Otro día que nos levantamos temprano. Desde las 6.30 estamos fuera sacando fotos.
Salimos a las 8 del camping, acompañados por el glaciar Hoffellsjökull. Durante un buen rato vamos viendo otra lengua glaciar y más adelante otras dos juntas.
La hora que nos separa de nuestro primer objetivo, el P. N. de Vatnajökull, es una sucesión de montañas y de lenguas glaciares del Vatnajökull.
Llegamos sobre las 9 a la laguna glaciar Jökulsarlon, una maravilla de la que se habla maravillas. Allá vamos a comprobarlo. Hay ya bastante movimiento de gente, sobre todo, desde donde parte la excursión por la laguna en barco. Como venimos en dirección este hacia el oeste, desde el este hacia Vík, entramos en el aparcamiento antes de cruzar el puente blanco. En esta zona estamos más cerca del glaciar y vemos los trozos desprendidos de hielo deslizarse rápidamente hacia el puente, hacia la orilla de la playa que queda a la izquierda de este.
Desde aquí parten los botes anfibios para navegar por la laguna. Desde el aparcamiento vamos viendo el panorama, pero al bajar hacia la orilla…
… Papá lo primero que me pide es que hoy nos olvidemos del reloj ("hoy me tienes que dejar"-casi me suplica ). Hay gente, pero no sentimos agobio, estamos todos bastante repartidos. Van saliendo los primeros barcos mientras nos quedamos atrapados en este mundo de hielo azul.
Es increíble la sensación ante esta masa de agua helada, aparentemente quieta, con los grandes bloques de hielo enfrente, la lengua del glaciar en el fondo.
Nuestro niño no sabe qué hacer, si tocar el agua, tirar alguna piedrilla, buscar focas, coger los pequeños fragmentos de hielo que quedan sobre la orilla… Está maravillado. ¿Quién no?
Si miramos hacia el puente vemos los trozos desprendidos corriendo hacia la izquierda, llevados por la corriente hacia el mar... Unos operarios con una barca golpean el hielo para partirlo en trozos menores.
De repente se desprende un fragmento con un sonido que asusta a los que allí estamos que hace subir un poco la marea, tenemos que salir corriendo con el trípode porque casi nos alcanza. Una lección a pequeña escala de las consecuencias del cambio climático, aunque nuestro hijo no entiende y nos dice que él no le está haciendo daño al planeta.
Aquí, por supuesto, no hay hora, no atendemos al reloj... es cierto lo que comenta la gente, no te cansas de mirar ni de hacer fotos. Vemos algunas focas, apenas la cabecita o el lomo cuando se meten bajo el agua.
Y así podríamos haber seguido hasta el infinito…
A regañadientes nos vamos hacia la otra zona, la que está cruzando el puente hacia la izquierda. Desde aquí se ve a la perfección cómo la corriente arrastra con fuerza los trozos de hielo hacia la marea.
Por suerte nos ha coincidido que está baja y podemos disfrutar de un paisaje espectacular, con algunos fragmentos de distinto tamaño y formas sobre la arena, mientras de fondo corren otros hacia el mar abierto.
De vuelta a la carretera, a unos 500 metros del puente siguiendo en dirección a Vík, vemos un apartadero (hay dos, me refiero al segundo). Siguiendo el consejo de "cuando veas coches parados, hazlo tú también", subimos una pequeña loma y si desde el sitio oficial las vistas de Jökulsarlon son de otro mundo, aquí ya son de muerte total.
Hay muy poca gente, mucha tranquilidad, puedes sentarte en cualquier roca o bajar a la orilla (algo más complicado que en la anterior).
Sin darnos cuenta llevamos casi tres horas en nuestra primera visita del día. Siguiendo la carretera 1 nos desviamos a la derecha, hacia el glaciar de Breidarlon, con una agradable grava movidita durante varios minutos.
También nos gusta, aunque no tiene la majestuosidad de la anterior laguna. La montaña que hace de telón tiene unas formaciones simétricas en la roca muy llamativas y las lenguas glaciares se ven desde aquí como si fueran helados con sus surcos en el expositor de una heladería.
