Este día meteorológicamente hablando fue de lo más variopinto. Por la mañana hacia mucho frio pero el día era soleado, después se puso a nevar, y al mediodía salió el sol pero viendo cortinas de nieve a lo lejos. Por la tarde volvió a lucir el sol. En fin, tuvimos un poco de todo, pero la verdad es que el tiempo nos respetó a la hora de ver las cosas.
El recorrido en coche este día iba a ser corto. Salimos muy temprano de la cabaña de madera y una vez preparados los bocadillos del día, nos dirijimos a la cascada de Skogafoss, a unos 17 km.
La cascada de Skogafoss nos recibió con un sol impresionante, solo enturbiado con alguna nube. Con una altura de 62 metros de altura, y un gran caudal de agua, atraé a numerosos turistas, siendo lugar de rodaje de la serie Vikingos. Sin embargo, como llegamos a primera hora de la mañana, no había muchos visitantes la verdad. Además fue la única cascada que nos permitió ver el arco iris que se forma al precipitarse el agua y los rayos del sol. Skogafoss se puede ver desde dos perspectivas. Desde abajo, donde el agua se precipita a la llanura litoral con una fuerza increible, y desde arriba subiendo unas escaleras hasta un mirador al lado justo de donde precipita el agua al vacío. No obstante existe un sendero de largo recorrido que comienza aquí y continúa hasta las tierras altas, pasando por la famosa región de Landmannalaguar. Una vez que admiramos la cascada de arriba y bajamos para dirigirnos al coche, comenzó a nevar con gran ímpetu. Una forma más de poder admirar esta cascada. Nos metimos en el coche rápidamente y nos dirigimos a otra cascada que hay muy cerquita de Skogafoss, y que aún es una gran desconocida por ocultarse entre un valle estrecho a la vez que hermoso: la cascada de Kvernufoss.
El recorrido en coche este día iba a ser corto. Salimos muy temprano de la cabaña de madera y una vez preparados los bocadillos del día, nos dirijimos a la cascada de Skogafoss, a unos 17 km.
La cascada de Skogafoss nos recibió con un sol impresionante, solo enturbiado con alguna nube. Con una altura de 62 metros de altura, y un gran caudal de agua, atraé a numerosos turistas, siendo lugar de rodaje de la serie Vikingos. Sin embargo, como llegamos a primera hora de la mañana, no había muchos visitantes la verdad. Además fue la única cascada que nos permitió ver el arco iris que se forma al precipitarse el agua y los rayos del sol. Skogafoss se puede ver desde dos perspectivas. Desde abajo, donde el agua se precipita a la llanura litoral con una fuerza increible, y desde arriba subiendo unas escaleras hasta un mirador al lado justo de donde precipita el agua al vacío. No obstante existe un sendero de largo recorrido que comienza aquí y continúa hasta las tierras altas, pasando por la famosa región de Landmannalaguar. Una vez que admiramos la cascada de arriba y bajamos para dirigirnos al coche, comenzó a nevar con gran ímpetu. Una forma más de poder admirar esta cascada. Nos metimos en el coche rápidamente y nos dirigimos a otra cascada que hay muy cerquita de Skogafoss, y que aún es una gran desconocida por ocultarse entre un valle estrecho a la vez que hermoso: la cascada de Kvernufoss.
Para llegar a ella hay que realizar un pequeño sendero de unos 15 minutos que comienza al lado del Museo de Skogar. Este museo es muy interesante porque auna tres museos en uno, un museo al aire libre, un museo foclórico y un museo técnico. Pero no teníamos tiempo para visitarlo y solo lo contemplamos desde el exterior, viendo las reproducciones de casa típicas islandesa. Nuestro objetivo en ese momento era otro. El sendero de acceso a Kvernufoss comienza atravesando una escalera de acceso a un campo vallado, suponemos que para que el ganado no se escape. Una vez superado las escaleras comienza el sendero que enseguida toma el camino del rio que aparece entre un verde y escarpado valle, que desemboca en la cascada. Este lugar nos pareció un lugar precioso, no nos lo esperábamos. Y la cascada sin ser tan caudalosa, es impresionante y al igual que la de Seljalandfoss, se puede rodear por detrás. Una maravilla de cascada. Además, durante el comienzo del sendero dejó de nevar.
