MIÉRCOLES 4 NOVIEMBRE
Nos levantamos a las 7:45, desayunamos y nos preparamos para el día con elefantes que habíamos contratado con WOODY (pagamos 2.200B-55€/persona, pues se supone que nos descontaron 200B por persona por contratarlo con el hotel).
A las 8:30 tenían que venir a recogernos pero se adelantaron 10 minutos. Tengo que decir que en Tailandia las empresas de turismo son muy puntuales. Venía un guía muy serio y el conductor, que era muy simpático. Tardamos 2 horas en llegar al lugar, haciendo una parada en una casa particular en donde vi que entregaban un fajo de billetes y la señora nos dejó entrar al baño de su casa. No entendimos muy bien para qué fue la parada, pues nos hicieron cubrir una lista con nombres, edad, nacionalidad, etc. que creemos que entregaron allí. Mientras negociaban yo aproveché para ir al baño, que era como el de nuestro hotel: wáter y ducha todo junto.
Tras una siesta en la furgoneta llegamos al lugar y nos descalzamos (de hecho no volvimos a usar los zapatos en todo el día). Allí nos recibió Woody, el gerente/dueño de la empresa. Se trataba de un chico joven que nos habló mucho sobre lo feliz que eran los elefantes en su finca y lo bien que allí los trataban, de cómo obtenían el dinero, en qué lo gastaban (según él en comida para los elefantes, principalmente), cómo habían recuperado varios elefantes maltratados... Sin embargo tenía algo que no nos acababa de gustar...
Primero nos ofrecieron café y té y luego nos dejaron ropa para cambiarnos, con la que estuvimos toda la jornada (camiseta y pantalón thais; yo os recomiendo que, a pesar de que haga calor, cojáis camiseta de manga larga porque sino os desollaréis la piel de los brazos al subir y bajar del elefante, pues su piel y sus pelos son muy duros). Tengo que decir que algunas de las camisetas no olían demasiado bien a pesar de que se suponía que estaban lavadas…
A continuación nos reunieron en una caseta para enseñarnos los comandos con los que han sido educados los elefantes:
-yogkan: el elefante eleva la pata para facilitar que suba la persona a su lomo.
-su: te aúpa arriba con la pata para facilitar la maniobra.
-pai: el elefante camina hacia arriba.
-toi: el elefante camina hacia atrás.
-koa: el elefante gira a la derecha.
-sai: el elefante gira a la izquierda
-bo su: el elefante abre la boca para darle comida.
-jau: stop.
-bau: el elefante disminuye la velocidad.
Ante tanta información no nos quedó más remedio que hacernos una chuleta con bolígrafo en la mano que, con el paso del día y el sudor, se fue borrando poco a poco.
Nos condujeron a una cabaña muy grande a la que trajeron los elefantes. Allí les dimos primero de comer, principalmente plátanos y caña de azúcar, con el fin de familiarizarnos con ellos. Yo al principio estaba aterrorizada por el tamaño que tenían y no me atrevía ni a acercarme.
Me ayudaron, poco a poco, a perderles el miedo, a tocarlos y acariciarlos, a darle un plátano que tomaba de mi mano con la trompa a la velocidad del rayo, etc. Aunque escondieses el plátano en un bolsillo o en otro lado te olisqueaba con la trompa y lo encontraba volando.
La verdad es que vencí el miedo y me fueron enamorando poco a poco, pues son muy cariñosos e inteligentes. Finalmente disfruté mucho de la jornada en su compañía, os lo recomiendo.
Después de darles de comer nos enseñaron a subir al lomo. Yo primero me subí en uno pequeño. Te enseñan tres posiciones: en el culo, en los hombres y en el cuello. Luego nos enseñaron a girar, una vez que estás subido, tocándole con el pie la oreja del lado hacia el que quieres dirigirte. Finalmente aprendimos a indicarle que caminase hacia delante y hacia atrás.
Tras el entrenamiento (aunque yo creo que los elefantes se volvían un poco locos, pues estábamos todo dándoles órdenes en un espacio quizás demasiado pequeño para tanto mogollón de personas y animales de ese calibre) nos dieron de comer: arroz, calabaza, pollo con patatas y curry amarillo, omelette y sandía de postre, además de café y té. Compartimos mesa con un francés y su esposa brasileña, con los que nos entendimos bien entre gallego, inglés y francés.
