión, pues a veces el tiempo de rodadura por las pistas hasta la terminal y el de apertura de puertas puede ser muy largo, lo que, en este caso, sumó otra media hora a la prevista de llegada. Entramos a la ya conocida terminal de Tambo por finger y nos encaminamos hacia la zona de recogida de equipajes, donde al poco tiempo vimos salir nuestras maletas por la cinta correspondiente, y de ahí, con todo el equipaje en un carrito, hacia el control de pasaportes (también rápido) y a la aduana, la cual superamos por el “canal verde” sin problema alguno. Ya estábamos legalmente en Sudáfrica y, antes de pasar a recoger nuestro coche, queríamos obtener algunos rands para gastos menores y llevar algo en efectivo (tanto para Sudáfrica como para las primeras horas en Namibia), Vimos varias oficinas de cambio y nos volvió a ocurrir algo parecido a lo de 2016: aunque al cambio oficial nos darían 21 ZAR por 1 euro (cambio en aquellas fechas), en los carteles de estas ventanillas el mejor valor que se anunciaba era de poco menos de 19 ZAR, es decir, nos darían un “mordisco” de un 10% a nuestros euros (por eso mi consejo de pagar todo con tarjeta, pues, aunque nos apliquen comisiones de cambio, éstas no superarán el 3%). Visto lo visto, cambiamos solo 300€, entregándonos billetes de 200, 100, 50 y algunos de 20 ZAR. Ahora si que podíamos dirigirnos hacia la oficina de Hertz, cosa que hicimos saliendo a la calle, cruzando un paso cebra con mucho tráfico (pero donde se paran cortésmente todos los vehículos) y entrando al edificio contiguo al hotel “Intercontinental”, donde, utilizando los ascensores para bajar un nivel (perfectamente indicado en carteles) llegamos en pocos minutos. Todas las compañías de alquiler están en este enorme aparcamiento subterráneo, limpio y ordenado, resultando fácil llegar a la nuestra que, en este caso, era una de las más cercanas a los ascensores. En el mostrador (solo había otro viajero que ya estaba siendo atendido) entregamos nuestro “voucher” de “StressFreeCarRental” para la filial de Hertz, “Firefly”, a la joven que nos atendió, la cual rápidamente nos facilitó el típico sobre amarillo de la Hertz con toda la documentación dentro y, tras firmar los documentos, pagar el alquiler y hacer el depósito de la fianza por daños, nos informó acerca de como llegar a la oficina donde nos entregarían el vehículo, distante solo unos 150 m de ésta. En esta otra, otra joven muy amable, nos pidió la documentación y nos acompañó hasta nuestro flamante Toyota, que estaba a pocos pasos, explicándonos algunas cosas y, sobre todo, señalando los cuatro pequeños desperfectos en la carrocería (casi inapreciables) que el documento de “OK” marcaba religiosamente. Conformes con todo, revisamos que en la documentación recibida figurasen los dos permisos para pasar el coche a Namibia y a Botswana, dándonos cuenta de que solo estaba el namibio. Ello supuso volver a la oficina para que preparasen el de Botswana, cosa que demoró más de media hora nuestra salida del aeropuerto, de modo que, siendo nuestra intención ponernos en camino sobre las 2 de la tarde, al final se nos hicieron casi las 4 (el retraso al salir del avión, el control de pasaportes y aduana, cambio de rands y, ahora, la gestión para los permisos transfonterizos del coche). Este retraso lo notaríamos al llegar a nuestro destino de esta noche. En 5 minutos me hice a los mandos del pequeño SUV (no era la primera vez que conducíamos por la izquierda, aunque en los primeros cruces la inercia me hacía poner los limpiaparabrisas en vez de los intermitentes) y, como el depósito iba lleno de gasolina, conectamos el “Maps.me” (previamente en casa ya había descargado los mapas a utilizar y guardado en “favoritos” todos mis puntos de destino: hoteles, visitas, etc…) que nos llevó hacia la salida del aeropuerto y de ahí, a la autopista que nos conduciría, en unas 4 horas, hasta Bloemfontein, donde teníamos el alojamiento y al que ya sabíamos