Rapa Nui, Isla de Pascua en castellano o Eastern Island en inglés, es un destino tan exótico como alejado. Un lugar tan original como pequeño, que ha conseguido, gracias a sus enormes figuras, un halo de misterio y leyenda que la hace ser objetivo de viajeros de todo el mundo. Excepto los chilenos continentales, que disponen de cómodos vuelos desde Santiago, el resto del mundo tenemos que hacer un larguísimo periplo para llegar allá.
Y hay poco que ver, la verdad. Pero ese poco es excepcional. Y sobre todo diferente. Es tan original, tan especial y tan distinto a todo lo que se puede ver en el mundo que dicha islita se ha convertido en uno de los lugares más deseados para conocer por cualquier viajero que se precie.
Algo más de 160 km2, con entre 5.000 y 7.000 habitantes, rodeado por el Mar del Sur u Océano Pacífico y con cientos de Moais a lo largo y ancho de la isla. Esa es Rapa Nui.
La población, siempre amable, se distingue sobre todo entre chilenos continentales y los genuinos del lugar, los rapa nui, que no se consideran chilenos. Aquéllos llegaron desde el continente buscando una vida mejor, y la han encontrado; el problema es que empiezan ser demasiados los que llegan para tan poca tierra. De hecho, pudimos comprobar, hay cierta animadversión entre ambos.
A ello hay que añadir un continuo fluir de turistas, que llegan en vuelos diarios, los cuales no siempre son respetuosos con la historia de este lugar, bien por incultura bien por insensatez, llegando incluso a pisar y dañar lugares sagrados a los que no deberían ni acercarse.
Pero al margen de todo ello, esta isla destila una historia, una leyenda, un enigma que invita a recorrerla de arriba a abajo. Si el tiempo acompaña (suele llover y el viento a veces es fuerte) no hay nada mejor que alquilar un vehículo y lanzarse a descubrir.
Aunque existe la opción de contratar excursiones guiadas, en nuestro caso pillamos una moto de enduro, pues los caminos no siempre son buenos, y el tiempo acompañó con un sol espléndido. Y siempre se encuentran momentos en los que uno logra estar solo frente a las figuras ancestrales a pesar de la ingente cantidad de turistas.