Puesto que los planes A y B para comer se han venido abajo toca tirar de memoria cuando estuve mirando restaurantes por las inmediaciones del Museo de Bellas Artes. Muy cerca tenía localizada una opción de emergencia, Le Casablanca, que ofrecen kebabs, pero si encuentro algo más “francés” pues eso que me llevo, que está uno de vacaciones y hay que probar cosas diferentes.
Según se sale del Museo de Bellas Artes y al inicio de la Rue Verdun (el número 2, concretamente) se encuentra el restaurante “Le Verre d'un..”, una especie de bistrot-vinoteca que miré en su momento pero que descarté en detrimento de los anteriores. Presenta un formule o menú del día con entrada, plato principal y postre a 21 Euros que doy por bueno por tampoco estar deambulando sin criterio fijo.
[align=center]MENÚ DE ALMUERZO DEL RESTAURANTE "LE VERRE D´UN" DE CARCASSONNE
Según se sale del Museo de Bellas Artes y al inicio de la Rue Verdun (el número 2, concretamente) se encuentra el restaurante “Le Verre d'un..”, una especie de bistrot-vinoteca que miré en su momento pero que descarté en detrimento de los anteriores. Presenta un formule o menú del día con entrada, plato principal y postre a 21 Euros que doy por bueno por tampoco estar deambulando sin criterio fijo.

Aprovechando que hace una buena temperatura (unos 26 grados con solecito) tienen puestas mesas para el almuerzo en una terraza interior por lo que allí me acomodan, toman nota de la comanda y aguardo a que lleguen los platos. Me he sentido tentado de preguntar a la camarera acerca del plato que aparece en la carta del menú denominado “Salmojero”, siendo uno de sus ingredientes el “gaspacho”, por si se trataba de una versión occitana de nuestro tradicional “salmorejo” fusionado con “gazpacho” o bien era simplemente una mala traducción. No he querido salir de dudas porque en el fondo soy un romántico y quiero creer que la “nouvelle cuisine” francesa también imita nuestros platos más tradicionales.
Van llegando los platos consistente en unas tostas de salmón ahumado normalitas, una entraña de ternera algo mínima y pelín correosa y una tarta Banoffee decente. Esta comida no pasará a la Historia pero se ve compensada con las vistas que de manera inesperada he tenido a lo largo de la pitanza: la fachada art déco de la Escuela Jean Jaurès, ya mencionada en una anterior etapa de este diario. Entusiasta de este estilo arquitectónico me ha supuesto una experiencia perfectamente equiparable a comer con vistas a la Torre Eiffel o a la Catedral de Chartres, por poner un ejemplo de este mismo país.
Mencionar también que es mi primera experiencia gala comiendo en solitario. Al principio se me hace extraño estar sentado a la mesa sin otro interlocutor enfrente pero esa sensación pronto pasa y busco otros pasatiempos para hacer la espera entre platos llevadera: intentar entender conversaciones ajenas que puedan engrosar el anecdotario, contemplar cómo se conducen los comensales de alrededor, recrearse en el art déco de enfrente o simplemente disfrutar del solecito y ver a la gente pasar. Me obligo a no coger el móvil y el rato de la comida no se hace pesado ni interminable pese a que no hubiera estado mal aprovechar este impass para compartir las experiencias de la mañana. “Autre temps, autres mœurs” (otros tiempos, otras formas), que dicen por aquí.
Finaliza la comida y toca afrontar la segunda parte de la jornada, la visita a la Cité Medieval de Carcassonne. El recorrido en mente viene a ser algo así:
- Puente nuevo.
- Puente viejo.
- Puerta de Aude.
- Basílica de Saint-Nazaire.
- Callejear por la propia cité.
- Recorrer las lices o entremurallas.
- Visitar el Castillo Condal.
- Hacer la ruta de las murallas y las torres.
- Puerta de Narbona.
Lo primero es capturar con la mirada y el recuerdo las perspectivas más alejadas del recinto amurallado y con este fin me acerco al puente nuevo por la acera, ya que no es peatonal, y, en lontananza, se adivina la estilizada silueta de la muralla y demás edificios de la cité medieval. La cosa promete….

A continuación me dirijo al Puente Viejo (PONT VIEUX).
El puente viejo fue durante mucho tiempo el único medio para cruzar de la ciudad medieval a la ciudad baja. Se piensa que ya en la época romana se utilizaba un puente para cruzar el río, pero el primer documento que atestigua su presencia data de 1184 conservando en mayor o menor medida su aspecto original a lo largo de toda su historia. Fue en el siglo XIX cuando fue remodelado y restaurado, como el resto de la ciudad, por el sempiterno Eugène Viollet-Le-Duc, que le dio su aspecto actual, ligeramente modificado con respecto a la obra original. Todavía conserva 12 arcos, que abarcan 225 metros. Fue declarado Monumento Histórico en 1926.
Atravesar el río Aude siguiendo el curso del puente es una experiencia que no se puede describir. Paulatinamente se va acercando a tus ojos la mole de la muralla y uno puede hacerse a la idea de la visión sobrecogedora que experimentaría aquel ciudadano medieval que iba con la intención de internarse en la ciudad alta. No hay mucha gente cruzando el puente lo cual permite pararse, deleitarse con la perspectiva y echar una y otra foto para la posteridad.
Para entrar a la Cité hay varias formas y varios accesos pero decidí usar el más próximo, la puerta de Aude, subiendo desde la iglesia de Saint-Gimer. Hay una buena cuesta pero la vista que se despliega merece que el esfuerzo merezca la pena.