que llegaríamos de noche, lo que en este caso no nos preocupaba demasiado pues todo el recorrido sería por las buenas autopistas sudafricanas. Efectivamente, poco antes de las 8 llegamos a los carteles de salida para Bloemfontein y tomé el que, según “Maps.me” debía dejarnos al lado de nuestro alojamiento para esa noche. Pero nada más lejos de la realidad, ya que la calle del apartamento no estaba por allí. Como no teníamos datos en el teléfono, pregunté a un repartidor de pizzas en una gasolinera si podía buscar la calle Henrietta Grove en su móvil, cosa que hizo amablemente para informarme que estábamos a… siete km de distancia. Localizada la calle en mi “Maps.me” pusimos rumbo a la misma, llegando a eso de las nueve. El “3 lavenders” es un B&B con varios apartamentos en un barrio tranquilo y de chalés bien cuidados. Dimos con él en segundos, pues además del número (el 4) tiene cartel en la valla. Nos abrieron los anfitriones, muy amables en todo momento y a los que pedimos disculpas por el retraso. Dejamos el coche dentro del recinto y pasamos al apartamento que nos habían adjudicado (creo que esa noche éramos los únicos huéspedes). El alojamiento resultó sencillo, independiente y fiel a las fotografías. Habíamos reservado por Booking (con desayuno y anulación incluida por 650 ZAR, unos 31€). Limpieza y wifi buenos. Cama grande con buen colchón y bien de sábanas y toallas. Frigorífico, electrodomésticos y menaje no muy nuevos pero suficientes. Baño bien con ducha (mampara) y agua caliente suficiente. TV (que no encendimos porque era tarde y estábamos cansados). Mesa y sillas de jardín en el patio propio. Relación calidad-precio: muy buena. Recomendable. Etapas 4 a 6, total 25
Amanecimos temprano de modo que a las 7 (la hora que habíamos pedido) nuestra atenta anfitriona se presentó con una cafetera de hirviente café, leche y una bandeja con media docena de sándwiches a la plancha (tortilla y queso), fiambre, pequeña ensalada, zumos, yogures y hasta barritas energéticas. Lo tomamos en nuestra mesa de jardín con una agradable temperatura. Terminado el desayuno pasamos a preparar nuestra partida, informándonos la pareja anfitriona que ellos se iban a hacer jogging por el barrio y que dejásemos la llave en el buzón cuando nos fuéramos. Le dijimos que no hacía falta puesto que, en 10 minutos, estaríamos dispuestos para salir, cosa que efectivamente hicimos, no sin antes despedirnos de tan amable matrimonio.
Se puede pensar que la jornada de ayer no fue especialmente atractiva. Así lo habíamos planeado pues el objetivo no era visitar ningún punto turístico, sino simplemente llegar a Johannesburgo, tomar el coche y seguir camino hasta nuestro alojamiento, pues como he escrito más arriba, volar a Tambo resultó 300€ más barato por pasajero que hacerlo a Windhoek, alquilar el coche allí supuso un ahorro de más de 2.000€ a si lo hubiéramos hecho en Namibia y, aprovechando el recorrido por Sudáfrica (unos 1.500 km), visitaríamos hasta 3 lugares no conocidos, según veremos más adelante. Nos compensó totalmente. Ya en marcha, y antes de abandonar la ciudad que vio nacer al profesor y escritor J.R.R. Tolkien (creador de la Tierra Media, el Hobbit o el Señor de los Anillos) aprovechamos para llenar el depósito en una Shell que nos salió al paso y tomamos la N8, una buena carretera donde estaba permitido circular a 120 km/h, lo que nos puso sobre las 10 en Kimberley, nuestra primera parada. Nuestro semi-navegador nos llevó hasta la puerta de “The Big Hole” (El Gran Agujero), donde aparcamos y nos dirigimos al edificio principal de la, posiblemente, mina de diamantes más famosa del mundo. Este edificio tenía varios comercios donde adquirir recuerdos (artesanía, imanes, juguetes…), desayunar o comer y, lo más llamativo, pero no por ello asequible, comprar algunos diamantes totalmente reales y de precios astronómicos o casi. La decoración del hall recreaba el ambiente de los antiguos mineros y