![]() ![]() Pakistán: Trekking y Moto. ✏️ Blogs de Pakistan
Un mes de viaje haciendo el trekking del Baltoro hasta el campamento base del K2 y el paso Gondogoro, recorrido por el valle de Hunza hasta la frontera con China, y final en Lahore.Autor: Daniorte Fecha creación: ⭐ Puntos: 5 (11 Votos) Índice del Diario: Pakistán: Trekking y Moto.
01: Preparación
02: Día 1: Islamabad
03: Día 2: Islamabad - Skardu
04: Día 3: Skardu - Askoli
05: Día 4: Askoli - Jhula (Trekking Baltoro)
06: Día 5: Jhula - Paiyu (Trekking Baltoro)
07: Día 6: Paiyu - Khorbutse (Trekking Baltoro)
08: Día 7: Khorbutse - Urdukas (Trekking Baltoro)
09: Día 8: Urdukas - Goro II (Trekking Baltoro)
10: Día 9: Goro II - Concordia (Trekking Baltoro)
11: Día 10: Campamento Base K2 (Trekking Baltoro)
12: Día 11: Descanso en Concordia (Trekking Baltoro)
13: Día 12: Concordia - Ali Camp (Trekking Baltoro)
14: Día 13: Gondogoro La - Khuspang (Trekking Baltoro)
15: Día 14: Khuspang - Saicho (Trekking Baltoro)
16: Día 15: Saicho - Hushe (Fin Trekking Baltoro)
17: Día 16: Hushe - Khaplu - Skardu
18: Día 17: Skardu - Raikot Bridge
19: Día 18: Fairy Meadows I
20: Día 19: Fairy Meadows II
21: Día 20: Fairy Meadows - Minapin
22: Día 21: Rakaposhi BC
23: Día 22: Karimabad
24: Día 23: Lago Attabad - Valle de Hopar
25: Día 24: Passu
26: Día 25: Paso de Khunjerab
27: Día 26: Valle de Naltar
28: Día 27: Valle de Naltar - Gilgit
29: Día 28: Gilgit - Skardu
30: Día 29: Skardu I
31: Día 30: Skardu II
32: Día 31: Lahore I
33: Día 32: Lahore II
34: Día 33: Lahore III
35: IMPRESIONES
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Etapas 4 a 6, total 35
El día lo empiezo temprano, vayan noche me han dado con los cánticos y encima a las 3:30 de la madrugada el canto a la oración a todo lo que da. En España tenemos las campanas y aquí la megafonía.
Hoy vamos en jeep hasta Askoli, el inicio del trekking, y parece ser que son al menos 6 horas. Ha salido primero un jeep con el material de campaña y el cocinero, y a las 7:30 he salido con mi guía Musa en un Toyota Land Cruiser antiguo chulísimo. Musa, el que será mi guía, se le ve buen tío. Su nivel de inglés es como el mío de malo, por lo que la conversación con él se hace más llevadera que con el de la agencia. Cuando los dos hablamos mal, la comunicación es más fácil pero tamben mucho más básica. El trayecto hasta Askoli nunca me hubiera imaginado que sería tan bruto. Empieza relativamente cómodo, siguiendo el río Indo, hasta que se mete en el valle de Shigar. A partir de aquí han sido más de seis horas por un paisaje precioso pero por un camino que te hacía sudar por momentos. El aprecio a la vida es discutible porque las medidas de seguridad vial son nulas. Hay partes que básicamente son una senda ancha por un desfiladero. El conductor al menos se le ve serio y controlaba, pero cuando ves el desfiladero a tu izquierda te cagas. Para colmo, en muchas ocasiones se cruza el río Shigar, y es a través de unos puentes colgantes hechos con tablones y unos hilos de acero oxidados, muchos de ellos rotos. Esto lo harán todos los días, pero vamos, por narices alguna vez algún puente de estos tendrá que petar. Las vistas son preciosas, con el valle enorme y picos de 5 y 6 mil metros rodeándonos. A medio camino hemos parado a comer. Debe ser el sitio donde paran todos los turistas, porque he coincidido con tres grupos. Básicamente los occidentales que estaban en el avión de Skardu. La comida durante el trekking es lo que más miedo me da. Antes de comer me encomiendo mentalmente para que todo me siente bien viendo el panorama. Aun así, con todo caliente y la sopa hirviendo, no debería haber problema, pero las condiciones higiénicas son tan mínimas que uno mira con recelo incluso los cubiertos. De la comida hasta Askoli han sido otras tres horas más, aún por un camino de cabras en peores condiciones que la primera mitad. Una cosa que me parece curiosísima es que, al ser chiíes, durante el camino se pasa por pequeñas