Después de esta primera noche en el hotel Iberostar Palmyre, en Tozeur, nos levantamos con ganas de volvernos a encontrar con este gran desierto del Sáhara. El hotel está bien, correcto, sin grandes pretensiones, pero cómodo. Una piscina con vistas al palmeral. La cocina normalita, no demasiada variación pero muy buenas aceitunas y mejores mandarinas.
Visitamos temprano un pueblo cerca, llamado Nefta, con un gran palmeral, el mayor de esta zona. Lo vemos desde un mirador en alto antes de entrar en el pueblo. Hace un frío que pela, el frío del desierto, que es frío frío.

Vemos los primeros vendedores de souvenirs, que aquí el número uno de ventas son las rosas del desierto, una curiosa formación cristalina al solidificarse la sal de los numerosos lagos salados que hay en el zona. Existen estas piedras desde pequeñitas como una nuez hasta enormes, de varios kilos, algunas en buenas condiciones pero la mayor parte con las aristas rotas, los que les hace perder su belleza. Pongo alguna foto de ellas.





Por la tarde visitamos el centro de Tozeur, su mercado, donde venden mas de lo mismo, piedras, pañuelos, babuchas, cestos y por supuesto dátiles, los dorados casi transparentes que son riquísimos.
Damos un paseo en caleza por el pueblo y el palmeral y a continuación nos llevan a un museo, privado, en un hotel, el museo de las tradiciones. Recrea una casa de ricos de la zona, casi un palacio. Hay una feria de artesanía de bereberes.






