El avión lo tenemos a las 10. Hemos desayunado de buffet medio decente y con un Yango hemos ido al aeropuerto. La terminal de salidas nacionales es pequeñita pero debe ser bastante nueva. Hemos pasado todos los controles y con una hora de antelación hemos llegado al embarque. Parece que el avión finalmente sale, así que al menos me voy a librar de perder dos días en carretera, menos mal.
Hemos subido al avión y aquí es donde me ha dado el primer microinfarto (o infarto completo) del viaje. Subo a mi asiento. Coloco la mochila en la parte de arriba, la otra mochila en el asiento y... Mierda. Las botas, no están las botas. He entrado en pánico y ya las he visualizado en el hotel... Me he sentado, quedaban 10 minutos para salir y de repente se me ha iluminado la imagen de cómo las había metido en el carrito y las había pasado por el control de equipajes, por lo que me las tengo que haber olvidado ahí. Me he levantado y he hablado con el azafato, un tío amabilísimo. Se ha puesto en contacto con los de seguridad y en un minuto me han dicho que vuelva corriendo, que efectivamente, hay una bolsa verde sin identificar en el control de equipajes. Despistes míos... Con una sonrisa me han dejado pasar todos los controles y en diez minutos estaba entrando al avión para sentarme y despegar.
El vuelo a Skardu es de los más épicos que he hecho. Sin duda el que hice en su día en Nepal hasta el inicio del campamento base del Everest, Katmandú - Lukla, está en el top, pero este no se queda atrás. A diferencia del de Nepal, en que volaba en un Bombardier de dos hélices, aquí se vuela en un Airbus A320 normal y corriente, lo que hace que sean más bestias las maniobras que tiene que hacer, ya que es un avión grande. El avión va volando por el valle del Indo y a los 20 minutos el piloto nos anuncia que a nuestra derecha vamos a ver el Nanga Parbat, un ochomil de 8.126 metros (Imagen última del video que he puesto en la etapa de preparación). Por la ventanilla aparece imponente el pico. El piloto además se luce y se nota que se aproxima adrede. El vuelo sigue por el valle del Indo para, cuando llega a la altura del valle de Skardu, hacer un giro pronunciadísimo de casi 90 grados y meterse dentro del valle rodeado de picos de 6.000 metros. Al fondo del valle se ven las pistas y todo rodeado de montañas. No llego a imaginar cómo narices aterriza hasta que sobrepasamos las pistas para acto seguido el avión girar 180 grados y volver por el valle rozando las laderas de la montaña. Llega al final del valle y cuando parece que te vas a comer las montañas vuelve a girar 180 grados para ya sí, enfilar la pista. Chulísimo. Con razón se cancelan tantos vuelos. Es un aterrizaje puramente visual, no hay ningún tipo de ayuda más que la pericia de los pilotos, y para poder aterrizar aquí tienen que pasar una acreditación especial con no sé cuántas horas en simulador. Lo difícil está hecho, ya que para despegar parece ser que no es tanta historia.
La bajada del avión sigue aumentando la épica. La gente antes de subir al autobús que nos lleva a la terminal sale loca echándose fotos y terminan todos dispersándose en un sin Dios que nadie intenta controlar. Una bandera gigante de Pakistán en la ladera y un desierto con dunas rodeado de picos nevados. Un poco más pequeño el valle y no cabe el aeropuerto.
En la salida nos estaba esperando Isaaq (el dueño de la empresa) y Musa (el que será mi guía). De camino a Skardu me van contando que Musa ha hecho de guía de Edurne Pasaban y que la empresa sale en El filo de lo imposible. Mi guía la verdad que me da seguridad, el tío con sus pantalones Ternua y su camiseta de la Caja Rural diciéndome “amigo” y “hostia” cada dos por tres. Mucho hacer de la Ñ símbolo nacional, pero en todo el mundo conocen a España por el hostias.
Hemos llegado a Skardu en 20 minutos. Un pueblo rodeado de montañas y una calle principal llena de tráfico. Aquí son chiíes y me fijo que en las mezquitas hay banderas negras y que muchísima gente va vestida de negro. Hasta las niñas pequeñas van vestidas de negro con su velo y todo. Por todo el pueblo se escucha una música on cante, como si fuera un cante jondo. Una llamada a la oración pero como con más pesambre. Resulta que están en Muharram: el primer mes del calendario islámico. Para los chiíes es un mes de duelo en memoria del martirio del imán Husayn en la batalla de Karbala. De ahí las banderas negras, la música triste y el ambiente lúgubre, tan lúgubre que parece que impone respeto. Aún así no se ven malas caras y la gente me ve y me sonríe.
Una vez en el hotel he descansado un rato y para las 14 he pedido de comer y me han traído la comida a la habitación. La habitación es cutrecilla pero las vistas no están mal, hace buen tiempo y he comido bien a gusto. Después de comer me he ido a ver si me consigo hacer una SIM. Yo creo que me han timado porque me han dado la SIM a las 15:00, me han dicho que tardaba cuatro horas en activarse... Son las 21:30 y esto no funciona.
Volviendo de la SIM me he pasado por la mezquita que tienen en el pueblo y ya en el hotel el dueño de la empresa me ha dicho que me pille una moto y me vaya a ver el desierto helado. Ha parado a un mototaxi que por 4 euros me ha llevado hasta lo que llaman el desierto helado, Sarfaranga. Se va recorriendo todo el pueblo con mucha gente de negro, las mujeres llevan dulces y los hombres montan carpas donde reparten refrescos gratis, todo con música melodramática a todos los que da. Para nada parece una celebración, literalmente parece un entierro todo el pueblo. Al salir del pueblo la carretera bordea el valle del Indo con unas vistas espectaculares. Se va serpenteando hasta llegar a un puente colgante y por fin a la zona del desierto. Lo llaman desierto helado por tener dunas, aunque realmente, con la cantidad de precipitaciones que hay aquí, no se podría considerar desierto. Hay una zona donde los turistas locales vienen a calmar las ansias a base de jugarse la vida en jeeps a 200 por las dunas subidos en el capó y en quads. Montar en ultraligero, galopar en caballo por la llanura de tierra o tirar con el arco. Es un desierto enorme y se juntan todos en el mismo punto. A poco que se ha alejado mi mototaxi, nos hemos metido en una zona solitaria donde el hombrecillo me ha llevado media hora andando hasta unas vistas bonitas del valle y las dunas.
De vuelta al pueblo me he ido a echar las cuentas con Isaaq del viaje. La tontería al final me ha salido cara. Antes de pagar hemos estado hablando y me ha contado la cantidad de alpinistas que han venido y enseñándome fotos con Edurne Pasaban. Me ha contado que por una expedición al K2 de Islamabad a Islamabad de dos meses de duración con todo incluido cobra, para una persona sola, unos 25.000 euros. Suena un disparate pero el Everest es fácil el doble. Hemos estado una hora larga hablando, me ha puesto mi inglés al límite y a veces la conversación caía en el punto muerto típico de cuando te preguntan algo, tú no te enteras de una mierda, le respondes “yes” y se ve que lo que te preguntaba no era una pregunta de yes or no... En fin. Cansado se me licua el cerebro.
Ya de noche, poco más. Hace fresquete y en la terraza del hotel me he comido unos noodles con los cantes funerarios de fondo (que me van a dar la noche me parece a mí) y fin. Mañana a las 7:30 salimos para Askoli, donde se comienza el trekking.