Nuestro último día en el país nos lo tomamos con tranquilidad, tras el diario desayuno nos dirigimos a la Plaza Amur Timur, presidida por la gran estatua de Tamerlán a caballo que reemplazó a la que en el mismo lugar había de Karl Marx años atrás, la independencia produjo un cambio de héroes.
En la plaza está también el inmenso hotel Uzbekistán, con forma de libro abierto y ejemplo de la arquitectura soviética. Paramos a comer algo ligero y continuamos caminando hasta llegar a la plaza Mustakillik.
Este enorme espacio está presidido por el gran arco plateado coronado por los humos, las aves que aparecen en los cuentos orientales. Destaca el edificio del Senado situado en el lado izquierdo, todo el espacio es el utilizado para las celebraciones oficiales, como unos días después era la celebración del día de la independencia prácticamente casi todos lo jardines estaban cerrados y custodiados por policía por lo que poco nos pudimos adentrar.




De lo poco que se podía acceder era el monumento a los caídos en la Segunda Guerra mundial, una llama votiva que es contemplada por la figura de una mujer con rostro de dolor lo presiden, a ambos lados hay una doble galería en la que en hojas metálicas están anotados los nombres de los fallecidos con su fecha de nacimiento y fallecimiento, es sencillo pero a mí me resultó sobrecogedor.



Nuestra siguiente parada fue la Mezquita Minor, es un edificio nuevo inaugurado en 2014, en el que destaca su mármol blanco en el que brillan de forma especial los azulejos azules, la estructura mantiene la estructura clásica, El mihrab está recubierto de oro.
Fue el único edificio religioso en el que me tuve que cubrir el pelo, no se puede entrar en la zona de oración, pero tienen unas puertas abiertas desde las que se ve perfectamente.


Regresamos al hotel para hacer las maletas, ya que al día siguiente nos esperaba Estambul.
Para despedirnos del país, regresamos al Syrovarnya y es que esa burrata crea adicción