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El cuarto día de nuestro viaje comienza prontito y mirando por la ventana, está bastante nublado y cae algo de xirimiri. Fuera, 12ºC, fresquito, pero para nosotros, no está del todo mal.
Ya una vez sentados a nuestra mesa, no tardó en aparecer Dermot para traernos el desayuno y preguntarnos qué tal nos había ido el día anterior. Entre paseo y paseo hasta la cocina, le fuimos contando nuestro recorrido, y que el tiempo, además, nos había acompañado. Con una media sonrisa y nos dijo. “eso fue el resultado de mi charla con, y señaló hacia arriba, para pedirle buen tiempo”. ¡Y se quedó tan ancho! En vista de que parecía tener línea directa con él, le dijimos que siguiese intercediendo por nosotros. Just in case!!
Confesamos que volvimos a bajar los móviles al desayuno, pero sacamos fotos literalmente, a escondidas, como dos niños pequeños saltándose la regla y poniendo cara de buenos.
Entre todos los cachivaches que adornaban la sala, nos llamó la atención una especie de bate de criquet (lo podéis ver en la foto del mueble, entre los cereales y los cuencos) y le preguntamos a Dermot que nos contó que era para jugar al “hurling” muy practicado en Irlanda. Se estaba celebrando un torneo importante y ese era el motivo de que en la inmensa mayoría de casas ondeasen banderas de diferentes colores en función de los equipos los que cada uno apoyaba.
Ya una vez sentados a nuestra mesa, no tardó en aparecer Dermot para traernos el desayuno y preguntarnos qué tal nos había ido el día anterior. Entre paseo y paseo hasta la cocina, le fuimos contando nuestro recorrido, y que el tiempo, además, nos había acompañado. Con una media sonrisa y nos dijo. “eso fue el resultado de mi charla con, y señaló hacia arriba, para pedirle buen tiempo”. ¡Y se quedó tan ancho! En vista de que parecía tener línea directa con él, le dijimos que siguiese intercediendo por nosotros. Just in case!!
Confesamos que volvimos a bajar los móviles al desayuno, pero sacamos fotos literalmente, a escondidas, como dos niños pequeños saltándose la regla y poniendo cara de buenos.
Entre todos los cachivaches que adornaban la sala, nos llamó la atención una especie de bate de criquet (lo podéis ver en la foto del mueble, entre los cereales y los cuencos) y le preguntamos a Dermot que nos contó que era para jugar al “hurling” muy practicado en Irlanda. Se estaba celebrando un torneo importante y ese era el motivo de que en la inmensa mayoría de casas ondeasen banderas de diferentes colores en función de los equipos los que cada uno apoyaba.

Tras el entretenido desayuno, salimos hacia Kilkenny donde queríamos visitar el Castillo. Antes de las 10h de la mañana ya estábamos en Kilkenny. Íbamos buscando un parking público pero justo al doblar una esquina, vimos un sitio libre. Como no sabíamos lo que nos iba a llevar la visita al Castillo y además luego queríamos callejear un poco, pusimos un ticket de 4 horas que nos costó 2,50€.

El importe de la entrada para entrar al castillo es de 8€/ persona y gratis sí tienes la Irish Heritage Card. En el centro de visitantes, te hacen el canje de los pases para poder acceder.


El castillo de Kilkenny está ubicado en una zona elevada de Kilkenny, en la ribera del río Nore. El castillo fue construido en la primera década del siglo XIII para el cuarto conde de Pembroke, el ya conocido para nosotros, William Marshal. Posteriormente se convirtió en la residencia principal de la poderosa familia Butler por un periodo de unos 600 años. Desde 1969 está gestionado por la OPW y desde entonces se han realizado importantes programas de restauración y excavaciones arqueológicas.

