Bueno, ya estamos de viaje, cargados de maletas y de ilusiones. Lo primero, como siempre, la espera en el aeropuerto que, en el caso de un viaje a Israel, es siempre mayor que en otros destinos pues los controles de pasajeros son mayores y te someten a una especie de interrogatorio antes de permitirte el paso. En nuestro caso fue corto y realizado con mucha amabilidad, debemos tener una cara de pánfilos absoluta


Hicimos un viaje tranquilo y dormidos en su mayor parte y nos sirvieron cena pero no desayuno. La comida estaba bien, con certificado "kosher" y todo.
ITINERARIO

Como ya he contado en la anterior etapa, no tuvimos un buen recibimiento, pero eso ya lo he relatado y ahora es mejor contar las cosas buenas del viaje, aunque el retraso nos supuso quitar de nuestro itinerario uno de los puntos a visitar. (Cuevas prehistóricas de Me’arot y los jardines ambos en Haifa)
Lo primero que tuvimos que hacer es dedicar un tiempo a aprender a manejar el nuevo coche y el navegador y, después, nos encaminamos hacia Cesarea que nos pillaba de camino.

CESAREA
old.parks.org.il

Esta ciudad judía de la época romana tiene dos zonas para visitar y están algo distanciadas una de otra. Nosotros accedimos directamente a la zona del acueducto y nos pareció impresionante. Es una vista majestuosa ver toda la hilera de arcos junto al mar y divisar las aguas azules entre sus ojos.

Aparcamos el coche y nos fuimos andando hasta la playa para ver con tranquilidad el lugar y regresamos al aparcamiento para dirigirnos a la zona central de Cesarea. ¡Menudo chasco!, el coche no arranca y por más vueltas que le dimos y miramos se negó en redondo a echar a andar. Así que llamamos a los teléfonos de ayuda y nada de nada, allí no atendía nadie, incluso había uno que te conectaba directamente con un fax. Y, a todo esto, un calor de justicia y allí no había ni un miserable chiringuito para tomar un refresco.
Por fin localizamos un teléfono de Hertz en Haifa y con ellos sí que pudimos hablar y nos dijeron que iban en nuestra ayuda. En esto, el coche arranca y nos vamos a la puerta principal del Parque Nacional de Cesarea en donde nos encontramos con la grúa y estos nos explican que es que los del aeropuerto de Tel Aviv son una franquicia y que ya les ha pasado más veces. Bueno, que nos cargan la batería, nos explican cómo se usa el coche, en especial las luces y ¡Por fin! Podemos visitar Cesarea Marítima.

Los restos arqueológicos nos parecieron impresionantes (luego vimos que Bet Shean es más imponente todavía) y estuvimos pateando la zona con tranquilidad y calma. Lo que más impresionante me pareció fue el hipódromo con sus gradas frente al mar,

Y las olas rompiendo junto a la espina, Y el teatro, totalmente restaurado y todavía en uso

Y el palacio de Herodes, sí, ese mismo, el de los niños. Pues este rey fue el que levantó esta ciudad y la llamó Cesarea en honor del césar romano (era un pelota). Y como era el rey pues se eligió para él el lugar con mejores vistas y levantó su palacio junto al mar con todo lujo, incluida una bañera de mármol blanco.

Y con tanto andar y tantas vicisitudes pues nos entró hambre y comimos allí mismo en uno de los muchos restaurantes del lugar, en nuestro caso elegimos unas pizzas que estaban buenísimas y que nos tomamos en el interior pues en las terrazas hacía un calor horroroso.

Y tanto era el calor que hacía que ya no tuvimos fuerzas para visitar los enclaves más alejados y decidimos salir hacia Haifa, donde habíamos quedado con nuestro hijo en la Universidad. Aunque con los retrasos de las averías ya no pudimos ver tampoco el resto de lugares.
Para una mayor información sobre este enclave, se puede ver el “tip” sobre Cesarea
www.losviajeros.com/Tips.php?p=1590
HAIFFA

Bueno, por fin hemos llegado, esta vez sin que el coche vuelva a pararse. Mi marido es un hacha conduciendo y se hace en seguida con el asunto de las marchas automáticas, quitando el pequeño detalle de que en las cuestas abajo el coche se le embalaba y parecía un bólido.

