Empezamos la jornada a las 3 de la madrugada. A esa hora nos fuimos a ver amanecer volando en globo sobre el Valle de los Reyes. Era una visita opcional que queríamos desde el principio.
En primer lugar, cogimos una barca para cruzar el Nilo, donde nos ofrecieron café y té. Esto nos evitaba una vuelta en autobús de 45 minutos. Una vez en la otra orilla, subimos a un microbús que nos llevó al campo desde donde despegaron los globos, escoltados por la omnipresente policía turística.
Es una experiencia única. Ver cómo cambian los colores de la arena y los campos al amanecer es una maravilla. Y mucho más económica que en otros lugares. En nuestro caso fueron 100 euros por persona.
Finalizado el viaje nos transportaron hasta los Colosos de Memnon, donde desayunamos el picnic que nos había proporcionado el barco y nos unimos al resto del grupo.
Aquí me gustaría mandar un abrazo muy grande a los 27 miembros del grupo de “los cocodrilos”, como nos llamaba nuestro guía Aladino. Junto y gracias a ellos pasamos un viaje inolvidable.
Volviendo a los colosos, se trata de dos esculturas gigantes del faraón Amenhotep III, que presidían la entrada a su tumba y que prácticamente es lo único que queda en pie del mismo.
A continuación, nos dirigimos al Templo de la Reina Hatsepsut. Esta reina fue la mujer que más años reinó como faraón y era nieta, hija y esposa de faraones. Su padre fue Tutmosis I y su marido Tutmosis II, que murió muy joven, siendo sucedido por un hijastro de la reina, menor de edad, llamado Tutmosis III, siendo Hatsepsut regente. Hasta que, con ayuda del clero y el ejército, Hatsepsut se proclamó faraón, apartando a Tutmosis III del poder. Cabe destacar que las mujeres que llegaron al trono en Egipto eran faraones y no faraonas, adoptando atributos masculinos, incluyendo la barba real. Este templo está dedicado a Ra y fue el templo funerario de Hatsepsut.
Se accede en cochecitos eléctricos desde la entrada de la zona y, como siempre, los conductores no paran de hacer gestos (decirte que conduzcas o que toques el claxon) para pedirte propina.
A unos pocos kilómetros se encuentra el complejo funerario del Valle de los Reyes.
Dentro de la religión egipcia existía una dualidad entre oriente y occidente y un culto por la forma piramidal. Por eso, cuando se trasladó la capital a Tebas (hoy Luxor) se buscó un lugar secreto lejos de los ladrones donde enterrar a los faraones y sus riquezas. Ese lugar se encontró en un valle culminado por un monte en forma de pirámide.
La dualidad oriente occidente es en relación al río Nilo, quedando en su orilla oriental los templos dedicados a la vida (amanecer o nacimiento del dios Ra o sol) y estando en el lado occidental las tumbas o templos funerarios (ocaso o muerte del sol).
En este valle existen multitud de tumbas, algunas de faraones desconocidos y otras de familiares, nobles y hasta animales. También se piensa que deben haber tumbas aún no descubiertas.
Aquí se encuentra la tumba de Tutankamón. Con la entrada se incluye la visita a tres de las tumbas a elegir de las abiertas, con la excepción de Tutankamón, que se paga aparte. Nosotros, por indicación del guía, visitamos las de Ramsés III, con una gran riqueza cromática en las paredes; la de Ramsés I, también muy rica; y la de Merenptah, que conserva el sarcófago exterior de piedra.
Una vez finalizada la visita del lado occidental nos dirigimos en barca al lado oriental, templos de la vida.
El primero fue el Templo de Luxor, consagrado al dios Ra. Se encuentra en la propia ciudad a orillas del Nilo y ya habíamos podido verlo la noche anterior iluminado.
Este templo se encuentra unido al de Karnak por una avenida de dos kilómetros flanqueada por esfinges con cuerpo de león y cabeza de carnero (el animal sagrado de Amón).
El Templo de Karnak, que visitamos a continuación es el más grande de la historia antigua y se trata de un complejo de templos dedicados a diversos dioses, siendo el principal el dedicado a Amón-Ra.
Como ejemplo de los conocimientos del antiguo Egipto, este templo se puede unir con una línea recta con la montaña que corona el valle de los reyes, pasando por la puerta del templo de Hapsetsup.
A la entrada hay una maqueta del templo, donde se puede admirar lo impresionante de su tamaño.
Esta fue la última visita de este ajetreado día. En todos los templos hay una especie de mercadito de souvenirs, pero son muy pesados ofreciendo sus productos, casi asaltándote y siempre rodeados de niños ofreciendo sus mercancías (pulseras o marca páginas) a un euro. Tanto que se nos quedó la cantinela “un euro, un euro”.
Una vez en el barco reemprendimos la navegación. Y hasta en el barco nos asaltaban los vendedores. Se acercan en barcas a remo, amarrándose al barco y ofrecen sus mercancías, mantelerías o chilabas, tirándolas hasta la terraza. Y se les paga tirándoles el dinero en la propia bolsa de la mercancía.
La navegación por el Nilo es preciosa. A pocos metros del barco están los niños bañándose en pequeñas playas naturales. Hay un contraste brutal entre las orillas con plantaciones de plataneras o caña de azúcar o directamente selva verde y frondosa y el desierto, que se ve apenas a 100 o 200 metros de la orilla. Y ver el ocaso por detrás de la densa vegetación te acerca a las creencias del antiguo Egipto.
Esta tarde noche navegamos hacia Edfu, pasando por las esclusas de Esna que, en nuestro sentido, nos elevaron unos siete metros. Las cruzamos de noche, por lo que no es tan espectacular. Pero nuestra habitación en la cuarta planta pasó de estar a ras de suelo a poder saludar a los ocupantes de la torre de control.
