Madrugamos un poco y tras desayunar, nos dirigimos a una de las dos oficinas que Hertz tiene en Windhoek y que estaba muy cerca (a 400 m) de nuestro motel. El motivo es que, cuando yo hice la reserva del coche, mandé un correo a Firefly-Hertz advirtiendo de que, además de pasar a Namibia y Botswana, teníamos intención de recorrer al menos unos 7.000 km, por lo que hacía hincapié en que nos dieran un coche con ese margen de kilometraje libre en cuanto a dos cambios de aceite, para evitar tener que hacer la necesaria revisión en mi tiempo de alquiler. Nada de eso se cumplió, de forma que al llegar a Windhoek nuestro odómetro marcaba 14.960 km (el cambio de aceite se debía hacer a los 15.000 km) y todavía nos quedaban varios miles de kilómetros por recorrer hasta que devolviéramos el coche en el aeropuerto Tambo. Uno cuando alquila un coche, procura cuidarlo como si fuera propio (y así nunca hemos tenido percances mecánicos), por lo que era consciente de que teníamos que pasar por la Hertz para que hicieran la preceptiva revisión.
Además, el pequeño Toyota que, en los primeros 2.000 km nunca pasó de los 5,5 litros a los cien, en los últimos 1.500 (casi todos realizados por pistas de tierra), estaba disparando su consumo hasta los 7 o más, algo que no terminaba de entender, pues si algo caracteriza a los Toyota (hemos alquilado varios, de todo tipo, en otros tantos países) ha sido siempre su parquedad en el consumo. Uno que ha tenido bastante coches a lo largo de la vida, y sabiendo que este motor era un 4 cilindros atmosférico, pensó que tantísimo y tantísimo polvo tragado en los caminos y pistas, hubiera podido ensuciar el filtro de aire, avería no grave pero si peligrosa (a mayor suciedad en el filtro de aire, mayor consumo de combustible), y por tanto intenté en Walvis Bay “desmontar” y “limpiar” yo mismo el filtro de aire (en algunos coches es algo muy sencillo), pero comprobé que el filtro de este Toyota va sujeto con unas abrazaderas “especiales”, así que mejor no tocarlo y, sabiendo que debíamos cambiar el aceite a los 15.000 km, que fuera el taller oficial de Toyota quien limpiara (o sustituyera) el citado filtro.
Comenté este punto en la Hertz cuando dejamos el coche para la revisión, y cuando lo recogimos (a las dos horas, pues la oficina de Hertz y el servicio oficial Toyota de Windhoek, se portaron de diez al reducir todo lo posible nuestra “parada técnica”) comprobé que habían cambiado el aceite y, además, sustituido el filtro de aire por otro nuevo.
Efectivamente, en los siguientes 1.000 km comprobé que el consumo volvió a bajar a los habituales 5,4 o 5,6 litros a los cien. Y volvíamos a tener otros 15.000 km de “margen” para seguir circulando por estas carreteras de dios (aunque “solo” nos quedaban otros 4.000 o 5.000 por recorrer). Sirva esta anécdota para que cualquiera que alquile un coche en Namibia (en Botswana menos porque hay mucho más asfalto) vigile que los kilos y kilos de polvo de las pistas, pueden llegar a ensuciar (y aún obstruir) el filtro del aire del vehículo, lo que, cuando menos, supondrá un incremento del consumo de combustible y una pérdida de potencia.
Ya en carretera de nuevo, vimos que, aunque fueron rápidos en la revisión del coche, habíamos perdido bastante tiempo sobre el previsto, por lo que tuvimos que “sacrificar” nuestra visita al “Cheeta Conservation Found”, una reserva para guepardos (y otros animales) cerca de Otjiwarongo (a unos 300 km de Windhoek), y por tanto nos encaminamos directamente, por la bien pavimentada B1, hacia Outjo, ciudad donde dormiríamos esta noche y a la que teníamos previsto llegar con luz suficiente como para visitar un poblado himba y localizar algunas mujeres herero por el pueblo, algo que sabíamos era relativamente fácil.
La hora de comer nos pilló atravesando Otjiwarongo, así que aprovechamos para tomar una comida rápida en un “Wimpy” (nuestro primer Wimpy fue en Londres, allá por 1981…), junto al supermercado “Spar”, donde pudimos dejar el coche al lado de las cristaleras del restaurante, el cual tenía un punto superior a una hamburguesería al uso, ya que la camarera te servía la comida en la mesa y la carta tenía cierta variedad, si bien el precio resultó también un 30% más caro, por ejemplo, que un “KFC”.
