Cuando abri los ojos esa mañana me encontré tapada hasta las orejas...hacía un frío...me levanté y miré por la ventana y ví que estaba lloviznando...maaadre mia!! Pasamos del verano a un otoño parisino en apenas unas horas. Hoy nos levantamos tempranito porque la primera parada del día iban a ser las catacumbas. Por el foro leí que se formaban muchas colas y que era recomendable llegar antes de que abran las puertas.
Cogimos el metro y llovía poquito. Nos bajamos en la parada de metro Denfert Rochereau y justo cruzando el paso de peatones te encuentras con las catacumbas. Nosotros, al estar lloviendo y sin paragüas, ni lo reconocimos al principio y estuvimos dando un par de vueltas, incluso tuvimos que preguntar. Cuando vimos que estaba justo al lado de la parada de metro...

A las diez se abrieron las puertas y en apenas unos minutos ya estábamos dentro de las catacumbas. Tengo que decir que durante el rato que estuvimos esperando la cola se fue haciendo cada vez mayor, dando la vuelta a la rotonda hasta que hubo un momento en que ya ni veía el final de la misma. El horario de entrada es de martes a domingos de 10:00 a 20:00 y la entrada cuesta 10 euros, aquí sólo tenían descuento para personas francesas. Estas catacumbas son relativamente nuevas. Datan del siglo XVIII, cuando el exceso de esqueletos en los cementerios parisinos hizo obligado la búsqueda de un nuevo lugar donde guardar tnatos huesos. Los encargados de colocar los huesos se entretuvieron en colocar las calaveras por un lado y las tibias por otro. Primero accedes a unas pequeñas escaleras de caracol, muy estrechas y bajas un montón de escalones llegando a una serie de galerías. Entre lo mojados por la lluvia que íbamos y la humedad que hacía allí abajo, nadie nos iba a librar de un buen catarro.
Y llegamos a las galerías donde están colocados los huesos de una manera un pelín macabro...
Después de estar casi una hora recorriendo las numerosas galerías de las catacumbas y viendo que la lluvia había parado,decidimos continuar con el planning previsto e irnos dirección a Concorde, bajándonos en la parada que tiene el mismo nombre.
Aquí se ve perfectamente los Campos Elíseos, con el Arco del Triunfo de fondo.
De aquí nos fuimos caminando hasta la Iglesia de la Madelaine, que la verdad me impresionó mucho, tanto por dentro como por fuera.
Vista de la Madelaine a Concorde
Interior de la Iglesia.
Viendo que aunque amenazaba la lluvia de momento no hacía acto de presencia, decidimos ir andando por el jardin des Tuileries hasta el museo del Louvre, donde teníamos pensado entrar y dedicarle un par de horas. Como está el tiempo, el día anterior estábamos a treinta y tantos grados y ese día los termómetros bajaron hasta los 18 grados (incluso menos por la noche)...
Y llegamos al museo del Louvre
Arco de triunfo de Carrousel
Después de pasear un rato por los exteriores del museo, decidimos acceder al mismo por la pirámide. No había apenas cola y estuvimos dentro en un par de minutos, luego de pasar otro control de seguridad. El Louvre abre todos los días excepto el martes, que permanece cerrado. El horario del museo es de 9:00 a 18:00, aunque a partir de las 17:30 ya no se permite la entrada. A la pirámide se puede acceder de 9:00 a 22:00. La entrada para menores de 18 años (y personas en el paro) es gratuita, así como los primeros domingos de mes de octubre a marzo.
¿Qué decir del Louvre? Creo que es un museo que para poder disfrutarlo se necesitan días. Es maravilloso, ya solo los techos que tiene te deja con la boca abierta. Mi consejo (como el de la gran mayoría que visitamos el museo) es que os hagáis un recorrido para ver las cosas que os interesen más. A nosotros nos pasó que nos cruzábamos con una sala que en principio no ibamos a ver, pero el arte parece que te llama y te insta a entrar...pero pudimos ver en un par de horas (quizás algo más, allí pierdes el control del tiempo) todo lo que estábamos interesados en ver.
Salí con dolor de cuello de mirar los techos, que cosa más bonita!
Pinturas italianas:
Y como no, no podía faltar la imprescindible del Louvre. Ella, la de la sonrisa enigmática, la de la belleza singular, la Mona Lisa, La Gioconda.
Sí que es verdad que había mucha gente esperando para poder observarla un poco en condiciones, muchos sólo levantaban el móvil a lo lejos, le echaban la foto y se iban. Con un pelín de paciencia en nada estás frente a ella. Nosotros pudimos echarle fotos y poder contemplar la pintura perfectamente, sin abusar mucho del tiempo empleado, pero nos quedamos completamente satisfechos.
Y seguimos con el recorrido. Ibamos para la parte egipcia (soy una enamorada del mundo egipcio en general), pero claro, pasabas por salas y...quien es capaz de no pararse, aunque sea un seguindín, a observar un poquito??

