Hallstatt nos espera bajo la lluvia y envuelta en una niebla que se va a empeñar en escondernos las montañas del Dachstein. Esta segunda parte del viaje queremos pasarla con un ritmo más relajado, aunque tampoco es que hayamos corrido mucho el resto de días
Ya me doy cuenta de que mis rastreos con el street view de Google buscando zonas de baño ("strandbad") en las dos orillas del lago Hallstättersee fueron muy optimistas... otra vez que nos quedamos sin bañarnos en el lago.
Hoy pasaremos todo el día aquí intentando absorber Hallsttat por todos lo sentidos. Lo primero que hacemos es bajar hasta el lago Hallstättersee, 3 minutos contados a propósito. Luego ya caminamos hacia la izquierda, hacia la parada del ferry que conecta con Obertraun, Hallstatt Lahn schiffstation. La siguiente parada está en el centro del pueblo (Hallstatt Markt), justo al lado de la iglesia evangélica y en la trasera del Hotel Heritage.
A pesar de lo temprano que es, hay bastante gente en esta orilla con sus cisnes y el barco que se va acercando. Casi tengo que reprimir unas lagrimillas de emoción. ¿Qué tiene el pueblo más bello a orillas de un lago, como lo llamaba Humboltd?
Tal vez idealizado, demasiado explotado turísticamente, masificado de gente durante el día... hay quien no le ve nada y probablemente tenga razón, es un lugar sencillo, un lago cualquiera, dos iglesias, unas montañas de fondo... tal vez no haya nada en concreto o sea todo el conjunto; habrá millones de sitios así en el mundo, probablemente mejores, pero hace sentir algo especial... Quizá ya venimos predispuestos a ello, sin sentido crítico... Pero lo cierto es que lo racional me importaba ya bien poco, solo queríamos padalear cada suspiro de aire aquí.
La oficina de turismo está ahora en la entrada del pueblo, al lado de la parada del ferry de Hallstatt-Lahn, en vez de enfrente de la Pension Hallberg como hace 4 años. Hay también aquí baños de pago, enfrente de la barrera que prohíbe el acceso a los coches, cerca de los túneles de entrada al pueblo. Sobre dónde aparcar, es importante que leas esta info, te alojes o no en el pueblo.
Esta vez, en vez de ir directamente por la Seestrasse, como la vez anterior, preferimos perdernos (es un decir) por sus calles que van trepando junto a sus casitas por la montaña. Paseamos durante casi 5 horas, don terremoto sin quejarse, parando en cada fuente de agua y en las regaderas que aprovechaban el agua de la lluvia. ¡Qué feliz con tan poco!
Empezamos por la primera que encontramos, Dr. Friedrich Morton-weg, desde donde vemos las grandes moles del Dachstein escondidas tras amplias capas de niebla.
Seguimos el camino Salzbergweg, que nos deja unas curiosas estampas.
Antes de llegar a la iglesia católica, unas escaleras nos conducen al parking 1, desde el que se ve la caída de agua. El entorno con los semáforos y señales la desmerece, pero tenemos unas amplias vistas del pueblo.
A continuación, el Müllerstiege nos deja ante el molino (mühle) con este reloj de sol y dibujos que nos recuerdan el pasado del pueblo, para llegar, por el Kirchenweg al cementerio católico.
Vistas infinitas al más allá. ¡Buen consuelo!
Rodeamos la iglesia católica (Katholische Pfarre) y nos perdemos en las vistas hacia los tejados, la iglesia evangélica (Evangelische Pfarrkirche). Entramos en la Beinhaus, la famosa y peculiar casa de los cráneos, en la que don terremoto hace amago, y casi lo logra, de coger prestado el único recuerdo que queda de sus habitantes desaparecidos.
En la bajada, ahora sí estamos en el centro del pueblo, en su tranquila Marktplatz, con la estatua de la Santísima Trinidad en el centro, rodeada de camiones de reparto, restaurantes y de gente como nosotros, con sus cuidadas fachadas.
Seguimos por la calle principal, pasamos por el Welterbemuseum, justo enfrente de la Pension Hallberg... y nuestros ojos se pierden escalando casitas.
Después de comer y descansar en el apartamento, volvemos a pasear por Hallstatt-Lahn, ahora sí entre sus casas y por la orilla tan callada del lago en esta zona.
En la “badeinsel”, la zona de baño, está la “spielplatz”, un parque al aire libre con trenecito de madera y demás juegos que hacen las delicias de nuestro niño, mientras nosotros respiramos con los ojos la belleza desde este punto del lago, con el pueblo a lo lejos y Obertraun un poco más cerca.
Casi oscureciendo volvemos a repetir el paseo de la mañana, por la calle principal, Seestrasse, con mucha menos gente. Seguimos ya en la oscuridad hasta el último hotel y volvemos a la Markt que se ha quedado casi vacía; ahora su fuente es para nosotros solos.
También la piedra-fuente con musgo que hay en la entrada del museo del pueblo, que le encanta a don terremoto porque “tiene pelos verdes”.
