Por la mañana me encontraba mucho mejor, pero aún me sentía algo débil, así que hicimos un pequeño cambio en el recorrido: en nuestro viaje hacia Polonnaruwa teníamos pensado visitar Aukana y Rittigala, pero solo fuimos a Aukana, para poder llegar antes a nuestro hotel en Habarana, donde me recuperé del todo después de una tarde de descanso, piscina y plátanos.
El buda de Aukana es una estatua de 12 metros esculpida en la roca. Resulta bastante imponente, sobretodo cuando le da de lleno la luz del sol.
El coche nos dejó en un aparcamiento al lado de una tiendecilla y, subiendo por un camino unos cinco minutos se llega al gran buda. Como siempre, dejamos los zapatos a la entrada, caminamos un poco más y, ahí, estaba la estatua, enorme y hermosísima.
La vimos completamente solos tanto tiempo como nos apeteció (y fue bastante): los pliegues de la túnica y la calma en la expresión del rostro parecen imposibles de conseguir con la piedra.
Nos dirigimos hacía el Chaaya Village, nuestro hotel en Habarana. Aquel sería nuestro centro de operaciones las próximas 4 noches y, desde allí, visitaríamos Mineriya, Polonaruwa, Dambulla y Siguiriya.
Nos registramos en el hotel con la buena noticia de que nos pasaban a una habitación superior, sin coste extra. El Chaaya es un hotel muy agradable, la piscina perfecta para recuperarse de los excesos de escaleras y calor.
La habitación, enorme y preciosa. Por las noches, en el porche de cara al lago (casi sin agua, pero lago) se estaba de vicio.
Casi sin descansar, nos dirigimos al parque nacional de Minneriya. Nuestro chófer nos había reservado un jeep para hacer un safari de unas tres horas.
Los jeeps del parque
Me encantó el parque. Vimos montones de elefantes. Casi ningún otro animal, pero lo que yo esperaba de Minneriya era justamente lo que obtuve: elefantes y más elefantes.
Por la noche estábamos cansados, pero yo ya no tenía fiebre.
El buda de Aukana es una estatua de 12 metros esculpida en la roca. Resulta bastante imponente, sobretodo cuando le da de lleno la luz del sol.

El coche nos dejó en un aparcamiento al lado de una tiendecilla y, subiendo por un camino unos cinco minutos se llega al gran buda. Como siempre, dejamos los zapatos a la entrada, caminamos un poco más y, ahí, estaba la estatua, enorme y hermosísima.

La vimos completamente solos tanto tiempo como nos apeteció (y fue bastante): los pliegues de la túnica y la calma en la expresión del rostro parecen imposibles de conseguir con la piedra.


Nos dirigimos hacía el Chaaya Village, nuestro hotel en Habarana. Aquel sería nuestro centro de operaciones las próximas 4 noches y, desde allí, visitaríamos Mineriya, Polonaruwa, Dambulla y Siguiriya.
Nos registramos en el hotel con la buena noticia de que nos pasaban a una habitación superior, sin coste extra. El Chaaya es un hotel muy agradable, la piscina perfecta para recuperarse de los excesos de escaleras y calor.

La habitación, enorme y preciosa. Por las noches, en el porche de cara al lago (casi sin agua, pero lago) se estaba de vicio.


Casi sin descansar, nos dirigimos al parque nacional de Minneriya. Nuestro chófer nos había reservado un jeep para hacer un safari de unas tres horas.

Me encantó el parque. Vimos montones de elefantes. Casi ningún otro animal, pero lo que yo esperaba de Minneriya era justamente lo que obtuve: elefantes y más elefantes.

Por la noche estábamos cansados, pero yo ya no tenía fiebre.