Mientras recobro el resuello en el umbral de la misma no paro de admirar las formas y volúmenes que me circundan. El conjunto es impresionante y nada parecido a lo que haya uno podido experimentar con anterioridad.
El artista galo Michel Sardou ya lo decía en su canción “Carcassonne”:
Mais si j'avais choisi l'endroit
De ma naissance de ma vie d'homme
J'aurais sûrement aimé qu'il soit
Sous les remparts de Carcassonne
Pero si hubiera elegido el lugar
De mi nacimiento, de mi vida como hombre,
Seguramente me hubiera gustado que fuera
Bajo las murallas de Carcassonne.
Cierto es que he recorrido castillos y murallas por mucha parte de la geografía europea pero esto está a otro nivel en cuanto a sensaciones que produce. Hay lugares que decepcionan al verlos al natural pero éste, afortunadamente, no es uno de ellos.
Reparo en unos surcos que hay a ambos lados de las jambas de la puerta y en el lienzo de la muralla y recuerdo haber leído sobre el particular: la actuación del artista Felice Varini en el año 2018 con motivo de la conmemoración del 20° aniversario de la inclusión de la ciudadela medieval de Carcassonne en el grupo de ciudades Patrimonio Mundial de la UNESCO. Resulta a que este buen señor le dieron el visto bueno para llevar a cabo una manifestación artística efímera consistente en disponer una serie de bandas adhesivas amarillas en distintos puntos de la muralla para dar la sensación de arcos concéntricos. El tema está en que al finalizar la “exposición” dichas bandas dejaron, voluntaria o involuntariamente, unos surcos perceptibles que han permanecido hasta la fecha. He visto fotos de entonces y el efecto es, personalmente, demoledor. Sinceramente, me pilla la visita para entonces y me encuentro esto y busco calle por calle al interfecto para decirle cuatro cosas (y también al que dio el visto bueno). Una herejía artística de tomo y lomo (apreciación personal muy subjetiva).
Hablando de herejías, apostasías y formas distintas de ver las cosas, éste puede ser un buen momento para tratar el tema del Catarismo, elemento histórico que impregnó toda la historia medieval de Occitania.
El catarismo fue un movimiento cristiano, considerado una secta herética por la Iglesia católica, que se desarrolló en la Europa Occi-dental de los siglos XII y XIII. Los cátaros eran dualistas, ya que creían que existían enfrentados un principio bueno y otro malo. Más específicamente, creían que lo material era una creación demoníaca y que Jesucristo era un ser espiritual creado por Dios. Rechazaron las enseñanzas de la Iglesia Católica como inmorales y la criticaron por la hipocresía, la codicia y la lascivia de su clero y la adquisición de tierra y riqueza sin medida. Para el Papa, los cátaros eran una herejía y por tanto había que acabar con todos ellos. El primer método consistía en convencerlos de que se convirtieran. Pero cuando se negaron a someterse, la confrontación fue el paso siguiente. Esto dio lugar a la cruzada contra los albigenses. Durante este periodo, Carcassonne fue asediada durante 15 días tras los cuales Raimond Trencavel entregó la plaza a Simón de Montfort, jefe militar de la expedición cruzada. Por último, el último bastión cátaro, Montségur, cayó en 1244.
Tras traspasar la puerta de Aude me siento como Robin de Locksley en medio de sus aventuras.
Uno empieza a darse cuenta de que la disposición de la entrada tiene todo el sentido del mundo para evitar la toma de la ciudadela. Se accede de modo recto flanqueado por torres y muralla y el propio recorrido te hace dar una revuelta que ralentiza el avance del ejército sitiador y lo hace más vulnerable a los ataques del ejército sitiado. Y ello unido a que el recorrido se bifurca y te desorienta. ¡Un diez por el arquitecto!… Con ello ya entro en la Cité propiamente dicha.
Dejo por aquí un plano (que sinceramente ya no recuerdo de donde lo he conseguido) que me ha parecido y resultado muy útil para ubicarme y realizar la visita sin dar demasiadas vueltas.