Con una sobredosis nos volvimos al apartamento. ¡No nos cansamos de mirar, ver y respirar Hallsttat!
Ya me doy cuenta de que mis rastreos con el street view de Google buscando zonas de baño ("strandbad") en las dos orillas del lago Hallstättersee fueron muy optimistas... otra vez que nos quedamos sin bañarnos en el lago.
Hoy pasaremos todo el día aquí intentando absorber Hallsttat por todos lo sentidos. Lo primero que hacemos es bajar hasta el lago Hallstättersee, 3 minutos contados a propósito. Luego ya caminamos hacia la izquierda, hacia la parada del ferry que conecta con Obertraun, Hallstatt Lahn schiffstation. La siguiente parada está en el centro del pueblo (Hallstatt Markt), justo al lado de la iglesia evangélica y en la trasera del Hotel Heritage.
A pesar de lo temprano que es, hay bastante gente en esta orilla con sus cisnes y el barco que se va acercando. Casi tengo que reprimir unas lagrimillas de emoción. ¿Qué tiene el pueblo más bello a orillas de un lago, como lo llamaba Humboltd?
Tal vez idealizado, demasiado explotado turísticamente, masificado de gente durante el día... hay quien no le ve nada y probablemente tenga razón, es un lugar sencillo, un lago cualquiera, dos iglesias, unas montañas de fondo... tal vez no haya nada en concreto o sea todo el conjunto; habrá millones de sitios así en el mundo, probablemente mejores, pero hace sentir algo especial... Quizá ya venimos predispuestos a ello, sin sentido crítico... Pero lo cierto es que lo racional me importaba ya bien poco, solo queríamos padalear cada suspiro de aire aquí.
La oficina de turismo está ahora en la entrada del pueblo, al lado de la parada del ferry de Hallstatt-Lahn, en vez de enfrente de la Pension Hallberg como hace 4 años. Hay también aquí baños de pago, enfrente de la barrera que prohíbe el acceso a los coches, cerca de los túneles de entrada al pueblo. Sobre dónde aparcar, es importante que leas esta info, te alojes o no en el pueblo.
Esta vez, en vez de ir directamente por la Seestrasse, como la vez anterior, preferimos perdernos (es un decir) por sus calles que van trepando junto a sus casitas por la montaña. Paseamos durante casi 5 horas, don terremoto sin quejarse, parando en cada fuente de agua y en las regaderas que aprovechaban el agua de la lluvia. ¡Qué feliz con tan poco!
Empezamos por la primera que encontramos, Dr. Friedrich Morton-weg, desde donde vemos las grandes moles del Dachstein escondidas tras amplias capas de niebla.
Seguimos el camino Salzbergweg, que nos deja unas curiosas estampas.
Antes de llegar a la iglesia católica, unas escaleras nos conducen al parking 1, desde el que se ve la caída de agua. El entorno con los semáforos y señales la desmerece, pero tenemos unas amplias vistas del pueblo.
A continuación, el Müllerstiege nos deja ante el molino (mühle) con este reloj de sol y dibujos que nos recuerdan el pasado del pueblo, para llegar, por el Kirchenweg al cementerio católico.
Vistas infinitas al más allá. ¡Buen consuelo!
Rodeamos la iglesia católica (Katholische Pfarre) y nos perdemos en las vistas hacia los tejados, la iglesia evangélica (Evangelische Pfarrkirche). Entramos en la Beinhaus, la famosa y peculiar casa de los cráneos, en la que don terremoto hace amago, y casi lo logra, de coger prestado el único recuerdo que queda de sus habitantes desaparecidos.
En la bajada, ahora sí estamos en el centro del pueblo, en su tranquila Marktplatz, con la estatua de la Santísima Trinidad en el centro, rodeada de camiones de reparto, restaurantes y de gente como nosotros, con sus cuidadas fachadas.
Seguimos por la calle principal, pasamos por el Welterbemuseum, justo enfrente de la Pension Hallberg... y nuestros ojos se pierden escalando casitas.
Después de comer y descansar en el apartamento, volvemos a pasear por Hallstatt-Lahn, ahora sí entre sus casas y por la orilla tan callada del lago en esta zona.
En la “badeinsel”, la zona de baño, está la “spielplatz”, un parque al aire libre con trenecito de madera y demás juegos que hacen las delicias de nuestro niño, mientras nosotros respiramos con los ojos la belleza desde este punto del lago, con el pueblo a lo lejos y Obertraun un poco más cerca.
Casi oscureciendo volvemos a repetir el paseo de la mañana, por la calle principal, Seestrasse, con mucha menos gente. Seguimos ya en la oscuridad hasta el último hotel y volvemos a la Markt que se ha quedado casi vacía; ahora su fuente es para nosotros solos.
También la piedra-fuente con musgo que hay en la entrada del museo del pueblo, que le encanta a don terremoto porque “tiene pelos verdes”.
Con una sobredosis nos volvimos al apartamento. ¡No nos cansamos de mirar, ver y respirar Hallsttat!