![]() ![]() LA ULTIMA FRONTERA. CRONICAS DE ALASKA ✏️ Blogs de USA
Diario de un viaje de tres semanas por Alaska a mi aire en otoño de 2011Autor: Mikes Fecha creación: ⭐ Puntos: 5 (7 Votos) Índice del Diario: LA ULTIMA FRONTERA. CRONICAS DE ALASKA
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Etapas 13 a 15, total 15
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![]() La última semana de mi viaje por Alaska volví a la costa. Mi idea era pasar un par de días en la ciudad de Valdez y desde allí coger un ferry a la Peninsula de Kenai y pasar los últimos días recorriendo esa zona antes de acabar en la bastante fea ciudad de Anchorage. He de decir que en esta etapa me debí contagiar algo del despiste que llevaba encima el alemán, y si hubiese sabido lo que me esperaba me hubiese quedado un día mas en McCarthy. Dentro de nada sabreis porqué. Para llegar hasta Valdez (allí se pronuncia algo así como Valdisz) tenía que retroceder hasta la Richardson Highway y desde allí dirigirme al sur dando botes hasta llegar al final de esta carretera, que está situado en dicha ciudad. No tenía ninguna prisa por llegar, me bastaba con estar allí a primera hora de la tarde por lo que podía tomármelo con toda la calma del mundo. Recorrí despacio la McCarthy road parando innumerables veces a fotografiar los bosques que hay a lo largo de la pista. Una parada mas en Chitina para repostar, con la consiguiente charla y café con la amable dependienta de la gasolinera, y estaba listo para volver a la costa. ![]() Cuanto mas me iba acercando a Valdez peor pinta tenía el día. Unos treinta kilómetros antes de llegar empezó a descargar una tromba de agua, de esas que hacen que no se vea a tres en un burro a diez metros, y ya no paró de llover prácticamente hasta que se hizo de noche. La idea era pasar dos noches en Valdez y desde allí coger un ferry hasta la península de Kenai. Para el día siguiente tenía pensado hacer alguna excursión por la zona e incluso remar un rato en kayak. El problema fue que dado que la previsión era de bastante mal tiempo, incluyendo densos bancos de niebla, se habían suspendido todas las excursiones para el día siguiente salvo los cruceros, que no me interesaban dado que éstos recorrían la misma zona por la que iría un día después con el ferry. Puesto que mis planes para el día siguiente se habían venido abajo lo siguiente que hice fue intentar cambiar mi ferry y adelantar mi marcha un día, lo que resultó igualmente imposible porque para ese día no había barco previsto hacia Kenai. ![]() Total, que me encontré en Valdez con mal tiempo y un relajado día y medio por delante, de ahí que en aquellos momentos pensase que mejor si me hubiese quedado un día mas en McCarthy pues, para empezar, hacía bastante mejor tiempo. Por otra parte hay que decir que en Valdez el alojamiento es, por razones que desconozco, bastante caro incluso para ser Alaska y los hoteles en general son un tanto cutres. De hecho la habitación en Valdez me costó por noche lo mismo que la de Fairbanks y no había ni punto de comparación. Del desayuno mejor no hablamos. La ciudad de Valdez es tristemente célebre por dos trágicos sucesos. Al primero de ellos, ocurrido el 27 de marzo de 1964, se lo conoce como el "terremoto de viernes santo", cuyo epicentro estuvo situado a unos noventa kilómetros al oeste de Valdez. Si éste provocó graves daños en la ciudad, el tsunami que se produjo como indeseada consecuencia del mismo terminó de arrasarla por completo. Entre el terremoto y el tsunami fallecieron 128 personas y la ciudad fue totalmente reconstruida en un nuevo emplazamiento situado a unas cuatro millas del original, en un punto mas elevado y mas seguro. La segunda catástrofe se produjo casi veinticinco años después, concretamente en la madrugada del 25 de marzo de 1989, cuando el petrolero monocasco Exxon Valdez -ironías de la vida, llevaba el nombre de la ciudad-, encalló contra un arrecife en el Prince William Sound pocas horas después de zarpar del puerto de Valdez con destino California. Una sucesión de negligencias terminaron con la