Nos pegamos el madrugón padre. Aún con las legañas en los ojos pasamos los controles pertinentes y esperamos a que salga el avión. Nuestras maletas, que cumplen rigurosamente con las medidas que impone Ryanair, no tienen ningún problema a la hora de pasar los estrictos controles. Más nos vale, vemos a un par de inocentes a los que les hacen meter las maletas en su “cesta del terror”, y, al no respetar las medidas, les toca pagar 50 eurazos.
El vuelo sale a su hora y transcurre sin problema. Dormimos como benditos aprovechando que vamos los dos solos en tres asientos y cuando abrimos el ojo...¡ya estamos en Budapest!
Una vez en el aeropuerto cambiamos algo de dinero para comprar los tickets de transporte. El cambio es penoso (1 euro, 249,62 HUF), creo que casi nos hubiese tenido más cuenta sacar dinero de un ATM, que los había.
Me habían comentado que los estudiantes pueden comprar un billete mensual por 3700 HUF y ni corta ni perezosa me llevé el carnet de la universidad. He de decir, que aunque ya he terminado la carrera (hace un par de añitos) sigo siendo “estudiante” de doctorado. Pero en mi carnet no figuraba ninguna fecha de expiración. La chiquita que vendía los billetes me lo hizo notar con la habitual simpatía que caracteriza al pueblo húngaro y de la que pudimos disfrutar todo el viaje (nótese la ironía). Así que mi gozo en un pozo. Compramos un taco de 10 viajes por 3000 HUF y nos fuimos a buscar el autobús 200E.
Pan comido. Parecía que el bus nos estaba esperando. Nos montamos, validamos los dos primeros tickets, y el autobús arranca camino de Kobanya-Kispest, la parada de metro que debemos coger para ir al hotel. Aquí validamos otros dos tickets. Hacemos un transbordo en Déak Ferenztier, donde un revisor nos pide los tickets. Pensamos “Joe, qué casualidad”, pero el último día nos dimos cuenta de que debía ser algo habitual que hubiese revisores, ya veréis por qué.
El viaje dura aproximadamente 1 hora. Nos bajamos en Blaha Lujzatèr porque sabemos de buena tinta que aquí hay una oficina con el cambio muy bueno, City Change. Efectivamente, no sólo el cambio es muy bueno (1 euro, 310 HUF), sino que además la comisión es ridícula (95 HUF por cambiar 100 euros).
En la plaza nos entra el hambrecilla y no podemos resistirnos a un puesto de kurtoskalacs, que es una masa en forma de cilindro que bañan de chocolate, azúcar, vainilla, canela…lo que gustes. Muy rico, una pena que ya no pudiésemos comer más

Vamos a pata al hotel, que no está muy lejos. Cuando llegamos al número nos encontramos con un bar, que sí, se llama como el hotel, ¡pero es un bar! Entramos y no, no nos habíamos equivocado. Es que al hotel se accede por el bar. Rodeando la barra llegamos a la recepción donde nos entregan las llaves y nos dicen que tenemos que pagar el impuesto municipal, que no está incluído en el precio de Booking. Sin problema, ya contábamos con ello.
Las habitaciones están subiendo unas escaleritas que hay en un patio interno. La nuestra es bastante grande, con unos techos altísimos. Está muy bien, la verdad, pero no nos quedamos mucho porque hay mucho que hacer.
La estación de Keleti está a unos 10 minutos andando del hotel. Por fuera es fabulosa. Los billetes para destinos internacionales los venden en las taquillas que están en el ala izquierda. Esta parte da un poco de miedito, con los techos apuntalados. Llegas allí, coges un numerito y esperas a que te toque.