las visitas (de unas 2 horas) se realizaban de forma guiada (en inglés). Pagados 150 ZAR cada uno, nos pusieron una pulserita y nos incorporamos al grupo que, en breves minutos, comenzaría el recorrido. Lo primero era llegar hasta el famoso “gran agujero” que no era otra cosa que lo que restaba de la mina a cielo abierto, de donde se extraían los diamantes, hoy inundado de agua y realmente enorme. Un camino muy bien decorado (maquinaria, elementos mineros…) nos llevó hasta la plataforma desde donde el guía explicó lo que allí se hacía y donde pudimos hacer unas buenas fotos del lugar. Luego nos llevaron a otro espacio al aire libre, donde pudimos coger trozos de la escoria sobrante (algunos de varios kilos) y ver más artefactos usados en las minas, y de allí pasamos (ya a cubierto) a una gran sala con muchos paneles informativos y fotografías, todo muy didáctico, donde se explicaba la evolución de las minas y como se crean los diamantes. Había numerosas vitrinas con ropas de trabajo, herramientas, enseres, etc. y una especie de “caja fuerte gigante”, donde primero entraron las mujeres del grupo para que el guía les pusiera los “dientes largos”, pues había allí muchos expositores con diamantes auténticos que, hábilmente iluminados, refulgían en la oscuridad. Después pasamos los hombres a dicha cámara acorazada y entonces pudimos entender los muchos comentarios y exclamaciones que todas aquellas mujeres hicieron al salir. Una de las paredes exteriores de este protegido recinto acogía, en otras vitrinas, reproducciones perfectas de los más famosos diamantes de la historia. ![]() ![]() Pero no terminaba aquí el recorrido, sino que nuestro guía metió al grupo en unos túneles, suponemos que auténticos y que, en su día, fueron parte de la mina, donde fue explicando los trabajos de los mineros, sus angustias y sus necesidades, todo ello con palas, picos, vagonetas, cascos, etc. auténticos que ambientaban perfectamente la visita. Incluso en algún momento hubo una explosión figurada y en otros, el guía gastaba simpáticas bromas a los visitantes que se presentaban voluntarios. ![]() ![]() A la salida, pudimos recorrer libremente el antiguo pueblo minero (con más de cien edificios: barbería, hotel, cafés, escuela, juzgados, prisión, talleres y hasta… una funeraria), ya fueran los originales (muy bien restaurados) u otros nuevos creados para la ficción. ![]() Fue muy interesante y agradable, permitiéndonos partir los kilómetros de carretera de este día en dos partes diferenciadas. Antes de abandonar Kimberley, pasamos por la gran rontoda donde está ubicado el monumento a la guerra de los bóers, una especie de templo griego, cuadrado y de gran tamaño que se podía haber visitado si hubiera estado abierto (es curiosa la cantidad de lugares de visita, tanto en Sudáfrica como en Namibia y Botswana, que debiendo estar abiertos según horario, permanecían cerrados sin saber las causas). Unas fotos y poco más. ![]() Ahora tocaba poner rumbo hasta Augrabies, a unas 5 horas de distancia por la N8, N10 y N14, carreteras de buen ritmo y muy entretenidas. Como queríamos llegar con luz a nuestro destino, paramos en uno de los pueblos por los que pasamos y donde descubrimos la principal “fast food” de estos países. “The Hungry Lion” (el león hambriento) es una cadena que está en muchísimos pueblos de Sudáfrica, Namibia y Botswana, donde por 160 ZAR (unos 8€) pueden “comer” dos personas (bocadillo tipo hamburguesa, pero de pollo, relativamente bueno, cajita de patatas fritas y refresco). Que nadie piense que hay restaurantes para elegir (salvo los hoteles que tengan este servicio, que son pocos), pues, excepto en las ciudades de más de 30.000 habitantes, no hay donde hacerlo salvo estos lugares de comida rápida. Con suerte y si das con un centro comercial moderno (y grande) podremos cambiar la hamburguesa por una pizza o un cuenco de arroz con pollo. Poco más. Sobre las cuatro y media llegamos al pueblo de