colisión del buque contra un risco perfectamente señalizado en las cartas marinas. Al parecer se había desviado de su ruta de salida, con autorización de la Guardia Costera, para esquivar los icebergs existentes en la misma. Un oficial que no tenía autorización para pilotar en esas aguas, otro que faltaba de su puesto en la estación de proa, el piloto automático, que al estar conectado impidió cualquier maniobra de emergencia y, según parece, unas cuantas copas de mas que llevaba el capitán encima son algunos de los factores que provocaron que aproximadamente treinta y siete mil toneladas de crudo fueran vertidas al estuario, provocando una catástrofe medioambiental sin precedentes cuyos efectos aun se siguen notando. Después de la catástrofe el buque fue reparado y vendido por su propietario, la compañía Exxon, y ha seguido navegando desde entonces con diferentes nombres para distintos propietarios hasta hace apenas unos días. Su último dueño acaba de anunciar su retirada de la circulación y su venta a una empresa que se encargará de desguazarlo y convertirlo en chatarra. ![]() Hay un pequeño museo en Valdez sobre la historia de la ciudad en el que aparecen ampliamente reflejados ambos desastres. Vale la pena dedicarle un rato. Por lo demás la ciudad no tiene mucho mas. En los alrededores, un bonito glaciar casi a pie de carretera y varios senderos que se internan en las montañas que rodean Valdez son alternativas mas que suficientes para aprovechar el día. La pena fue la niebla que había por toda la costa, que daba al puerto un aspecto bastante fantasmagórico y me fastidió el plan del kayac. Por otra parte entre las ventajas que tiene ir a un sitio como Valdez está la de que la dieta es un poco mas variada, dado que en los restaurantes, además de las inevitables hamburguesas y similares, hay pescado. Aproveché esas dos noches para cenar halibut. Estaba muy rico pero tengo que reconocer que me gustó mas el que comí a la parrilla el año anterior en Forks, Washington. ![]() La mañana que me marchaba amaneció como la anterior, muy nublado y lloviznando. El ferry a Whittier salía a media mañana y aproveché mi último rato en Valdez para dar otra vuelta por el pueblo y sacar alguna foto antes de embarcar hacia la bonita Península de Kenai, penúltima etapa de mi viaje por Alaska. Etapas 13 a 15, total 15
![]() [align=justify] El ferry que me debía dejar en la península de Kenai atracó puntual a mediodía en el puerto de Whittier en medio de un potente aguacero. Mis planes consistían en dirigirme a la ciudad de Seward, en uno de los extremos de la península, y pasar allí un par de noches, empleando el resto del tiempo que me quedaba antes de ir a Anchorage en recorrer el resto de la península sin grandes planes preestablecidos. ![]() Whittier es un pueblo de aspecto un tanto extraño. Posiblemente tenga que ver con su origen militar. Durante la Segunda Guerra Mundial, como maniobra de distracción para ocultar su verdadero objetivo, el atolón de Midway, los japoneses bombardearon Unalaska y ocuparon otras dos pequeñas islas en el extremo de las Aleutianas, Attu y Kiska, momento en el que los Estados Unidos parecieron darse cuenta de que su nevera del norte tenía mas importancia estratégica de la que parecía en un primer momento. Así, se fundaron varias bases militares a lo largo y ancho de Alaska y se construyó una carretera en nueve meses que unía los territorios del norte al resto de los Estados Unidos atravesando Canadá, la popularmente conocida como “Alcan” o la Alaska - Canadá Highway, de mas de dos mil kilómetros de longitud. Una de esas bases fue Whittier, un puerto natural que tenía la ventaja de que sus aguas no se congelaban durante el largo invierno. La base militar ya no existe pero en el pueblo han quedado como legado, reconvertidos en viviendas, varias feas torres de hormigón que no hacen precisamente justicia al entorno. ![]() Un túnel de un solo carril compartido con el tren comunica Whittier con el resto de la península por tierra. Son varios kilómetros de galería. En el peor de los casos tocará esperar un