Nos levantamos temprano y tras un magnifico desayuno nos vamos a Sinaia, el Castillo de Peles nos espera, la carretera esta tranquila, al llegar a la subida al castillo nos cobraron el parking si no recuerdo mal unos 10 leu, al ser temprano pudimos subir al aparcamiento más alto, cosa que agradecimos porque te ahorras un buen tramo del camino cuesta arriba.


La primera vista del castillo es impresionante, la localización, el bosque y la construcción son magníficos.

Para recorrer el castillo hay dos opciones, la entrada sencilla con la que se puede recorrer la planta baja y la completa con la que también ves la parte superior, esta opción es la que elegimos nosotros, y nos pareció un acierto.
Con el tema del Covid la entrada era un tanto lenta, ya que se dejaba pasar poco a poco, dentro había que llevar la mascarilla.
El edificio en tan bonito por dentro como por fuera, es realmente impresionante, a destacar todo el trabajo en madera, la visita la realiza por tu cuenta y a tu ritmo, en aquel momento no había visitas guiadas. Se pueden realizar fotografías, cobran un suplemento por cámara en la taquilla, y te lo comprueban en la entrada.


Tras salir de Peles, nos acercamos a palacio de Pelisor a poco más de 100 metros de su hermano mayor, es muchísimo más pequeño pero tiene su encanto y merece una visita.

Acabamos la mañana en el restaurante que hay dentro del recinto y en su terraza descubrí lo que sería mi vicio durante todo el viaje: la limonada con miel creo que no pedí otra cosa para beber

En todo el camino de subida y bajada del castillo había un montón de gente vendiendo cestas de frutos rojos, con un aspecto fantástico y a un precio no muy alto.
Bajando hacia el coche nos detuvimos en los puestos de artesanía que hay en el propio recinto, nos decepcionaron bastante casi todos tenían los mismos productos no demasiado atractivos, por lo menos para nosotros.
Regresamos a Brasov, con un buen atasco, un rato de descanso y la tarde la dedicamos a continuar con la visita a Brasov.