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Este era el primer día de nuestra particular ruta por los parques nacionales cercanos a Las Vegas a excepción del Grand Canyon, que acordamos visitarlo a la llegada de Miguel por considerarlo algo imprescindible por ver y que nadie podía perderse.
Así que, de forma vista y no vista, tuvimos que abandonar la ciudad de los casinos y a la que luego volveríamos varias noches más después de los parques. Ya por la mañana todo se veía distinto y conducir resultó ya bastante sencillo, aunque no lo fue tanto el salir de la ciudad hasta que conseguimos señal con el GPS, que salió en nuestra ayuda cuando más lo necesitábamos.
Al rato nos encontrábamos ya en plena interestatal 15 y rodeados de desierto de Nevada con altas temperaturas y todo tipo de megacoches y ‘monster trucks’ que nos adelantaban a diestra y siniestra sin respetar mucho el límite de 70 mph que marcaba el estado. Sin darnos cuenta nos adentrábamos más en el Wild Wild West, y el desierto empezaba a dejar entrever a lo lejos montañas de color rojizo y vegetación típica de las pelis del Western, cosa que iría incrementándose con los días.
Sin haber desayunado, decidimos hacer una parada técnica lo antes posible y de improviso nos vimos tomando nuestro primer ‘American breakfast’ en un típico café de carretera y con camarera incluida, sólo que le faltaba la jarra de café para haber completado el tópico. Al principio aquellos breakfast burritos que nos metimos entre pecho y espalda nos hicieron reír un rato por lo salvajes que parecían, pero a lo largo del día, bien que los quemamos, como luego podréis comprobar.
Ya habiendo repuesto fuerzas, y otra vez en carretera, en poco tiempo estábamos atravesando por primera vez la frontera del estado de Arizona, con lo que eso conllevaba: grandes multas por exceso de velocidad, gasolina más barata y obligación de llevar las luces de cruce encendidas durante todo el día (sí, cada estado marca sus leyes en todo, lógicamente incluyendo las de seguridad vial, así que enteraros bien si decidís conducir por varios estados porque cada uno va ‘a su bola’).
Y con el cambio de estado, cambio en muchas matrículas: veíamos ya las matrículas de Arizona (‘The Grand Canyon State’: estos no se complican), que son las más chulas que vi, y la única que me llegué a comprar como recuerdo al final, a pesar de que el símbolo del cactus en ella resultó ser uno de los grandes timos americanos, porque cactus no vimos ni uno.
Con todo, apenas habíamos disfrutado del estado ‘arizónico’ cuando ya nos metimos de lleno en el de Utah (‘Life elevated’), con su característico arco natural del parque nacional Arches, que no pudimos visitar. Si bien, Arizona se promociona con su gran parque nacional y su famoso desierto, el estado de Utah puede hacer galardón de tener una gran colección de parques nacionales, entre los que están el propio Arches, Zion, Bryce, con mención aparte al Monument Valley, por estar regentado por indios navajos.
Nuestro primer destino del tour por los parques nacionales era Zion N.P., que recibía su nombre por ser fundado por mormones, quienes, de forma muy religiosa, dedicaron su nombre a la antigua ciudad bíblica de Sión. El parque, al igual que el resto, está sumamente cuidado y además en este en particular (cosa que nos gustó), se ha prohibido el paso de vehículos particulares a partir de cierto punto, a fin de preservar el medioambiente al máximo. Para visitarlo, salen autobuses eléctricos continuamente desde el Visitors Centre al principio del parque y están perfectamente diseñados para que puedas mirar en todas direcciones incluso a través del techo semi-acristalado.
La idea que teníamos para visitar este parque era hacer uno de los ‘trails’ (excursiones) que te ofrecen seguir y que te recomiendan según su grado de dificultad. Pablo y yo habíamos concretado hacer una de las que dicen ‘duras’ y que se llamaba ‘Angel’s Landing’ (unas 4h ida y vuelta), que consistía en una caminata hasta el pie de uno de los riscos centrales del parque y la subida hasta su cumbre, con algunos tramos algo interesantes por cadenas a las que había que agarrarse. He de decir que sabíamos que merecería la pena y aunque el esfuerzo fue doloroso a veces, os aseguro que repetiría por lo que vimos allí arriba.
