.
Al pasar solo una noche en este alojamiento, habíamos abierto las maletas parcialmente así que no tardamos mucho en tenerlo todo recogido por la mañana antes de bajar a desayunar. Como teníamos reservado el ferry para las 8:30 madrugamos un poco para no andar apurados. El desayuno está incluido, pero es tipo continental. Tal como habíamos supuesto por la noche, teníamos compañeros en el comedor procedentes de Suecia. Estuvimos charlando con ellos animadamente y compartiendo experiencias sobre viajes. Nos resultó muy curioso su comentario de que Irlanda les estaba parecido un país caro con respecto al suyo propio. Nos sorprendió ya que teníamos la imagen contraría y que Suecia es un país con un nivel económico más elevado ¡habrá que comprobarlo!
Prácticamente salimos todos los coches a la vez puesto que nos dirigíamos todos hacia el ferry. A las 8:15 llegamos a la zona de embarque. El día estaba bastante plomizo, con xirimiri bastante copioso. Pusimos nuestro coche en fila y salimos a “olisquear”. Aquí tan solo hay una pequeña caravana a modo de cafetería.
Mientras hacíamos algunas fotos, una de las personas que estaba tomándose un café nos dijo que sí nos asomábamos un poco al final del espigón, podríamos llegar a ver un faro. Como imaginaréis, había pronunciado la palabra mágica y para allá que nos fuimos y ¡sí, allí estaba el farito! Al poco de estar rondando, vimos acercarse al ferry y recorrimos el camino de vuelta hacia el coche.
Una vez nos dejaron embarcar pudimos comprobar que el ferry era grande porque además de coches, embarcaron varios camiones de gran tonelaje. Puntualmente, a las 8h30 partimos hacia la otra orilla del estuario de Shannon.
Aunque ya lo habíamos fotografiado desde tierra, no dejamos pasar la oportunidad de volver a fotografiar el faro de Tarbert, pero esta vez desde el mar, con el fondo de la central eléctrica de Tarbert.
En apenas 15 minutos empezamos a divisar la silueta de la costa de Killimer. Seguía estando muy nublado y a ratos llovía. Sin embargo, la temperatura era buena, unos 17 °C. Según desembarcamos empezamos a ver señales que nos indicaban el camino a seguir para llegar hasta nuestro primer destino del día, el faro de Loop head.
Nos llevó una hora llegar hasta el faro y durante todo el camino no paró de llover y llover. ¿Cabría la posibilidad de ser hoy ese día “X” donde la lluvia no nos abandonaría en todo el día? Apenas distinguimos el edificio del faro y no mejoró mucho la visibilidad al llegar al aparcamiento porque la niebla estaba bastante baja.
La entrada que incluye la visita guiada es de 5€/ persona. Quizás fuese debido a la hora o al mal tiempo, pero estuvimos solos con nuestro guía Steven. La verdad es que cuando pasa esto los guías suelen esperar pacientemente a que Anna me traduzca lo que van diciendo.
Pasamos primero al edificio principal y como es habitual, primero nos dio una pequeña charla sobre la navegación y la importancia de los faros en la seguridad de los baros. A continuación, salimos al exterior para subir a la torre de la lámpara. Esta vez a pesar de estar en marcha, pudimos verla muy de cerca y comprobar el funcionamiento de los engranajes en detalle.
Ha habido un faro en Loop Head desde 1670. Originalmente, fue un brasero ardiente de carbón en una plataforma en el techo de la casa donde vivía el farero. Todavía se puede ver parte de la antigua casa de campo en el lugar. La primera torre se construyó en 1802 y fue reemplazada por una torre nueva en 1854. En 1869 su luz pasó de ser fija a parpadeante (4 veces cada 20 segundos). El faro se convirtió en eléctrico en 1971 y finalmente automatizado en 1991.