El agua de Breidarlon llega hasta otra laguna más pequeña, Fjallsarlon, que será nuestro último contacto con el mundo de hielo.
Fjallsarlon se recomienda por su belleza, tranquilidad, menor afluencia y paseos en barco más baratos.
Desde el aparcamiento hasta la orilla damos un breve paseo; somos insignificantes ante la Naturaleza.
Fjallsarlon no tiene nada que envidiarle a su hermana mayor, pero Jökulsarlon nos gusta más, sobre todo, desde el segundo apartadero.
Casi nos ha dado la 13, nos hubiéramos quedado todo el día dedicados solo a mirar, pero seguimos hacia el P.N. de Skaftafell a ver otra cascada de las grandes. Encontramos algún tramo de grava. Pasamos por Hofgardur, donde hacemos fotos a casas y caballos; también a las casitas de Svinafell.
Los contrastes del paisaje son constantes, paramos cada vez que podemos.
El aparcamiento en Skaftafell es de pago, nuestro primer desembolso de este tipo en los 9 días (miento, el primero fue en el túnel subterráneo de Hvalfjördur). No está mal, dadas las joyas que tiene la isla. Son 600 isk que se pueden pagar a través de la web o en el centro de visitantes; nosotros optamos por esta opción: hay unas pantallas táctiles al entrar en la pared de la izquierda; se pone la matrícula y una dirección de correo a la que te mandan el resguardo. Nunca nos llegó, nos quedamos con la duda de si lo hicimos bien; el cobro nos lo pasaron al banco. No sé de qué modo controlaban el pago, si con cámaras a la salida del parking o con personal.
Aquí notamos ya mayor afluencia de gente. Subimos por varias escaleras. Svartifoss está a 1.8 km. Llevábamos varias rutas anotadas para hacer alguna: la S1 hasta Skaftafellsjökul (3.7 km), la S2 a Sjónarsker (5.5 km), la S5 hasta Sjónarnípa (6.5 km)… pero se nos echó el día encima con las lagunas, así que nos conformamos con llegar hasta el que sería un nuevo flechazo. Puedes encontrarlas detalladas en la web del parque: Rutas en el P.N. de Skaftafell. Aparece una primera cascada lateral, creo que Hundafoss.
Las vistas hacia las montañas hacen agradable la subida por las pendientes. Desde el puente ya se divisa la caída de agua vertical. Lo cruzamos hacia la izquierda primero y volvemos hacia la derecha, bajando hasta su base.
Es una ruta sencilla con escaleras y pequeñas pendientes, pero sin peligro. Nosotros vamos ligeritos, porque nos queda tarde por delante y varias cositas pendientes todavía.
Hay unas vallas que todo el mundo se salta para acercarse. ¡Quiero ver de cerca esas columnas hexagonales!
Es increíble que sean tan iguales, por más que leo la explicación no me entra en la cabeza cómo la contracción del magma al enfriarse adquiere esa forma de ángulos rectos y simétricos. Hasta don terremoto se rinde ante Svartifoss. ¡Somos unos padres muy pesados con tanta foto!
Nos hemos acercado cuanto hemos podido, vale la pena admirar muy cerquita otra de la que será, junto a Hengifoss, una de nuestras preferidas entre las grandes.
Nos ha llevado una hora la ruta y volvemos al parking en 45 minutos. Sobre las 18.00 salimos hacia Kirkjubaeklaustur. El camino sigue dejando estampas para pararse a cada rato, como en la cascada Foss a Sídu. ¿Quien no viviría en este escenario? Una cascada privada, para ti solito. Nos acercamos un poco, hay cartel de propiedad privada y verja. Más que la caída del agua, lo llamativo es el fondo.
A partir de aquí las montañas parecen estar hechas de alfombras verdes.
Y volvemos a ver árboles.
También encontramos zonas extensas de piedra recubierta de musgo. Cuánta variedad en tan pocos kilómetros.