aldeas y en todas hay carteles gigantes de los ayatolás de Irán con frases en árabe que imagino serán versículos del Corán. No me imaginaba que hubiera esa devoción por los ayatolás en esta zona, pero al fin y al cabo los ayatolás son a los chiíes lo que el Papa a los cristianos. Hemos llegado a Askoli casi a las 16:00 y me temblaban hasta las pestañas. Askoli es el último pueblo antes de iniciar el trekking que lleva al campamento base del K2. Estoy en un campamento con dos tiendas que hacen de cocina y comedor y una tienda tipo iglú para mí. En otro campamento hay al menos 5 o 6 grupos de turistas, por lo que me los iré cruzando durante el trekking y compartiendo campamento. A ver si al final puedo hablar con alguien, aunque no he visto a ninguno con pinta de español. He identificado franceses, un grupo de lo menos 10 checos y una rumana que creo que viaja sola con los franceses. La tarde ha sido contemplativa. Por momentos me ha recordado al trekking de Etiopía porque el entretenimiento de los niños es venir a verte. Con la diferencia de que estos críos están mucho más acostumbrados al turismo y se les nota pillería. Te piden lápices y rupias, llegándose a poner cansinos hasta que se levanta el cocinero y salen corriendo... Para volver a la media hora. En qué momento a un turista se le ha ocurrido que es normal ir regalando lápices a los niños. Esto pasaba en Etiopía, y luego era curioso ver cómo adultos ofrecían a turistas lápices para vender... El niño pide, el adulto vende. A media tarde me he ido a dar una vuelta por el pueblo. Aldea precaria rodeada de montañas espectaculares. Muchos viven del turismo, mientras que las mujeres se dedican a lavar y cargar cosas del campo. En un momento me he parado a echar una foto y de repente he escuchado un grito por detrás y una piedra me ha caído al lado. Me he girado y resulta que una mujer me estaba tirando piedras para que no echase fotos imagino... Yo le he hecho el gesto de perdón y me he ido zurriendo, pero tampoco sé qué es lo que le molestaba que fotografiara, porque era literalmente un paisaje con cuatro casas. Imagino que una sería la suya y no le haría gracia. Encima justo al lado había un cartel de "museo" y un niño señalándome que entrara, pero poco favor le hace al museo que una vecina espante así a quien pasa por allí. Estás que entro. Por el camino, la cuestión es que un par de niños también nos han tirado piedras al jeep. Esto también nos pasó en Uganda, salvo que en Uganda te gritaban a la vez lo de Muzungu. A la vuelta en el campamento me he animado a ducharme. Valiente he sido. Una caseta de adobe, con un grifo que llena un cubo y un cubilete para echarte el agua encima... Me he echado el primer capazo y casi me da un infarto de lo fría que está el agua, que burrada, mañana ducha del gato... Eso si, me he quitado una tonelada de polvo del camino en Jeep. Aquí, al caer la noche, poco más se hace. Me han puesto de cenar medio pollo que han matado por la tarde. A media tarde he visto al cocinero venir con el pollo, se ha metido en la caseta y de repente se ha escuchado un grito de gallina y no más, ahí he imaginado que cenábamos pollo. Estaba bueno, aunque lo ha hecho el cocinero en aceite y se le ha quedado duro. De postre me han puesto melón. Lo he visto pelar, por lo que debe ser seguro. Mañana me dice el guía que a las 6 desayunamos para empezar a andar a las 6:30. De momento, a la noche cae fresquito, la predicción parece ser que es buena, ojalá y aguante. Desde la tienda de campaña vuelves a escucharse canticos de muharram. Como la aldea está en un valle se escucha con eco y en estéreo, que pasión. Etapas 4 a 6, total 35
TRACK de la ruta