cuarto de hora a que el semáforo se ponga en verde y se pueda iniciar la marcha. Yo tuve suerte, pues tenía el paso libre cuando llegué a él y no tuve que esperar ni un minuto. Lo que son las cosas y el clima de esta zona, al otro lado del túnel llovía bastante menos. Por delante tenía un par de horas de viaje hasta Seward por un excelente carretera. Apenas paré, pues tenía que volver por esa misma ruta un par de días después y me sobraría tiempo para ello en ese momento. Ahora mi prioridad era llegar a Seward y cerrar mis planes para el día siguiente. Puesto que lo del kayak en Valdez no me había salido bien pensaba resarcirme pasando un día de pesca. ![]() Los siempre amables empleados de la oficina de información de Seward me dirigieron rápidamente a una empresa que tenía prevista una salida para el día siguiente. Unos doscientos y pico dólares después tenía reservado pasaje para un largo día de navegación y pesca del halibut por la costa de Alaska. Antes de ir hacia el albergue me di una vuelta por el centro del pueblo. Para variar, éste me gustó, aunque no tenía gran cosa ni había un solo edificio que destacara pero en conjunto era bonito. ![]() A la mañana siguiente me levanté temprano pues tenía que estar a las siete en punto en la oficina de la empresa con la que pasaría el día navegando y, esperaba, pescando. No desayuné demasiado y desde luego tomé muy poco líquido, apenas un té para evitar el dolor de cabeza mañanero que me machaca siempre que mi desayuno no incluye un café o, en su defecto, té. El tomar pocos líquidos (o ninguno) es el clásico truco para que aquellos, como en mi caso, poco acostumbrados a navegar evitemos mas fácilmente el mareo que provocan el mar picado y un barco pequeño. En mi caso además acompañé el té con una biodramina, por si acaso. Creo que es la primera vez que tomo esa pastilla. No se si funcionó pero lo cierto es que pasé un buen día. Otros pasajeros del barco no pudieron decir lo mismo. Y es que, salvo que estés muy acostumbrado a navegar por mares salvajes como el de Bering, ponerse a tomar café en taza gigante al mismo ritmo que los burros el agua es, a mi juicio, una insensatez que sólo puede terminar con medio cuerpo asomado fuera de la borda y el desayuno convertido en comida para los peces. ![]() Puede que el error o, pongamos, el exceso de confianza viniese dado por el hecho de que las aguas del fiordo en cuyo fondo estaba el puerto de Seward fuesen como una balsa de aceite. El movimiento empezó al salir a mar abierto y ahí navegar, al menos para algunos, no fue tan divertido. Para mi si que lo fue. Lo cierto es que me moría de ganas de pasar un día en un mar habitualmente tan agitado como el de Bering. Si además caían un par de piezas mejor que mejor. Toda la costa que pudimos ver desde el barco es tremendamente abrupta, castigada sin piedad por unas olas que no paran de romper en los farallones de los acantilados. Es así un tanto antipática para mi gusto pues a pesar de ser un paisaje magnífico con innumerables cascadas , glaciares y fiordos de fondo, daba la sensación de que los navegantes no seríamos nada bien recibidos, pues apenas se veía un metro de costa en el que fuese posible desembarcar. No me parecía precisamente un buen lugar en el que naufragar. Esa costa no nos recibiría amigablemente, llegado el caso. ![]() Varias horas después de zarpar paramos en mitad del mar y quedamos a la deriva. Imagino que el sonar señalaría la presencia de un banco de pescado y que eso convertía aquel lugar en uno tan bueno como cualquier otro para echar los anzuelos al agua. El cebo, trozos de arenque. No se si con un sonar es posible distinguir un banco de halibut de uno de sardinas o de una ballena. La realidad es que todos los pescadores empezamos a sacar del agua pequeños tiburones del tamaño de mi brazo que dieron cuenta rápidamente de los cebos que tanto el patrón como su ayudante iban colocando en nuestros anzuelos. Tras devolver al mar una buena cantidad de tiburones (yo saqué tres), todos vivos y con sus aletas intactas, por supuesto, el patrón decidió continuar