Una vez cumplidos los objetivos de visitar las dos cascadas del día, nos dirijimos a los acantilados de Dyrholaey. Creíamos que el acceso a ellos iba a estar cerrado porque leímos que en el mes de mayo, los frailecillos o puffins (como les llaman ellos) estarían en periodo de anidación y cría, y que por tal motivo para no molestarlos se prohibe el acceso. Pero no fue el caso, pudimos acceder a lo alto de los acantilados sin problema. De hecho, había mucha gente. Eso si, ni rastro de los frailecillos. Suponemos que durante el día estarían en sitios angostos y no visibles, y al caer la tarde saldrían a buscar comida. Los acantilados conforman como una especie de isla en medio de la llanura litoral. Y a parte de ser un magnífico mirador de la costa sur de Islandia, desde aquí se puede observar toda la playa de Reynisfjara, a la cual nos dirigiremos después, y también las islas Vestman. Además, en los acantilados hay un faro y famoso arco de roca natural, formado por la erosión que provoca el fuerte oleaje. Hay dos paradas técnicas en los acantilados, la primera en la parte más elevada, a 120 m. de altitud y donde se encuentra el faro, y la segunda un poco más abajo donde se observa el arco y la playa de Reynisfjara. Desde este mirador pudimos observar como los únicos visitantes en este extremo de la playa eran unos simpàticos patos.
Para acceder a la playa de Reynisfjara desde Dirholaey, están el uno pegado al otro, pero su acceso en coche supone un recorrido de 20 km. Se trata de una playa de arena negra que conforma un paisaje espectácular junto a sus columnas basálticas y Reynisdrangar, unas agujas – columnas que emergen del mar y que según leyendas islandesas, son trolls. Y si esto fuera poco, también hay una cueva que se convierte en marina cuando sube la pleamar. De nuevo tuvimos suerte, no vimos el horario de las mareas y llegamos en bajamar. Quizás también ese fue el motivo de que aquí fue unos de los lugares que más gente nos encontramos. De regreso al coche vimos un murmullo de turistas agolpados en un punto. Se trataba de una cría de frailecillo que iba desorientada. Nadie la tocaba, nadie la molestaba, únicamente en la distancia se le hacían fotos. Y vimos como se elajaba ocultándose entre la escarpada colina de columnas basálticas.
Llegó la hora de comer. Y que mejor lugar que en una mesa de madera con bancos junto a la playa de Vik, más solitaria y con el mar y las agujas de roca de fondo.
Tras la comida toca un poco de ejercicio. Nos dirigimos a continuación al parking de inicio del sendero del avión abandonado de la playa de Solheimasandur. En el año 1973, un avión del ejército estadounidense cayó sobre la inmensa playa negra de Solheimasandur. Fue un accidente si. Pero el aterrizaje fue controlado y no hubo muertos ni heridos. Y ahí se quedo el avión, en medio de la nada. Evidentemente para llegar hasta el avión, hay que recorrer unos 4 km de absoluta monotonía. Pero aunque a mis compis no le gustó mucho el recorrido, yo he de reconocer que si me gustó. Y el hecho de que haya que ir andando 4 km hasta el avión, ha permitido que el avión llegue en las condiciones actuales en las que se encuentra.
No obstante esta visita si se nos hizo larga puesto que entre los 7 km de ida y vuelta y el rato que estuvimos en el avión, se nos fueron unas 3 horas. Lo bueno es que llegamos a la cabaña con hambre y ganas de pasar una noche agradable entre cerveza y cerveza comentando las mejores jugadas del esplendido día que hemos tenido.