Pasamos un ratillo agradable en la piscina del pueblo de Kirkjubaeklaustur, donde nuevamente no nos cobran por el niño. Tiene una piscina con varias calles y un tobogán en forma de serpiente y dos pequeñas a distintas temperaturas. Ahora ya somos un poco más capaces de dejar medio cuerpo fuera.
Después cogemos la 203 a Geirland. Vamos buscando algo que encontramos trasteando con el street view de Google maps. La 203 lleva al Hotel Geirland, pero tiene dos puntos de interés. Pasando la entrada a la izquierda está el suelo de iglesia y más adelante el camping Kleifar. Aparcamos aquí primero para ver la cascada Stjórnarfoss. Son las 21.30 ya.
Bellísima, escondida tranquila entre las paredes tapizadas de las montañas por las que suben y bajan algunas ovejas. Perdí ya la cuenta de los flechazos, pero de las menos conocidas, esta es mi caída de agua. El entorno es indescriptible, igual que el viento helado que hace. Leímos que en verano la gente se baña aquí; ni intentamos meter siquiera la punta de los dedos.
Dándole la espalda seguimos viendo los glaciares y notamos su frío.
Volvemos a por el coche y retrocedemos hacia Kirkjugólf. Dejamos el coche junto a la valla, apenas caben varios, y seguimos el camino señalizado hacia el suelo de iglesia, al que llegamos en unos 5 minutos. Va paralelo a la 203, pero en sentido contrario.
Si no hubiera tenido tiempo, esta visita la consideraría poco imprescindible, pero gracias a ella descubrimos un tesoro oculto, Stjórnarfoss . Sí nos gustó mucho por el entorno en el que está enclavado formado por esas montañas con suaves ondulaciones recubiertas de verde.
Esta noche dormimos en el camping cercano de Kirkjubaer II; en la entrada a la izquierda está la zona de columpios. Aprovechamos para poner la lavadora; hay dos, una funciona con unas fichas y la otra con monedas que te cambian en la oficina. Estamos ya en la cuenta atrás para que termine esta vorágine llamada Islandia. El día ha sido redondo, no solo por las lagunas y cascadas; los contrastes del paisaje mientras conducíamos también tienen su parte de culpa.
Salimos a las 8 del camping, acompañados por el glaciar Hoffellsjökull. Durante un buen rato vamos viendo otra lengua glaciar y más adelante otras dos juntas.
La hora que nos separa de nuestro primer objetivo, el P. N. de Vatnajökull, es una sucesión de montañas y de lenguas glaciares del Vatnajökull.
Llegamos sobre las 9 a la laguna glaciar Jökulsarlon, una maravilla de la que se habla maravillas. Allá vamos a comprobarlo. Hay ya bastante movimiento de gente, sobre todo, desde donde parte la excursión por la laguna en barco. Como venimos en dirección este hacia el oeste, desde el este hacia Vík, entramos en el aparcamiento antes de cruzar el puente blanco. En esta zona estamos más cerca del glaciar y vemos los trozos desprendidos de hielo deslizarse rápidamente hacia el puente, hacia la orilla de la playa que queda a la izquierda de este.
Desde aquí parten los botes anfibios para navegar por la laguna. Desde el aparcamiento vamos viendo el panorama, pero al bajar hacia la orilla…
… Papá lo primero que me pide es que hoy nos olvidemos del reloj ("hoy me tienes que dejar"-casi me suplica ). Hay gente, pero no sentimos agobio, estamos todos bastante repartidos. Van saliendo los primeros barcos mientras nos quedamos atrapados en este mundo de hielo azul.
Es increíble la sensación ante esta masa de agua helada, aparentemente quieta, con los grandes bloques de hielo enfrente, la lengua del glaciar en el fondo.
Nuestro niño no sabe qué hacer, si tocar el agua, tirar alguna piedrilla, buscar focas, coger los pequeños fragmentos de hielo que quedan sobre la orilla… Está maravillado. ¿Quién no?
Si miramos hacia el puente vemos los trozos desprendidos corriendo hacia la izquierda, llevados por la corriente hacia el mar... Unos operarios con una barca golpean el hielo para partirlo en trozos menores.