la marcha durante un rato y buscar un lugar mejor en el que pescar lo que todos buscábamos, un par de sabrosos halibut por cabeza. Eso sí, no puedo negar que ese rato de pesca fue tan divertido como el siguiente pues los tiburoncillos aquellos tiraban bastante los condenados. ![]() El día mejoraba, empezaba a salir el sol y a calentar un poquito, con lo que la travesía era incluso agradable, aunque no se puede decir que hubiese buena mar precisamente. No soy capaz de decir cuantas horas navegamos ese día aunque si que fueron muchas. Un rato después de ponernos de nuevo en marcha y dejar atrás aquel banco de tiburones volvimos a pararnos y vuelta a empezar. Esa vez la pesca se dio mejor pues empezamos a sacar del mar lo que habíamos ido a buscar, halibuts, concretamente dos por cabeza que es el cupo al que nos autorizaba nuestra licencia. Fue entretenido a pesar de que sacar a pulso de una profundidad de unos setenta y cinco metros peces de tres o cuatro kilos costaba lo suyo. ![]() A primera hora de la tarde nos pusimos en marcha de nuevo con rumbo a puerto. La chica que venía como tripulante en el barco se pasó buena parte del viaje de vuelta limpiando y preparando el pescado. Impresionaba verla trabajar, la verdad. Llegamos a media tarde a Seward. La mayoría de los pescadores optaron por enviar sus capturas, convenientemente empaquetadas, a casa. Puesto que en mi caso eso no era posible opté por quedarme con una hermosa ración para cenar esa noche y donar el resto para caridad. En resumen, creo que es la ración de pescado mas cara que he comido en mi vida pero valió la pena. Me divertí. ![]() La mañana siguiente amaneció despejada. No tenía ningún plan preconcebido salvo coger el coche y recorrer la península, hacer alguna parada por el camino e incluso darme un pequeño paseo, aunque la pierna seguía molestándome bastante y no iba a dar mucho de si. La carretera que bordea la península de Kenai termina en Homer, a varios cientos de kilómetros de donde estaba y ese fue al final mi destino. Por el camino lagos, ríos, bosques en pleno otoño y unos cuantos pueblitos, algunos de cuyos pequeños edificios delataban su origen ruso. Como hacía buen día al final opté por llegar hasta Homer, al final de la Sterling Highway. De todos los pueblos que conocí a lo largo de mis tres semanas recorriendo Alaska creo que Homer fue el que mas me gustó de todos. Ubicado en el costado de una bonita bahía una lengua de tierra se adentra unos ocho kilómetros en el mar formando una barrera que convierte esa bahía en un enorme puerto natural. Al final de la misma restaurantes, tiendas, alguna galería de arte y empresas que ofertaban todo tipo de excursiones y actividades en torno a un pequeño faro daban al lugar un aspecto ciertamente pintoresco. ![]() Esa noche me alojé en un albergue que había en Homer. Estaba francamente bien y siendo ya fin de temporada tuve suerte y lo tuve para mi sólo. Al día siguiente tenía que llegar a Anchorage, la mayor ciudad de Alaska aunque no su capital, donde mi viaje por el 49º Estado de la Unión tocaría a su fin. Pero ese es otro capítulo, uno breve, el último. ![]() Etapas 13 a 15, total 15
Anchorage es la mayor ciudad de Alaska, aunque no su capital. Mas de un tercio de la población del estado se concentra en esta bastante fea ciudad. Básicamente consiste en unos cuantos edificios tipo colmena en el centro con varios rascacielos (a escala de Alaska, no de Nueva York precisamente), entre ellos el clásico Hilton, edificio que por dentro ignoro cómo será pero por fuera es de una vulgaridad que asusta; y después unos kilométricos suburbios al estilo norteamericano puro y duro, es decir, casas de madera todas diferentes y con jardincillo, normalmente lleno de trastos, junto con multitud de talleres de reparación de coches y avionetas y negocios de todo tipo, pequeños y grandes almacenes y centros comerciales de barrio. En resumen, totalmente prescindible. Ahora bien, teniendo en cuenta que Anchorage es el principal punto de entrada en Alaska por vía aérea pasar por allí es poco menos que inevitable.