Desde el balcón, en días despejados porque hoy obviamente no, se tienen vistas alucinantes de toda la costa, pero ahora apenas vislumbramos nuestro coche aparcado.
Desde el balcón, en días despejados porque hoy obviamente no, se tienen vistas alucinantes de toda la costa, pero ahora apenas vislumbramos nuestro coche aparcado.
Una vez finalizó la visita guiada (un diez para Steven, el guía), continuamos por nuestra cuenta por el resto de las instalaciones del faro pasando de sala en sala donde tienen instalados paneles con información, historia y características técnicas de los faros irlandeses y de Loop Head en particular.
Al acabar, la bruma sigue haciendo imposible ver la costa, pero decidimos dar un pequeño paseo. No resultó agradable debido a la humedad y a un viento fuerte bastante incómodo. Por precaución caminamos manteniéndonos por los senderos más alejados de la orilla. Mientras recorríamos el camino de vuelta, a lo lejos parecía que el cielo quería “abrirse” y decidimos esperar para ver sí mejoraba el tiempo. Y tuvimos suerte, porque no solo se disipó la niebla, el cielo se abrió, salió el sol y pudimos ver todo lo que de antemano solo habíamos “intuido”: los acantilados y el propio faro, que, hasta esos momentos, no habíamos visto por fuera.
Sopesamos la posibilidad de volver a realizar la visita guiada para poder subir de nuevo a la torre, pero nos habíamos entretenido bastante más de lo previsto y decidimos que también la vista/no vista, formaba parte de la visita a un faro.
A las 11h30 partimos hacia Bridges of Ross. Unos arcos naturales muy cerca de la playa de Derrynadivva Bay. Para acceder a la zona, en vez de volver por la carretera R487, tuvimos que tomar la carretera de la costa.
Cuando llegamos al aparcamiento no había ningún coche y la verdad es que nos pareció que alguna señal indicando cómo llegar a los puentes, no habría estado de más. Decidimos seguir unas pisadas que habían hecho una especie de sendero y que se iban en dirección al agua. Después de caminar cinco minutos, el paisaje nos dejó boquiabiertos con las increíbles entradas en la tierra que la fuerza del mar había esculpido con diferentes formas a lo largo de miles de años.
A las 11h30 partimos hacia Bridges of Ross. Unos arcos naturales muy cerca de la playa de Derrynadivva Bay. Para acceder a la zona, en vez de volver por la carretera R487, tuvimos que tomar la carretera de la costa.
Cuando llegamos al aparcamiento no había ningún coche y la verdad es que nos pareció que alguna señal indicando cómo llegar a los puentes, no habría estado de más. Decidimos seguir unas pisadas que habían hecho una especie de sendero y que se iban en dirección al agua. Después de caminar cinco minutos, el paisaje nos dejó boquiabiertos con las increíbles entradas en la tierra que la fuerza del mar había esculpido con diferentes formas a lo largo de miles de años.
Antes de llegar a Kilkee y abandonar la zona del santuario de Shannon, hicimos una parada breve para visitar los acantilados de Kilkee. Pudimos disfrutar de unas vistas sensacionales gracias al giro que había dado el tiempo desde primera hora hasta ahora.
La última visita que teníamos programada para el día de hoy era el Bunratty Castle & Folk Park. Como estábamos a más de una hora de viaje y eran más de las 13h45 decidimos comer por el camino para así, tener más tiempo para ver el castillo y el parque.
Llegamos al parking (gratuito) del complejo poco después de las 15h y sin perder un minuto, fuimos a sacar las entradas. El precio es de 16,95€ por persona, aunque si se compran on-line, suelen tener un 10% de descuento. El precio puede parecer un poco caro, pero es un parque pensado para parar, al menos, medio día. No disponíamos de tanto tiempo así que tuvimos que ir algo más rápido de lo que nos hubiese gustado.