Compramos los billetes ida y vuelta a Viena. No nos da opción a cogerlo sin asiento asignado. Al día siguiente oímos por megafonía que en los viajes internacionales es obligatorio reservar asiento. Imagino que sería por las fechas, porque se movería más gente, no lo sé.
Con los deberes hechos nos ponemos en marcha hacia el barrio judío a hacer los dos circuitos que recomienda la Loneley Planet. El primero empieza en Király utca. Como ya es hora de comer, decidimos hacerlo antes de iniciar los circuitos. Entramos en el mítico Frici Papa, que está hasta la bola pero enseguida nos encuentran un sitio. Nos sientan en una mesa grande para dos personas, y nos preguntan si nos importaría que un hombre que venía a comer sólo se siente con nosotros. No tenemos ningún problema así que allí comimos los tres.
Pedimos un Gulash de pollo y paprika acompañado de pure de patatas y un Gulash de ternera acompañado de gnoqui. Buenísimo, muy abundante y barato. Este sitio es indispensable si vais a Budapest, de verdad, una pena que no pudiésemos repetir en él.
Con el buche lleno y bien abrigaditos, aunque tampoco hacía demasiado frío (unos 10 grados), iniciamos el primer circuito que lleva por el barrio judío. Todo está muy cerrado, lógico siendo sábado. La sinagoga la encontramos cerrada, aunque tampoco teníamos intención de verla por dentro. Paseamos por un callejoncito, Gozsdu udvar, donde hay un anticuario y varios puestecillos de lo más variados, además de bares y restaurantes.
La Ópera es muy bonita también por fuera. Hubiese estado bien conseguir entradas para verla por dentro. Recorremos toda Andràssy Útca viendo los edificios, muchos de ellos preciosos pero muy mal conservados. Hay quien encuentra esto encantador. Yo preferiría verlos restaurados antes de que se vengan abajo.
Llegamos hasta el Parque Municipal, hasta la Plaza de los Héroes. Desde esta contemplamos un atardecer espectacular que tiñe el cielo de rojo y naranja como en un cuadro de Munch. Precioso.
Son sólo las 16.30horas, pero estamos destrozados después del madrugón y la caminata. Así que ya que estamos cerca de los baños de Szechenyi y llevamos los bañadores y la toalla en la mochila, decidimos darnos un capricho. Además, en la Lonely Planet dice que la entrada es más barata a partir de las 17.00 horas ¡Es perfecto!
Fue perfecto, pero la Lonely Planet se equivocó una vez más. Los baños eran más baratos a partir de las 19.00horas. Con tal de no esperar, pagamos las entradas, una con cabina y otra con taquilla, aunque la taquilla no la usamos para nada. Las entradas fueron además más caras por ser fin de semana.
Te dan una pulserita que tienes que validar a la entrada. Con esa pulserita, vas a una de las maquinitas que hay junto a las cabinas y compruebas cuál se te ha asignado. Una vez sabes el número vas a tu cabina y te cambias dentro. Así lo hicimos, y dejamos todas nuestras pertenencias allí mismo porque la puerta queda cerrada y sólo se abre con tu pulsera.

La experiencia de bañarte en las piscinas exteriores con el agua a 36-38 grados y que en el exterior haya 7 grados...es genial. Disfrutamos como niños en el torbellino de agua que hay en una de esas piscinas. También dimos un paseo por las distintas piscinas que hay dentro, pero estaban a tope y no nos quedamos mucho en ellas.
Estuvimos a remojo hasta las 19.00h, cuando ya estábamos arrugados como pasas y teníamos la tensión por los suelos. Tanto que nos hizo falta una Coca Cola para reanimarnos que compramos en un kiosko frente a los baños. Dio la casualidad de que justo cuando salíamos del recinto se puso a llover y ya no paró en toda la noche.
Así que cogimos el metro hasta Keleti y desde allí fuimos, paraguas en mano, hasta el hotel.
Junto a éste, compramos un par de kebabs y con eso nos dimos por cenados y nos preparamos para dormir plácidamente.
GASTOS DEL DÍA
Bloque 10 viajes, 3000 HUF
Kurtoskalacs, 290 HUF
Impuesto municipal, 340 HUF
Billetes ida y vuelta a Viena, 21700HUF (70 euros, 35 euros/persona)
Comida en Frici Papa, 2 gulash, 2120 HUF
Entrada a los baños con taquilla/cabina, 4300/4600HUF
Coca Cola, 350 HUF
Cena, 2 kebab, 1000 HUF