10 de diciembre. Salí de la habitación a las 7 de la mañana con la maleta rumbo a la recepción del White Sand y desayunar por última vez en La Dalia. Pedí que llamaran un taxi para que a las 8 me llevase hasta la estación de autobuses ADO en Tulum. El precio está fijado en $650.
Llegué pasadas las 8:30. Para entrar hay que pasar el control de ter y unos 15 minutos después anunciaron a viva voz el autobús con destino a Mérida.
El autobús me pareció relativamente moderno. Era posible navegar por internet con Wi-Fi, aunque a tramos fallaba la conexión. Hizo una breve parada en Valladolid y a las 12 y pico llegó a Mérida, poco más de 3 horas de viaje en definitiva.
En la estación de autobuses de ADO cogí un taxi que por $40 me dejó en el hotel boutique Viva Mérida, en la calle 59 con 68. La recepcionista me dijo que debido a que iba con muletas me había hecho una actualización gratuita a una suite, pero que me tenía que cancelar la reserva hecha en Booking, con lo que pagaría de nuevo el precio de la habitación al final de mi estancia.
El hotel está en una típica casa virreinal, muy colorida tanto por fuera como por dentro. Las habitaciones, que son 12, se distribuyen en torno a un patio típicamente decorado con motivos mexicanos.
Hay cuatro tipos de habitaciones: estándar, superior, suite y master suite. Mi habitación inicialmente era la superior, con el cuarto de baño en la planta de arriba. La suite en cambio, tenía el cuarto de baño en la planta baja. Es una habitación con el techo a bastante altura. En planta baja está la cama King size con baldaquín y arriba la matrimonial. La cama tiene mosquitera pero un poco agujereada desde mi punto de vista. En la habitación hay una banqueta para poner la maleta, una mesa redonda pequeña, dos butacas, mesitas de noche, aire acondicionado, caja de seguridad, TV de pantalla plana, minibar.
Era un poco oscura al dar al patio de la casa. El cuarto de baño algo chico y no había muchos artículos de baño por lo que recuerdo. Hay Wi-Fi gratuito en toda la casa pero en la habitación a ratos no era muy bueno y se cortaba la señal.
El hotel cuenta con un jardín con piscina, de tamaño pequeño, aunque para el caso no tuve tiempo de bañarme. Como por estas fechas se pone el sol poco después de las 17:30 y todos los días estuve de excursión, fue un poco imposible.
El desayuno es de tipo continental. Te ponen unos dulces, un plato de fruta, agua de jamaica (no sé si variarán el tipo de bebida, pero a mí fue la que me pusieron 2 días) y luego un plato caliente que se puede elegir. En mi caso un día fueron huevos a la mejicana y otro día unos burritos vegetarianos. Creo recordar que nada más o como mucho café o té. El desayuno comienza a las 8:00 de la mañana. Si se necesita salir antes, te preparan algunas cosas para llevar.
Hay servicio de lavandería en el hotel. El precio va por kg. En concreto $100 por kg.
También se pueden contratar tours. Se supone que alguna agencia con la que trabajan habitualmente, está cerrada actualmente por el coronavirus, así que lo que te ofrecen es hacerlas con un conductor en modo privado. Por lo que vi en la ciudad, algunas agencias estaban cerradas y otras abiertas, aunque no sé en qué condiciones estarán haciendo los tours. Lo que sí me fijé es que la información no está muy actualizada, porque a día de hoy las excursiones que implican la visita de sitios arqueológicos no son siempre posible.
Algunos mosquitos hay por el hotel, no muchos, pero con alguno me topé dentro de la habitación.
Se puede cambiar dinero, pero por lo que pude comprobar con una tasa de cambio peor que la de las oficinas del centro de la ciudad.
Lo primero que hice fue ir a la oficina de la hacienda Sotuta de Peón, para pagar la excursión. Se encuentra en la calle 55, entre la 60 y la 58.
Después de pagar los $1000 ($650 por el tour y $350 por el almuerzo), me fui a comer al Museo de la Gastronomía Yucateca, en el 466 calle 62, entre la 55 y la 57.
De entrada está en una casa típica. La carta de platos es bastante variada. Casi que no sabía qué pedir, pero al final esto fue lo que elegí:
- Agua de chaya con lima
- Brazo de reina
- Cochinita pibil enterrada
- Caballero pobre: esto es un postre que tiene similitudes con las torrijas españolas.