Nos dieron media hora para descansar, que yo aproveché para tumbarme en una esterilla y dormir un rato. Luego ya nos adjudicaron elefantes por parejas o individuales, dependiendo de los pesos y tamaños animal-humano. Pelayo y yo fuimos en una elefanta muy cariñosa llamada Cookie, que además era de las más mayores (18 años).
Finalmente salimos del recinto y dimos un paseo por la zona: bajamos varias cuestas empinadísimas hasta el río (yo pensé que íbamos a volcar). Atravesamos un regato y, una vez que ya estaba metida en el agua la elefanta, agachó la cabeza para sumergirla y yo, que iba allí sentada, me caí al agua. Entre el guía y Pelayo me sacaron del agua, tirando con todas sus fuerzas, pues la elefanta ya estaba nadando, encantada. Me di cuenta de que les apasiona el agua.
Luego caminamos hasta el verdadero río y allí sí que disfrutó la elefanta, pues nos dieron unos cepillos y le frotamos toda la piel. Mientras estaba allí tumbada gozándolo nos gastaba bromas por debajo del agua con la trompa, era la leche de lista. A Pelayo le cogió muchísimo cariño y lo agarraba para traérselo, le daba besos, etc, casi me celo de ella ;)!!!
Los demás se dedicaron después del frotamiento a hacer guerras de agua, dándole la orden al elefante de escupir agua por la trompa. A mí me pareció otra manera de volver locos a los elefantes.
Volvimos otra vez subidos encima de Cookie, siempre con el guía correspondiente al lado y allí les dimos nuevamente de comer. Al parecer el guía, llamado mahout, y el elefante pasan junto toda la vida. En Tailandia los elefantes se han usado desde hace siglos como los caballos aquí: para transporte, trabajos, etc.
Nos cambiamos de ropa, e incluso hay duchas si queréis quitaros el barro (pero tendréis que llevar vosotros las toallas), nos despedimos de los elefantes y nos llevaron de vuelta a nuestros hoteles.
Me di cuenta que cuanto más grandes eran los elefantes, aunque a priori puede dar más miedo por el tamaño, son más mansos y están más habituados a viajar con las personas. Hubo alguno de los elefantes más jóvenes que se negaban a seguir el trazado, que se paraban a comer, que se enfadaban, etc. y los guías les reprimían, haciéndoles más o menos caso. La verdad es que aquí podríamos hablar largo y tendido del tema: al parecer hay empresas en las que no permiten que las personas se suban ni den paseos, sino que los tienen en libertad a su aire y te puedes acercar a verlos.
Al final el animal acaba siendo una especie atracción de feria, al que se le obliga a hacer todos los días lo mismo durante las visitas de los turistas pero casi mejor pasear y bañarse que hacer trabajos forzados, opino yo. Sea de un modo u otro, yo creo que estas empresas sí colaboran a que los elefantes puedan seguir viviendo en Tailandia, aunque sea en cautividad pues, entre la extensión de los campos de cultivo, lo costoso que es mantener a un elefante y los cazadores que buscan sus colmillos, lo más probable es que se extinguiesen rápidamente). Lo que no me parece bien es que sufran maltrato, pero no creo que a las empresas les sirva exponer animales maltratados, heridos y desnutridos, perderían turistas, entiendo yo, y por tanto su medio de vida. Sin embargo este tema da para hablar largo y tendido, y no voy a profundizar más.
Una vez en el hotel nos duchamos y metimos toda la ropa sucia que llevábamos acumulada para llevarla a una lavandería que había justo al lado del hotel. Previamente le habíamos preguntado a Víctor por un local de confianza y nos remitió a ese, pues allí llevaba las sábanas del hotel su esposa. Hablamos con la señora de la casa (pues es una vivienda, pero en la primera planta dan masajes y lavan ropa, extraña mezcla...) y acordamos 180/4'5€ por 5kg de ropa que llevábamos entre los dos. Nos la dejaría limpia al día siguiente en nuestro hotel así que fantástico.
Dimos un paseo por el centro pero finalmente acabamos cenando en el BLACK CANYON:
-Gambas fritas en salsa de tamarindo
-Butifarra de la zona (las vimos en los mercados y decidimos probarlas)
-Un pad thai para cada uno
-2 smoothies: uno de café y otro de hazelnut
Estaba todo muy rico y bien preparado. Pagamos 862B/21€por todo, lo cual es un precio caro para Tailandia pero no para España. Volvimos al hotel dando una caminata y a dormir.