De repente se desprende un fragmento con un sonido que asusta a los que allí estamos que hace subir un poco la marea, tenemos que salir corriendo con el trípode porque casi nos alcanza. Una lección a pequeña escala de las consecuencias del cambio climático, aunque nuestro hijo no entiende y nos dice que él no le está haciendo daño al planeta.
Aquí, por supuesto, no hay hora, no atendemos al reloj... es cierto lo que comenta la gente, no te cansas de mirar ni de hacer fotos. Vemos algunas focas, apenas la cabecita o el lomo cuando se meten bajo el agua.
Y así podríamos haber seguido hasta el infinito…
A regañadientes nos vamos hacia la otra zona, la que está cruzando el puente hacia la izquierda. Desde aquí se ve a la perfección cómo la corriente arrastra con fuerza los trozos de hielo hacia la marea.
Por suerte nos ha coincidido que está baja y podemos disfrutar de un paisaje espectacular, con algunos fragmentos de distinto tamaño y formas sobre la arena, mientras de fondo corren otros hacia el mar abierto.
De vuelta a la carretera, a unos 500 metros del puente siguiendo en dirección a Vík, vemos un apartadero (hay dos, me refiero al segundo). Siguiendo el consejo de "cuando veas coches parados, hazlo tú también", subimos una pequeña loma y si desde el sitio oficial las vistas de Jökulsarlon son de otro mundo, aquí ya son de muerte total.
Hay muy poca gente, mucha tranquilidad, puedes sentarte en cualquier roca o bajar a la orilla (algo más complicado que en la anterior).
Sin darnos cuenta llevamos casi tres horas en nuestra primera visita del día. Siguiendo la carretera 1 nos desviamos a la derecha, hacia el glaciar de Breidarlon, con una agradable grava movidita durante varios minutos.
También nos gusta, aunque no tiene la majestuosidad de la anterior laguna. La montaña que hace de telón tiene unas formaciones simétricas en la roca muy llamativas y las lenguas glaciares se ven desde aquí como si fueran helados con sus surcos en el expositor de una heladería.
El agua de Breidarlon llega hasta otra laguna más pequeña, Fjallsarlon, que será nuestro último contacto con el mundo de hielo.
Fjallsarlon se recomienda por su belleza, tranquilidad, menor afluencia y paseos en barco más baratos.
Desde el aparcamiento hasta la orilla damos un breve paseo; somos insignificantes ante la Naturaleza.
Fjallsarlon no tiene nada que envidiarle a su hermana mayor, pero Jökulsarlon nos gusta más, sobre todo, desde el segundo apartadero.
Casi nos ha dado la 13, nos hubiéramos quedado todo el día dedicados solo a mirar, pero seguimos hacia el P.N. de Skaftafell a ver otra cascada de las grandes. Encontramos algún tramo de grava. Pasamos por Hofgardur, donde hacemos fotos a casas y caballos; también a las casitas de Svinafell.
Los contrastes del paisaje son constantes, paramos cada vez que podemos.
El aparcamiento en Skaftafell es de pago, nuestro primer desembolso de este tipo en los 9 días (miento, el primero fue en el túnel subterráneo de Hvalfjördur). No está mal, dadas las joyas que tiene la isla. Son 600 isk que se pueden pagar a través de la web o en el centro de visitantes; nosotros optamos por esta opción: hay unas pantallas táctiles al entrar en la pared de la izquierda; se pone la matrícula y una dirección de correo a la que te mandan el resguardo. Nunca nos llegó, nos quedamos con la duda de si lo hicimos bien; el cobro nos lo pasaron al banco. No sé de qué modo controlaban el pago, si con cámaras a la salida del parking o con personal.
Aquí notamos ya mayor afluencia de gente. Subimos por varias escaleras. Svartifoss está a 1.8 km. Llevábamos varias rutas anotadas para hacer alguna: la S1 hasta Skaftafellsjökul (3.7 km), la S2 a Sjónarsker (5.5 km), la S5 hasta Sjónarnípa (6.5 km)… pero se nos echó el día encima con las lagunas, así que nos conformamos con llegar hasta el que sería un nuevo flechazo. Puedes encontrarlas detalladas en la web del parque: Rutas en el P.N. de Skaftafell. Aparece una primera cascada lateral, creo que Hundafoss.
