El plan del día era muy ambicioso: ver algo de la península de Otago a primera hora para luego recorrer los Catlins hasta Invercargill. Total, algo más de 300 km en más de 5 horas conduciendo. Como algunos estaréis pensando, resultó ser demasiado ambicioso y nos quedaron cosas por ver.
Empezamos bien prontito con una visita al Royal Albatross Centre, en la punta de la península de Otago y a aproximadamente media hora del camping. No teníamos intención de entrar, pero sí nos hubiera gustado ver los albatros volando desde el parking. Lo malo es que estos bichos son tan grandes que sólo pueden volar cuando hay mucho viento, y a pesar de que hacía un día un poco de perros no soplaba demasiado viento. Nos comentaron que normalmente a última hora de la tarde es el mejor momento para verlos volar. Así que nos quedamos con las ganas, aunque luego nos resarciríamos en Kaikoura.
Junto al Albatross Centre hay una playa, Pilot Beach, donde anidan los pingüinos azules, pero el DOC la había cerrado por ser época de cría, así que también nos quedamos con las ganas. Dos de dos! Por lo menos sí que pudimos disfrutar de las vistas del faro en Tairaroa Head y vimos alguna foca muy a lo lejos.
Siguiente parada: aunque sabíamos que íbamos un poco justos de tiempo, habíamos reservado un tour cortito con Nature´s Wonders porque nos apetecía hacer algún tour por la zona que nos llevara a ver colonias de focas y pingüinos, y de los muchos que hay este es el que mejor nos cuadraba por horarios y tiempo. Te llevan por terrenos privados en un cacharro de ocho ruedas que parece un tanque, te meten por barro y te llenan de polvo, pero a cambio accedes a zonas que de otra forma sería imposible visitar. Las vistas son impresionantes, y la primera parada es una colonia de focas. Esta especie, la NZ fur seal (oso o lobo marino en español), llegó a estar casi extinta hace años, aunque la recuperación ha sido bastante buena y ahora se les puede ver casi por toda la isla! Aunque las llamo focas, en realidad no lo son, ya que tienen orejas:
Era una colonia bastante grande y nos hartamos de ver a las crías jugando en las rocas, y a los adultos vagueando tranquilamente al sol. También vimos muchos cormoranes en las rocas. La siguiente parada era en busca de pingüinos, aunque ya sabíamos que es difícil verlos de día ya que suelen estar en el mar alimentándose. Nos llevaron a una playa impresionante, una cala completamente virgen, que nos dijeron que hacía como 8 años que no pisaba nadie. Claro, nosotros tampoco, la vimos desde una especie de mirador que tienen montado en la montaña donde además saben que anidan los pingüinos. Hay que hacerlo todo muy en silencio para no molestarlos, y pudimos ver un pingüino azul en su nido. El plato fuerte era el hoiho, un pingüino de ojos amarillos extremadamente raro que sólo existe en NZ, pero de estos no vimos (aquí, luego tuvimos mucha más suerte en los Catlins). En la playa había también alguna foca en la arena, pero estaban muy lejos como para verlas bien.
En total, una hora de tour que no estuvo mal, pero que nos podíamos haber ahorrado si hubiéramos sabido que a lo largo del viaje veríamos muchísimas focas y también pingüinos. El hacer este tour hizo que sacrificáramos Sandfly Bay, una de las playas de Otago que nos hubiera gustado visitar, pero íbamos muy mal de tiempo así que otra vez será.
Era ya bastante tarde, las 12:30, cuando salimos de Otago rumbo al sur. Los Catlins son, digamos, la ruta escénica entre Dunedin e Invercargill, y dicen que es lo que NZ fue en su día, antes de que el ansia por las granjas y el ganado hiciera desaparecer el bosque que cubría las islas. Hay playas vírgenes, cascadas impresionantes, bosques de helechos gigantes, paisajes espectaculares y una variedad de fauna y flora increíble. Mi recomendación: pasar por lo menos un par de días en la zona, porque da para mucho. Nosotros tuvimos que recortar algunas de las cosas que teníamos en mente, pero si hay una zona de la isla sur donde volvería con ganas sería esta (y estoy segura de que lo haré).