La visita la hicimos por nuestra cuenta, aunque desde noviembre hasta finales de enero se ofrecen visitas guiadas. Podéis consultar los detalles en la web del castillo. Como siempre, recomendamos ir a este tipo de sitios a primera hora para que no haya mucha gente y así poder disfrutar más de la visita.
Se comienza la visita por la parte inferior del castillo, atravesando un pequeño corredor para pasar al primer piso y dar directamente por una escalinata a la Sala de tapices y la Biblioteca. La primera está situada en la torre norte del castillo y tiene tapetes que representan la historia de Decius Mus y fueron colgados en el siglo XVIII.
La biblioteca, pese a que se trata de una reproducción, fue una de las salas que más disfrutamos porque nos encanta ver unas estanterías repletas de libros antiguos. Curiosa la combinación de colores de la pared y los cortinajes de los enormes ventanales.
Se comienza la visita por la parte inferior del castillo, atravesando un pequeño corredor para pasar al primer piso y dar directamente por una escalinata a la Sala de tapices y la Biblioteca. La primera está situada en la torre norte del castillo y tiene tapetes que representan la historia de Decius Mus y fueron colgados en el siglo XVIII.
La biblioteca, pese a que se trata de una reproducción, fue una de las salas que más disfrutamos porque nos encanta ver unas estanterías repletas de libros antiguos. Curiosa la combinación de colores de la pared y los cortinajes de los enormes ventanales.



Diseñado por William Morris, el dormitorio azul está situado en la torre del río y como os podéis imaginar se llama así por el color azul del papel pintado de sus paredes. Como tenía el baño muy cerca, está considerada como una de las primeras habitaciones “en suite”.

La escalera de estilo morisco, fue creada por los arquitectos Deane & Woodward para permitir un acceso cómodo a la Galería. Charles William Harrison, es el autor del follaje naturalista esculpido y de los pequeños detalles de animales que decoran la escalera.

La Galería es la sala más imponente y la que más visitantes reúne. Colgando de sus paredes, cuadros a ambos lados que destacan por sus grandes dimensiones. A pesar de lo que se pueda pensar, la sala es relativamente moderna y construida por el arquitecto William Robertson a principios del siglo XIX.

Para acabar la visita, dimos un paseo por los jardines traseros. Estaban en obras por lo que la foto no le hace justicia. Sí os apetece ver alguna foto sin la grúa, en nuestra galería de Flickr están las fotos que sacamos en 2006.

Curiosamente, dentro del castillo no hay ninguna tienda por la que haya que pasar “obligatoriamente” para llegar a la salida. Pero sí hicimos alguna compra en el Kilkenny Design Center que se encuentra en la acera de enfrente. De aquí bajamos por una pequeña explanada que va a dar al centro de la ciudad. Algunas calles adornadas con las banderas de los equipos de hurling y chavalería vestida con las equipaciones y los palos.



Aprovechando que aún nos faltaba un buen rato para tener que volver al coche y viendo la hora que era decidimos sentarnos a comer una rica hamburguesa con sus ricas patatas. El menú para dos nos salió por 18,90€ en un sitio de comida rápida llamado Papa John´s.

Nuestra siguiente parada tras dejar Kilkenny eran las cuevas de Dunmore, situadas al norte de la ciudad, apenas a 12 kms. de distancia. Tardamos algo más de lo previsto en llegar porque en el centro había un poco más de tráfico del que esperábamos encontrar.


Llegamos a las 13:45 y nos dirigimos directamente a la entrada para ver cuándo era la siguiente visita. No era hasta las 14:30 así aprovechamos para visitar la exposición del centro de visitantes. También hay una pequeña cafetería. El precio de la entrada es de 5€ por persona y gratis con la Irish Heritage Card.

La gruta la forman una serie de cámaras creadas a lo largo de millones de años y contiene algunas de las mejores formaciones de calcita que se encuentran en las cuevas de Irlanda. La primera referencia histórica que se tiene de las cuevas de Dunmore fue en el siglo IX, en las triadas irlandesas, aunque la referencia más interesante, sin embargo, proviene de una posible masacre vikinga en la cueva en el año 928 d.C. Según demuestran hallazgos arqueológicos dentro de la cueva, la actividad vikinga se confirma.