Las vistas hacia las montañas hacen agradable la subida por las pendientes. Desde el puente ya se divisa la caída de agua vertical. Lo cruzamos hacia la izquierda primero y volvemos hacia la derecha, bajando hasta su base.
Es una ruta sencilla con escaleras y pequeñas pendientes, pero sin peligro. Nosotros vamos ligeritos, porque nos queda tarde por delante y varias cositas pendientes todavía.
Hay unas vallas que todo el mundo se salta para acercarse. ¡Quiero ver de cerca esas columnas hexagonales!
Es increíble que sean tan iguales, por más que leo la explicación no me entra en la cabeza cómo la contracción del magma al enfriarse adquiere esa forma de ángulos rectos y simétricos. Hasta don terremoto se rinde ante Svartifoss. ¡Somos unos padres muy pesados con tanta foto!
Nos hemos acercado cuanto hemos podido, vale la pena admirar muy cerquita otra de la que será, junto a Hengifoss, una de nuestras preferidas entre las grandes.
Nos ha llevado una hora la ruta y volvemos al parking en 45 minutos. Sobre las 18.00 salimos hacia Kirkjubaeklaustur. El camino sigue dejando estampas para pararse a cada rato, como en la cascada Foss a Sídu. ¿Quien no viviría en este escenario? Una cascada privada, para ti solito. Nos acercamos un poco, hay cartel de propiedad privada y verja. Más que la caída del agua, lo llamativo es el fondo.
A partir de aquí las montañas parecen estar hechas de alfombras verdes.
Y volvemos a ver árboles.
También encontramos zonas extensas de piedra recubierta de musgo. Cuánta variedad en tan pocos kilómetros.
Pasamos un ratillo agradable en la piscina del pueblo de Kirkjubaeklaustur, donde nuevamente no nos cobran por el niño. Tiene una piscina con varias calles y un tobogán en forma de serpiente y dos pequeñas a distintas temperaturas. Ahora ya somos un poco más capaces de dejar medio cuerpo fuera.
Después cogemos la 203 a Geirland. Vamos buscando algo que encontramos trasteando con el street view de Google maps. La 203 lleva al Hotel Geirland, pero tiene dos puntos de interés. Pasando la entrada a la izquierda está el suelo de iglesia y más adelante el camping Kleifar. Aparcamos aquí primero para ver la cascada Stjórnarfoss. Son las 21.30 ya.
Bellísima, escondida tranquila entre las paredes tapizadas de las montañas por las que suben y bajan algunas ovejas. Perdí ya la cuenta de los flechazos, pero de las menos conocidas, esta es mi caída de agua. El entorno es indescriptible, igual que el viento helado que hace. Leímos que en verano la gente se baña aquí; ni intentamos meter siquiera la punta de los dedos.
Dándole la espalda seguimos viendo los glaciares y notamos su frío.
Volvemos a por el coche y retrocedemos hacia Kirkjugólf. Dejamos el coche junto a la valla, apenas caben varios, y seguimos el camino señalizado hacia el suelo de iglesia, al que llegamos en unos 5 minutos. Va paralelo a la 203, pero en sentido contrario.
Si no hubiera tenido tiempo, esta visita la consideraría poco imprescindible, pero gracias a ella descubrimos un tesoro oculto, Stjórnarfoss . Sí nos gustó mucho por el entorno en el que está enclavado formado por esas montañas con suaves ondulaciones recubiertas de verde.
Esta noche dormimos en el camping cercano de Kirkjubaer II; en la entrada a la izquierda está la zona de columpios. Aprovechamos para poner la lavadora; hay dos, una funciona con unas fichas y la otra con monedas que te cambian en la oficina. Estamos ya en la cuenta atrás para que termine esta vorágine llamada Islandia. El día ha sido redondo, no solo por las lagunas y cascadas; los contrastes del paisaje mientras conducíamos también tienen su parte de culpa.