![]() En mi caso estuve en esa ciudad mas o menos un día, tiempo de sobra para ver lo poco (por no decir nada) de interés que hay en ella. Dado que los últimos días en Kenai mi idea era improvisar la ruta sobre la marcha, no tenía mas remedio que hacer noche en ella. El horario de mi vuelo me obligaba a estar en el aeropuerto a primera hora de la tarde y no podía arriesgarme a tener que llegar a la carrera desde donde estuviese. En mi caso ese lugar era Homer, que quedaba a unas cuatro horas de viaje. Muy justo para hacer en el mismo día y eso sin tener el mas mínimo contratiempo. Salí de Homer lloviendo y no paró prácticamente en ningún momento hasta que llegué a Anchorage. De todas formas, como buena parte del camino consistía en deshacer lo andado tampoco me importó demasiado, aunque perdí la oportunidad de parar en un punto en el que en ocasiones, y con la marea apropiada, se ven cerca de la costa, desde la misma carretera, ballenas beluga. Fue el único inconveniente de ese día, pero en Alaska no se puede confiar en que uno va a llegar al sitio preciso en condiciones idóneas para hacer lo que quiera hacer. No es tan fácil y los planes no siempre salen bien porque el clima manda y allí cambia con demasiada facilidad. Total, que me planté en el albergue que tenía reservado en Anchorage a primera hora de la tarde del día anterior a mi regreso a casa. Tras instalarme decidí darme una vuelta por el centro de la ciudad. No me llevó mucho que se diga porque realmente no hay nada que ver, así que dediqué un rato a hacer algunas compras. No deja de sorprenderme lo barata que es la ropa en Estados Unidos, aunque Alaska sea mas caro que el resto del país. Así pues dediqué la tarde a comprar algunos regalos que tenía pendientes y después me volví al albergue a cenar y a organizar el equipaje que tenía que facturar al día siguiente. ![]() En el albergue me encontré con que tenía un compañero de habitación que también era de Bilbao. Creo que le eché un jarro de agua fría porque el chaval acababa de llegar y se iba a pasar allí tres semanas. Su problema era que prácticamente no se había informado nada antes de llegar y no sabía que, para ir de turismo a Alaska, un 20 de septiembre es pronto para algunas cosas y muy tarde para otras. En su caso quería ver auroras boreales y, aunque posible, en esa época es poco probable, mientras que para todo lo demás que ofrece Alaska ya era muy tarde, con Denali y Wrangell - St. Elias cerrados y con la zona costera con la temporada prácticamente finalizada, a falta de tres o cuatro días para echar el cierre. Para conducir por el estado no iba a tener mayor problema pero dudo que pudiese hacer mucho mas. Espero que le fuese bien y que a pesar de todo disfrutase del viaje. A la mañana siguiente poco me quedaba por hacer salvo volver al centro y, aprovechando que había salido bastante buen día, hacer alguna foto de la ciudad si es que lograba encontrar alguna vista que compensase el esfuerzo. Alguna cayó, aunque no muchas. Un almuerzo ligero y una parada en la gasolinera para repostar el coche antes de devolverlo fue lo último que hice antes de llegar al aeropuerto, con las consabidas tres horas de antelación a la salida del vuelo. Ese es el margen con el que recomiendan estar para coger un vuelo internacional en Estados Unidos (y ahora en casi cualquier parte del mundo). A mi me pareció bastante excesivo porque los controles de seguridad al final tampoco son para tanto y ese es un aeropuerto pequeño, pero tampoco te la puedes jugar así como así. Sobre los controles he de decir que he conocido varios aeropuertos no estadounidenses donde pasar esos filtros lleva bastante mas tiempo. ![]() Me dio pena subir al avión porque había disfrutado mucho del viaje aunque, por otra parte, estaba bastante cansado. Alaska