La visita dio comienzo puntualmente y nos invitaron a bajar por una interminable escalera que se pierde en la boca de la cavidad, cual gargantúa en fiestas de Bilbao.


Durante el recorrido la guía fue explicando las formaciones con las que nos íbamos encontrando y respondiendo a las dudas. Al final de la galería, pudimos admirar la formación más conocida, una mole de granito de casi 6m de altura, a la que han puesto por nombre Market Cross. Nos dedicamos a sacar algunas fotos antes de volver hacia la salida. Ahora tocaba volver hacia el exterior subiendo por la escalinata, que ya en la bajada vimos que tenía una inclinación nada desdeñable.

Recuperado el aliento, volvimos al centro de visitantes para hacer la parada técnica correspondiente, volver a coger el coche y salir pitando hacia la abadía de Jerpoint. Desde las cuevas, estábamos a poco más de media hora hacia el sur. Afortunadamente no tuvimos que pasar por el centro de Kilkenny y evitamos el tráfico.


La abadía de Jerpoint fue fundada alrededor del año 1160 por Donal MacGillapatrick, rey de Ossory (o eso se cree) a orillas del río Little Arrigle. Veinte años después la abadía pasó a manos de los monjes cistercienses de la abadía de Baltinglass, en el condado de Wicklow.
La entrada tiene un precio de 5€ por persona y gratuita para la Irish Heritage. Aprovechamos para comprar una pequeña guía porque la tenían en español (0,50€).
La forma de la abadía sigue el diseño tradicional cisterciense, planta en forma cruz con una nave adyacente, transeptos y presbiterio. En el siglo XV se añadió una torre de crucero, cuando Kilkenny estaba bajo el mecenazgo de la familia Butler. La política de austeridad de los monjes cistercienses prohibía la construcción de torres de piedra… ¡ellos sabrían el motivo!
La entrada tiene un precio de 5€ por persona y gratuita para la Irish Heritage. Aprovechamos para comprar una pequeña guía porque la tenían en español (0,50€).
La forma de la abadía sigue el diseño tradicional cisterciense, planta en forma cruz con una nave adyacente, transeptos y presbiterio. En el siglo XV se añadió una torre de crucero, cuando Kilkenny estaba bajo el mecenazgo de la familia Butler. La política de austeridad de los monjes cistercienses prohibía la construcción de torres de piedra… ¡ellos sabrían el motivo!

Una de las peculiaridades que hacen de esta abadía un lugar interesante son los arcos del claustro que fueron reconstruidos parcialmente a mediados del siglo XX. Los relieves de muchas de las columnas tienen gran interés e incluyen figuras humanas que se distinguen claramente como un obispo, un cabalero y su dama, llenos de pequeños detalles.

Nos entretuvimos sacando fotos a todo lo que nos iba llamando la atención. Además, estábamos prácticamente solos. Teníamos que llegar a Rock of Cashel, pero la última hora de admisión eran las 18:30 (o eso pensábamos!).
Poco antes de las 17h finalizamos la visita y nos pusimos rumbo a Cashel. Según “maripuri”, confiando en no encontrarnos con ningún imprevisto, tardaríamos 1h15 por lo que, aunque justos, llegaríamos a tiempo, pero un poco “apurados”.
Poco antes de las 17h finalizamos la visita y nos pusimos rumbo a Cashel. Según “maripuri”, confiando en no encontrarnos con ningún imprevisto, tardaríamos 1h15 por lo que, aunque justos, llegaríamos a tiempo, pero un poco “apurados”.

Con puntualidad irlandesa de gps, unos minutos antes de las 18:15 entrábamos en el pueblo de Cashel y nos dirigimos directamente al parking del castillo que, aunque es de pago, a esa hora ya es gratuito.