Amanece a las 4:30 de la mañana, por lo que el trekking se empieza pronto. A las 6 el desayuno, así que a las 5:30 estaba recogiendo todo después de dormir bastante bien. Una vez desayunado se han puesto a recoger todo el campamento mientras se hacía el pago por los pollos y las mulas. No entiendo lo que hablan, pero esto es internacional. El de los pollos le está pidiendo más dinero y mi guía, Musa, le está diciendo que nanai. El hombre ha estado insistiendo y Musa ha pasado de la estrategia de discutir, a la de pasar de él, para finalmente darle abrazos. Cuatro pollitos nos llevamos. Esto es un dilema porque durante mi día a día como pollo todos los días, y ahora que veo a los pollitos en su caja con sus cabecitas fuera, me da una pena tremenda. Por un lado, quizá podría haber pedido menú vegetariano, pero por otro lado es que como pollo todos los días, pero en Occidente como los cogemos del Mercadona ya fileteados, pues como que no parecen pollitos. Dos semanas con pasta y vegetales podrían ser también para pegarse un tiro. Buen dilema. Con las cuentas hechas salimos del pueblo. La rutina es la misma en todos los grupos. El de los pollos hace el negocio del siglo. Tiene un gallinero con cientos de pollos, yo creo que el pollo lo vende por 1000 rupias, que son al cambio unos 3 euros. Si para la mente urbanita occidental lo de los pollitos nos toca el alma, hay que decir que no es lo peor. A los diez minutos de andar nos adelantan dos porteadores y uno de ellos con una cabra atada por los cuernos... Yo me he olido la tostada y le he preguntado a Musa. Me dice que hay un grupo de turistas pakistaníes, que son 16. Para tanta gente no se pueden llevar tantos pollos porque se mueren, y a partir de 4000 metros pierden sabor, por lo que se llevan un cordero que sacrifican en Concordia, el precio según este más o menos gorda ronda los 300$ hasta concordia. Musa me comenta en tono de burla que los turistas americanos y europeos solo queremos ver las cimas y echar fotos, pero que los turistas pakistaníes y los chinos solo quieren comer. El año pasado tuvo un grupo de 4 chinos y le pidieron llevar dos corderos. Viendo al cordero pasear es chocante pero claro, luego en España por Navidad me ponen una paletilla y ahí no me da tanta pena... Aun así, sería incapaz de hacer un trekking con un cordero al que veo cada dos por tres, en el campamento, durante el camino y comérmelo. Peco de urbanita lamentablemente. La etapa de hoy es la entrada al Parque Nacional del Karakorum Central. Para ser la primera etapa ha resultado bastante bonita, pero lo que se ha hecho duro ha sido el sol. Han sido 20 kilómetros. Los primeros diez bajo un sol abrasador sin posibilidad de sombra alguna. Se anda al lado del río Baldru, encajonado en un valle precioso con picos en forma de puntas afiladas que me recuerdan por momentos a la estampa del Cerro Torre en El Chaltén, Argentina. La senda va siguiendo el río en un sube-baja. Nos acompañan varios porteadores que cargan cada uno 25 kilos, le pregunto a Musa y me dice que está muy controlado y todas las mañanas cada uno comprueba si peso. A los porteadores le siguen otras tantas mulas, unos que van y otros que vuelven. Los que vuelven son de expediciones que están en el K2, por lo que vuelven vacíos, o gente que ha ido hasta concordia y vuelto por el mismo sitio. Mi guía conoce a todos y cada uno de los muleros y los porteadores, y se echa su conversación con cada uno. Es curioso cómo se saludan. Yo me había fijado en que aquí, cuando doy la mano la dejan muerta, cosa que en España está bastante feo, pero es que aquí se saludan así: se tocan la mano pero sin agarrar, para después, según la confianza, colmarse a abrazos. Si no hay mucha confianza, solo juntan las manos y manita al pecho, y si son vecinos del pueblo, cinco minutos de abrazos. El guía me cuenta que a muchos no los ve desde el año pasado, los que son de Skardu, y que a los otros, los que saluda con tanto amor, son de su pueblo, de Hushe. A mitad del camino llegamos a una explanada con árboles donde cada grupo ha preparado las cosas para comer. El grupo pakistaní está con su cabra y sus 10 pollos bebiendo del río, y yo con mi guía y con Ibrahim, el ayudante. Nos hemos tomado unos noodles, unos tés y hemos