Empezamos el día con la visita a la única de las siete maravillas que sigue en pie, las Pirámides de Keops, Kefren y Micerinos y la Esfinge.
Qué se puede decir de ellas. Cualquier palabra se queda corta ante tamaña obra de ingeniería. Son simplemente impresionantes.
Una pirámide es una tumba, pero de un faraón (o de su esposas o hijas, pero de mucho menos tamaño). Pero qué tumba. Los egipcios creían en el más allá y crearon toda una serie de procedimientos y creencias en torno al más allá, que incluía el embalsamamiento y el entierro junto a todas las posesiones que debían acompañarlos en esa otra vida. Además el faraón era un semidiós, divinizado y era faraón porque era dios y era dios porque era faraón. Y desde que ascendía al trono empezaba ya a construir su tumba y todo el ajuar que le debía acompañar al más allá. Y la pirámide era la forma más pura de divinidad. En forma de pirámide eran las tumbas, la montaña bajo la que se construyó el Valle de los Reyes y la forma del Sancta Sanctorum, el lugar más sagrado de cualquier templo, donde sólo podía entrar el faraón y el sumo sacerdote.
Justo al lado, se encuentra la Esfinge. Protector de las pirámides, cuerpo de león y cabeza de hombre, posiblemente el faraón Kefrén.
Todo ese complejo te hace sentir pequeño y viene a tu cabeza la frase atribuida a Napoleón “Soldados, desde lo alto de estas pirámides cuarenta siglos os contemplan”.
Esa tarde había visita opcional (pago aparte) a Memphis y Sakkara pero no fuimos porque queríamos descansar y teníamos otro plan.
A las 19.30 (ya de noche) hay un espectáculo de luces y sonido en la esfinge y las pirámides. Pero justo detrás de los asientos hay una serie de restaurantes donde se puede ver y oír el espectáculo más cómodo, barato y cenando. Así que cogimos un uber y nos plantamos en un Pizza Hut que hay allí y desde cuya terraza se ve perfectamente (por cierto estaba lleno de españoles haciendo lo mismo). Se puede ir más tarde, ya que hay al menos otro pase, a las 20.30 en otro idioma.
Qué se puede decir de ellas. Cualquier palabra se queda corta ante tamaña obra de ingeniería. Son simplemente impresionantes.
Una pirámide es una tumba, pero de un faraón (o de su esposas o hijas, pero de mucho menos tamaño). Pero qué tumba. Los egipcios creían en el más allá y crearon toda una serie de procedimientos y creencias en torno al más allá, que incluía el embalsamamiento y el entierro junto a todas las posesiones que debían acompañarlos en esa otra vida. Además el faraón era un semidiós, divinizado y era faraón porque era dios y era dios porque era faraón. Y desde que ascendía al trono empezaba ya a construir su tumba y todo el ajuar que le debía acompañar al más allá. Y la pirámide era la forma más pura de divinidad. En forma de pirámide eran las tumbas, la montaña bajo la que se construyó el Valle de los Reyes y la forma del Sancta Sanctorum, el lugar más sagrado de cualquier templo, donde sólo podía entrar el faraón y el sumo sacerdote.
Justo al lado, se encuentra la Esfinge. Protector de las pirámides, cuerpo de león y cabeza de hombre, posiblemente el faraón Kefrén.
Todo ese complejo te hace sentir pequeño y viene a tu cabeza la frase atribuida a Napoleón “Soldados, desde lo alto de estas pirámides cuarenta siglos os contemplan”.
Esa tarde había visita opcional (pago aparte) a Memphis y Sakkara pero no fuimos porque queríamos descansar y teníamos otro plan.
A las 19.30 (ya de noche) hay un espectáculo de luces y sonido en la esfinge y las pirámides. Pero justo detrás de los asientos hay una serie de restaurantes donde se puede ver y oír el espectáculo más cómodo, barato y cenando. Así que cogimos un uber y nos plantamos en un Pizza Hut que hay allí y desde cuya terraza se ve perfectamente (por cierto estaba lleno de españoles haciendo lo mismo). Se puede ir más tarde, ya que hay al menos otro pase, a las 20.30 en otro idioma.