Nos levantamos a las 7:45, desayunamos y nos preparamos para el día con elefantes que habíamos contratado con WOODY (pagamos 2.200B-55€/persona, pues se supone que nos descontaron 200B por persona por contratarlo con el hotel).
A las 8:30 tenían que venir a recogernos pero se adelantaron 10 minutos. Tengo que decir que en Tailandia las empresas de turismo son muy puntuales. Venía un guía muy serio y el conductor, que era muy simpático. Tardamos 2 horas en llegar al lugar, haciendo una parada en una casa particular en donde vi que entregaban un fajo de billetes y la señora nos dejó entrar al baño de su casa. No entendimos muy bien para qué fue la parada, pues nos hicieron cubrir una lista con nombres, edad, nacionalidad, etc. que creemos que entregaron allí. Mientras negociaban yo aproveché para ir al baño, que era como el de nuestro hotel: wáter y ducha todo junto.
Tras una siesta en la furgoneta llegamos al lugar y nos descalzamos (de hecho no volvimos a usar los zapatos en todo el día). Allí nos recibió Woody, el gerente/dueño de la empresa. Se trataba de un chico joven que nos habló mucho sobre lo feliz que eran los elefantes en su finca y lo bien que allí los trataban, de cómo obtenían el dinero, en qué lo gastaban (según él en comida para los elefantes, principalmente), cómo habían recuperado varios elefantes maltratados... Sin embargo tenía algo que no nos acababa de gustar...
Primero nos ofrecieron café y té y luego nos dejaron ropa para cambiarnos, con la que estuvimos toda la jornada (camiseta y pantalón thais; yo os recomiendo que, a pesar de que haga calor, cojáis camiseta de manga larga porque sino os desollaréis la piel de los brazos al subir y bajar del elefante, pues su piel y sus pelos son muy duros). Tengo que decir que algunas de las camisetas no olían demasiado bien a pesar de que se suponía que estaban lavadas…
A continuación nos reunieron en una caseta para enseñarnos los comandos con los que han sido educados los elefantes:
-yogkan: el elefante eleva la pata para facilitar que suba la persona a su lomo.
-su: te aúpa arriba con la pata para facilitar la maniobra.
-pai: el elefante camina hacia arriba.
-toi: el elefante camina hacia atrás.
-koa: el elefante gira a la derecha.
-sai: el elefante gira a la izquierda
-bo su: el elefante abre la boca para darle comida.
-jau: stop.
-bau: el elefante disminuye la velocidad.
Ante tanta información no nos quedó más remedio que hacernos una chuleta con bolígrafo en la mano que, con el paso del día y el sudor, se fue borrando poco a poco.
Nos condujeron a una cabaña muy grande a la que trajeron los elefantes. Allí les dimos primero de comer, principalmente plátanos y caña de azúcar, con el fin de familiarizarnos con ellos. Yo al principio estaba aterrorizada por el tamaño que tenían y no me atrevía ni a acercarme.
Me ayudaron, poco a poco, a perderles el miedo, a tocarlos y acariciarlos, a darle un plátano que tomaba de mi mano con la trompa a la velocidad del rayo, etc. Aunque escondieses el plátano en un bolsillo o en otro lado te olisqueaba con la trompa y lo encontraba volando.
La verdad es que vencí el miedo y me fueron enamorando poco a poco, pues son muy cariñosos e inteligentes. Finalmente disfruté mucho de la jornada en su compañía, os lo recomiendo.
Después de darles de comer nos enseñaron a subir al lomo. Yo primero me subí en uno pequeño. Te enseñan tres posiciones: en el culo, en los hombres y en el cuello. Luego nos enseñaron a girar, una vez que estás subido, tocándole con el pie la oreja del lado hacia el que quieres dirigirte. Finalmente aprendimos a indicarle que caminase hacia delante y hacia atrás.
Tras el entrenamiento (aunque yo creo que los elefantes se volvían un poco locos, pues estábamos todo dándoles órdenes en un espacio quizás demasiado pequeño para tanto mogollón de personas y animales de ese calibre) nos dieron de comer: arroz, calabaza, pollo con patatas y curry amarillo, omelette y sandía de postre, además de café y té. Compartimos mesa con un francés y su esposa brasileña, con los que nos entendimos bien entre gallego, inglés y francés.