Mientras subíamos la cuesta que da acceso a la recepción del castillo, vimos que la puerta estaba cerrada y que tenía puesto un cartel. ¡NO PUEDE SER!!! ¡No son todavía las 18h30!!!
Al acercarnos más pudimos leer que la última hora de entrada era “estrictamente” a las 18h15. ¿Really Oskar? No me lo podía creer y digo “me lo podía” porque yo fui el encargado de mirar los horarios de los sitios que íbamos a visitar. Y lo peor de todo es que en los apuntes del viaje estaba bien puesto, así que no sé cómo, pero ¡me inventé la hora de cierre!
Después de que se me pasara la “mala gaita” por haberme confundido de hora, fuimos en busca de una ubicación para fotografiar el atardecer sobre el castillo. Mientras se hizo la hora, localizamos una gasolinera con un mini súper donde aprovechamos comprar algo para cenar. Dos “wraps” con fruta y refrescos por 11,15€. Y para que se nos acabara de pasar el cabreo por no haber podido visitar el castillo, compramos también 2 “hot chocolates “con unos bollitos. Todo por 7,70€).
Regresamos al sitio que habíamos elegido para disfrutar del atardecer y sólo tuvimos que esperar a que sol se guardase por el horizonte. El sol tenía suficiente fuerza para teñir de rojo los muros del castillo, pero la orientación de las nubes que había detrás, no eran la adecuada para que se tiñesen de rosa. ¡Esta vez no hubo suerte!
Al acercarnos más pudimos leer que la última hora de entrada era “estrictamente” a las 18h15. ¿Really Oskar? No me lo podía creer y digo “me lo podía” porque yo fui el encargado de mirar los horarios de los sitios que íbamos a visitar. Y lo peor de todo es que en los apuntes del viaje estaba bien puesto, así que no sé cómo, pero ¡me inventé la hora de cierre!
Después de que se me pasara la “mala gaita” por haberme confundido de hora, fuimos en busca de una ubicación para fotografiar el atardecer sobre el castillo. Mientras se hizo la hora, localizamos una gasolinera con un mini súper donde aprovechamos comprar algo para cenar. Dos “wraps” con fruta y refrescos por 11,15€. Y para que se nos acabara de pasar el cabreo por no haber podido visitar el castillo, compramos también 2 “hot chocolates “con unos bollitos. Todo por 7,70€).
Regresamos al sitio que habíamos elegido para disfrutar del atardecer y sólo tuvimos que esperar a que sol se guardase por el horizonte. El sol tenía suficiente fuerza para teñir de rojo los muros del castillo, pero la orientación de las nubes que había detrás, no eran la adecuada para que se tiñesen de rosa. ¡Esta vez no hubo suerte!

Sobre las 20h30 nos quedamos sin luz y decidimos que era la hora de recoger los bártulos y marchar hacia el B&B. Teníamos por delante casi 1h30 de viaje. ¿Estaría Dermot esperándonos frente a la ventana?
Llegamos a la casa cerca de las 22h. Mientras descargábamos las fotos y demás trabajos diarios, estuvimos hablando de lo que nos había pasado en el Rock of Cashel y decidimos que teníamos que ser (sobre todo yo) menos optimistas a la hora de programar el itinerario de las visitas diarias. Porque irremediablemente, nos lleva más tiempo del que calculamos de antemano y ya no digamos, sí hay algo que nos llame la atención para sacar fotos. ¡y no podemos ni queremos evitarlo!
Llegamos a la casa cerca de las 22h. Mientras descargábamos las fotos y demás trabajos diarios, estuvimos hablando de lo que nos había pasado en el Rock of Cashel y decidimos que teníamos que ser (sobre todo yo) menos optimistas a la hora de programar el itinerario de las visitas diarias. Porque irremediablemente, nos lleva más tiempo del que calculamos de antemano y ya no digamos, sí hay algo que nos llame la atención para sacar fotos. ¡y no podemos ni queremos evitarlo!
*** final del día 4 ***
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