Augrabies, donde tocaba dormir y visitar las cataratas homóninas, desconocidas fuera de Sudáfrica, pero muy atractivas, especialmente recién terminada la época de lluvias (marzo) pues llevaban un enorme caudal de agua. Como no nos daba tiempo de visitar el P.N. Augrabies (lo dejaríamos para el día siguiente, ya que cerraba a las 5 de la tarde) y el pueblo era realmente triste (barriadas de casas de chapa y cartón, con calles sin asfaltar y sin farolas…) pensamos que sería mejor tomar el alojamiento, dejar el equipaje y salir a cenar donde pudiéramos. De nuevo “Maps.me” fue incapaz de encontrar el sitio, pero vaya en su descargo que esa “Main Road” que figura como dirección en la reserva, existe y de hecho la recorrimos cien veces arriba y abajo, aunque nadie conocía el alojamiento. Así que poco a poco se fue apagando la tarde y no veíamos el momento de llegar al albergue reservado. Ya de noche (todo a oscuras o casi) y habiendo “tropezado” con un coche de la policía, lo paramos y preguntamos a los agentes donde demonios podía estar este B&B. No les sonaba de nada. Nos llevaron al cuartelillo desde donde (eso nos dijeron) llamaron al teléfono de la reserva sin que nadie descolgara. Eran más de las 8 y sin vender una escoba, así que optamos por “olvidarnos” del “Orangeriverguestfarm” y nos pusimos a buscar un alojamiento alternativo, todo eso en una carretera sin luces y pareciendo ser las tantas de la madrugada. Un cartel anunciaba a la izquierda el “Augrabies Falls Lodge & Camp”, así que allí nos metimos, con escasa confianza, pues para más inri era sábado por la noche. Sorprendidos por el buen aspecto del establecimiento preguntamos en recepción si había habitaciones libres, y nos dijeron (como nos temíamos) que no. Todo lleno. Se nos tuvo que ver el desencanto en la cara, porque uno de los trabajadores pidió ver la reserva de Booking para la “Orangeriverguestfarm” y nos dijo que SÍ conocía el sitio. Además, llamó primero y habló con alguien de allí informando que llegaríamos “en un rato”. Nos hizo un croquis bastante detallado y hacia allá nos fuimos. No está en una calle, sino al final de un sendero de tierra y arena (aprox. 1 km) al que se llega (sin un triste cartel) desde esa muy pateada Main Road, pero después de muchas curvas, revueltas y cruces y, encima, sin una sola luz. Gracias al croquis y a mucha, muchísima suerte, conseguimos llegar al lugar, donde nos salió al encuentro uno de los anfitriones (no recuerdo que hubiera carteles ni anuncios) y nos invitó a entrar, pues nos estaban esperando. El alojamiento era un conjunto de habitaciones todas diferentes. Nos tocó una muy amplia (cama grande, bien de colchón y sábanas; sin TV ni frigorífico ni microondas, gran armario, otra cama individual, un sofá y ventilador). El baño era externo y semi-privado (compartido por dos habitaciones contiguas; por suerte la otra estuvo vacía) y era una sala de ducha (mampara castigada, agua y toallas aceptables), bañera (a lo británico) y lavabo, más otra sala con el inodoro (a lo francés). Sin desayuno (aunque había un gran salón con frigorífico, cafetera y microondas donde se podía preparar el desayuno propio). Aparcamiento dentro de la propiedad. Nivel de limpieza bueno. Anfitriones amables que nos acogieron a eso de las nueve de la noche. La ubicación era ilocalizable. Wifi inestable. Relación calidad-precio buena, pues por solo 495 ZAR (unos 26€) pudimos dormir bastante bien. Desde luego no es aconsejable por la enorme dificultad para localizar el lugar. Después de la odisea pasada para llegar al sitio, nos olvidamos de salir a cenar (¿a dónde?) y, aprovechando que llebávamos algo de comida y fruta, tomamos un tentempié razonable. Etapas 4 a 6, total 25
Bien temprano desayunamos de lo que llevábamos (café de sobre, leche, pan tostado, queso, etc…) ya que pudimos prepararlo en el bien dispuesto salón del alojamiento y sobre las 8, salimos camino de la visita prevista para el día de hoy.
