Kovalam
Tomé un taxi para ir hasta la estación de autobuses pero me convenció para llevarme él hasta Kovalam. Fui en busca de una pensión que decía la guía que iba a ser difícil de encontrar. Cuando finalmente llegué no tenían habitación, pregunté en otro hostal por allí cerca y me quedé con la habitación, después de las negociaciones por 1000 rp. Es una maravilla de lugar con jardines, una pequeña piscina y una muy bonita habitación. Salí a explorar los alrededores, por caminitos estrechos se llega a la playa del faro. Hay dos playas seguidas, separadas por una zona de rocas redondeadas. En la primera playa, la del faro, tomaban el sol en hamacas los turistas, chicas en bikini y muchachos indios observaban el panorama; en la segunda sólo vi indios. Encima de las playas hay un paseo lleno de restaurantes, tiendas y gente que te llama para que entres en su local o vendedores ambulantes que te abordan. Un hombre llevaba tambores colgados y quiso venderme uno; una vez que le aclaré que no iba a comprar nada, le pregunté cosas y estuvo encantado de charlar un rato conmigo.
Encontré un libro titulado Running with the mind of meditation, de Sakyong Mipham. Correr meditando o meditar corriendo, es algo que me atañe, ya que habitualmente practico la carrera, (aunque en este viaje ha habido muy pocas oportunidades) y lo he hecho muchas veces en solitario, sin música, escuchando mis pisadas, mi respiración y los sonidos del entorno. Son periodos de una hora en los que no tengo nada más que hacer que correr, dejo mi mente vagar libremente y, muchas veces he estimado ese tiempo como provechoso para ordenar en mi mente los sucesos del día, tomar consciencia de actuaciones erróneas y, a veces, clarificar ideas y tomar decisiones para el futuro próximo. Por otra parte, al llegar en India a Kerala, a una zona más poblada de viajeros occidentales que acuden muchas veces a este país atraídos por la meditación, el yoga, el ayurveda,… se ha renovado en mi un interés antiguo en mejorar mi comprensión de lo que significa la meditación. El autor del libro es un lama tibetano, formado desde niño en esta práctica, que hereda de varias generaciones de antepasados suyos.
Con la mañana lluviosa me acomodé en la terraza, rodeado de palmeras y me dispuse a leer el libro. Para introducirse en la meditación, aconseja Sakyong ejercitarse primero en una base, desde la que se pueda luego progresar. Se trata en ese primer estadio de ser consciente de la respiración, darte cuenta de que estás pensando en otra cosa y volver a centrar la atención en la respiración. Dice que lograr la habilidad de mantener la atención en la respiración, desarrolla la habilidad de centrar la atención en cualquier otra cosa.
La imagen tibetana del windhorse, caballo de viento, me ha recordado el mito platónico del hombre en la cuadriga guiando los dos caballos. Este caballo salvaje tibetano representa el viento y el movimiento y en la silla cabalga la mente que puede tener el control sobre el alocado galopar del caballo. En la meditación, según él, no se trata de no pensar en nada, sino de desarrollar la capacidad de pensar en lo que queremos pensar y no en lo que no queremos.
Al igual que una persona no acostumbrada a correr, tardaría bastante tiempo en preparar su cuerpo para poder realizar una carrera larga, también para lograr esa habilidad mental se hará necesario un largo entrenamiento.
Medité dos sesiones de unos 5 minutos cada una, intentando centrarme en la respiración. A la mente me venían ideas y deseos de carrera. Abrí los ojos, me puse las zapatillas y salí a correr. Mientras corría intentaba de nuevo pensar en la respiración. Tras perderme varias veces en otros pensamientos, recordé una charla corriendo con mi amigo Juan Jácome, compañero de fatigas en la carrera y en el trabajo. Juan me contó que podíamos acompasar la respiración al ritmo de las pisadas en distintas relacione, según la velocidad y el esfuerzo. Decía ahora voy a 2-4, ó estoy yendo a 3-4, queriendo decir: 3 respiraciones cada 4 pisadas. Quizá estábamos iniciándonos en este tipo de meditación, sin saberlo.