La primera parada en nuestra ruta era Nugget Point, un faro con unas vistas de postal. Aunque en Otago había amanecido un día gris y plomizo, a medida que íbamos hacia el sur la cosa iba mejorando, y en el faro ya pegaba el sol con ganas aunque seguía un poco nublado. Aquí tengo que hablar de otra anécdota del viaje: parte del camino que lleva a Nugget Point está sin asfaltar, y se levantaba muchísimo polvo. Empezamos a notar que estaba entrando polvo a la caravana por una rendija que quedaba debajo de la puerta trasera, y si abríamos la ventana la cosa era peor. Llegó a entrar tanto polvó que saltó la alarma de incendios! Vaya susto, cuando de repente se pone aquello a pitar y al principio no sabíamos qué era… Tuvimos que sacrificar una de las toallas, que menos mal que nos sobraba, y hacer un apaño en la puerta para que no entrara más polvo, pero aun así estuvimos un par de días con la ropa y los asientos llenos de polvo…
Aparcamos en el parking, comimos un sándwich rápido, y pusimos rumbo al faro. Después de un paseo corto al borde del acantilado se llega al faro, desde donde hay unas vistas alucinantes. Vimos un grupo de kayaks entre las rocas, la verdad es que tiene que molar hacer kayak allí. También vimos más focas, pero abajo en las rocas, muy lejos.
Pero el plato fuerte vino después: en una playa junto al faro pudimos ver nuestros primeros pingüinos de ojos amarillos! Se llama Roaring Bay y es una de las playas que el DOC tiene habilitadas como refugio de pingüinos, y hay unos miradores de madera desde donde te puedes armar de paciencia y esperar a que aparezcan. Estuvimos un rato y tuvimos suerte porque vimos un par saliendo del agua, son muy graciosos! (perdonad por la foto de la playa, pero es lo que tiene hacer panorámicas con cosas que se mueven como las olas!)
Nuestra siguiente parada eran las Purakaunui Falls, una cascada preciosa metida en un bosque. De camino, pudimos ver que incluso a los Catlins han llegado las ovejas:
Para acceder las Purakaunui Falls aparcamos la caravana en el parking junto a la carretera y recorrimos unos 10 minutos de bosque, donde vimos helechos enormes:
En esta zona hay otras dos cascadas famosas, Matai y McLean, pero tuvimos que recortar. Tampoco pudimos ver Jack´s Blowhole, ni las Cathedral Caves… Ya os digo que me quedé con muchas ganas de dedicarle más tiempo a los Catlins.
Lo que sí pudimos ver fue el bosque petrificado y los pingüinos de Curio Bay. Lo del bosque es curioso, son troncos y restos de pinos que en su día fueron sepultados por lava y que se han convertido en rocas a lo largo de los años. De hecho, te tienes que fijar muy bien y saber que en algún momento eran troncos, porque parecen rocas sin más:
Ya estaba casi anocheciendo y había bastante expectación por ver aparecer a los pingüinos que volvían a los nidos después de pasarse el día pescando (el atardecer es el mejor momento para verlos). Tuvimos suerte y vimos un par, mucho más de cerca esta vez. Uno de ellos parecía que estaba posando, no hacía más que pasearse entre la gente a escasos 2 metros de distancia. Claro, todo el mundo como loco con las cámaras, pero el tío ni se inmutaba. Yo le hice un book entero, pero os dejo mi favorita para no aburriros:
A todo esto, eran casi las 8:30 y resulta que Invercargill era uno de los sitios que no llevábamos reservados. Durante todo el camino por los Catlins habíamos intentado llamar por teléfono al Top Ten para preguntar si había sitio y reservar, pero no teníamos cobertura. Por increíble que parezca, no es raro estar fuera de cobertura en muchas zonas de la isla sur (de la norte no lo sé todavía, pero me imagino que no será tan exagerado). Desde Curio Bay hasta el Top Ten teníamos mínimo otra hora y media, y había que llegar antes de las 10 para que nos admitieran, así que con gran pena tuvimos que sacrificar Porpoise Bay, junto a Curio Bay y donde se pueden ver varios mamíferos marinos en la arena y a veces hasta delfines en el agua. A mitad de camino hacia Invercargill volvimos a tener cobertura y pudimos contactar con el Top Ten, que nos confirmó que había sitio pero que teníamos que llegar antes de las 10. Y llegamos, por poco pero llegamos. Había sido un día largo y estábamos contentos porque habíamos visto muchas cosas, pero también un poco frustrados por todo lo que se había quedado pendiente. Otra vez será…