Bien, justo antes de entrar al parque y entre las miles de tiendas de comida y recuerdos, como sabíamos lo que nos esperaba, nos agenciamos material imprescindible para la subida: comida, abundante agua, crema solar y sendos sombreros de cowboy que fueron un buen timo pero que nos vinieron de lujo para todo a lo largo de todo el viaje… (y para las fotos eran la leche!). Aquí fue donde empezaba el parque:
Por fin aparcamos algo alejados de la entrada y pillamos un autobús gratuito que te lleva hasta la entrada y el Visitors Centre. En la taquilla nos atendió un amable ‘ranger’ con su atuendo típico y decidimos comprar el pase anual de los parques (80$), que te da derecho a entrar a un vehículo con 5 ocupantes a todos los parques nacionales (no regentados por navajos) durante todo un año. Y le sacamos provecho. Con la entrada siempre te dan el folleto de información de cada parque y varios mapas para que puedas elegir tu excursión. Aquí la foto del cartel del parque:
Y nada más entrar, ya empezamos a flipar: el parque Zion es el cañón del río Virgin, que discurre con caudal todo el año, y toda la visita se realiza desde el fondo del cañón, de manera que a ambos lados puedes ver cómo montañas colosales de roca rojiza y pardusca se levantan hasta cientos de metros y si tienes suerte puedes ver cataratas por medio. Todo el río está acompañado de bastante vegetación, cosa que no sucede en los otros parques que vimos (a excepción de Yosemite, claro), y el conjunto hace que sea un lugar único, como podréis ver en las fotos. Aquí el Visitors Centre:
Cogimos el shuttle desde ahí y fuimos flipando con lo que íbamos viendo: aquí una foto con los tres picos que llaman los Tres Patriarcas (de izquierda a derecha Abraham, Isaac y Jacob), fruto de los mormones.
El autobús circulaba por una carretera de color rojo que habían pintado para mimetizarse con el ambiente y realizaba varias paradas para otros excursionistas hasta que por fin y a mitad de camino del total (tarda en total 45 min ida y 45 min vuelta), nos bajamos en la parada llamada ‘The Grotto’, donde comenzaba nuestra ruta. Aquí veis el río Virgin y el entorno del comienzo de la ruta:
Y aquí nuestro objetivo: la cumbre del Angel’s Landing (el de la izquierda), que no parece gran cosa, pero, luego cambias de opinión, y si no, comparad con el tamaño de la gente abajo:
Pues cogiendo aire y fuerzas, comenzamos la empinada subida primero por rampas en forma de zig-zag, como la que veis en la foto, y con ‘ardillas reticuladas’ cruzándose a cada paso:
Y ya empezaba a verse el cañón por uno de sus lados. Al rato, las rampas dieron lugar a otras rampas ya rectas y en sombra y otro pequeño cañón muy estrecho que nos hacía recordar uno de los altos riesgos del parque que es el de las riadas repentinas de agua y que pueden suceder en períodos de lluvias y que recomiendan preguntar antes de adentrarse solos. De vez en cuando el camino aguardaba cosas como estas:
La siguiente etapa fue la más dura para mí, y si no, ved las fotos (sobran los comentarios):
Las vistas iban siendo increíbles y además, con la caída del sol, los colores rojos empezaban a cobrar protagonismo, como se ve aquí:
Cuando parecía que habíamos alcanzado la cumbre, vimos la estampa de una pared estrecha por la que subía la gente y descubrimos las tiras de cadenas que subían por ella:
Y ya por fin, después de una última subida algo dura (no apta para personas con vértigo) y bastante ayuda de cadenas y rodillas, llegamos arriba. Era el momento de las vistas, el descanso y las fotos como estas:
Bastante exhaustos, emprendimos el descenso hasta abajo donde retomamos el shuttle para ir hasta la última parada del parque (Shinawava’s Temple) de donde partía otra de las rutas (Riverside Walk) que enlazaba con la ruta más complicada de todas y que, obviamente no íbamos a realizar. Dimos un paseo por la primera hasta donde corre el lecho del río sobre cantos rodados y no puedes seguir avanzando sin calzado y equipo adecuado y decidimos dar la vuelta en ese punto. Aún así, vimos muchos excursionistas que se adentraban río arriba siguiendo la ruta de los ‘Narrows’, donde se estrecha el cañón y que sólo puede realizarse si se hace pasando la noche dentro y con mucha experiencia e información sobre el tiempo, pero os invito a pasar por las páginas de internet si queréis saber lo que se vería al final del camino.
De vuelta ya hacia el coche se hizo de noche y se vieron varios ciervos paseando por la carretera. Esa noche no teníamos reserva y la echamos en falta después del palizón (¿dónde quedaron los calóricos breakfast burritos del desayuno…?) y empredimos rumbo hacia el parque del día siguiente esperando encontrar un típico motel de carretera americano para pasar la noche. Atravesamos la parte del parque Zion accesible para los coches y comenzó una epopeya nocturna de camino de montaña en obras y sin señalizar y a veces, sin asfaltar.
Por suerte, llegamos a un lugar llamado Mount Carmel Junction, donde encontramos un motel de los típicos con un cartel luminoso del que apenas brillaban tres letras, todo junto con dos gasolineras y dos restaurantes… para qué pedir más! Y allí, en ese cruce de carreteras (junction) y con el descanso bien merecido, caímos finalmente agotados de la dura jornada con la que habíamos comenzado el viaje.
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