La meditación tiene en común con la carrera, la necesidad de motivación. El hecho de obligar a la mente a no desviarse de un centro de atención supone un esfuerzo. Esta idea se podría aplicar también a la lectura, el estudio, la escritura, el ajedrez, la ciencia, la filosofía,… Reamente, la carrera continua supone un esfuerzo. Se pasan momentos de sufrimiento; sientes deseos de abandonar. Para superar esa quiebra y continuar hay que tener motivación y, aunque parezca contradictorio, convertir el sufrimiento en disfrute.
Recordé también mientras corría mi idea pedagógica sobre la educación del esfuerzo, que me empeñé en difundir entre mis compañeros de profesión. La propuesta quería incidir en la idea de no desvalorizar al estudiante que no se esfuerza, en no clasificarle como vago o perezoso y en no conformarse con darle una calificación negativa por sus malos resultados. Por el contrario, consideraba, y sigo haciéndolo, que una misión clave del profesor consiste en educar la capacidad de esfuerzo de sus alumnos, mostrándoles esa posibilidad de afrontar el esfuerzo con deleite.
Ramakrishna, maestro de Vivekananda decía que éste cada día rasgaba el velo de Maya con la espada del conocimiento. Al leer esto recordé un texto de mi amigo Pepe (José Sánchez Sanz) titulado: Velo de Maya, desvelo de Rushdie, donde valora especialmente la novela Hijos de la medianoche en contraposición a la ficción literaria en general, que rara vez consigue escapar de la mera ilusión. Estimulado por esta doble concurrencia de Maya, quise conocer algo más y descubrí que hay todo un mundo de variadas interpretaciones, concepciones metafísicas y corrientes del hinduismo (doctrina Advaita, Vedanta, Shivaísmo, Budismo,...) que toman en consideración a Maya. Resumo lo que he aprendido mezclado con levísimos rudimentos filosóficos que tenía casi olvidados.
En filosofía se llama monismo a la concepción de que todo lo que existe es sólo uno. Según lo cual, o bien sólo existe la materia (materialismo) o bien sólo el espíritu (no sé si es adecuado aquí el término panteísmo); mientras que el dualismo supone la aceptación de la existencia de las dos realidades.
La visión hinduista, explicada con la metáfora del velo de Maya, es claramente monista. Declara que todo el universo fenoménico que se nos muestra como existente es sólo ilusión, forma el tejido de Maya, que no es real. Por el contrario que todo lo que es, es Brahma, es decir, Dios. La maya tiene nudos que atan el alma de los seres humanos y, generalmente, estos quedan atrapados gozosamente en el velo. Sólo el conocimiento, o mejor, la sabiduría consigue desvelar la Maya.
Una segunda fase de la meditación es la llamada meditación contemplativa. Entendiendo la contemplación, no en su acepción más habitual de mirar, sino en la de considerar. Esta meditación consiste en traer un pensamiento a la mente y centrarse en él. Cada vez que se cruce un pensamiento que suponga una distracción respecto del tema central, se deberá reconocer como un desvío y volver al camino inicial. Sakyong recomienda comenzar la sesión centrándose en la respiración, pasar a la contemplación y, finalmente, volver a la respiración. Dice que se trata de estar presente y para ello la mente debe encarnar el cuerpo, estar en el cuerpo sintiéndolo y llenándolo. Para la meditación corriendo, en esta fase, propone que tras la consciencia de la respiración, se tome también consciencia del entorno próximo. Con el propósito de intentar poner en práctica alguna de estas ideas, salí a correr. Empecé centrándome en notar la respiración, al poco pasé a pensar en darme ánimos, en la motivación para correr,… las olas llegaban casi a mojarme las zapatillas, así que la atención al entorno estuvo en ir lo más cerca posible de la orilla pero teniendo cuidado de que no me alcanzase una ola. A lo lejos, veía un grupo numeroso de hombres tirando de una cuerda, gritando en cada tirón y, a veces cantando rítmicamente. Al llegar más cerca de ellos vi que trataban de sacar del mar una gran red de pesca. En mí vueltas a la playa tenía que pasar por el lugar todavía unas cuantas veces. En la última pasada, vi la red llena de peces coleteando. No estuve seguro de si medité o no, pero corrí el tiempo que me había propuesto y disfruté por momentos de la sensación de plenitud vital que, en ocasiones he sentido corriendo. Había leído que con la práctica de la meditación y la carrera se alcanza un resplandor, se irradia un brillo y, haciendo uso del humor, que no está mal visto en el contexto de la meditación, me dije: sí, mi cuerpo brilla bañado en sudor.