Nos dieron media hora para descansar, que yo aproveché para tumbarme en una esterilla y dormir un rato. Luego ya nos adjudicaron elefantes por parejas o individuales, dependiendo de los pesos y tamaños animal-humano. Pelayo y yo fuimos en una elefanta muy cariñosa llamada Cookie, que además era de las más mayores (18 años).
Finalmente salimos del recinto y dimos un paseo por la zona: bajamos varias cuestas empinadísimas hasta el río (yo pensé que íbamos a volcar). Atravesamos un regato y, una vez que ya estaba metida en el agua la elefanta, agachó la cabeza para sumergirla y yo, que iba allí sentada, me caí al agua. Entre el guía y Pelayo me sacaron del agua, tirando con todas sus fuerzas, pues la elefanta ya estaba nadando, encantada. Me di cuenta de que les apasiona el agua.
Luego caminamos hasta el verdadero río y allí sí que disfrutó la elefanta, pues nos dieron unos cepillos y le frotamos toda la piel. Mientras estaba allí tumbada gozándolo nos gastaba bromas por debajo del agua con la trompa, era la leche de lista. A Pelayo le cogió muchísimo cariño y lo agarraba para traérselo, le daba besos, etc, casi me celo de ella ;)!!!
Los demás se dedicaron después del frotamiento a hacer guerras de agua, dándole la orden al elefante de escupir agua por la trompa. A mí me pareció otra manera de volver locos a los elefantes.
Volvimos otra vez subidos encima de Cookie, siempre con el guía correspondiente al lado y allí les dimos nuevamente de comer. Al parecer el guía, llamado mahout, y el elefante pasan junto toda la vida. En Tailandia los elefantes se han usado desde hace siglos como los caballos aquí: para transporte, trabajos, etc.
Nos cambiamos de ropa, e incluso hay duchas si queréis quitaros el barro (pero tendréis que llevar vosotros las toallas), nos despedimos de los elefantes y nos llevaron de vuelta a nuestros hoteles.
Me di cuenta que cuanto más grandes eran los elefantes, aunque a priori puede dar más miedo por el tamaño, son más mansos y están más habituados a viajar con las personas. Hubo alguno de los elefantes más jóvenes que se negaban a seguir el trazado, que se paraban a comer, que se enfadaban, etc. y los guías les reprimían, haciéndoles más o menos caso. La verdad es que aquí podríamos hablar largo y tendido del tema: al parecer hay empresas en las que no permiten que las personas se suban ni den paseos, sino que los tienen en libertad a su aire y te puedes acercar a verlos.
Al final el animal acaba siendo una especie atracción de feria, al que se le obliga a hacer todos los días lo mismo durante las visitas de los turistas pero casi mejor pasear y bañarse que hacer trabajos forzados, opino yo. Sea de un modo u otro, yo creo que estas empresas sí colaboran a que los elefantes puedan seguir viviendo en Tailandia, aunque sea en cautividad pues, entre la extensión de los campos de cultivo, lo costoso que es mantener a un elefante y los cazadores que buscan sus colmillos, lo más probable es que se extinguiesen rápidamente). Lo que no me parece bien es que sufran maltrato, pero no creo que a las empresas les sirva exponer animales maltratados, heridos y desnutridos, perderían turistas, entiendo yo, y por tanto su medio de vida. Sin embargo este tema da para hablar largo y tendido, y no voy a profundizar más.
Una vez en el hotel nos duchamos y metimos toda la ropa sucia que llevábamos acumulada para llevarla a una lavandería que había justo al lado del hotel. Previamente le habíamos preguntado a Víctor por un local de confianza y nos remitió a ese, pues allí llevaba las sábanas del hotel su esposa. Hablamos con la señora de la casa (pues es una vivienda, pero en la primera planta dan masajes y lavan ropa, extraña mezcla...) y acordamos 180/4'5€ por 5kg de ropa que llevábamos entre los dos. Nos la dejaría limpia al día siguiente en nuestro hotel así que fantástico.
Dimos un paseo por el centro pero finalmente acabamos cenando en el BLACK CANYON:
-Gambas fritas en salsa de tamarindo
-Butifarra de la zona (las vimos en los mercados y decidimos probarlas)
-Un pad thai para cada uno
-2 smoothies: uno de café y otro de hazelnut
Estaba todo muy rico y bien preparado. Pagamos 862B/21€por todo, lo cual es un precio caro para Tailandia pero no para España. Volvimos al hotel dando una caminata y a dormir.