no es un destino fácil si lo que pretendes es algo mas que sacar unas cuantas fotos desde el arcén de la carretera. Varios días de caminatas y acampada, 1870 millas conduciendo, unas cuantas navegando, muchas mas volando y tres semanas después de salir de casa aterrizaba de nuevo en Frankfurt, donde iba a pasar una última noche antes de llegar a Bilbao. Cosas de los horarios de las aerolíneas. Sin embargo no puedo quejarme puesto que Frankfurt me gustó, y además mucho o, al menos, lo que me dio tiempo a ver. ![]() Siendo sinceros he de decir que al planear este viaje no me preocupé de informarme de esta ciudad mas que lo justo para llegar al albergue desde el aeropuerto y poco mas. Del resto pensaba enterarme cuando llegase al albergue, donde esperaba conseguir el típico plano gratuito que me permitiese darme una vuelta por allí sin tener que parecer demasiado perdido. Teniendo en cuenta que el albergue estaba en pleno centro lo del mapa resultó ser totalmente prescindible. Aunque me dieron uno no lo saqué del bolsillo. ![]() Si soy sincero mis conocimientos sobre Frankfurt eran bastante limitados antes de hacer este viaje. Básicamente consistían en saber que aquí está la sede del Banco Central Europeo, que hay una salchicha que lleva el nombre de esta ciudad y, para los de mi edad, una cosa mas y no menos importante, pues Frankfurt es la ciudad a la que se llevaron a una pobre niña llamada Heidi para arrojarla en las garras de una especie de bruja solterona con pinta de grulla llamada “Señorita Rottenmeier”, que consiguió aterrorizar a toda mi generación. Comprenderéis que las referencias no invitaban demasiado al optimismo… ![]() Sin embargo he de decir que lo que vi de Frankfurt me encantó. Igual ayudó que esos días se celebraba una especie de pequeño mercado de productos artesanos, entre los que se contaban varios tipos de salchicha y no menos clases de cervezas alemanas. Como os podréis imaginar me puse morado a bocadillos de salchichas de nombres impronunciables acompañados de cervezas de diferentes e igualmente complicadas denominaciones, lo que me ayudó a superar el jet lag con bastante facilidad. De hecho, dado que al día siguiente mi vuelo salía por la tarde volví a almorzar allí, por supuesto mas salchichas y mas cervezas. Ésta pequeña degustación de salchicha y cerveza unida al codillo que me cené la noche antes de llegar a Alaska acompañado de la inevitable, y bastante repugnante, col amarga que los alemanes se empeñan en colocar como acompañamiento, ha hecho que en estos momentos me considere poco menos que un experto en gastronomía germana. No me extraña que a éstos hasta la paella o la tortilla congelada mas cutre les parezca un manjar. Tienen el paladar educado a base de martillazos. ![]() En fin, gastronomía alemana aparte, aproveché la tarde que llegué a Frankfurt para dar una vuelta por el centro y la mañana siguiente para completar el recorrido, incluida una visita a lo alto de la torre de la catedral para ver sus impresionantes vistas de la ciudad y otra al francamente interesante Museo Judío. En ello se me fue la última mañana de mi viaje. Para ese entonces Alaska quedaba ya bastante lejos, aunque no tanto como la sentí en el momento en que el 737 de Lufthansa aterrizó en Bilbao y me desperté de golpe en la cruda realidad, la de que un par de días después tenía que volver al trabajo y que para el próximo viaje tendría que pasar un año, un largo invierno y una vuelta a empezar con planes, preparativos y nervios. Ese aterrizaje en la pista de Bilbao es una pesadilla que se repite año tras año. Es como un mal sueño que no me apetece nada tener pero que se que inevitablemente voy a sufrir, al menos hasta que me toque la lotería... ![]() Etapas 13 a 15, total 15
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