En quince minutos estábamos ante el cartel del desvío al P.N. Augrabies, donde, además de senderos y rutas a pie, estaba la principal atracción: las cataratas Augrabies. Primero, parada en el control de acceso al parque, donde hay que dar algunos datos (matrícula del coche, nombre de los visitantes, etc…) y luego, seguir otros 2 km (asfaltados) hasta el aparcamiento (gratuito) del complejo. Pasamos por taquilla (586 ZAR por dos personas “extranjeras” y un coche) y comenzamos el recorrido (muy bien indicado) hasta los diferentes miradores. No son las de Niágara, pero resultaron espectaculares. Hay básicamente dos zonas, una al este con grandes caídas de agua (que se ven a tu propia altura) y otra al oeste, donde son precipicios los que se disfrutan desde los miradores (igualmente con abundante agua cayendo). El recorrido puede ocuparnos fácilmente unas dos horas. En el edificio principal, además de las taquillas, había tienda de recuerdos, restaurantes, información en varios idiomas y baños. También vimos varios alojamientos casi a pie del río Orange (frontera natural entre Sudáfrica y Namibia), tipo bungaló, con muy buena pinta. Los sudafricanos (que pagan mucho menos por la entrada) suelen pasar todo el día en el parque, no solo viendo las cataratas, sino comiendo, haciendo senderismo o incluso contratando alguna actividad acuática. Un lugar digno de ser visitado y que nos hizo pensar en los metros y metros cúbicos de agua que se “desperdician” y que les vendrían muy bien a tantas regiones de la España seca. ![]() ![]() ![]() A esos de las 11 volvimos a la carretera de Upington, pero esta vez para tomar la N10 en dicha ciudad, más o menos importante, y llegar así al puesto fronterizo de Ariamsvlei. Por cierto, en el centro de las ciudades casi no hay carteles con las direcciones de salida, siendo difícil “acertar” con la calle por la que debemos ir para llegar a la autopista o carretera. Al llegar a la frontera namibia (la salida de Sudáfrica fue muy fácil) aparcamos y pasamos al edificio de “migraciones” donde nos pidieron el pasaporte y el visado que hicimos desde casa, para acreditar la concesión y el pago del mismo. Nos atendieron dos funcionarios, uno amable y simpático y otra, peleada con el mundo y que no estaba por facilitar el tema. Son muchas las aduanas “raras” que llevamos, así que paciencia y más paciencia, y mientras a la “mala sombra” se le iba acumulando gente y más gente en la cola (la mayoría camioneros que suelen tener prisa por cruzar). Al parecer era la primera vez que veían uno de estos visados (recordemos que estaba funcionando solo desde el 1 de abril y ésta no es una de las fronteras más utilizadas por guiris) y no se aclaraban mucho. Al final nos pusieron todos los sellos y entonces les entregué la documentación del coche y la autorización de Hertz para cruzar a Namibia. Una hoja muy simple donde anotar la matrícula y poco más. El permiso de Hertz ni lo miraron. Eso sí, tuvimos que pagar casi 400 ND por “impuesto de circulación” para las carreteras namibias (¡y eso que más de la mitad, son de tierra…!), lo que pudimos hacer con los rands que llevábamos, pues fueron aceptados sin problema. De ahí pasamos a otro puesto donde teóricamente debían revisar el coche y su contenido, pero donde la mujer policía que estaba a cargo, ni se movió de su silla indicándonos con gestos de su mano, que podíamos seguir nuestro camino. ![]() Objetivo primero: ¡Ya estábamos en Namibia! Las carreteras parecidas a las sudafricanas (igualmente autorizadas a 120 km/h) solo que algo más estrechas y sin ningún tipo de arcén, incluida esta B3, bien asfaltada, pero sin más adornos. En Karasburg (pueblo bastante grande) paramos en el supermercado “Spar”, donde hicimos acopio de cosas básicas que nos permitieran preparar desayunos donde no los tuviéramos incluidos e incluso alguna cena rápida (leche normal y en polvo, cereales, galletas, zumos, pan, fiambre, queso, fruta, patatas fritas, bidones de 5 litros de agua…) pues habíamos leído que en las fronteras de todos estos países no permiten dejar pasar alimentos frescos (especialmente carnes, fiambres y frutas). Sabiendo que