Este día cambiábamos de alojamiento y tuvimos que improvisar el recorrido porque se anunciaba mal tiempo, con lluvia y niebla en Mondoñedo, donde teníamos reservado nuestra habitación de hotel para esa noche. Tampoco era muy halagüeño el pronóstico en Porto Espasante y sus alrededores, como comprobamos por la mañana, cuando nos levantamos. La cosa mejoraba, y mucho, hacia el oeste, así que decidimos volver sobre nuestros pasos y visitar algunos destinos que nos habían quedado pendientes. En total, unos 200 kilómetros, si bien los últimos ochenta se hacían rápidos por autovía y eran una vez completada las visitas de la jornada.

Castelo de Moeche.
Me enteré por el foro de la existencia de este castillo. Nos pillaba de paso y allá que fuimos. Se trata de otra construcción medieval del siglo XV, propiedad, como no, de los Andrade. En la actualidad, pertenece a la Casa de Alba, que lo ha cedido temporalmente al Ayuntamiento, situado en el Valle de Moeche, parroquia de San Xurxo.

Este castillo fue protagonista en las llamadas “revueltas irmandiñas”, que tuvieron lugar en 1431, cuando un hidalgo local lidero al pueblo contra la tiranía de nuestros ya muy conocidos Andrade, llegando a ocupar y derribar el castillo, aunque fueron vencidos posteriormente y obligados a reconstruirlo en 1468. No fue hasta 1890 que la Casa de Alba lo adquirió con idea de utilizar sus piedras para edificar, si bien la presión popular impidió la desaparición del castillo.


Afortunadamente, ahora tiene muy buen aspecto y conserva ese aire oscuro y medieval de que otros carecen. Tras su restauración, conserva parte del suelo original en el patio de armas.


Para acceder al interior, hay que pagar una pequeña cantidad, que se emplea en su mantenimiento (2,5 euros la entrada normal y 1,5 la reducida). Hay visitas guiadas, pero a nosotros no nos coincidió el horario y lo recorrimos por libre.


Tiene planta octogonal, con un foso excavado en la roca en la parte oeste. Desde el Patio de Armas se accede a todas las dependencias, incluida la Torre del Homenaje que mide 18 metros de altura, desde cuya terraza se obtienen unas vistas muy bonitas de los alrededores.


En el piso inferior, hay instalado un museo que trata fundamentalmente de la historia sobre Moeche y las revueltas irmandiñas; también ofrece exposiciones temporales. Nos resultó muy interesante la visita de este Castelo, si bien todos los paneles informativos y las explicaciones están escritas solamente en gallego, aunque con unos códigos QR parece que es posible acceder a otros idiomas.

En el exterior, junto al castillo, se puede ver la Iglesia de San Xoan y el cruceiro de San Xurxo. También vimos una escultura dedicada a Soledad Campos Gil, una vecina del pueblo que cobró fama por su forma de utilizar el toelo (piedra del monte) para elaborar los “xabonciños”, con que se marcaba las medidas en los cascos de acero de los barcos.


Castelo de Naraío.
Nos acercamos a este castillo del siglo XI por recomendación del guía que nos atendió en el de Moeche, quien también nos proporcionó un mapa muy útil de toda la zona de las Rías Altas Ferrolanas. Catalogado como Bien de Interés Cultural y Monumento, se encuentra en ruinas, aunque se ha habilitado una estructura metálica que permite subir a la Torre del Homenaje, la única que se conserva tras haber sido reconstruida y que mide 16 metros de altura.


El acceso es libre y gratuito. Merece la pena pasarse por allí no solo por subir a la torre, sino por las estupendas vistas que se contemplan desde su terraza, en un entorno realmente bonito.



Redes.
Nos dirigimos después a Redes, una aldea marinera de apenas 200 habitantes, situada en la Ría coruñesa de Ares. Tiene un pequeño puerto desde el que se toman bonitas fotografías, una plaza pintoresca y un par de calles flanqueadas por casas de indianas con fachadas muy coloridas.