Todo buenísimo. Hubiese repetido otra vez, pero normalmente me gusta ir probando en distintos restaurantes. La cuenta fue de $315.
mugy.com.mx/
Después de comer comencé con mi paseo por el centro histórico de la ciudad.
En 1542, Francisco de Montejo, que ya había fundado San Francisco de Campeche 2 años antes, aprovechó las diferencias entre los mayas y conquistó T’ho. Al entrar, vieron un asentamiento maya de piedra y mortero de cal que les recordó a Mérida y le dieron el mismo nombre. Además, derribaron todas las edificaciones y utilizaron sus materiales para reconstruir la ciudad siguiendo la misma arquitectura de la ciudad española. Mérida recibía las órdenes directamente desde España, no de CDMX, lo que hizo que Yucatán gozase de una gran independencia y una entidad cultural y política propia.
Durante la guerra de Castas, esta ciudad y San Francisco de Campeche fueron las únicas que resistieron a los mayas rebeldes. Cuando estaba a punto de caer, Mérida recibió la ayuda de las tropas mexicanas, a cambio de que recibiese las órdenes directamente de CDMX.
Del restaurante regresé al parque de Santa Lucía, que tiene arcadas en dos de sus lados. Antiguamente éste era el lugar de llegada y salida de los carruajes que conectaban Mérida con el resto de pueblos y aldeas.
Por esta zona de la ciudad las casas tienen diferentes coloridos, como ya había visto en Valladolid, por lo que son muy llamativas de cara a hacer fotos.
Después de bajar una cuadra por la calle 62, me fui hacia la calle 60 por la Universidad Autónoma de Yucatán, fundada en el siglo XIX.
La calle 60 es una de las calles históricas de la ciudad. Aparte de la universidad y del Teatro Peón Contreras, construido a principios del siglo XX, caminando hacia el sur me encontré en el Parque de la Madre con la Iglesia de Jesús o Iglesia de la Tercera Orden, construida en el siglo XVII (1618). No pude entrar porque me dijeron que hasta las 5 de la tarde no abrían las iglesias.
Una calle más abajo llegué al Parque Hidalgo, antiguamente llamado Manuel Cepeda, en honor al militar y gobernador del estado de Yucatán, en cuyo honor hay una estatua en el centro del parque sobre una gran escalinata.
En la calle 61 está la Catedral de San Ildefonso, construida entre 1561 y 1598 donde anteriormente hubo un templo maya.
Al lado está la Plaza Grande, que en época maya fue centro religioso y social y con los españoles se convirtió en Plaza de Armas. Alrededor, hay varios edificios interesantes (aparte de la propia catedral), como la Casa de Montejo, el Palacio de Gobierno y el Palacio Municipal.
Me dirigí a la oficina de turismo, en un lado de la Plaza Grande en la calle 62, con el objetivo de preguntar qué podía visitar en la ciudad y horarios de apertura. No me esperaba la respuesta: “Nada, debido a las restricciones a causa del Covid 19”. Luego me puntualizó que si quería visitar algún museo tenía que ser por la mañana y que la catedral podía estar abierta después de las 5 de la tarde por la misa.
Mejor imposible, porque los siguientes 3 días iba a estar de excursión.
Además, hay algunos museos importantes como el Gran Museo del Mundo Maya que está cerrado temporalmente.
Le di una vuelta a la Plaza Grande hasta llegar a la catedral y me quedé un rato esperando hasta que llegasen las 5 de la tarde, pero llegó la hora y no vi que la abriesen. Cansado de esperar y como estaba prácticamente de noche, me volví al hotel.
Al llegar, la recepcionista de la tarde me dijo los precios de hacer las excursiones por las que había preguntado en modo privado con un conductor:
- Uxmal y ruta de los conventos: $2900
- Hacienda Sotuta de Peón (sólo traslado y tiempo de espera): $1200
- Izamal: el precio por ir a esta ciudad lo había preguntado antes de viajar a México y se mantuvo el precio. $1600.
Las acepté, por lo que ya tenía excursiones para los siguientes días.
Un rato después fui a cenar al restaurante La Prospe del Xtup, en la misma calle del hotel, en el 530 de la calle 59.
No me convenció mucho. No había muchos platos de la carta y lo que pedí, camarones al mojo de ajo, tampoco me resultó nada en especial. La cuenta fue de $210.
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