La obsesión por la seguridad de este país es tan delirante que hasta para entrar a la Universidad es necesario una autorización

En cuanto entro en el Centro Comercial entiendo porqué dice mi hijo que no encuentra comida: sólo hay una tienda de alimentación en todo el lugar y se supone que es una gran superficie pero la oferta de productos es escasísima y las estanterías están poco llenas. Hay muy pocos productos frescos, nada de pescado y algo de carne. Y el lugar poco iluminado y sucio, nos sentamos a tomar un café y las mesas tenían mugre a kilos y los cristales estaban opacos de la guarrería. Luego me dijo mi hijo que es el mejor centro comercial de Haifa

Por fin nos llama el chico y nos vamos hasta la Universidad y allí nos está esperando pues si no está él, no abren la barrera. Nos lleva corriendo a ver el museo pues según dice es interesantísimo y falta solo media hora para que cierren. Al llegar nos dice el guarda que ya no podemos pasar porque falta media hora y ya no es hora de visita. ¡Menos mal que nos encontramos con su profesor y nos permiten la entrada!. El museo está muy bien, con muchos objetos de la Edad del Bronce y de la época romana, pero sólo podemos verlo por encima pues la media hora termina pronto.

Lo que más me gustó de todo fue un barco cananeo que se expone en una de las salas. Se conservan bastantes tablas y han reconstruido la barca y uno se puede hacer una idea de cómo eran las embarcaciones entonces.

Y ahora vamos a ver su habitación. Que seguro que a vosotros no os interesa para nada, pero a la madre de mi hijo el asunto le parece lo más importante del viaje



Por último recogemos al chico y su mochila y nos vamos hasta Akko. Ningún problema por el camino, el navegador funciona estupendamente, nos habla en inglés y somos capaces de enterderle y todo.

AKKO (Acre)
Llegamos hasta el hotel sin problemas pero al llegar allí tropezamos con el primero: el hotel no tiene parking aunque en la web dice que sí, así que hay que esperar a que la dueña salga, encuentre un hueco y nos lleve hasta él (parece que es así como funciona habitualmente)

El hotel nos gusta mucho, el edificio es un antiguo palacio otomano, está bastante bien conservado y decorado de forma muy acogedora, las habitaciones son amplias y el cuarto de baño moderno y suficientemente limpio. Contratamos otra habitación pues por el camino nuestro chico nos dijo que su novia vendrá a pasar el fin de semana con nosotros, así que no me parece bien hacer un “menage a trois” entre mis dos hijos y la muchacha


Y una vez aposentados nos vamos a recorrer las instalaciones, a ver la terraza y el restaurante que anunciaba la web. ¡Chasco! El restaurante lleva dos años cerrado y la terraza solo se abre en temporada alta pero se puede acceder a ella y ver la ciudad, aunque no funciona como bar, así que nos subimos hasta la azotea a ver las vistas y nos quedamos sin respiración. Esto es lo que vimos

Y como ya era tarde nos fuimos a buscar donde comer, un poco negros con que no hubiera restaurante. Pero no nos duró mucho el enfado pues a menos de 50 metros del hotel había un montón de restaurantes árabes, pequeños y curiosos en donde pudimos comer estupendamente unas brochetas de carnes y ensaladas. Precios baratos y la limpieza tampoco importa mucho si uno mira para otro lado, total, como decía mi abuela: lo que no mata engorda. Para beber pedimos una jarra de agua de limón, que es lo que parece: agua, zumo de limón, menta y un poco de azúcar. Está buenísimo, disimula el mal sabor del agua local y es barato, nos gustó tanto que la convertimos en nuestra bebida preferida.

Y después de cenar nos fuimos a dormir que estábamos derrotados.