El parque de Bunratty es una fiel reconstrucción de las casas y el modo de vida en la Irlanda de hace más de un siglo. Hay calles, comercios y casas decoradas con muebles y accesorios como lo habrían estado en aquella época.
El eje central del parque es el Castillo de Bunratty, una construcción de la familia McNamara hacia el año 1425. Después de 50 años pasó manos de la familia O’Briens, sirviéndoles como defensa durante los siglos XV y XVI. La edificación tiene cuatro plantas y está rodeada por cuatro torres. El acceso al interior se hace a través de un puente levadizo que da directamente a la sala conocida como “main guard”.
Llegamos al parking (gratuito) del complejo poco después de las 15h y sin perder un minuto, fuimos a sacar las entradas. El precio es de 16,95€ por persona, aunque si se compran on-line, suelen tener un 10% de descuento. El precio puede parecer un poco caro, pero es un parque pensado para parar, al menos, medio día. No disponíamos de tanto tiempo así que tuvimos que ir algo más rápido de lo que nos hubiese gustado.
El parque de Bunratty es una fiel reconstrucción de las casas y el modo de vida en la Irlanda de hace más de un siglo. Hay calles, comercios y casas decoradas con muebles y accesorios como lo habrían estado en aquella época.
El eje central del parque es el Castillo de Bunratty, una construcción de la familia McNamara hacia el año 1425. Después de 50 años pasó manos de la familia O’Briens, sirviéndoles como defensa durante los siglos XV y XVI. La edificación tiene cuatro plantas y está rodeada por cuatro torres. El acceso al interior se hace a través de un puente levadizo que da directamente a la sala conocida como “main guard”.
Los empleados que vigilan las salas están vestidos de época para no desentonar. El primero que nos recibió, al oírnos nos saludó en castellano y resultó ser un chico cubano que llevaba ya unos años viviendo en Irlanda. Después de charlar unos minutos con él, empezamos la visita por el Gran Salón, que es la dependencia utilizada originalmente para la celebración de banquetes y también para las audiencias de los Condes de Thomond.
Los enormes tapices que se pueden ver son originarios de Bruselas, Flandes y Francia. Los condes, sentados en el trono también repartían justicia… ¡o no! El mueble antiguo (o bargueño) que se puede ver en la parte derecha de la fotografía data del año 1570 y está hecho de roble.
En una de las estancias privadas del Conde conocida “Solar Norte” pudimos ver una curiosa lámpara del siglo XV. El término “Solar Norte” se utilizaba en la edad media para nombrar a los aposentos superiores.
Una de las zonas que más nos suelen gustar en este tipo de sitios suelen ser la cocina y esta no nos defraudó. Aquí es donde se preparaban las grandes “jamadas” que luego se servían en el Gran Salón. Según pudimos leer, los caparazones de tortuga que se ven encima de la chimenea, se utilizaban como vajilla, suponemos que a modo de fuente de servir viandas.
El dormitorio del Conde tiene una cama tapizada de Damasco y sobre ella se puede ver un gran vestido de señora. También hay un mueble con escritorio (aunque no nos entraba en la fotografía) datado en el siglo XV y considerado un ejemplar muy raro.
Una vez dejamos atrás el castillo, nos dirigimos a visitar el resto del recinto. En el parque está recreados fielmente la vida rural irlandesa de finales del siglo XIX. Inicialmente se comenzó la construcción con una granja y luego se fueron añadiendo más edificios. Ahora hay un pueblo entero con tiendas, y una amplia muestra de arquitectura desde cabañas hasta mansiones georgianas.
La Granja de montaña es un ejemplo de la típica cabaña utilizada por los granjeros de la zona fronteriza entre los condados de Limerick y Kerry. Nos llamó la atención es el espacio dedicado a los dormitorios.
La Granja de montaña es un ejemplo de la típica cabaña utilizada por los granjeros de la zona fronteriza entre los condados de Limerick y Kerry. Nos llamó la atención es el espacio dedicado a los dormitorios.
