Tempranito nos levantamos, taxi y camino de la estación de los trenes de alta velocidad (es distinta a la de los trenes ordinarios), La entrada en la estación tiene su protocolo, en una caseta exterior tienes que enseñar el billete y el pasaporte, una vez dentro del edificio hay que pasar el equipaje por el escáner y cuando crees que ya ha terminado todo, oyes una voz seca, miras y ves a una señora con cara de haber sido azafata de Aeroflot en sus años mozos, que te llama para sellar tu billete (Los más viejos del lugar recordaran la fama que tenían las azafatas de la compañía rusa) . Por fin ya solo queda esperar tu tren.
La zona de espera de la estación es pequeña, con pocos asientos y sin paneles informativos, por lo que toca preguntar a los dos señores que están en la puerta de acceso a los andenes si te toca entrar o no; mientras esperas puedes tomarte un café solo, digo lo de solo poque no tenían leche por ningún lado, a pesar de anunciar capuchinos. Hay también unas pequeñas tiendas donde comprar agua, bollos etc.
A la hora indicada nos dan el visto bueno para entrar en el andén, para subir al tren tienes que volver a enseñar el billete, en el que tienes perfectamente indicado tu vagón y tu asiento. Nosotros elegimos ir en Bussines y está realmente bien, super cómodo y con desayuno incluido, precio fueron 140.000 Soms (11€)



En algo más de dos horas estábamos en Samarkanda, que nos recibió con una buena dosis de calor, nada más salir de la estación te “asaltan” ofreciéndote taxis, nosotros nos alejamos unos pocos metros y lo pedimos a través de Yango, en poco más de 7 minutos teníamos un taxi. Si vais con maletas pedir un coche grande, ya que en Uzbekistán prácticamente todos los coches son de gas y el depósito está en el maletero lo que lo inutiliza bastante.
En unos diez minutos y por 14.000 soms (1,23€) estábamos en el hotel Turon lux, está en la parte nueva de la ciudad, es nuevo, pequeño pero muy agradable, las habitaciones son sencillas, pero están bien y el baño es amplio, además tiene piscina lo que se agradece sobremanera cuando llegas muerto de calor. El desayuno está bien, un tanto repetitivo, pero tienes de todo, el precio fue de 46€. El personal es agradable y dispuesto a ayudar.
Dejamos maletas, taxi y hacia el Registan, en unos pocos minutos por 13.000 soms, a pesar de las obras y atasquillos, estábamos frente a esa maravilla.

Es una imagen que habíamos visto en innumerables ocasiones pero la realidad supera lo publicado con creces, las primeras fotos desde la terraza elevada y a continuación toca la visita interior, si miras de frente la taquilla está en el lado izquierdo bajando unas pequeñas escalera, el precio de la entrada eran 50.000 soms (4€) por persona, habíamos leído que había que pagar un suplemento por las cámaras de fotos, pero no fue así, de hecho en ningún monumento nos encontramos con este extra. Las tres construcciones de la plaza son muy parecidas a las construcciones de Irán, La visita la realizamos en el sentido de las agujas del reloj, empezamos por la Madraza Ulugh Beg (1417-1420) continuamos por la Madraza Tilka Kori (1646-1660) y acabamos por la Madraza Sher-Dor (1619-1636).
Los tres edificios son imponentes tanto en el exterior como en el interior, la decoración de azulejos en las que el color azul predomina acompañado del amarillo y el verde; La gran portada da paso a un patio rodeado de lo que en origen eran las celdas, la estructura se repite, pero cada una con su personalidad





Llama la atención que en todos los patios hay un sinfín de pequeñas tiendas de recuerdos, ocupando lo que antaño eran las celdas, algo que choca un poco con la monumentalidad del espacio, pero es algo que se repite en todos los monumentos del país.




El tiempo se nos pasó sin darnos cuenta y eran más de las cuatro de la tarde cuando salimos, en los jardines del exterior nos encontramos con nuestra primera boda uzbeca, sería muchas a lo largo de todo el viaje, todo el cortejo nupcial estaba haciendo fotos, sentí que aquella novia con un traje enorme a cuarenta grados a la sombra se derretiría en cualquier momento.


Comimos algo rápido y nos fuimos al hotel a descansar y a estrenar la piscina, que con el calorazo se agradecía muchísimo, y aún arrastrábamos algo de cansancio.
Los horarios de cena en el país son más tempraneros, elegimos para la primera cena en la ciudad el restaurante Platan, que aparecía como el número en distintos sitios, teóricamente era necesario reservar, cosa que hicimos, aunque cuando llegamos estaba medio vacío, incluso en la terraza. La cena no fue nada del otro mundo, calabacines rellenos y gratinados, samsas y kebab tradicional, para beber agua, la cuenta fueron 296.700 Soms (23 €). La comida no estaba mala pero no nos pareció que mereciera ese número uno, y la relación calidad precio no muy buena teniendo en cuenta lo que ofrece el país.
Nuevo taxi al hotel y a descansar.