Día 12: Sábado, 20 de octubre de 2007 ✏️ Diarios de Viajes de China

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Llego en tren después de catorce horas. Nos despierta media hora antes una supervisora del tren diciéndonos "yulan, yulan" que no teníamos ni idea de que significaba.

Son las 6 de la mañana y estamos en el pueblejillo ese llamado Chongqin de tan solo ocho o nueve millones de habitantes. Nos están esperando en la estación del tren para llevarnos en taxi a la oficina de viajes donde íbamos a contratar el crucero por el famosísimo río Yang-Tse.

Desayunamos en McDonalds, que aquí tiene desayunos. Cogemos por euro y medio el típico de hamburguesa con carne y huevo, café con leche y tortita de patata.

Chongqin es una ciudad que tanto se mezclan los rascacielos modernos con las casuchas canijas a punto de caerse. Pasas de la pobreza, miseria y guarrería al dinero tan solo cruzando una triste calle.

Para comer, decidimos hacerlo a base de pintxos callejeros. ¡¡¡Mamma mia!!! ¡¡¡Qué horror!!! De todos los que probamos, solo uno estaba decente. Es un montón de no se que pinchado en un palo... vale, y no vale decir una mierda pinchada en un palo que os veo, jajaja.

Por la noche, a las 20:00 horas embarcamos en nuestro entonces maravilloso barco (lo que cambiaria mas adelante). Empieza a torcerse todo porque resulta que a pesar de haber pagado 1300 yuanes (530 yuanes por el crucero y el resto de las excursiones), pues no tenemos sitio porque no hay plazas. No había sitio, pero vender nos había vendido un pasaje que no existía. El peruano (que por cierto, se llamaba Hugo) se mosquea con el responsable de la agencia de viajes que nos había vendido los billetes. Discute con él en inglés, y el jefe de la agencia decía que sí, que teníamos razón.

Nos mostró un camarote sin aseo ni ducha ni nada. Y nos dijo que para ducharnos tendríamos que bajar de la cubierta superior donde estábamos, a la menos uno. Justo la que estaba a la altura de la maquinaria del barco. Dijimos que ni hablar, que buscara algo, que tal y que cual. Nos sugirió el ir al día siguiente, pero claro, un día mas significaba trastocar el resto de planes para otras ciudades.

Al final, después de mucho protestar, y yo amenazarle con darnos una solución o le tiraba al río, nos ofreció el mismo camarote y devolvernos todo el dinero a cambio de ese camarote. Aceptamos y así conseguimos salir de aquella ciudaducha.

El camarote resultaba ser de un miembro de la tripulación que a saber donde dormiría porque tuvo que abandonar la habitación. Lo mejor de todo es que teníamos habitación y no necesitábamos compartirla con ningún chino guarro. Lo peor, pues que no tenia ventana, y para lavarnos, mear o ducharnos teníamos que movernos a otro sitio.

Nuestra guía nos ofreció por 60 yuanes un pase para poder subir a la terraza de cubierta de primera clase. En el barco, o pagas o no entras a la terraza de popa. Lo pagamos y subimos a ver como zarpábamos.

La verdad es que jamás he sentido tanto como en aquel barco lo que es viajar en el Titanic. Y explico la razón: la terraza de pago estaba separada de la minusculísima terraza inferior, y las escaleras que las unían estaban con rejas para que los de abajo no pudieran subir, tan solo había dos barquitas para desalojar en caso de accidente todo el barco... y fácilmente viajaríamos mil personas... Y lo mejor de todo es que en todo momento daba la sensación que aquello se hundiría.

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