en todos los alojamientos tendríamos nevera y que el maletero del coche no pasaría de 20 ºC, no nos preocupaba demasiado llevar algunos productos perecederos (de hecho, guardabas una Coca-Cola comprada fría y cuando la abrías a las 4 o 5 horas, seguía fresca). Aprovechamos también para repostar y aquí me ocurrió algo anecdótico, pero que podía haber cambiado todo nuestro viaje. Mientras el empleado llenaba el depósito, yo, como es habitual, estaba junto al coche esperando; en eso llegó al surtidor de al lado, un Golf negro, bastante antiguo y excesivamente tuneado, conducido por un matrimonio de color de mediana edad y con un niño pequeño (sin ningún tipo de silleta o similar). Hasta ahí todo normal, excepto que este conductor, posiblemente con poca experiencia al volante, no frenó cuando debía, sino algo más tarde, de modo y manera que tuvo la siniestra habilidad de colocar su rueda delantera izquierda justo encima de mi pie izquierdo, atrapándolo inmisericordemente. Os aseguro que los más de mil kilos del VW y sus ocupantes, pesan lo suyo. Mi pie estaba atrapado y por más señas que le hacía al conductor, éste ni se enteraba de lo que ocurría, ni debía parecerle extraño ver a un guiri tan cerca de su coche haciendo aspavientos con las manos, pero sin moverse del sitio. Al final, gracias a mis voces, a algunos golpes en el capó y a los gritos de los trabajadores de la gasolinera, el tipo debió darse cuenta del problema y accedió a dar marcha atrás lo justo para liberar mi maltrecha extremidad. Yo no sabía si me lo había roto y, en ese caso, si podríamos seguir nuestra ruta. Afortunadamente, tras unos 15 minutos de espera y suaves ejercicios, comprobé que solo tenía una seria magulladura (¡vaya moratón me salió más tarde!) pero el tobillo y el pie, parecían incólumes al “atentado” sufrido. Parece ser que hasta tuve suerte, pues un centímetro más y si me hubiera roto el tobillo o algún hueso… ¡vaya viaje, totalmente diferente, que hubiéramos tenido! A eso de las 4 de la tarde, y a la primera con “Maps.me”, llegamos a nuestro alojamiento de hoy. Una vez en el pueblo de Grunau (dos gasolineras y muchas casas bajas en calles de tierra) había que enlazar con la B1 (la que llega hasta la frontera sur con Sudáfrica) y a unos 3 km, un cartel nos anunció que el “Namgate Guesthouse” estaba a unos 2 km a la derecha, donde estrenamos nuestro Starlet sobre tierra y arena. El lugar era muy pintoresco y agradable. La decoración externa estaba muy trabajada. Las habitaciones (tal vez 15) estaban en un edificio moderno. La nuestra (planta baja) era amplia de más, pues estaba preparada para una familia o grupo numeroso (cama grande, bien de colchón y sábanas, sofá cama y 2 literas dobles: aquello parecía casi un hospital). Cocina con todo lo necesario (incluido frigorífico grande) y baño con dos lavabos, inodoro aparte y ducha de cabina con mampara (bien de agua y de toallas). Mesa con sillas y dos sillones. Zona de estar con barbacoa (compartida) afuera. Aire acondicionado. Mucho sitio para el coche. Limpieza y wifi bien. Personal muy amable. Había un gran salón común con una gran TV donde pudimos ver, tomando un refresco, como Carlos Alcaraz perdía contra el danés Rune junto a la propietaria del lugar, forofa del murciano, según nos dijo. Un alojamiento muy agradable y cuidado con césped, árboles exóticos, pajareras, decoración a base de coches viejos y... hasta la tumba del fundador en la parte de atrás. Demasiados perros (ladradores) por la zona, que molestaban si salías a hacer fotos. Antes de dormir se fue una fase de la luz de nuestro apartamento (la que daba servicio a la cocina) por lo que nos pusieron una alargadera para el frigorífico. Un sitio muy recomendable, con una relación calidad-precio buena, por un precio de 880 ZAR (unos 45€, sin desayuno). ![]() Como todavía teníamos luz solar por delante, fuimos hasta el pueblo, donde comprobamos que no había nada de interés. Se podía cenar en uno de los dos hoteles del pueblo (Grand Hotel o Grunau Country Hotel) o en el muy sencillo restaurante Toekis Deli. Etapas 4 a 6, total 25
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