También estuvimos un poco en la zona de la escultura griega, donde pudimos contemplar la Venus de milo, famosa escultura del período helenístico de la escultura griega.
Y por fin llegamos a las antigüedades egipcias, traídas en gran parte durante las campañas de Napoleón por Egipto y completadas con las aportaciones del egiptólogo Champollion.
Hay muchísimos sarcófagos con mucha diversidad de decoraciones.
Y la momia de una mujer
Y el escriba sentado
Cuando nos dimos cuenta, eran casi las cinco de la tarde y no habíamos comido absolutamente nada del desayuno. Así que con un poco de pena ante la idea de dejar atrás tantas obras de arte por ver, salimos del museo.
La salida del museo es dentro de un centro comercial, donde lo primero que vemos es un McDonals, así que sin pensárnoslo apenas nos fuimos a comer algo, que ya rugían las tripas.
Después de comer y de descansar un poco la comida nos fuimos dirección Opera, que aunque no entramos dentro, si merece la pena echarle un vistazo por fuera.
Y justo detrás de la ópera, están las Galerías Lafayette, donde entramos y sólo estuvimos un par de minutos ya que, desde nuestro punto de vista, es una especia de Corte Inglés pero con un poco más de caché

De ahí decidimos volver al barrio de Montmartre, ya que nos quedaba una parte por ver. Nos volvimos a bajar en la para de Abesses, pero esta vez cogimos dirección de la calle Lepic, llegando hasta el famoso molino de Montmartre, El Moulin Rouge

De ahí dimos un paseo por la legendaria Pigalle, donde la venta del sexo en todas sus modalidades (espectáculos al desnudo y en directo, sex-shops, cines, lencería y artículos para todos los gustos, incluso el museo del erotismo) le da a esta calle un toque original.
El famoso Le Chat Noir
Después decidimos volver a subir por la Rue Lepic para llegar al bar "Des 2 moulins", famoso por ser el bar donde trabajaba Amelie en la película de su mismo nombre.
Allí paramos para tomar un café (yo) y mi chico, aprovechando la hora feliz, una cerveza por el módico precio de 4,5 euros

Hasta en el baño
De ahí nos fuimos hasta el Sacre Coeur para verlo iluminado, ya que ya se estaba haciendo de noche y para comprar algunos regalitos para la familia por los alrededores.
Y de ahí cogimos el metro dirección Trocadero, ya que era nuestra última noche en Paris y si o si íbamos a disfrutar de las vistas de la Torre Eiffel ilumada y la verdad, no defraudó absolutamente para nada. Que maravilla, que bonita se ve...cada hora hace una iluminación especial. Ni me acuerdo de la cantidad de fotos que le hicimos.
Aquí también había chicos que, al igual que en las escaleras del Sagrado Corazón, estaban vendiendo cervezas y champán, así como las típicas figuritas de la Torre Eiffel.
Una manera maravillosa de pasar la última noche en Paris...
Con un poco de pena y sin poder quitarle la vista a la Torre Eiffel nos fuimos a nuestro apartamento, donde cenamos y dejamos las cosas preparadas para el día siguiente. Paris se terminaba pero nuestro viaje continuaba...