estado hablando de mi trabajo, para luego pasar al tema estrella: los hijos. Dice que sabe que en España no tenemos más que uno o dos, pero que aquí en Pakistán lo normal son mínimo seis o siete. Él mismo son 9 hermanos y con 28 años ya tiene dos críos. Va tarde para los siete. Después de descansar, el cielo se ha encapotado y ha dado tregua el calorazo que me estaba cascando. que por un momento iba hasta mareado. En la segunda parte se sigue por el río, pasando por un glaciar y un par de puentes colgantes bastante impresionantes. El último tramo ha sido matador. Ha vuelto a salir el sol y han sido 3 kilómetros por arena tipo playa. No sé si me daba más calor el sol o la arena. Hemos llegado al campamento a las 14:30 directo a recomponerme y pillar agua bien fresca. Ya recuperado he podido disfrutar más del campamento. El entorno es bastante bonito. Hay al menos 5 grupos de turistas: un grupo de tres franceses, los pakistaníes de la cabra, que mi guia llama punjabis (son de Lahore), una pareja de un idioma irreconocible pero que parecen europeos, otra pareja de franceses y un chaval que está también solo. Me echo mis charletas con mi equipo, que se entretienen en enseñarme palabras en baltí, su idioma. Ya llevo unas cuantas: dong (vamos) culé culé (poco a poco) bajshis (gracias). Con esto mantengo yo una conversacion exitosa con el porteador medio del trekking He echado la tarde leyendo y refugiándome del calor. Lo de ducharme hoy es literalmente inviable. La ducha es un cubo que se llena con agua que baja del glaciar y con un capacito te la tienes que echar. Me he lavado la cabeza y por un momento creía que se me encogía de lo fría que está. Dormimos a 3.100 metros. Mañana la ruta es algo más corta, 15 kilómetros en los que subimos a 3.400 metros. Llegar a Concordia aún queda muy lejos. Lo que tengo claro es que el paso de Gondogoro La lo hacemos sí o sí, porque mi guía y el cocinero tienen unas ganas de ver a su familia que aunque sea me llevan a coscoletas. Si no subiéramos el paso, les supondría más de una semana más para llegar a Hushe, frente a solo 3 días. Estoy deseando que se haga de noche para meterme en el saco, ponerme un capitulito y morirme. Qué maravilla poder ver Netflix aquí perdido de la mano de Dios. Me recuerda a cuando hicimos el trekking del Ausangate en Perú y todas las noches en la tienda nos veíamos un capítulo de Paquita Salas. En este caso me estoy tragando una serie coreana de fantasía que cumple su función de absorberme: Alquimista de Almas. Etapas 4 a 6, total 35
TRACK de la ruta
La rutina es la misma que ayer. Despertador a las 5:30, desayuno a las 6 y andando poco antes de las 7. Me traje de España un medidor de la saturación de oxígeno, un oximetro. Antes de acostarme estaba en un 93, esta mañana al despertarme 96, buena señal. También es cierto que tampoco estamos muy altos, por lo que imagino que cuando estemos en Concordia la saturación me caerá a 85 fácil. Es bueno llevarlo porque si tienes caídas muy bruscas sirve un poco como medida objetiva para saber que algo va mal, sobre todo si la saturación cae por debajo de 75. Indicador de que hay que descender. Hoy la ruta ha sido durilla, pero no por la dificultad del camino o por desnivel. Ni siquiera por la altura. El calor. No me hubiera imaginado que me caería semejante palomo. Ni una maldita nube en los 20 kilómetros de ruta. Qué barbaridad. El viento viene fresco, pero cae tal sol y se anda sin una mala sombra que multiplica la dificultad por tres. La ruta, al igual que ayer, sigue por el río. Adentrándose ya hasta el inicio del glaciar Baltoro y empezando ya a ver picos tochos. El primer pico que se ve muy a lo lejos es el Broad Peak (8.051 m). Luego se ven los picos de Paiyu con el pico central asomando, otros picos que se conocen como la Catedral, y otros tantos siete miles que me iba diciendo el guía y yo le decía que ok sin entender nada. Hoy por fin he hecho amiguetes. Una pareja de suizos, que ayer