En primer lugar, cogimos una barca para cruzar el Nilo, donde nos ofrecieron café y té. Esto nos evitaba una vuelta en autobús de 45 minutos. Una vez en la otra orilla, subimos a un microbús que nos llevó al campo desde donde despegaron los globos, escoltados por la omnipresente policía turística.
Es una experiencia única. Ver cómo cambian los colores de la arena y los campos al amanecer es una maravilla. Y mucho más económica que en otros lugares. En nuestro caso fueron 100 euros por persona.
Finalizado el viaje nos transportaron hasta los Colosos de Memnon, donde desayunamos el picnic que nos había proporcionado el barco y nos unimos al resto del grupo.
Aquí me gustaría mandar un abrazo muy grande a los 27 miembros del grupo de “los cocodrilos”, como nos llamaba nuestro guía Aladino. Junto y gracias a ellos pasamos un viaje inolvidable.
Volviendo a los colosos, se trata de dos esculturas gigantes del faraón Amenhotep III, que presidían la entrada a su tumba y que prácticamente es lo único que queda en pie del mismo.
A continuación, nos dirigimos al Templo de la Reina Hatsepsut. Esta reina fue la mujer que más años reinó como faraón y era nieta, hija y esposa de faraones. Su padre fue Tutmosis I y su marido Tutmosis II, que murió muy joven, siendo sucedido por un hijastro de la reina, menor de edad, llamado Tutmosis III, siendo Hatsepsut regente. Hasta que, con ayuda del clero y el ejército, Hatsepsut se proclamó faraón, apartando a Tutmosis III del poder. Cabe destacar que las mujeres que llegaron al trono en Egipto eran faraones y no faraonas, adoptando atributos masculinos, incluyendo la barba real. Este templo está dedicado a Ra y fue el templo funerario de Hatsepsut.
Se accede en cochecitos eléctricos desde la entrada de la zona y, como siempre, los conductores no paran de hacer gestos (decirte que conduzcas o que toques el claxon) para pedirte propina.
A unos pocos kilómetros se encuentra el complejo funerario del Valle de los Reyes.
Dentro de la religión egipcia existía una dualidad entre oriente y occidente y un culto por la forma piramidal. Por eso, cuando se trasladó la capital a Tebas (hoy Luxor) se buscó un lugar secreto lejos de los ladrones donde enterrar a los faraones y sus riquezas. Ese lugar se encontró en un valle culminado por un monte en forma de pirámide.
La dualidad oriente occidente es en relación al río Nilo, quedando en su orilla oriental los templos dedicados a la vida (amanecer o nacimiento del dios Ra o sol) y estando en el lado occidental las tumbas o templos funerarios (ocaso o muerte del sol).
En este valle existen multitud de tumbas, algunas de faraones desconocidos y otras de familiares, nobles y hasta animales. También se piensa que deben haber tumbas aún no descubiertas.
Aquí se encuentra la tumba de Tutankamón. Con la entrada se incluye la visita a tres de las tumbas a elegir de las abiertas, con la excepción de Tutankamón, que se paga aparte. Nosotros, por indicación del guía, visitamos las de Ramsés III, con una gran riqueza cromática en las paredes; la de Ramsés I, también muy rica; y la de Merenptah, que conserva el sarcófago exterior de piedra.
Una vez finalizada la visita del lado occidental nos dirigimos en barca al lado oriental, templos de la vida.
El primero fue el Templo de Luxor, consagrado al dios Ra. Se encuentra en la propia ciudad a orillas del Nilo y ya habíamos podido verlo la noche anterior iluminado.
Este templo se encuentra unido al de Karnak por una avenida de dos kilómetros flanqueada por esfinges con cuerpo de león y cabeza de carnero (el animal sagrado de Amón).
El Templo de Karnak, que visitamos a continuación es el más grande de la historia antigua y se trata de un complejo de templos dedicados a diversos dioses, siendo el principal el dedicado a Amón-Ra.
Como ejemplo de los conocimientos del antiguo Egipto, este templo se puede unir con una línea recta con la montaña que corona el valle de los reyes, pasando por la puerta del templo de Hapsetsup.
A la entrada hay una maqueta del templo, donde se puede admirar lo impresionante de su tamaño.
Esta fue la última visita de este ajetreado día. En todos los templos hay una especie de mercadito de souvenirs, pero son muy pesados ofreciendo sus productos, casi asaltándote y siempre rodeados de niños ofreciendo sus mercancías (pulseras o marca páginas) a un euro. Tanto que se nos quedó la cantinela “un euro, un euro”.
Una vez en el barco reemprendimos la navegación. Y hasta en el barco nos asaltaban los vendedores. Se acercan en barcas a remo, amarrándose al barco y ofrecen sus mercancías, mantelerías o chilabas, tirándolas hasta la terraza. Y se les paga tirándoles el dinero en la propia bolsa de la mercancía.
La navegación por el Nilo es preciosa. A pocos metros del barco están los niños bañándose en pequeñas playas naturales. Hay un contraste brutal entre las orillas con plantaciones de plataneras o caña de azúcar o directamente selva verde y frondosa y el desierto, que se ve apenas a 100 o 200 metros de la orilla. Y ver el ocaso por detrás de la densa vegetación te acerca a las creencias del antiguo Egipto.
Esta tarde noche navegamos hacia Edfu, pasando por las esclusas de Esna que, en nuestro sentido, nos elevaron unos siete metros. Las cruzamos de noche, por lo que no es tan espectacular. Pero nuestra habitación en la cuarta planta pasó de estar a ras de suelo a poder saludar a los ocupantes de la torre de control.