Muy chiquitito, se recorre enseguida. Por cierto que quisimos tomar un café en una “cafetería-restaurante”. Eran las tres y veinte cuando nos sentamos en una mesa (de las veinte mesas que contamos solo cuatro estaban ocupadas) y el camarero nos dijo que “no” servían café. ¡Ah, perdón!




Castillo de San Felipe (Ferrol).
Teníamos un rato libre y nos acercamos a El Ferrol, para ver este castillo, al que se accede por una carretera muy estrecha, en la que hay, además, mucho tráfico. La entrada es gratuita y se recorre libremente. Por lo demás, es muy grande y lleva su tiempo.


Se trata de la construcción más importante de las antiguas fortalezas militares que protegían la entrada de la Ría de Ferrol, junto con los castillos de Nuestra Señora de la Palma y de San Martín, que están en la orilla opuesta. Entre este último y el castillo de San Felipe existía una cadena que se tensaba en caso de ataque enemigo para impedir la entrada de sus barcos en la Ría.


Fue construido en 1557, reconstruido en el siglo XVIII y está catalogado como Bien de Interés Cultural. Su estado de conservación difiere según las diversas estancias, pero su visita resulta muy interesante y también son imponentes las vistas de la ciudad y de la Ría que se obtienen desde las distintas almenas y miradores.


También hay un espacio de museo, con explicaciones sobre la historia del lugar y de sus fortificaciones. Y me resultó muy curiosa una exposición de Exin Castillos con estupendas reproducciones de fortalezas famosas.

Teníamos intención de dar un paseo por la ciudad, pero hacía bastante calor y, además, estaban de obras en la zona del puerto, así que no resultaba fácil aparcar, con lo cual lo dejamos para otra ocasión.
Fervenza do río Belelle.
Me encantan las cascadas y tenía mucho interés en esta, de la que había visto fotos muy bonitas en internet. El día de As Fragas do Eume no pudo ser, pero el guía del castillo de Moeche insistió en que no nos fuésemos sin verla. Así que aprovechamos que nos pillaba de paso hacia Mondoñedo, pues se encuentra en el municipio de Neda, a solo 13 kilómetros de Ferrol. Naturalmente, para llegar evitamos los continuos intentos del navegador por meternos en la autopista de peaje AP9.


Existen varias rutas circulares en torno a esta cascada, pero íbamos ya con poco tiempo y decidimos emprender el camino más fácil, que consiste en dejar el coche en un aparcamiento a la salida de O Roxal y continuar caminando por la pista asfaltada que se adentra en el bosque, primero hasta el Molino y luego hasta la Central Hidroeléctrica, un kilómetro y medio, más o menos, sin ninguna dificultad. Luego se complica un poco en la parte final, por lo que es mejor llevar calzado adecuado.

De nuevo, el entorno es un remanso de paz y tranquilidad, donde solo se oye el sonido de las hojas movidas por el viento y el rumor de las cascaditas que forma en su discurrir el Río Belelle, que nace en las Fragas del Eume.


Tras pasar un fotogénico azud, vislumbramos al fondo una impresionante caída de agua, pero al avanzar nos dimos cuenta de que solo habíamos visto los saltos inferiores, ya que era mucho más grande al añadirse los de arriba que estaban ocultos por la espesa vegetación.He leído que tiene 45 metros de caída; no lo sé, pero alta es alta y mucho. Además, llevaba bastante agua para estar a finales de julio. Supongo que nunca llega a secarse. Muy bonita.



A unos metros vimos el indicador hacia un mirador, desde el que se contempla la cascada desde arriba, pero no conocíamos la distancia exacta a la que se hallaba y había que subir bastante, internándose en el bosque. Como el terreno estaba mojado y no llevábamos puestas las botas de senderismo, decidimos dejarlo para otra ocasión y continuamos nuestro camino rumbo a Mondoñedo.