identifique como la pareja que hablan un idioma irreconocible. Un dialecto del alemán. He coincidido con ellos a la sombra de una cascadita y hemos estado hablando. Sandra y Sebastián, de unos 45 años, están haciéndose un mes y medio de viaje por Pakistán. Los pobres van con un guía que se ve que no tiene ni papa de inglés. Cuando han visto que el mío habla inglés y que además maneja, yo creo que se han hecho más amiguetes míos por necesidad. Mi guía les ha enseñado una foto con una escaladora famosa de Suiza y ellos tan contentos. Hemos ido coincidiendo en las sombras hasta que a mitad del camino hemos llegado a una especie de campamento. Aquí hay una especie de cabañas, en donde el guía me ha dicho que me metiera. Me he asomado pero no se veía nada por el contraste de luz. La alternativa era la solana, así que me he metido hasta que, al acostumbrarse la vista, he visto dónde sentarme: unas especies de alfombras polvorientas, frente a un hornillo. Al rato han llegado mis amigos suizos y se han metido conmigo. Aquí hemos estado tomando unos tés, unos huevos, frutos secos y noodles. El chaval trabaja en el tema de equipos de protección antiincendio y la chica resulta que es psicóloga también. Ha estado toda su vida trabajando en la banca y hace cinco años decidió hacer un máster y trabaja, según he entendido, como psicóloga privada orientada a las empresas en el tema de motivación y demás. Hemos estado luego intercambiando información de Pakistán y me han dado un par de ideas que seguro tomaré prestadas. Después del té nos han quedado otras tres horas matadoras. Un sube-baja que termina girando hacia el glaciar Baltoro. Paradojas de la vida: el río baja con trozos de hielo y los porteadores y guías van poniéndose trozos de hielo en la gorra y en la boca. Lo de los porteadores y los muleros es brutal. Van parando con frecuencia pero al final me adelantan siempre. Los muleros no van con carga pero se hacen el camino corriendo detrás de las mulas. Viendo a esta gente, quejarse sería vicio, tienen una condición física asombrosa. Para las 15 hemos llegado por fin al campamento de Paiyu. Un campamento con vistas al glaciar, en la base de los picos Paiyu. Este campamento está en una especie de bosquecillo y se nota más hacinado. He llegado que me creía que tenía fiebre de la solana que me ha caido, me he puesto el termómetro y nada, más fresco que una lechuga. Recomponiéndome, Ibrahim, el cocinero, me ha colmado a galletas y a una especie de vegetales rebozados (pakoras) que, aunque aceitosos, me han sabido a gloria. Con polvo hasta las cejas, me he decidido a darme la ducha pakistaní. Tiene su historia. La parte de los aseos está alejada, la ducha es una pequeña cabina sin absolutamente nada dentro. A unos metros de la cabina hay una poza de la que cae agua directamente del glaciar Paiyu. En la poza hay unos bidones cortados por la mitad con un cazo dentro. Tienes que llenar el bidón hasta el punto que seas capaz de transportarlo de vuelta a la cabina. Con mi bidón de agua en la cabina, el procedimiento ya es el típico: cazos helados mientras te enjuagas. Con el calor que he pasado, hasta me ha dado gusto. Me he quedado después de los cazos de agua que me hormigueaba todo el cuerpo. Me he reiniciado. Hoy afortunadamente mi tienda está en sombra, así que me he tumbado a ver un capitulito y luego he estado un rato hablando con mis amigos suizos. Me cuentan que hay una vaca, que la llevan camino al campamento base. Aquí todo animal que se vea es muy probable que sea comida. La pobre cabrita del grupo pakistaní, a diez metros comiendo un robusto. Pobrecita. Hoy para cenar creo que no hay pollo, porque de los cuatro pollitos que llevamos quedan tres y el primero lo mataron hace dos días. Sinceramente, hoy con pasta con vegetales me daba con un canto en los dientes. A las 9, acostado. Como mañana caiga el mismo sol, me rindo. Ni K2 ni K3 Etapas 4 a 6, total 35
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