Empiezo el callejear por la Cité llegando a un punto muy fotogénico como es la Plaza Auguste Pierre Point ya que puedes sacar perspectiva desde ambos lados con el arco de entrada desde la puerta de Aude y con la basílica de Saint-Nazaire de fondo, que es el siguiente punto de interés del recorrido. Ya aquí se nota la afluencia de viajeros y el continuo peregrinar de los mismos por todo el casco antiguo.
La Basílica de Saint-Nazaire fue terminada en la primera mitad del siglo XII y sólo subsisten la nave y los laterales de la catedral romana, que contaba también con un claustro. El crucero y el coro gótico son erigidos en el antiguo lugar del coro romano a partir del 1269, concluyéndose en el siglo XIV. La nave romana se une con el crucero gótico en perfecta armonía arquitectural, lo cual constituye uno de los elementos más conseguidos de la basílica. Destacan sus vitrales de los cuales algunos se fechan en el siglo XIV.

La basílica en sí es pequeña y acogedora y da un respiro tras tanta pendiente acumulada en el acceso a la ciudad amurallada. Toca reposar mientras se contemplan los rosetones y los vitrales que iluminan parcialmente el interior del edificio. Recobro fuerzas para continuar camino que me lleva a deambular por la rue du Plo, Raimond Roger Trencavel o Porte d´Aude, ejemplos de callejuelas medievales más o menos invadidas por comercios turísticos o restaurantes. Me acerco hasta la entrada al Castillo Condal y en la cola no hay nadie, lo cual es buena señal, y continúo por la Rue Cros Mayrevieille, sin duda la menos auténtica de todas, con sus comercios globalizados que ofrecen golosinas piratas, espadas de cruzados o pañuelos occitanos. Es un enjambre de gente yendo y viniendo por lo que me orillo y llego hasta la Place Saint Jean desde la que se consigue una bonita perspectiva lateral del puente de acceso al Castillo Condal.
Antes de entrar en el Castillo propiamente dicho y recorrer el perímetro de las murallas desde las alturas mi idea es hacer el recorrido de “les lices” o entremurallas para contemplar toda la estructura circundante de la Cité. A tal efecto, desde la Place Saint Jean salgo por la puerta situada junto a la Tour de la Porte Rouge e inicio el camino por las denominadas "Lices Basses" en dirección a la Porte Narbonnaise (unos 500 metros). Esta parte incluye los restos de la antigua muralla del Bajo Imperio Romano (siglo IV), con paramentos de piedras y esquinas de ladrillo. Se suceden la Tour del Moulin d´Avar, la Marquière, Vieulas o Trésau hasta llegar a la puerta de Narbona. Las torres, por el lado de la ciudad, tienen un saliente semicircular y por el lado exterior presentan ventanas de arco de medio punto con claves de ladrillo.

Tras pasar por la zona de la Porte Narbonnaise se continúa por las “Lices Hautes” hasta la Puerta de Aude (unos 600 metros) pasando por la Tour du Trauquet, de la Peyre, Balthazar, Saint-Martin, Grand Burlas, Carrée de l´Évêque o Four Saint-Nazaire. Construidas a finales del siglo XIII, se caracterizan por sus almohadillados de manera que los sillares de piedra sobresalen del paramento del muro, con sus aristas trabajadas o rebajadas, creando un efecto visual de "almohadillas" que resaltan las juntas y dan movimiento a la pared.
Vuelvo a entrar por la puerta de Aude y se me plantea un dilema económico y temporal. Son como las 15:15 horas y faltaría visitar el Castillo y las murallas desde su parte superior. Según lo que tengo pensado la idea sería salir de la Cité hacia las 18:00 para regresar a la Bastida, hacer alguna compra alimentaria en un supermercado Monoprix que tengo localizado y luego coger el tren de vuelta a Toulouse, por lo que tengo un margen de unas dos horas y media desde ahora para la visita.
Sucede que entra en liza el tema económico. El billete de acceso al Castillo y demás tiene un coste, del 2 de junio al 30 de septiembre, de 19 Euros. Con la Carca Pass que he conseguido hace un rato me harán descuento y se quedaría en 16,50 Euros. Pero el caso es que en este periodo temporal hay un billete más económico, a 13 euros (que con la Carca Pass se quedaría en 11,50 euros), si la visita se realiza a partir de las 16:00 horas. Es decir, si me espero a las 16:00 para sacar el billete y entrar me ahorro 5 euros pero reduzco mi tiempo de visita a menos de 2 horas y tendría que ir más acelerado y si compro la entrada ya y accedo tengo esos 5 euros de coste añadido aunque con más de 2 horas para visitar todo con más tranquilidad. Pensarás, apreciado lector, que 5 euros es una cantidad nimia pero es que ya vengo de “palmar”, por pardillo, 8,50 euros del billete de tren de esta mañana y tacita a tacita….
Ser o no ser, ésa es la cuestión….
De lo que pasó o no pasó se resolverá en la próxima y atlética etapa.[/align]