Nos levantamos también pronto para ver la Ciudad Blanca del Emperador.
En el barco para salir, los chinos se agolpan en las salidas. Os diré, que la gente que viaja en este crucero, son de clase media-alta, tirando a alta. O sea, que es un viaje que no todos los chinos se pueden permitir. Mas que nada lo digo para que veáis que sus faltas de educación, higiene, etc., son de una clase social alta. Así que imaginaros como pueden ser los de clase baja.
Empiezan a desayunar una especie de sopas de fideos asquerosos allí mismo. Son súper guarros porque se llevan el cuenco a la boca y con los palillos se los acercan a la boca mientras los sorben haciendo un ruido horroroso.
Hoy el tiempo es soleado, pero no se va la niebla que llevamos arrastrando desde Xian. A media mañana, la niebla ha desaparecido. Parece increíble poder ver mas allá de uno o dos kilometros.
Son las 11:30 horas de la mañana y estoy tomando el solecillo en la cubierta de primera de proa. Tengo el iPod puesto y escuchando música. Imaginaros el panorama. Yo tumbado, con los pies apoyados en un murito tomando el sol y escuchando pasodobles taurinos interpretados por nuestra querida Banda Municipal de Música de Bilbao. ¡¡¡Que guay!!! Me va dando el sol y el airé en la cara, me estoy quedando medio dormido de lo bien que estoy. El paisaje es como si estuvierais atravesando el cañón del Colorado.
Empezamos la excursión de las tres gargantas. Bajamos del barco y nos llevan a uno más canijo. Pasamos por unos desfiladeros, y unos montes altísimos y nosotros por el medio. Luego en unas barquitas, nos llevan aun riachuelo más pequeño. El paisaje es realmente increíble.
Al volver en uno de los barquitos hacia el nuestro, se va haciendo de noche. Un señor mayor, en vez de ir a los aseos, aprovechando que ya es de noche y la mayoría de la gente esta dentro del barquito, se ha acercado a la borda, y ha meado allí. Es increíble. Y eso que son de clase media-alta. ¡Ya me gustaría ver al pueblo bajo! ¡¡¡Y esta gente quiere hacer unas olimpiadas el próximo año!!!
También me ha resultado curioso ver a otro señor mayor al que le he visto que llevaba puesta una camiseta, camisa, chaqueta de lana (por los botones), encima un jersey de pico y luego una americana. Y yo estaba con una triste camiseta, sudando como si me iría a morir del calor que hacia.
Luego vamos a una de las muchísimas ciudades que el gobierno chino ha construido para realojar al millón de personas que han perdido o perderán sus casas por la presa de las tres gargantas.
Había unos minibuses para subir a ver el pueblo. Los chinos del barco se puede decir que se pegaban y asaltaban los buses para poder cogerlos. Corrían calle arriba y no dejaban ni que llegaran a la parada. Directamente se lanzaban a ellos y los paraban en marcha. Al final, había que coger el minibús casi cien metros antes de la parada porque corrían como locos. Se ponen muy nerviosos en las excursiones. No lo entiendo.
Después de una excursión de casi seis horas, ya estamos pensando en la cena y en comer un pato.
Pero para las 19:30 horas, en vez de al barco nos llevan a ver un espectáculo en un hotel. Allí, hacen una especie de teatro cantado, donde actores disfrazados de guerreros pegan unos alaridos del diez, y las bailarinas cantan con esas vocecillas estridentes, tipo a lo que os he contado: gato al que le pisas la tripa.
Lo mejor del espectáculo me resulta ver la educación de la gente: hablando, gritando, comiendo pipas, se reían a todo volumen, se levantaban, se movían, gritaban entre ellos de punta a punta del teatro. Uno de ellos ha echado un escupitajo terrible al suelo y luego se ha soltado todos los mocos echándolos al suelo.