
En vista de que la memoria y los recuerdos son frágiles y engañosos y que las múltiples incidencias, desgraciadamente, nos hicieron cambiar el plan inicial, dividiré las etapas por zonas, más que por días.
Buscaré rellenar los huecos, las dudas o lagunas con información actualizada, enlaces de interés y fotografías que acompañen al relato.
Os pido benevolencia y que no me juzguéis duramente, pues si escribir un diario es una tarea de por sí ardua y farragosa, hacerlo 4 años después es una suerte de equilibrio mental titánico

Empezamos la aventura! Viajeros a bordo


Los dos primeros días del viaje, parecían años, una eternidad de aviones, escalas, gentes, horarios cambiados y sucesos varios que te llevan a una sensación de cansancio tal que apenas penosamente te arrastras por los aeropuertos. Ni sé tras cuantas horas sin pisar una cama pusimos los pies en Australia, en Sydney más concretamente.
Lo que sí sé es que eran las 8 de la mañana y los consejos, la experiencia y la lógica te decían que debías adaptarte al nuevo huso horario y aguantar 12 horas más, pero tu cuerpo escombro levantaba la bandera blanca

Creo que es el período de tiempo que más horas he estado sin dormir en toda mi vida y lo más cerca de tener alucinaciones que he estado (de hecho a la vuelta del viaje tuve un episodio de confusión con el jet lag bastante desagradable).
Sé que la recomendación para superar el jet lag es mantenerse despierto para ir adaptándote mejor al nuevo horario, pero creo que en mi caso si hubiese obedecido a mi cuerpo no me hubiese pasado lo que me pasó y no se hubiese quedado el viaje condicionado y cojo

Llegas a las antípodas muy descolocada, revuelta, con mal cuerpo, en los aviones te ceban (yo creo que para que no entres en pánico en vuelos tan largos), desayunas, comes, cenas, meriendas, comes, cenas, desayunas y el mareo es tal que ya no sabes ni en qué hora vives, ni qué comida estás haciendo. Soy buenísima convenciéndoos de que vayáis, ¿verdad?


Pero la realidad es que así desembarqué yo. Si a eso le unes mis múltiples problemas digestivos y la falta de descanso, el cóctel resultó fatal.
El segundo día en Sydney empecé a encontrarme mal y un día antes de tener que coger el vuelo a Ayers Rock me puse malísima, vómitos, diarreas con sangre y un sinfín de fatalidades escatológicas que estáis deseando no conocer

Si ya de por sí cuando estás tan enferma te sientes asustada, débil y agotada imaginaros la sensación justo en la otra parte del mundo, con un nivel de inglés muy limitado y al inicio de un viaje tan ajustado en tiempos y planificación.
Y, sobre todo, la tremenda frustración ante la evolución de los acontecimientos de perdernos uno de los imprescindibles del viaje, una de las experiencias soñadas, lo que más esfuerzos había supuesto cuadrar en el viaje.
La mayor decepción de nuestra aventura fue tener que renunciar al Centro Rojo

La mayoría de la gente va una noche, ve el Uluru y vuelve. Pero nosotras habíamos cuadrado esta aventura en base a poder dedicar 3 días a una experiencia única e irreemplazable. Un tour de 3 días con adventure tours, conociendo no sólo los lugares emblemáticos, Uluru, Las Olgas y King Canyon, sino también la posibilidad de conocer de primera mano la cultura aborigen, dormir con ellos en el desierto y poder acercarnos al corazón de Australia de una manera especial.
No pudo ser. Y no podía simplemente lamentarme y abandonarme al desánimo por la decepción y el malestar de la enfermedad, porque había mucho trabajo por hacer. El traspiés supuso perder aviones, hoteles, reservas y una lista de detalles que caían como piezas de ajedrez e iban descolocando y afectando al resto de la agenda.
Por lo de pronto, me sentía fatal, muy débil y mareada tras el período de ayuno, con un jetlag de los que hacen historia y a sabiendas de que había que ir cancelando reservas, buscando hotel para esos 3 días extras en Sydney, un vuelo a Melbourne, donde enlazar y continuar el viaje, pues originalmente volábamos a Melbourne desde Alice Springs y tener paciencia para recuperarme y ganar fuerzas.
Nos organizamos como pudimos y con un poco de suerte pudimos quedarnos en el mismo hostel, conseguir un vuelo Sydney-Melbourne y lamernos las heridas de un golpe tan duro nada más empezar la aventura.
Como he explicado al inicio del relato, la parte australiana se llevó todos los infortunios y la neozelandesa la placidez y armonía de fluir, mejor aún de lo planificado inicialmente.
Éste ha sido pues, sólo un anticipo de nuestra “Serie de catastróficas desdichas”.