La granja del Valle Dorado (Golden vale) es una granja curiosa por su color exterior y es que es de color rosa. Se supone que aquí vivían granjeros con un mayor poder adquisitivo siendo dueños de tierras en los condados de Limerick y Tipperary.
El molino de trigo fue reconstruido según los hallazgos encontrados en unas excavaciones realizadas en Mashanaglas, en el condado de Cork.
Y para acabar, recorrimos la reconstrucción del pueblo, con sus tiendas, algunas convertidas en tiendas en activo y otras simplemente como muestra de lo que fueron. Entre otros establecimientos una escuela, una imprenta, un fotógrafo y como no podía ser de otra manera, tratándose de Irlanda, la taberna.
Estiramos la visita todo lo que pudimos y casi que nos tuvieron que echar de allí, pero tenemos que reconocer que nos faltó tiempo porque algunos tramos los hicimos literalmente a la carrera.
Poco antes de las 17h30 abandonamos Bunratty y pusimos dirección al B&B en Kinvara, co. Galway donde íbamos a pasar las siguientes tres noches. De Kinvara teníamos muy buen recuerdo de nuestro viaje de 2006 e hicimos todo lo posible para alojarnos aquí en este viaje.
Para variar, llegamos al B&B de día y como estaba muy cerca del pueblo, pensamos que era buena idea presentarnos a los anfitriones y así luego podíamos salir a cenar y si se daban las circunstancias propicias, fotografiar el atardecer en el cercano Castillo de Dunguaire.
Nuestros anfitriones eran una pareja de señores mayores muy entrañables, aunque en la primera impresión, la señora nos pareció seria y hasta un poco mandona, tipo madre jajaja. Pero terminamos cogiéndoles cariño.
Poco antes de las 17h30 abandonamos Bunratty y pusimos dirección al B&B en Kinvara, co. Galway donde íbamos a pasar las siguientes tres noches. De Kinvara teníamos muy buen recuerdo de nuestro viaje de 2006 e hicimos todo lo posible para alojarnos aquí en este viaje.
Para variar, llegamos al B&B de día y como estaba muy cerca del pueblo, pensamos que era buena idea presentarnos a los anfitriones y así luego podíamos salir a cenar y si se daban las circunstancias propicias, fotografiar el atardecer en el cercano Castillo de Dunguaire.
Nuestros anfitriones eran una pareja de señores mayores muy entrañables, aunque en la primera impresión, la señora nos pareció seria y hasta un poco mandona, tipo madre jajaja. Pero terminamos cogiéndoles cariño.
No nos entretuvimos demasiado, lo necesario para descargar maletas y coger los bártulos de fotografía. Aparcamos en la zona del puerto y desde allí sacamos las primeras fotos del castillo desde la perspectiva que da la distancia. Y de allí, subimos hacia la carretera general para localizar el pub donde habíamos cenado y escuchado música en directo, trece años atrás.
Y allí estaba… el Pub Keogh’s. ¡No lo habían movido de su sitio! Jajaja aunque sí que le habían cambiado el color a la fachada exterior. Derechitos entramos a cenar. Tuvimos oportunidad de charlar con la camarera que atendía nuestra mesa. Le comentamos que ya habíamos estado anteriormente y el cambio de color de la fachada. Nos dijo que ella ya lo conoció con el color actual y se sorprendió cuando le enseñamos la foto del 2006.
Por cierto, el precio de la cena para dos personas 36,90€.
Por cierto, el precio de la cena para dos personas 36,90€.
Después de cenar, nos acercamos al castillo y aprovechamos las últimas luces del día para fotografiar el atardecer y traer recuerdos al presente.
A las 21h nos quedamos sin luz y regresamos al B&B. Descarga de fotografías, copia de seguridad, subir alguna foto a las redes sociales y saludar a la familia… vamos, lo de todas las noches.
*** final del día 9 ***
.