Terminada la comida retomamos la carretera para llegar a nuestro alojamiento a eso de las 4. Cuando contratamos el “Faith City”, el nombre de éste (se puede traducir como “la ciudad de la fe”) ya nos anticipaba lo que podríamos encontrarnos. Efectivamente, a nuestra llegada (tiene un cartel en la puerta pero solo se lee si vienes, no si vas, es decir, si procedes del centro del pueblo, que es lo normal, te lo pasas sin verlo) y tras una larga charla con su propietario (un namibio blanco y casi sesentón, de hablar pausado y convincente, que, tanto él como su familia, están haciendo una labor encomiable), vimos que la "Ciudad de la Fe" es algo más que un simple alojamiento, pues da trabajo (aparentemente digno) a jóvenes del pueblo, tiene una especie de centro de formación para la hostelería y el turismo y es una positiva opción de desarrollo local (de hecho, están ampliando la "ciudad" en un solar contiguo). Las habitaciones están rodeadas de jardines muy cuidados, con elementos ornamentales simpáticos y rincones con bancos y mesas, más la habitual barbacoa, una piscina y otros espacios multiusos. Las zonas comunes tienen mesas y sillas de jardín y un par de salas que se utilizan como comedores (desayunos y cenas), todo muy limpio y ordenado. El colchón y las sábanas de la cama, resultaron muy aceptables, así como la decoración. Aire acondicionado y ventilador de techo. La ducha (al suelo) era buena y las toallas también. Wifi bien, aunque esa tarde hubo un corte de luz de algunas horas (tuvimos encima una gran tormenta) coincidente con el "gran apagón" de España. Estábamos a 5 minutos caminando del mercado local y de un gran supermercado y a 15 del centro del pueblo. El desayuno (incluido) fue correcto y bien servido. Nuestro recepcionista fue amable, aunque intentó cobrarnos una tarifa superior a la pactada con Booking, lo que se solucionó pagando según la reserva. La habitación que nos tocó en suerte (número 2) tenía un tamaño escaso, con una cama de 135 o así, dos mesillas, una estantería a modo de armario, una pequeña nevera y nada más, es decir, ni una silla ni sitio para colocar las maletas. Además, no encontramos un solo enchufe en toda la habitación (ni en el baño), salvo uno situado a gran altura donde se conectaba el aire acondicionado (menos mal que uno va preparado y llevábamos una pequeña alargadera que pudimos conectar al "enchufe de las nubes" y dar servicio a nuestros muchos cargadores). El baño tampoco era normal, pues, primero la puerta estaba excesivamente hinchada y no había forma de que cerrase, el lavabo era pequeño y el inodoro tenía una altura muy escasa, resultando bastante incómodo. Suponemos que el precio, algo elevado para Namibia (950 ND, unos 48€), incluía algún tipo de ayudas a la formación de estos chicos. En cualquier caso, no había mucha más oferta en el pueblo, por el que nos paseamos bajo amenazadoras nubes negras, de las solo cayeron cuatro gotas, pero el aparato eléctrico fue tremendo, hasta el punto que estando en el jardín, cayó un rayo cerca, muy cerca, que llegó a desplazar el aire y a inundar la atmósfera de electricidad estática.

Cuando volvíamos del centro del pueblo, vimos, en uno de los puestos del mercado local, a dos señoras de la tribu herero, perfectamente ataviadas con esos coloridos trajes y sus peculiares sombreros a juego, con forma de yunque. Les preguntamos si podíamos hacerles una foto, pero no nos entendieron ya que solo hablaban su dialecto. Afortunadamente una joven que hablaba inglés hizo de intérprete y accedieron a dejarse fotografiar, pero a cambio de una propinilla (nunca sabremos si fue idea propia o de la intermediaria) muy asequible (50 ND para cada una).

Aprovechamos para cenar en el albergue y acostarnos temprano, ya que mañana tendríamos un buen tute, puesto que entraríamos y recorreríamos el P.N. Ethosa, para salir del mismo en un solo día, pues teníamos reservado alojamiento en Tsumeb, a unos 120 km de la salida de Namutoni.